Katu Txikia

Partida 11 

Seguimos adentrándonos en las minas bajo la hacienda de Reshenti Lulokov, y múltiples mineros esqueléticos nos atacan. Permanezco en la retaguardia, con Naltiria, y cerca Tenar. Mis ilusiones me permiten conjurar desde una cauta diztancia. Los dos grandullones recién llegados cargan, vamos, lo esperable. Los consagradores mantienen una formación intentando mantener alguno de ellos cerca de todos. Ese enano que cree que soy su abuelo va a la vanguardia con ellos. Mierda chaval, ¿no te das cuenta que te estás jugando el pescuezo? Por alguna razón le tengo cariño a ese niño o niña preguntón y despreocupado, junto a nebulosos recuerdos de otros tiempos, de risas y bromas. Otro rotro, otra vida. Cada día Onas, hosco y distante, se hacía más presente. más fuerte.


Persiguiendo a los muertos, la galería que nos encontramos parece abrirse en un lugar que se concentran, emboscando a los que se adelantan. Junto a los esqueletos aparece una criatura espectral, de ultratumba, que hace que un escalofrío de puro terror nos recorra la espalda. Apretando los dientes resistemos a nuestros sentidos que nos gritan que corramos, para descubrir otra nueva aberración de ultratumba, una extraña criatura, hichada, horrible de ver, compuesta de múltiples cadáveres y que expulsa ácido por la boca, un Bloatig.


He de adelantarme, para mantener contacto visual con mi copia en los sinuosos corredores, mientras potencio las capacidades de mis compañeros, velocidad y coraje, mientras los teleporto de un sitio a otro para ayudarles a rodear a los muertos, o escapar de sus ataques. Tenar alza varias salmodias a su nueva Deidad, y consigue que sus armas brillen refulgentes, consiguiendo así morder profundamente la carne de los no-muertos, incluso aquellos incorpóreos como el especto.


Por alguna razón este se centra en mí, insistiendo en continuos desintegrares, que trato de evitar con un muro de fuerza que también es destruído.


Afortunadamente, entre la archimaga, la clériga de Hedenoth y yo conseguimos evitar las múltiples disyunciones que nos lanzan, turnándonos en custodias para poder evitarlos, mientras los espadazos de fuerza descomunal de los clérigos, junto a consagradores y disparos del chaval, dan buena cuenta de nuestros enemigos, el Bloatig, al perecer explota en una inmensa bola de ácido, y Naltiria ha de usar sus velos prismáticos para evitar la muerte de una de las consagradoras. Por su parte, Tenar invoca una fuerza mágica divina inconmensurable, fruto de los estudios que todos ayudamos a financiar y que ahora vemos han sido bien invertidos, pues consigue rodearnos de una épica esencia curativa que consigue cerrar todas nuestras y curar todas nuestras aflicciones.


Avanzamos.


Naltiria me pide que lance mis ojos fisgones, y niego con la cabeza, antes los he consumido todos, y ella se encarga. Sin embargo Akari sigue avanzando entre las sombras, pero es descubierta: otro de los espectros ha conseguido verla. ¿Cómo lo hacen? ni mi invisibilidad me consigue ocultar mi presencia.


Haegar carga y una ingente cantidad de muertos comienzan a aparecer de entre los recobecos de la caverna que sigue extendiéndose, más y más de esos ghouls, junto a varios Bodak, e incluso dos Boatig más.


Sin un plan, sin  refuerzos, temo que esto termine como lo hiciera en Funterís.


EL hacha de Hagar y el alfanjón de Luca despachan a muertos a diestra y siniestra, así como los tiros de Alix, que resuenan por toda la cueva. Akari aparece y desaparece de entre las sombras repartiendo katanazos. Los consagradores aguantan y Tenar ha de recurrir a su poderosa curación una vez más. Es cuando miro a Naltiria y asiento. Preparando el asalto me había enseñado un poderoso conjuro, que conseguía concentrar la fuerza del sol en una explosión que dañaba seriamente a los no muertos. Una explosión… otra… pero los no muertos parecen incontables.


Una Banshee aparece, así como un Huneper. Detengo el tiempo y trato de impedir su avance convirtiendo la piedra del suelo en peligrosas arenas movedizas, pero alguna magia poderosa me impide transmutar el material de la cueva. Maldigo entre dientes, el sudor impregnando mi pelo y el corazón baiendo en mi pecho. Visualizo nuevamente ese momento que se repite todos los días en mis pesadillas, rodeados de muertos, incontables, bajo la mirada inquina de Caerdan, Kor, Snorri, Peke y Ah, rodeados de la luz plateada de Astarión, consumidos por la oscuridad de las hordas inabarcables de Funterís.


