Informe de misión. Parte 2.

Nuestro camino bordeando la frontera no fue todo lo fácil que esperábamos, la noche siguiente a cruzar la frontera nos atacó una manada de lobos hambrientos, que por poco, no se llevaron a Lizst. Y por su culpa Sebnem sufrió quemaduras en el brazo a causa de una explosión que hasta tiempo después no supimos porque había sucedido.

Con Sebnem herida de gravedad y descubriendo lo cruel que era el camino para los caminantes, llegamos hasta un poblado, donde todas sus gentes vivían atemorizadas, los distintos bandos de la guerra vecina, les acosaban y se llevaban a sus jóvenes como reclutas o como esclavos.


Al vernos se escondieron, pero conseguimos, gracias al padre Leonard, hablar con ellos, y dejar a Sebnem en manos de una anciana, que tenía conocimientos sobre hierbas y ungüentos.

El alcalde nos recibió como libertadores, nada más lejos de la realidad, pero aun después de contarle que nuestra misión no les incumbía y que no íbamos a ayudarlos, nos pidieron que nos acercáramos a ver el campamento alfa, donde tenían retenida a su gente.

Aceptamos ya que nos quedaba de camino y así daríamos tiempo a la recuperación de Sebnem. Partiríamos al día siguiente y el hijo de la anciana, del cual el padre Leonard no se fiaba demasiado, nos acompañaría como guía y como seguro de que nada le sucediera a nuestra compañera.

Y así comenzó una serie de catastróficas desdichas y calamidades que por poco nos cuesta la vida.

No había pasado ni una semana desde que partimos del pueblo, y ya habíamos tenido un encontronazo con las tropas rebeldes, y el clima no mejoraba la situación. Nuestro guía al ver que llegar al Campamento alfa era una misión casi imposible, por el clima, el terreno y porque nuestro grupo no iba a arriesgar sus vidas por conseguirlo, se fugó con un caballo y nuestras provisiones. Que poco tiempo después encontramos con una nota, en la que nos pedía disculpas.

Tras decidir que daríamos la vuelta a buscar a Sebnem y continuar nuestra misión, sucedió la mayor de todas las catástrofes, encontramos una piedra escondida en nuestras alforjas, al examinarla comprobamos que tenía un poder desmesurado, el padre Leonard, perdió el conocimiento mientras la examinaba, mientras se reponía, Natasha intento descubrir algo en ella, provocando un tornado, que nos absorbió a todos para lanzarnos poco después, gracias a Idohia, a todos sanos.

Aquel tornado formo un cráter gigantesco en el suelo donde antes habíamos estado nosotros. Que además poco a poco se fue llenando de agua, porque corto el rio que estábamos utilizando de guía. El lago Natasha, será recordado por nosotros durante mucho tiempo.

En ese tornado la piedra desapareció, y aunque la buscamos, no la localizamos en nuestros alrededores, quizá la magia que llevaba en su interior la llevo de vuelta a su lugar de origen, o quizá Idohia la recogiera para protegernos de ella.

Desandamos el camino, porque debíamos recoger a Sebnem, pero fue ella quien nos encontró cabalgando su búsqueda. Y nos contó que la habían echado del pueblo de improviso y aun algo convaleciente, al parecer porque corría peligro.

Una vez unido de nuevo el grupo, continuamos nuestro viaje, bordeando la frontera, hasta llegar a Valle hondo, pero una tremenda tormenta eléctrica, nos impedía continuar al menos en línea recta que era el camino más rápido, así que nos tocó rodearla, y hay perdimos bastante tiempo.

Una vez llegamos a Valle hondo pedimos hablar con el líder del ejército, y tras una breve entrevista con él, quedamos en enviar una misiva al General Artinton, a Fuerte Dragón, y de paso enviar un mensaje a nuestro reino, con una copia del mensaje y un pequeño informe del estado de la misión.

Con eso, nuestra misión principal, quedaba realizada, así reuní a todos y les conté la segunda parte de la misión. Debíamos ir a Campo hueco, un poblado dentro del desierto a varias jornadas de viaje desde Valle hondo, y desde ahí continuar hasta encontrar unas ruinas con un escudo en particular, que ya les mostraría al estar allí.

Estaba y aún estoy convencido que para todos nosotros llegar a ese lugar era un paso importante, en nuestras “misiones” ya fueran encomendadas o propias, y así se lo hice saber, no les pedí más explicaciones pero les advertí que no habría vuelta atrás, y que quien continuara con nosotros sería bienvenido, pero que debería hacerlo por propia voluntad.

Poco a poco todos fueron respondiendo, y uniéndose a mí en esta segunda parte de la misión. Todos bastante reticentes a decir sus motivos, pero sé de sobra que el destino nos ha unido no solo por una misión de abrir tratados comerciales, sino por algo mucho más grande, y después de ver el poder de esa piedra, todo está mucho más claro.

No necesito más que su palabra de que permaneceremos juntos en esto…

Así comenzamos este nuevo camino, aun con más dudas en el horizonte, porque esta vez, no sabíamos que nos deparaba el destino…

Informe de mision. Parte 1.

Gareth de Lyonesse. Caballero del Rey Archival y la Reina Faunna de Travia.


Cabo de la Guardia de Travia.



Tras las últimas órdenes dadas, nos pertrechamos, y tras almorzar por última vez en la ciudad hasta dentro de mucho tiempo, partimos de la Capital de Travia.

