Historia de Sean Miller, Vanguardia del ejército de la Alianza.

Anderson y Udina caminan por la nave, en posición relajada. Charlan mientras lo hacen, con
gesto serio.
- ¿Qué me dices de Miller? Biótico, nacido, expuesto al Eezo y entrenado en Horizon.
Tuvo una carrera militar prometedora. - Udina le tiende una carpeta a Anderson, que la
acepta.
- Lo conozco. Era un tipo de fiar, leal, pero desde que tuvo el incidente con los piratas ya
no volvió a ser el mismo. Creo recordar que llegó a teniente. - Anderson ojea el informe.
- Sí, eso dice ahí. Después de aquello, se le pierde la pista. Ahora lo tenemos localizado en
los sistemas de Terminus. Se gana la vida como mercenario. ¿Tienes idea de qué estuvo
haciendo ese año y medio? - Udina adopta una expresión suspicaz.
- Nadie lo sabe a ciencia cierta. Por eso no me termino de fiar. -Anderson niega
ligeramente con la cabeza mientras deja la carpeta en una mesa cercana.

Ambos se detienen frente a un ventanal.
- Bueno, ¿Qué me dices de Shepard?


- Mil créditos a que no bebes otra. - El salariano empuja un vaso de chupito con un líquido
viscoso marronáceo por la mesa, hacia su interlocutor.
- No bebería otra de esas mierdas ni por cinco mil. - Sean Miller se levanta, se cruje el
cuello a un lado y a otro, tropieza ligeramente con su silla cuando se da la vuelta, y se
encamina a la salida del After Live.
Cuando llega a su departamento en una pensión barata, la compostura de Miller desaparece,
y se abraza a la mugrienta taza de water para echar su primera papilla.



Miller está sin afeitar, con barba de varios días, desgreñado, vestido sólo con ropa interior,
sobre el catre. No sabe cuánto tiempo ha pasado inconsciente, pero alguien que parece tener prisa
aporrea la puerta.
- ¡Sean! ¡Vamos! Tenemos trabajo.


Con su armadura enfundada, que aunque gastada por el uso, aun luce bien, recién afeitado y
aseado, Miller es otro hombre. Camina acompañado mientras se dirigen a la nave.
- Pareces hasta respetable.
- Que te jodan.



- Pero, ¿quién es Sean Miller realmente? Teniente Miller, por lo que veo.
- Ya no.
- ¿Y eso por?
- Porque no. A mí sólo se me falla una vez. Con eso tienes suficiente.



Tras su graduación, Miller ingresó en el cuerpo de Vanguardia del ejército de la Alianza.
Tras unas primeras misiones en su planeta natal, Horizon, y alrededores, Miller es asignado para
Eden Prime. Sin embargo, nunca llega allí. Su nave es atacada por un grupo de piratas Krogan, y
Miller logra salvar el pellejo gracias a la suerte; la refriega le ha dejado inconsciente, con una fea
herida en la cabeza, y los Krogan le dan por muerto. Cuando despierta, tiene amnesia, y no recuerda
quién es. Durante unas semanas, en las que poco a poco va recobrando recuerdos, vaga de un lugar
a otro viajando como polizón o refugiado. Cuando empieza a recordar su adiestramiento militar,
recuerda también las dolorosas sesiones de exposición a Eezo, y de cómo su hermana pequeña,
Beth, le admiraba tanto por haberse ofrecido voluntario para ellas.
- A ti ni se te ocurra, enana. No lo soportarías – Sean le pasa la mano por la cabeza a su
hermana por la cabeza, despeinándola.
- ¿Por qué iba a hacer semejante tontería? - Beth levanta con una mano un enorme fusil de
francotirador – No necesito esas bobadas.
- Más te vale.



Miller avanza por un cuartel militar. Han pasado dos meses desde el ataque pirata, y ya
recuerda quién es. Por eso está ahí. Aun con un llamativo vendaje alrededor de la cabeza, pero sano
en apariencia por lo demás, y uniformado, se detiene ante una puerta, y acciona el llamador.
Alguien abre desde dentro, y Miller saluda con su mano en la frente.
- Capitán.
- ¿Teniente Miller? - responde Anderson, con notorio asombro en su voz, desde el interior
de la estancia – Pase.
- Le creía muerto, teniente – continúa Anderson – Me alegra verle.
- Gracias, señor. Me gustaría reincorporarme al servicio.
- Por supuesto. Nuestros médicos le harán unas pruebas, y en cuanto comprobemos que
todo sigue en su sitio, le pondremos a trabajar.
- Gracias, señor.
- Puede retirarse, teniente.



- Lo siento mucho, teniente. El informe del doctor es claro.
- ¡Pero, señor!
- Lo vamos a licenciar. Con estos documentos, podrá pedir la prestación correspondiente
como veterano de guerra. - Tiende unos papeles a Miller - Al fin y al cabo, todo parece
ser consecuencia del ataque a la nave en la que usted iba. El consejo está estudiando la
opción de concederle el Corazón Púrpura, pero no podrá volver a ejercer.
- ¡Por Dios, métanse la medalla por el culo! Esto es lo único que sé hacer. Y sé hacerlo
bien.
- Vuelva a dirigirse a mí en esos términos, teniente, y le meto un consejo de guerra –
Anderson empieza a perder la paciencia.
Miller parece abrir la boca para replicar, pero una mirada furibunda de Anderson le hace
replanteárselo. Cierra la boca, coge los papeles, se cuadra, y saluda. Lágrimas de rabia se escapan
de sus ojos.
- Gracias, señor – Miller apenas puede escupir las palabras entre sus apretados dientes.
- Retírese.