Me concentro por un instante. Nunca antes fuera capaz de evocar un conjuro ofensivo, no alcanzaba a conectar con esa parte de la umbra, o algo en mi naturaleza me impedía resonar con la frecuencia, con la agresión, la violencia que requería. Pero Naltiria acababa de lanzarlo. Proyecté mi psique a la umbra buscando las reverberaciones en la Urdimbre de aquella explosión, y allí estaban, recientes e intactas. Toqué con mi magia ese arcano y lo interioricé ampliando su tono y su armonía con mi propia esencia para potenciar su intensidad. 


Una inmensa explosión de una luz brillante y anaranjada como un amanecer barrieron a los muertos menores,  y me encontré sonriendo, una sensación extraña para alguien tan acostumbrado a una mueca de astío, y un pequeño tiefling vino a mi recuerdo. Quizá estuviera orgulloso. También, quizá, un humano pelopincho.


Pero el combate no había terminado. Con Naltiria fuera de alcance una disyunción había alcanzado a Tenar, Akari y Alix, y milagrósamente el reto la habíamos evitado gracias a los velos de la archimaga. Los bloatig y le Huneper parecían ignorar caulquier magia que intetásemos contra ellos.


Luca, Haegar y consagradores, así como Álix y Akari se esfuerzan en terminar con ellos, y la poderosa momia me persigue. Se cierne sobre mí, con poderosos ataques que hacen retorcer mis tripas dentro de mí cons su podredumbre, y solo puedo pensar que demonios hago aquí en esta mina helada plagada de muerte. Huyo de sus golpes al plano etéreo, y el conjuro de teletransporte viene instintivamente a mi mente. En un chasquear de dedos podría estar en Taneo, caliente y seguro en la torre de hechicería.


Pero aunque me joda, no puedo sino admirar a estos locos suicidas que se parten la cara con los muertos, incluso estos recién llegados que de nada nos conocen. ¿Por qué lo hacen? ¿De dónde sacan el valor?


Me recuerdan a otros locos suicidas, que son la razón por la que estoy aquí.


- ¡Katu Txikia! - grito, recordando las aventuras, camaradería, y recíprocas salvaciones de pescuezo con esos tarados del Crisol, suponiendo que son palabras respetadas en Berior de nobleza, de fuerza y coraje.


Sigo con las explosiones, pero no parecen tener mucho efecto. Tenar ha de recurrir a su últma curación. Los consagradores finalmente acaban con el Hunefer, y ahora sí, todos concentrados en los Bloatig, consiguen finalmente despacharlos.


Mil y un locuras. Cero bajas. Casi no me lo creo.


Suelto el aliento, que no se cuanto llevaba reteniendo, y finalmente tomo aire.


  • Estáis como cabras.


Pero victoriosos. Por ahora.




Partida 12


Seguimos avanzando. Akari, como una sombra más en los lóbregos pasillos, exploraba a la vanguardia del grupo nuevas secciones de la cueva. Finalmente llegó su aviso por el vínculo telepático, el pasillo se extendía, a una sala, en la que esperaban más muertos.


Conjuré un ojo arcano, un pequeño ojo mágico invisible que me serviría como espía, y lo envié a invistigar la sala en la que Akari había desaparecido. Apenas con un vistazo de las criaturas que nos agardaban el ojo fue destruido. Miré con rostro severo a mis compañeros, ¿quién quería arriesgarse a teleportarse allí directamente? les consulté telepáticamente.


Haegar, por supuesto. Luca. Los consagradores. Alix.Tenar. Naltiria. Vamos, todos.


Como cabras, pienso. Pero lo cierto es que envalentonados por la victoria anterior nos veía un paso más cerca de Funterís, y el resto del Crisol ¿Cómo enfrentaríamos a Caerdan si no podíamos con un puñado de no-muertos? Apreté los dientes y busqué algo de valor dentro de mí, mientras, cogidos de la mano, nos teletransportaba con manos sudorosas a la otra sala. El pescador nunca tenía miedo. ¿Cómo coño lo hacía?


Aparecimos súbitamente en la sala contigua. Nos esperaban. Un fantasma y un Húnefer, como los que habíamos enfrentado, así como otras dos de esas criaturas hinchadas, Bloatig, así como un espectro de aspecto lastimero, con más muertos menores.


El fantasma lanzó una poderosa disyunción contra nosotros, mi custodia en duelo estaba preparada y la evité, pero aquellas moles amalgamadas lanzaban su aliento ácido. Naltiria estuvo rápida, y levantó uno de sus velos para evitarlo, “es el último” oímos por el enlace.


