El vuelo del dragón

Corría el año 2314. El invierno estaba siendo benévolo con las cosechas y el ganado. Recuerdo con un afecto especial una noche nevada, estando yo en Silpeak. Mi nieto de nueve años, Dárastrix, había quedado a mi cuidado aquella semana. Mi hijo insistía en que cuidara de él desde que mi esposa falleció. Decía que me ayudaría a no olvidar la vitalidad y la fuerza de mi juventud. En realidad, no estaba tan viejo. Tan sólo tenía 119 años. En esta zona del continente, llegar a esa edad es muy normal.
Lo siento, creo que me estoy desviando del tema... ¿por donde iba?... ¡ah, sí!
Había una espesa capa blanca aquella noche. Empezaba a refrescar y salí de casa a por dos buenos leños para prender en la chimenea. Dárastrix se divertía jugando con el perro. Le lanzaba bolas de nieve y el chucho trataba de morderlas al vuelo. Mi nieto no dejaba de reir en ningún momento. Era una risa refrescante y rejuvenecedora. Entré en casa y prendí la chimenea. Al poco rato, la chimenea empezó a calentar la habitación. No hay nada como un buen fuego en una noche de invierno. Estabamos esperando a que llegara su hermano mayor. Acaba de alistarse en la gloriosa orden de los Chamanes del Dragón. Esta orden poseía poca reputación, y eran muy pocos los que encontraban en esta profesión un futuro de su agrado. Pero siguiendo la tradición de la familia Charir, Tobahua se había iniciado en la orden adquiriendo el magnífico poder de un dragón plateado. Fuera empezaban a caer algunos copos, así que abrí la ventana y le grité a mi nieto para que entrase. Antes de que llegase Tobahua, decidí conveniente explicar a
Dárastrix, en qué se había convertido su hermano.

- Dáras, coje tu plato y ven junto al fuego, voy a contarte algo.
- Sí, yayo.
- ¿Te ha dicho tu padre de donde va a venir hoy tu hermano?
- Mmmmmmm... me ha dicho que Tobahua a ido a honrar a nuestra familia.
- Eso es cierto hijo mío. Pero creo que ya eres lo suficientemente mayor para saber cómo... Atiende. Tu hermano se ha convertido en un chamán.
- Un ¿qué...?
- Un Chamán del Dragón.
- ¡Alaaaaaa, que guay...!¿Y qué es un chamán del dragón?
- Verás. Nuestra familia, siempre ha destacado sobre los demás porque ha dedicado su vida al estudio y la veneración de los dragones. Supongo que tu padre ya te ha explicado lo que son los dragones, ¿verdad?
- Claro que sí. Los dragones son los seres más maravillosos del mundo. No sólo tienen una fuerza descomunal si no que, además dominan la magia mejor que ningún otro mortal.
- Efectívamente. Pues los chamanes del Dragón son los máximos representantes de sabiduría y veneración por el poder, de estos seres. Los mortales como nosotros no podemos soñar con tener el poder de estos dragones, pero siguiendo el camino de un chamán del dragon, podemos llegar a albergar parte de los poderes de estas criaturas. La mayor aspiración de un chamán del dragón es conseguir tanto poder como el mayor de los dragones de su clase.
- ¿Los dragones de su clase?
- Sí, dependiendo de su color, un dragón posee ciertos poderes especiales que no poseen otros.
- ¡Sí, sí, lo se!¡Los dragones oropel son los mejores del mundo!
- ¡Jejeje!¡Bueno, siempre y cuando sean dragones metálicos, siempre serán buenos! Pues bien, tu hermano va a regresar de su rito de iniciación como Chamán del Dragón. El totem que ha escogido es el del dragón plateado.
- ¡Uaaaalaaaaahhhh...!
- Tu hermano ha comenzado así una busqueda incansable del poder ancestral de los dragones plateados, un poder que le permitirá ser un gran hombre.
- ¡¿Y va a venir ahora?! ¡Vaya, ya tengo ganas de verle!

Mi nieto se levantó del suelo y salió corriendo al cobertizó de la entrada. Recogió un palo largo de entre los leños que estaban cortados para la chimenea, y comenzó a atacar con él a los copos de nieve que ya caían con fuerza. Le observé tras los cristales mientras me llevaba a la boca un trozo de pan con tocino. Por un instante, me ví a mí mismo tras los cristales, empuñando mi maza, la primera vez que usé mi totem. De repente, Dárastrix se quedó parado, absorto en la nieve, y entró con la vista clavada en mí.