- ¿Qué coño es esto, Beth? - Sean mira a su hermana atónito.
Beth está tumbada en una cama de hospital, mirando hacia la ventana con ojos vacíos. Está
completamente intubada, conectada a una máquina que le permite seguir viviendo. Su piel está llena
de ampollas blancas, y allí donde no ha salido una, el tono es rojo carmesí.
- ¿Qué te han hecho, joder?
Sean viste su uniforme de gala por última vez. Acaba de recoger su licencia, y le han
informado de dónde encontrar a su hermana. En el hospital militar de Horizon. La puerta de la
habitación se abre, y otro hombre uniformado entra.
- Teniente Miller.
- ¡Capitán! ¿Qué le han hecho a mi hermana? ¿Qué le han hecho? - Sean está fuera de sí,
los ojos llenos de lágrimas.
- Cálmese, teniente. Cuando usted desapareció, y se le dio por muerto, tuvimos que
reponer las bajas. Usted había aguantado las exposiciones a Eezo bien. Supusimos que
su hermana también lo soportaría.
 - ¿Supusieron? Usted me prometió que nunca la harían pasar por eso. ¡Me lo prometió,
capitán! ¿Es esa su palabra? - Sean señala con la mano abierta hacia la cama.
- Algo salió mal. Yo sólo seguía órdenes, Sean. Órdenes. De arriba. De muy arriba.
- ¿Órdenes, Jeremy? Esas órdenes están matando a Beth. A nuestra Beth. Estáis
prometidos, joder.
- ¿Crees que no lo sé? - Jeremy empieza también a gesticular. Ya no hablan dos soldados.
- Haz algo. ¡Haz que se cure, Jeremy!
- No podemos hacer nada. Es cuestión de semanas que la desconecten. Aunque se
repusiera de las quemaduras, nunca volverá a andar. Ni siquiera a hablar.
- Pues haz otra cosa. Dime quién lo ordenó. ¡Dime quién es el responsable de esto!
- Sabes que no puedo.
- Lo único que sé, es que alguien tiene que pagar por esto. Y si tú no quieres decírmelo, te
voy a considerar encubridor del hijo de la gran puta que ordenó esto. ¿Cómo pudiste
permitirlo?
- ¿Qué querías que hiciera, Sean? Somos soldados. Obedecemos órdenes. Tú lo sabes muy
bien. Mejor que bien.
- Yo ya no soy soldado, Jeremy. Ya no. Ni tampoco tu amigo, ni tu cuñado. Ya no soy
nada. Pero algo te diré, Jeremy. Esto no va a quedar así. Alguien va a pagar por esto.
Algún día. Y, creéme. No dudaré un puto segundo en apretar el gatillo. Nunca he
dudado. Antes, como soldado, lo hice cuando me lo ordenaron. Ahora, lo haré cuando
encuentre al responsable de esto. Y apretaré el gatillo tantas veces como sea necesario
para llegar hasta él o ella. Así que espero que no estés en mi camino cuando llegue el
momento.
- Deja de decir gilipolleces, Sean. Piensa...
Miller no deja terminar a Jeremy. Lo empuja violentamente a un lado, y sale de la sala.







Un Miller más joven, de apenas veinte, y Jeremy, que andará a la mitad de la veintena, están
sucios, con un arma en la mano, atrincherados en una improvisada barricada hecha con restos de
una mesa y otros muebles. Se oyen disparos. Los dos amigos son los únicos que quedan. Una
emboscada, les ha pillado con la defensa baja. Un grupo de mercenarios, o soldados, o terroristas.
No se sabe muy bien. Todo ha sido muy rápido. Han llegado a la base, con gran precisión han
desembarcado, y han tomado el cuartel. La unidad que estaba allí se ha defendido valientemente.
Han conseguido abatir a la mayoría de asaltantes. Sean y Jeremy creen que quedan dos o tres. Sean
mueve su casco con sus poderes bióticos por encima de una mesa a unos pasos, y se oye una nueva
ráfaga de fusil. Jeremy aprovecha, se asoma y dispara. Abate a otro.
- Uno menos.
- Está bien, me rindo. La voz procede del fondo de la sala, y ambos amigos se miran
sorprendidos. Les resulta familiar.
Se trata de Josh, que ha arrojado su arma y tiene los brazos en alto. Los tres son amigos
desde que ingresaron en la academia. Sin embargo, Josh viste el uniforme de los asaltantes.



- Las órdenes son las siguientes, soldados. Ejecuten al desertor, y colóquenle su casco.
Déjenlo con el resto de su pelotón. Se trata de un grupo terrorista peligroso. Se llaman
Cerberus, y no podemos permitirnos que se sepa que tenemos simpatizantes entre los
nuestros.
Sean y Jeremy se miran mientras escuchan las órdenes por radio. Josh está de rodillas, con
las manos en la nuca.
- Pero, señor... - Comienza Jeremy.
- Tienen sus órdenes, soldado. Corto.
La transmisión termina. Jeremy mira a Josh, que llora.
- Vamos, chicos. Puedo ser útil. - Apenas puede articular las palabras entre los sollozos –
Nos conocemos desde hace...
Se oye el ruido del seguro de la pistola de Sean abriéndose, y luego un disparo. Los restos de
sangre, de cráneo y de cerebro salpican a ambos.
- Mientras más lo pienses, peor. Ponle el casco, Jeremy.



- Ponle el casco, Jeremy.
Sean despierta por los golpes en la puerta.
- ¡Sean! ¡Vamos! Tenemos trabajo.
Miller se pasa la mano por la cara, esperando encontrar sangre, o restos de cráneo. Pero sólo
siente su barba. Se incorpora, se mira al sucio espejo de su cubículo.
- Ya voy, joder. Necesito afeitarme.


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