Nuevamente los muertos se lanzaban sobre nosotros.


El gran hacha de Haegar subía y bajaba, hendiéndose en los muertos, así como el gran alfanjón de nuestro grandullón nuevo aliado, Luca, y las consagradas armas de los cuatro clérigos que nos acompañaban. Akari, imposible de alcanzar, aparecía y desaparecía de las sombras, para hundir sus Katanas en las criaturas, que ignoraban los letales tajos que serían mortales en criaturas vivas. Tenar, nos curaba como podía, ya sin sus conjuros más poderosos. Naltiria, lanzó una poderosa Insolación Solar, que cubrió de llamas a nuestros enemigos, y siguiendo su ejemplo, volví a conectar con la resonancia que todavía permanecía en la urdimbre para imitarla. Además, había conseguido crear un ancho muro de piedra, para retener los posibles refuerzos.


El fantasma, así como el espectro se focalizon en el chaval. “Mierda enano, sal de ahí, grité por el vínculo”, pero era tarde. Sin nadie que pudiera evitarlo, tentáculos oscuros se cirnieron sobre él, cayendo inerte, sin vida, Nooo grité, extendiendo la mano, gritando una poderosa palabra arcana para revertir por un instante su aciago destinto. Nuevamente estos tentáculos hacían presa sobre él, pero conseguía esta vez, en un afortunado guiño del destino, evitar uno de ellos. Sin fuerza ni para mantener su cuerpo erguido, ni razón para entender que pasaba, seguía aferrándose, por los pelos, a la vida. Pronto Tenar, apareció a su lado para intentar con los pocos conjuros que aún tenía disponibles, ayudarle a recueperar sus fuerzas.


Para entonces una Banshee había aparecido, desintegrando el muro, teleportando refuerzos al campo de batalla. Si aún no habíamos podido derrotar a ninguno de los muertos mayores, dos Húnefer más habían aparecido, junto a montones de otros no-muertos menores. Y otro espectro. Quizá no parecía gran cosa, al lado de las otras criaturas, pero el efecto combinado de ambos nos había drenado de nuestras fuerzas, de una forma tan intensa, con un dolor tan lacerante, que apenas si éramos capaces de pensar, de movernos.



Superados por los enemigos, debíamos, una vez más huir.


Intercambiamos miradas, llenas de terror, cuando los consagradores, al unísomo comenzaron a brillar. Con una salmodia, levitaban del suelo rodeados de luz, una luz brillante que por un instante cegó a todos los que les rodeábamos. Al abrir los ojos, los espectros habían dejado de existir, y todos respamos aliviados, sitiéndonos mucho mejor.


Con fuerzas renovadas mis compañeros retomaron la lucha.


Superado, intentaba evocar poderosas llamaradas solares para ayudar a mis compañeros, potentes Lahares de lava y cenizas para consumir y ralentizar a mis enemigos. Quizá funcionaban con algunos de los no muertos menos poderosos, pero Húnefers y Bloatig no parecían ni sentir sus efectos.


Como el gusano que era, quería huir, conservar la vida y escapar al dolor y al sufrimiento.


Pero la voz ronca de un gnomo gritaba que recordara a Ah Puch, a Korr, a Snorri y a Peke.


Naltiria teleportaba compañeros, reajustando el campo de batalla. Karina, la consagradora, se había lanzado a por la Banshee. Yo había conseguido atrapar algunos Bodak y Ghouls en una jaula de fuerza.


Quería escapar, pero Akari se escabullía una y otra vez de las garras de criatruas cinco veces más altas, sin dar cuartel. Salir de ahí, ponerme a salvo, pero Luca, aguantaba estoicamente golpes mortales uno tras otro, caía y volvía a levantarse, testarudo, sin querer entender el significado de la palabra derrota. Haegar no paraba de atacar, así como los consagradores, alternando curas y espadazos. Tenar, intentaba refugiar a Álix de lo peor de la batalla, pero sin retirarse, hasta la archimaga, frágil y débil, aguantaba los golpes ya casi sin conjuros.


Quería marcharme pero estos locos suicidas me recordaban a otro, ese loco de Tolina, que me había hecho cambiar de rumbo.


Yo también quería creer en algo. Aún sin fé, aún sin valor. Si no tenía nada en que creer, creería en la convicción de mis compañeros a no rendirse nunca, a luchar hasta vencer. Luca ya no tenía una pierna, y todavía batallaba por ponerse en pié. Y las criaturas iban cayendo. La banshe, los fantasmas. Hasta aquellas durísimas momias que parecían indemnes a tajos y perforaciones.