- Yayo...
- Dime, hijo.
- ¿La tata también es un chamán del dragón?
- Sí, pequeño. Tu hermana es una poderosa chamana.
- ¡Y donde está ahora?
- Como supondrás, está enfrascada en su propia búsqueda de poder. Los chamanes tenemos que recorrer un camino de autoaprendizaje y conseguir aumentar nuestro poder a base de nuestra experiencia en este mundo. En Aurea sólo te pueden enseñar, cómo elegir el totem que desees, pero cada chamán a de enfrentarse a su propia, y única, busqueda de poder.
- Ya..., pero, ¿no sabes dónde está?
- Mmmmm..., lo único que sé es que partió hacia Cadia el día que cumpliste 1 año.
- ¿Cuando volverá?
- Cuando ella lo crea conveniente, hijo mío.

En ese momento, el ruido de un carruaje interrumpió nuestra conversación. Dárastrix dejó caer los garbanzos y salió de casa como una exhalación. Después de recoger el destrozo, salí tras él para recibir a mi nieto. El cochero parecía estar arriciado de frío. No era una buena noche para las diligencias. Los caballos pararon a la puerta del corral. La diligencia se abrió y un muchacho alto y moreno, pertrechado en una cota de escamas plateadas, bajó las escalerillas. De su cinturón colgaba una reluciente maza de armas y debajo del brazo, portaba un yelmo con dos pequeñas alas plateadas a los lados de la visera. El pequeño Dárastrix no pudo aguantar más y se lanzó a los brazos de su hermano. El yelmo se le cayó a la nieve cuando cogió en brazos a su hermano. Era en ese preciso momento, la imagen que con más cariño recordaría en el futuro. Recogí su yelmo del suelo y lo limpié con la manga del batín.

- Tranquilo abuelo, ya lo limpiaremos dentro.
- ¿Cómo te sientes Toba?
- Mejor que nunca, aunque ahora, tendrás que dejar de tratarme como a un niño y llamarme por mi nombre completo, ¡jajaja!
- ¡Jajaja, por supuesto Tobahua!
- En ese carruaje no había brasero, ¿qué os parece si entramos a casa?, se me están congelando los pies.

Entramos en casa y Tobahua se sentó a la mesa para disfrutar del cocido. Dárastrix no paraba de mirarle con total admiración. Sólo tenía ojos para su hermano. Tobahua se deleitó en la sopa caliente como quin prueba un delicioso manjar en un banquete real. Cuando hubo acabado se levantó y le dejó la capa a su hermano para que jugara. Dárastrix se enrolló la capa al cuello y, recogiendo de nuevo el palo, salió al corral a luchar contra los "malvados" copos de nieve. Aproveché la ocasión para hablar con mi nieto.

- ¿Cómo están las cosas en la orden? Hé oido rumores...
- Bastante mal. El rey quiere prescindir de nuestros servicios. Alega que los voluntarios que buscan el camino del chamanismo son ya muy pocos, y que no es útil para el pueblo que sus chamanes se enbarquen en una búsqueda, lejos de su reino, que no garantiza que vuelvan dominando su poder. Además, la larga ausencia de mi hermana ha empeorado el asunto. Hace ya 8 años que partió de Aurea y las noticias que envía son vagas y no tienen valor para el reino.
- ¡No pueden prescindir de la orden!¡La familia Charir puede sufragar parte de los gastos!
- No estoy seguro abuelo, pero creo que el dinero es el menor de los problemas del reino. Se respira un ambiente de rechazo en la orden. Parece que los consejeros del rey témen a los chamanes.
- Y con razón. Damos mil vueltas a su estúpida orden de caballería. Superpoblada y atontada. No ganarían una batalla ni contra un ejército de pavos.
- Sea como fuere, por el momento, la orden continuará en activo. No creo que mi hermano tenga problema en entrar.
- Esperemos que así sea.

La noche continuó en familia de forma agradable y tranquila. Al poco rato, decidimos que era buena hora para irse a dormir. Había sido un día con muchas emociones y el sueño empezaba a hacernos mella. Es posible que si por aquel entonces, hubiese sabido lo que ahora sé, no hubiese dormido tan plácidamente como lo hice. Ninguno de los tres lo hubiesemos hecho. Ahora ya es tarde.

El aullido del lobo

La noche transcurría tranquila en las praderas de Travia, varios kilometros al Oeste de Aurea. El río Fonda bajaba manso la cordillera norte, por donde habían desaparecido 4 hombres, hacía exáctamente 7 noches. La luz del alba comenzaba a discernirse lejos, más allá de Aurea, más allá de las fronteras con Okawa. La muerte tranquila de la noche parecía estar asegurada, pero en las montañas, alguien no estaba de acuerdo con esto.

- ¡Aprisa!¡Más deprisa!

Sujetando una tinaja de barro contra su pecho, un hombre gritaba desde la parte de atrás de un pequeño carro destartalado. La sangre le corría por la frente, naciendo en alguna parte de su negra melena y tapándole la visión de un ojo. Más sangre le manaba por un costado, donde una rudimentaria venda, entrecerraba a duras penas una brecha que dejaba ver parte de las costillas del hombre.

- ¡Atravesaremos el río por el vado norte, no tenemos tiempo de ir por el bosque!
- ¡Pero nosotros ser blanco fácil!¡Morir por bestias voluntad muerta!
- ¡Tú decides!¡O cruzamos el río y nos exponemos a ellos, o usaré mi último aliento para llevarte conmigo al mundo de los espíritus!
- .... ¡¡¡Hiiiiiiiiaaaa!!!¡¡¡Arreeee!!!
- Así me gusta...

El hombre que sujetaba las cuerdas era tan fornido como el que se encontraba en el carro, su pelo era rojo y en sus ojos pardos se podía ver el miedo. Con una mano domaba a los dos potros amaestrados mientras con la otra, sacudía la fusta sobre sus lomos, increpándoles para que volaran.

En el carro, los cuerpos sin vida de otros dos hombres yacían envueltos en pieles. Los baches del camino hacían que saltaran de tal manera que corrían el peligro de caerse del carro y rodar colina abajo.
Una mueca de dolor saltó en la cara de Bothak. Apretó con tanta fuerza la tinaja que se resquebrajó ligéramente.

- ¡¿Estar bien?!
- ¡Estoy perfectamente!¡Ocúpate de las piedras del camino, ¿quieres?!

El destartalado carro cruzó el vado cortando al río por la mitad como si de una espada se tratase. Después de dejar el bosque atras tendrían que volver a vadear el río y el sol estaba a punto de salir por el horizonte.
Ladridos y aullidos llamaron la atención de Bothak. Decenas de perros, lobos y toda clase de bestias bajaban a toda velocidad por la ladera de la montaña.

- ¡Ya están aquí!¡Aprisa, Krusg, más deprisa!
- ¡Caballos estar cansados!¡No haber descansado en horas!
- Ya tendrán tiempo de descansar cuando lleguemos.

Las bestias cruzaron el río como si caminasen sobre las aguas. Cada vez estaban más cerca de ellos. Bothak miró su arco con resignación. La vasija era demasiado valiosa para arriesgarse a dejarla sin sujección. Las bestias estaban apenas a 100 metros de ellos. Desde esa distancia, bothak pudo ver sus blancos ojos clavados en ellos. Tan blancos como el marfil. Una espuma negra salía a borbotones de sus bocas, y sus músculos latían con cada zancada. Un espectáculo digno de ver, siempre que no fueses Bothak o Krusg.

- ¡¿Cuanto falta?!
- ¡Poco!¡Dos kilómetros y ver pueblo!
- ¡Más deprisa!¡El sol está a punto de salir!

La claridad era ya patente, se veía tan bien como una mañana nublada, y el sol amenazaba con aparecer de un momento a otro.

Las bestias estaban ya al lado del carro. Bothak pensó por un instante y sin dudarlo, se deshizo la venda del costado. La sangre comenzó a correr sin control del profundo tajo. El dolor volvió a nublar la mente de Bothak, pero una vez más se sobrepuso a él.Arrancó una de las grandes piedras que formaban un collar en el cuello de uno de sus compañeros muertos y la puso entre las vendas. Cogió los dos extremos de éstas y las balanceó con una mano por encima de la cabeza como si se tratase de una honda. La piedra salió despedida acertando entre los ojos a una de las bestias que se desplomó muerta. Cogió una piedra más con la que mató un lobo de gran tamaño.

En la lejanía, empezaba a apreciarse el final del bosque al otro lado del río.

- ¡Ya faltar poco!
- ¡Son demasiados!¡No podré con todos a la vez!

Las bestias azuzaban a los caballos, mordiendoles en los tobillos. Estos respondían pasando por encima de ellos y aplastando sus craneos contra el suelo. A pesar de que algunas bestias quedaban desmembradas, ni una sola gota de sangre bañaba los campos donde caían muertas. Ya eran 7 las bestias abatidas a pedradas por Bothak cuando empezaron a encaramarse al carro. La primera que osó hacerlo probó las botas de Bothak. Las dos siguientes salieron despedidas hacia atrás de un puñetazo.

- ¡¡¡Aaaahhhhhh!!!

Bothak vió con horror como una bestia abatía a Krusg, saltando contra su pecho. Krusg cayó hacia atras y rodó por el suelo un instante antes de que una veintena de bestias se abalanzaran contra él como hienas disputandose el último trozo de carroña.