Con poco podía ayudarles ya, pero al menos atraíamos los ataques de esas momias que parecían fijadas en los lanzadores de conjuros, carentes de las poderosas armaduras de nuestros compañeros.


Finalmente un Bloatig había conseguido hacer que Luca ya no se levantara, pero había acabado cayendo, también el otro. Finalmente las últimas momias.


Casi no podía creerlo, habíamos vencido otra vez. Rodeando el cuerpo de Luca, Tenar había pedido a su dios que lo trajera de vuelta. Y con una brillante luz que había reconstruído su cuerpo, había vuelto del otro lado. Los dioses sonreían a Crisol una vez más, dando al grandullón la posibilidad de esquivar por lo de ahora la muerte. Muchos de la compañía ya habían vuelto antes. Algo esperaban de nosotros.


Heridos, sin casi fuerzas, volvimos a la entrada, no sin antes descrubir depósitos de adamantita en las minas, así como poderosos objetos en los caídos:



3 anillos

  • protección universal +5

  • resistencia al fuego 30

  • anillo de evasión

2 brazaletes

  • armadura +8

  • armadura natural +4

1 amuleto

  • salud +8 (Con)

11 pergaminos

  • 2 disyunción

  • 4 dedo de muerte

  • 5 campanas fúnebres

1 libro

  • Sabiduría +2

1 capa

  • protección +6


Joyas 127k

45 picos +1

5 picos +5



De vuelta, en la seguridad de una portentosa mansión que Naltiria había creado, no podía parar de darle vueltas. La urdimbre guardaba la esencia de los conjuros que previamente la habían alfectado. Y con ella también la esencia de los magos que los habían lanzado.


Mis conjuros no conseguía afectar a estas poderosas criaturas. Si ante ellas no podía hacer nada, ¿qué podría hacer en Funterís?, ¿como habría de liberar a mis compañeros?


Mientras hacíamos guardia no podía parar de darle vueltas, ¿cómo podría hacerlos más podersos? Sabía que esa resonancia podría ayudarme, pero cómo. Consultaba libros, manuales… Akari había dicho que había dejado de oir los picos, en las profundidades de la mina. Tendríamos que ir cautelosos, quizá estuvieran preparando otra emboscada…


Usando lo que ya sabían, lo que había pasado antes… 


Claro…


Hice un gesto que podría confundirse con una mueca, pero era una sonrisa, había tenido una revelación:


Los conjuros de los hechiceros provienen de sus capacidades innatas. Su talento. Su habilidad. Sus ancestros. Los lanzadores divinos por otro lado canilizan los poderes de otros, las deidades, ganándose su favor actuando de acuerdo a sus principios y valores.

Sin embargo los magos se basan en el estudio, el descubrimiento, el esfuerzo. Los avances de un mago son logros individuales, pero estos se basan en los conjuros desarrollados por otros. En sus investigaciones, sus notas, sus libros. Su legado. Cada secreto arcano desentrañado, cada criatura mística domada, cada paraje planar descubierto. Conocimiento ganado a base de sangre, sudor y muchos, muchos conjuros. Y quizá alguna lágrima también.


Estos conocimientos, en gran medida transmitidos de generación en generación. De maestros a discípulos. En altas torres de hechicería, y humildes sótanos polvorientos. Esta cultura, compartida y transmitida, permite que generación tras generación logros pasados habiliten a las nuevas generaciones para dar un paso más allá, siempre logrando avanzar gracias al ingenio y esfuerzo de sus predecesores.


“Si he logrado ver más lejos, ha sido porque he subido a hombros de gigantes” decían en antiguos manuscritos, otros mucho más sabios y eruditos que yo.


Los Bigby, Tenser, Evard, Leomund, Melf, Otto, Tasha, Mordenkainen…


Todos ellos han logrado que esos estudiosos enclenques, los magos, sean más poderosos que gigantescos bárbaros, venerables sacerdotes o incluso afamados hechiceros de respetados linajes. Y de cada uno de ellos, grandes y pequeños, parte de su Arte, de su intelecto, de su esencia queda todavía como un eco circulando en la Urdimbre, que de una forma tan íntima tocaran en vida, con su propia voz en un gigantesco coro, que sigue reverberando aún mucho después de que abandonen este plano de existencia.


¿Y si pudiera acceder a sus voces, largo olvidadas? A su esencias. ¿Podrían prestarme algo de su genio, de su conexión con la magia?


¿Podría subirme también yo, pequeña como era, a hombros de gigantes?


  •  Katu Txikia - había susurrado. 


Me sentía un paso más cerca de traerlos de vuelta.