Las bestias que quedaban empezaban a subir con facilidad al carro, ya que éste había empezado a aminorar la marcha, libre de la fusta de Krusg. Sientiendo un gran remordimiento por los cuerpos de sus compañeros, Bothak saltó a lomos de uno de los caballos y desató el yugo del carro, que cayó hacia adelante, clavando al otro caballo en el suelo y dejándolo a merced de las bestias. Espoleando a su montura, Bothak repartía patadas a ambos lados, derribando a los perros, uno tras otro. Cuando alzó la mirada al frente, un rayo de esperanza y fuerzas renovadas le sobrevinieron al ver su pueblo ya muy cerca. Por el este, los primeros rayos del sol comenzaban a dejarse ver, amenazando con destruir todo por lo que había luchado.Los perros y los lobos se abalanzaban sin conciencia alguna contra el caballo para derribarlo. La vista de Bothak comenzaba a nublarse. Su sangre estaba derramada a lo largo de 90 kilómetros, atravesando montañas, ríos y bosques. Uno de los perros, se interpuso en la zancada de la montura, derribándola.Con una agilidad inusual en alguien de su embergadura, Bothak aterrizó en el suelo manteniendo intacta la vasija de barro. Afortunadamente para él las bestias se entretuvieron con el caballo el tiempo suficiente para escapar hacia el río.


Bothak nadó impulsandose con un solo brazo. Los perros le siguieron, pero por alguna extraña razón, no se atrevieron a tocar el agua, y se conformaron con aullar desde la orilla.

La herida cada vez dolía más, y las fuerzas de Bothak comenzaron a abandonarle. Al salir del río, miembros de los Wolfgang le ayudaron a mantenerse en pié y lo guiaron hasta la cabaña del curandero.

- ....No... hay tiempo....el sol....ayudadme a...... llegar....
- Tranquilo, Bothak, estamos enterados de tu misión. Tu esposa te espera.

Llevaron a Bothak a las puertas de la cabaña. El curandero del pueblo le esperaba fuera.

- Bothak, apresúrate, los rayos del sol van a tocar nuestro totem. Debes entrar solo, tu esposa ya está preparada. Habrá tiempo de curar tus heridas.
- Gracias, venerable...

Bothak entró en la cabaña. Su esposa estaba tendida en el centro de un círculo, formado por pétalos de flores y runas hechas con tiza. Gritaba de dolor, apunto de dar a luz. Bothak abrió la tinaja e introdujo la mano. Al sacarla su mano tenía un espeso líquido verde brillante. Extendió el líquido sobre el vientre de la mujer y se preparó para traer a su hijo al mundo.

Fuera de la cabaña, el curandero miraba con recelo las sombras de los edificios que se iban encogiendo y estaban a punto de mostrar el totem a la luz.

Bothak salió de la cabaña con un bebé en brazos y una sonrisa en la cara. Al instante, todos le ayudaron a llevarlo hasta el altar del totem. Bothak depositó a su bebé en el altar y cuando por fin, el primer rayo de sol tocó el totem, exclamó:

- ¡Mi hijo se llamará Durak!

Un sonoro aplauso y cientos de vítores despertaron al pueblo entero. La alegría de Bothak era máxima. Cuando de repente, una incertidumbre como jamas conocería de nuevo, asaltó su alma.

De la cabaña del curandero salió su esposa con otro bebé en brazos...

La profecía

.........................
............................................................
...................................
................................Gareth...
.......................................
.....................
..........................mírame...
...........
.................................................................
.............................escucha lo que vengo a decirte...
.......................
.......


....-¿Madre?..........
...-¡Mamá!.....


...............
...................Gareth...
.....

Al principio, sólo veía el vacío...
Un gran vacío blanco...
Sentía las manos entumecidas. Un frío polar me llegaba hasta los huesos. Pero mi pecho estaba cálido. Con cada latido de mi corazón, un impulso de calor se extendía por mis venas. Mi sangre era un torrente de fuego que despertaba mis músculos. Poco a poco comencé a sentir de nuevo todo mi cuerpo. A pesar del vacío infinito que reinaba aquí, sentía una presencia...
Alguien o algo estaba a mi lado. La sentía tan cerca que podría asegurar que cuando me hablaba, lo hacía desde dentro de mí.

- Gareth... Mírame... Escucha lo que vengo a decirte...

La voz era la de una mujer. Por un momento vi la imagen de mi madre en mi mente. Una voz cálida como el sol de primavera. Dulce como el aroma de las frutas del bosque recién maduradas. Hablaba desde dentro de mí, como si se tratase de mi propia conciencia.

- Mírame...

Me giré a uno y otro lado, pero lo único que bañaba mi vista era un océano blanco e infinito. Ni rastro de otra persona que no fuese yo mismo. Entonces me fijé...
Mis manos... No eran mis manos. Eran unas manos pálidas, suaves y tersas. Complétamente diferentes a las manos, curtidas con cientos de heridas y rozaduras, que yo tenía.
Al darme cuenta de ésta realidad, comencé a caer.

Caí........ y caí....... y caí........

Caía tan rápidamente que mi propio cuerpo se desprendió de mi alma. Pero no sentí dolor alguno. Al contrario. De repente, todo el vacío donde me encontraba comenzó a invadirme, y una sensación de absoluta paz y ternura llenó mi mente.
Miré hacia arriba, al lugar donde debía encontrarse mi cuerpo vacío.
Pero en lugar de mi cuerpo, ví el cuerpo de una mujer.
Tenía el pelo tan blanco como la piel, muy largo, y flotaba como si estuviese sumergido en el agua. Su rostro era joven, pero, aunque llegaba a verle la cara, no pude distinguir sus rasgos. Llevaba un largo vestido blanco, ceñido al cuerpo hasta la cintura, con una larga falda que cubría sus piernas y apenas dejaba entrever sus blancos tobillos. Tenía los brazos abiertos y tendidos hacia mí, como si su cuerpo estuviese en comunión con mi alma.

- Gareth... Escucha lo que vengo a decirte...

Su voz era hipnótica, modulada de tal forma que aunque se hubiese desarrollado una batalla a mi alrededor, lo único que podría escuchar serían sus palabras.

- Lo que ves, es lo que existe. Aquí no hayarás nada más. Ante tí, tienes una decisión.

La mujer extendió su mano hacia el vacío infinito, señalando algo que no lograba ver. Se mantuvo en silencio durante unos instantes. Traté de distinguir lo que la mujer quería enseñarme pero sólo veía el vacío. Cuanto más me fijaba, más blanco y vacío me parecía ese lugar.

- Las mentiras que llevan a la verdad pronto serán desveladas.

Como si una bestia de fauces enormes me arrancase el corazón de un mordisco, la páz y la ternura que invadían mi alma desaparecieron al oir ésta última frase. Miedo y desesperación fué lo que recibí al volver a posar mis ojos sobre la mujer. Un ser indescriptible flotaba, ahora, en el lugar donde estaba ella. Una sombra negra, informe y aterradora, congeló mi voluntad. Unas palabras tan negras como el mismo ser, surgieron de ella y sin darme a tiempo a discernir lo que pasaba, se abalanzó sobre mí...



Abrí los ojos. Llené mis pulmones con tanto aire como fuí capaz. Cuando comencé a discernir la ventana de mi habitación y el escritorio de cerezo tallado por mi padre, comencé a expulsar el aire retenido, poco a poco. El silencio era tan grande que el latido de mi corazón sonaba como un gigantesco bombo, golpeado desde la cabecera de la cama. La almohada estaba empapada en sudor y el sabor salado de las lágrimas llegó hasta mis labios.

Cuando hube recuperado una respiración normal y un pulso aceptable, salí de la cama y me acerqué a la ventana. El Sol de la mañana comenzaba a proyectar lánguidas sombras sobre los edificios.

- Precísamente hoy...

Mis pensamientos no dejaban de dar vueltas a este extraño sueño. Trataba por todos los medios de buscar su relación con los acontecimientos que tendrían lugar hoy. No podía ser casualidad...

La voz de mi padre me sacó de mi ensimismamiento.

- ¡Gareth!... ¡La mesa está puesta!
- ¡Enseguida bajo!

Me vestí a toda prisa y cojí la pequeña bolsa que había dejado preparada la noche anterior. Bajé a trompicones, todavía temblando, las escaleras de madera. Mi padre esperaba en la mesa con las manos en señal de oración y los ojos cerrados. Cuando me sintió cerca comenzó a bendecir la mesa.

- Imbuye estos alimentos con tu bondad y sabiduría, ¡oh, Idoya!, yo te imploro...

Tras un breve silencio, mi padre abrió los ojos y ya se disponía a desayunar cuando me miró con ojos de asombro.

- ¡Gareth!¡¿Qué te ha pasado?! Estás blanco como el papel. ¿Te encuentras bien?
- Sí, papá. No te preocupes. He tenido un mal sueño, eso es todo...
- Eso es a causa de la ansiedad... No te preocupes Gareth. Confío en tí. Sé que me

sentiré orgulloso de mi hijo.

Mi padre comenzó a desayunar con calma. Yo también comencé a comer. Estuvimos comiendo durante varios minutos en silencio, cuando por fín mi padre preguntó:

- ¿Cuanto tiempo estareis en el castillo?
- Es el adiestramiento básico, no estaremos más de dos meses.
- Tu madre estaría orgullosa de tí...

Dejé el último trozo de pan sobre el plato y me levanté. Me puse la bolsa al hombro y me dirijí hacia la puerta. Mi padre me acompañó hasta allí y la abrió por mí. Antes de cruzar el umbral, me pusco la manos sobre el hombro...

- Hagas lo que hagas... Siempre estaré orgulloso de tí.
- ..... Gracias padre...

Reprimiendo las ganas de volver la vista hacia atras, me encaminé hacia al castillo real de Travia para comenzar mi adiestramiento. Mi padre observó mi figura mezclarse entre la gente que comenzaban a salir a las calles. Cuando estuve fuera de su vista, lejos de donde pudiese verle u oirle, una lágrima brotó en sus ojos.

- ¡A partir de ahora, serás conocido como Gareth de Lyonesse, Caballero de Travia!¡Traerás la gloria a tu pueblo y a todos los que te rodeen!

El resplandor de la luna

- ¡Padre!¡La mula!... ¡Se va río abajo!

- ¡La madre que la...!¡Maldigo al bastardo que me vendió semejante jamelga!¡Aprisa Natasha, recoje las cerámicas, que no se rompan!

- Sí, padre.

Evgeny montó de un salto sobre la mula y con un fuerte tirón de las cinchas frenó al desbocado animal.

- ¡Maldito saco de piel y huesos!¡Si no sabes tirar de un carro, nos serviras de alimento! Cuando lleguemos al Fuerte Halcón, compraré un caballo de verdad, de los que cargan con más de 2000 libras.

Natasha echó una mirada de incredulidad total a su padre, seguida de una mueca que hacía entender que pronto olvidaría lo que acababa de escuchar. Siguió recogiendo las "valiosas" cerámicas de la orilla del río.

- Padre, se han hecho añicos 5 vasijas y 2 esculturas "antiguas".- Acompañó la última palabra con un gesto de ironía. - Esto nos va a costar varios días de viaje.

- ¡Aaagghh..!¡Maldito sea ese Olaf y sus mercancías "de calidad"!

Evgeny buscó en su mochila durante un instante. Frustrado por no encontrar lo que buscaba, volcó todo el contenido de la mochila en el suelo. De su interior cayeron varios útiles de cocina, una cantimplora, un odre de vino, carne seca, un cogollo de pan seco, unas hierbas y hojas, materiales de campamento, unos útiles de escalada y varias monedas de cobre. Evgeny recogió los útiles de escalada y con una soga ato y afianzó, asegurándose por tres veces, la mula a un roble fuerte. Cuando hubo quedado satisfecho con su trabajo, se dirigió a Natasha.

- Natasha, vamos a montar el campamento aquí...

- ¿¡Aquí!? A tí la mula te ha trastocado, ¿no? Estamos en mitad del camino, al lado de un bosque y el ruido que hace el río al pasar enserdece hasta al más pintado.

- Pues sí, hija, creo que éste es el lugar perfecto. Enciende la hoguera y prepára la cena, hoy vamos a descansar bien.

Natasha no daba crédito a lo que estaba ocurriendo. Sí, es cierto que en otras ocasiones también habían parado a descansar en lugares poco resguardados o peligrosos, pero la buena fortuna siempre había estado del lado de su padre. Nunca habían tenido percances mayores. Pero esto superaba con creces las acciones del más irresponsable. Aun así y aunque estaba en desacuerdo en muchas cosas con su padre, Natasha confiaba en él, y si él decía que éste era un lugar perfecto, sería probablemente porque tenía razón.

Evgeny comenzó a realizar un inventario de sus mercancías en voz alta. Cada dos por tres, observaba detalladamente una pieza y se acercaba a Natasha para pedirla consejo.

- ¿Crees que debemos pedir solo 5 monedas por este jarron? Yo creo que podríamos venderlo por lo menos por el doble...

- Haz lo que creas conveniente padre.- Natasha resopló con cansancio.

Cenaron rápido, antes de que cayera el sol, y Natasha se metió en su saco temprano, el día había sido largo y estaba agotada. Evgeny se acercó a Natasha y la besó en la frente.

- Buenas noches tesoro.

Mientras Natasha comenzaba a dormirse pudo entrever a su padre realizando ostentosos movimientos y hablando en esa lengua con la que Natasha soñaba. Después de eso...

oscuridad...



Natasha abrió los ojos. La luna se reflejaba en el minúsculo cristal de su colgante. A su lado un pequeño humo salía de unas brasas aún incandescentes. El saco de su padre yacía vacío. Natasha se incorporó.

- Padre...- Susurró.- ¡Padre...!

No recibió respuesta. Natasha dió una vuelta alrededor del pequeño campamento. Todo estaba en una extraña calma. El rugir del río apenas se oía y el viento no se movía. La luna iluminaba el camino hasta varios metros de distancia y Natasha podía ver el linde del bosque a la perfección. La mula estaba durmiendo tranquila al lado del roble. Aun no sabe por qué, pero algo la impulsó a adentrarse en el bosque. Algo le decía que su padre estaba allí.

Natasha comenzó a andar hacia el bosque, pero apenas se hubo alejado unos metros de la hoguera, la noche se volvió oscura, el frío viento comenzó a azotar su cara y cientos de ruidos extraños se veían ensordecidos por el bramar furioso del río. Una sensación de miedo comenzó a recorrer su espinazo. Pero eso no la detuvo y se encaminó con valor hacia el bosque.

Tras recorrer un sendero que parecía bastante transitado pudo vislumbrar unas extrañas luces y sombras en lo profundo. Se acercó tódo lo sigilosamente que pudo, arropada por los sonidos salvajes de la fauna. Al llegar al lugar de las luces, distinguió cinco figuras. Dos de ellas, estaban alrededor de una hoguera bailando y cantando de forma extraña y las otras tres, lucían unas armaduras metálicas que parecían puro fuego a causa del reflejo de las llamas.

Natasha se quedó estupefacta, con una mezcla de miedo, curiosidad y magia, observando la danza. Al rato, los individuos terminaron de bailar y uno de los tres que portaban armadura señaló a Natasha con un largo dedo acabado en una uña negra. Los otros dos se giraron y comenzaron a congregar alrededor de sus manos una energía que a Natasha le resultaba familiar. El suceso que aconteció después, no está claro en la mente de la niña. De la palma de la mano de los dos individuos brotaron llamas que salieron despedidas hacia la pequeña. Natasha no hizo otra cosa más que mirar, eclipsada, las brillantes llamas que se acercaban a su cara. Las llamas alcanzaron de lleno en la pequeña y un fuego escarlata y morado la rodeó. Pero con la misma velocidad con la que el fuego apareció en las manos de sus invocadores, desapareció en el pecho de Natasha.

Por un momento, los cinco individuos parecieron desconcertados, pero en seguida, los tres ataviados en armaduras desenvainaron sus espadas con un sonoro deslizar de metal y se abalanzaron sobre la niña.

Al instante, el tiempo pareció ir más despacio para todos. Un vórtice de oscuridad se creó delante de Natasha y comenzó a tragarse toda la vegetación de alrededor, pero Natasha parecía no ser afectada por este Vórtice.

- ¡Natasha!- Grito Evgeny.- ¡Natasha, no te muevas!

Aunque hubiese querido, Natasha era incapaz de moverse. El espectáculo de magia y sombras que se estaba desarrollando ante ella la estaba dejando perpleja. El vórtice de oscuridad se hizo más grande y devoró a los aterrados individuos que osaron levantar sus armas contra Natasha. Sus gritos de terror se perdieron en la inmensidad de aquella oscuridad.

Por fin Natasha, pudo girarse para ver a su padre.

Evgeny se alzaba levitando levemente sobre las plantas del bosque. Con los brazos en alto grito unas palabras con una voz que parecía venir de lo profundo de la oscuridad del vórtice. De todo su cuerpo emanaron ráfagas de oscuridad que llovieron sobre el bosque, todo lo que tocaban, moría y se pudría. Los dos individuos que quedaban frente a Natasha no fueron una excepción. Sus cuerpos comenzaron a pudrirse mucho antes de que cayesen al suelo, hasta tal punto, que su carne y su piel se desprendieron de sus huesos de forma horrible.

Tras el maremoto de oscuridad, sobrevino una calma como Natasha jamás había conocido.

- ¡Nadie... toca... a mi hija!...- Jadeo Evgeny.

Padre e hija se miraron en silencio durante diez segundos que parecieron diez horas.

Por fin, Natasha, habló:

- Volvamos a dormir, padre...

La maldición de Arothostes

El eco resonaba en los pasillos vacíos de Palacio. Durante los últimos 18 años, Leonard había pasado todas sus horas libres en la Biblioteca Real de Travia. Una noche más, se dirigía con paso firme hacia allí. Su día había transcurrido como cualquier otro. Por la mañana había recogido agua del manantial para los cocineros del templo y por la tarde había rezado durante una hora, como dictaban sus credos. Aunque después de tantos años, sus rezos habían sucumbido a la rutina, y el fervor, brillante en otros adeptos, había dejado paso en él, al tedio y la pereza. Aun así gozaba del favor de Idoya, cosa que quedaba patente al bendecir el agua o iluminar las criptas del templo cuando se apagaban las antorchas.

Dobló una esquina dejando atrás el majestuoso salón-comedor, que tantos festines y bailes había presenciado. Al fondo de este pasillo hacían guardia dos hombres fornidos y pertrechados en poderosas armaduras. Guardaban con celo la escalera de caracol que daba acceso a los pisos superiores donde se encontraban los aposentos de la Familia Real. Aunque Leonard solo sabía esto de oídas, ya que en sus 25 años como sacerdote, nunca había subido por esa escalera. Los guardias, cegados por el sol de poniente que entraba por los ventanales, saludaron a Leonard con un gesto de la cabeza antes de que atravesara la puerta de la gran biblioteca.

Como era costumbre, sobre todo cuando finalizaba el verano, los corredores de libros estaban vacíos. Únicamente, el pasar de páginas en un corredor del ala oeste, rompía el silencio que se respiraba en esta sala. Leonard hizo caso omiso de esta presencia y se adentró en la sección que había llamado su atención los últimos 6 meses: "Historia Antigua"

Oteó los cientos de libros que iban del suelo al techo de la estancia sin buscar nada concreto. Después de un par de minutos leyendo títulos polvorientos y rasgados, fijó su mirada en el estante superior. Con mucho esfuerzo, arrastró la escalera movil hasta su posición, maldiciendo entre diente con una mueca de enfado. Alcanzó el libro y se dispuso a leerlo en una de las mesas adyacentes. El Sol empezaba a ocultarse en el horizonte al tiempo que aquella presencia del ala oeste abandonaba la biblioteca.

Leonard acercó un candil encendido a la mesa y abrió el libro: "Grandes Héroes de Ática". Como ya se esperaba, gran parte de las primeras páginas estaban arrancadas y otras habían sido bañadas en algo que se parecía a la tinta de los escribas, pero que no se podría asegurar que fuese eso. Sin embargo, hoy había tenido suerte. Una serie de fragmentos continuaban legibles entre la destrucción:

"...regresando triunfales, con oro, gloria y más poder que nunca.

Pero las heridas infligidas a la moral del reino terminaron por hacer mella en su política interior. El oro saqueado se acabó pronto y la magia parecía no ser tan poderosa como en un pricipio se creyó. La escasez que siguió en los años siguientes se cobró más vidas que la guerra. Los campos habían sido arrasados con sal, para ejercer presión en el asedio. Tardarían varios años en volver a ser fértiles. Los eruditos y gente versada en conocimientos escaseaban por todo el reino. Las nuevas generaciones corrían peligro de crecer analfabetas e incultas. Debido a la escasez, ni Okawa ni Manya prestaban a sus docentes ni sus adiestradores. Sólo Travia envió un pequeño convoy formado por ilustres alfareros, maestros, herreros, ebanistas, espadachines y caballeros. Incluso iba con ellos un famoso astrónomo.

Ésta fué la única ayuda que la casa Von Malin recibió del exterior.

Su victoria en las entrañas de Ática supuso la maldición para su pueblo. Pero Frederich Von Malin estaba muy lejos de rendirse ante la evidencia de que su reino estaba avocado a desaparecer. Su negativa a ir a la batalla había empañado el buen nombre de su familia y por ello, era despreciado y ninguna de sus ideas eran tenidas en cuenta.

Historiadores bien informados relatan en varios libros que una noche, La Lanza de Arothostes guiada por la frustración del joven Frederich, tomó posesión de su voluntad. El joven príncipe robó La Lanza de la cámara del tesoro. Con ella asesinó a su padre, su madre y a su hermano pequeño, y de seguro hubiese hecho lo mismo con su hermano, Edgar, si aquella noche, se hubiese hayado en palacio. Por suerte o por desgracia para Edgar, no fué así. Cuando el heredero al trono regresó a Uldin una semana después, no encontró cuerpo con alma en su bella ciudad. El joven Frederich prefirió arrebatarles la vida a todos antes de ver un día más, la agonía en sus caras. Semanas después, comenzaron a aparecer algunos supervivientes de esta masacre. Algunos se vieron obligados a esconderse en las mismas entrañas de Ática, mientras que otros se hicieron a la mar para encontrar refugio en los brazos de Woi. La Lanza fué encontrada, partida en tres trozos, en el altar del templo de Idoya. Se especula con la idea de que Frederich podría ser adorador de esta diosa pagana, pero no hay documentos fiables que lo confirmen o lo desmientan. Nunca se volvió a ver al joven Frederich.

Edgar Von Malin juró desterrar cualquier tipo de poder arcano de su reino mientras siguiese con vida, ya que estaba convencido de que había sido por esto que su reino era pasto de los buitres. Pero desgraciadamente para él, La Lanza de Arothostes era un objeto demasiado poderoso para ser destruido por completo, había sido un verdadero milagro que alguien la hubiese partido en tres trozos.

En una astuta jugada de negociación, Edgar vendió cada uno de los trozos a los paises colindantes. El bastón que servía de base lo vendió a Okawa. La punta de La Lanza se la vendió a Manya y el..."

Leonard maldijo entre dientes a las ratas de la biblioteca que habían roido el resto de la hoja que era legible. Cerró el ajado libro y se concentró en un esfuerzo de memorizar este nuevo conocimiento. Se puso en pié y, sin devolver el libro a su sitio comenzo a buscar otro
título de interes.