El grupo que me ha sido asignado es cuanto menos peculiar, casi tanto como la misión que nos ha sido encomendada.

Mi mano derecha será un Chaman del dragón, llamado Darastrix, un hombre de noble cuna, bien equipado, que parece bastante bien preparado para la misión. Sus conocimientos sobre los secretos de los dragones, seguro que nos servirán de ayuda. Parece algo callado, pero poco a poco vamos teniendo una buena relación. Además, el peso de la misión también recae sobre sus hombros de alguna forma, así que debemos de hacerlo lo mejor posible.

Como representante del Templo de Idohia y de su fe, nos han enviado al Padre Leonard, un hombre algo mayor, pero que tiene un aspecto extraño, al mirarlo parece un hombre corpulento capaz de alzar el solo una catedral, y un instante después parece un hombre débil al que le cuesta llegar al siguiente latido de su corazón.

Le acompaña una joven, Natasha, de piel pálida, con el pelo largo, siempre tapada por una capucha, que según nos ha comentado es hija de un amigo de Leonard, y ahora hace las veces de ayudante, o quizá aprendiz. Según nos contó conoce bastante bien todo el continente, y es posible que nos sea muy útil si hay que tratar con comerciantes extranjeros. Parece muy reservada, a la vez que educada, y tras pocas palabras con ella creo que será una útil compañera.

Por último, nos acompaña un bárbaro, Durak, un hombre joven y fornido, cubierto de pieles de animales. Parece un noble compañero, poco cultivado, pero una buena espada a la que confiar nuestras espaldas. Nos mostrará el camino hasta llegar a la frontera, y después nos servirá como fuerza bruta y protección en el resto del viaje.

Nuestra primera jornada de viaje, nos llevo hasta la aldea de Durak, donde conocimos a sus padres y descansamos, despidiéndonos ya de las comodidades de nuestros hogares.

Los días siguientes, hasta llegar a la frontera, transcurrieron sin mayor relevancia, cruzándonos con soldados, mercaderes y campesinos, que cuanto más nos acercábamos a las fronteras más se iba reduciendo su número.

Pocas jornadas después de salir del pueblo de Durak, llegamos al Lago de Argia. El cual cruzamos, y así llegamos a Manya.

Tras llegar a Manya comenzaron los problemas, y la misión comenzó a complicarse. Unos guardias del General Artinton, regente de Manya, nos informaron de que el país estaba en una Guerra Civil, y que era muy peligroso llegar a cualquier lugar. Nos comentaron que los insurrectos, habían tomado el control de varias fortalezas y que asaltaban a cuantos veían pasar. Los caminos aunque peligrosos eran algo más tranquilos, y según ellos estaban protegidos por la guardia del país. Les comentamos que iríamos hacia el sur, hacia su capital, para intentar hablar con el General Artinton, y además de llamarnos locos, nos informaron que sería muy complicado siquiera acercarse a la Capital. Así decidimos emprender cuanto antes el camino y dirigirnos a Valle Hondo, la ciudad más cercana a Fuerte Dragón, Capital de Manya.

Continuamos por el camino del sur pensando que sería lo más seguro, pero tras un par de jornadas de viaje, nos encontramos con una mujer, una rastreadora.
La joven se llamaba Sebnem y nos comentó que ella y sus compañeros habían sido asaltados por la guardia del país, sus compañeros habían sido asesinados, y ella se había librado a duras penas. Nos contó que llevaba varios días observando la zona y la situación del país, y que tanto la guardia, como los insurgentes, atacaban sin compasión a cuantos viajeros veían, saqueaban y asesinaban sin importar a quien. Nos informó que no deberíamos ir por los caminos, que el camino más seguro era ir por la frontera con Kadia, al este del país, donde las patrullas ya fueran de la guardia o de los insurgentes eran muy escasas. Y nos ofreció su compañía y guía a través de las tierras hasta llegar a nuestro destino.

Después de continuar un par de días el camino, decidí aceptar su propuesta, y seguir su ruta por la frontera, nos ralentizaría un poco, pero también sería más segura. Si el país estaba en guerra no queríamos que el nombre de Travia estuviera relacionado con ninguno de los dos bandos.

Así Sebnem, una joven atlética, con el pelo negro, no demasiado largo, vestida con una armadura de cuero marrón, y un arco a su espalda, se unió a nuestro grupo. Durante los primeros días de viaje, ella nos iba indicando el camino mientras se adelantaba para observar y que no tuviéramos sorpresas inesperadas. Tras varios días de marcha, esas sorpresas se hicieron realidad, y gracias a ella nos libramos de un encontronazo con la guardia.

Por las noches habíamos decidido hacer turnos de guardia para protegernos de posibles ataques y sorpresas poco deseadas. Durante mi turno, la pedí a Sebnem que hiciera guardia conmigo, y así conseguí hablar con ella. Me contó algo más sobre sus compañeros y el ataque que sufrieron. Parece una chica dura, que por desgracia ha visto demasiado y ahora no se fía fácilmente de la gente, pero no tengo ninguna duda de que nos ayudará y nos guiará lo mejor posible.

Un par de jornadas después, tuvimos un encuentro inesperado. Nuestro camino nos llevó hasta una grupo de gente, algo más numeroso que el nuestro, que había sido atacado y masacrado por la guardia, los cuales solo habían tenido un par de bajas durante el ataque.

Comprobamos los cadáveres, y descubrimos a un hombre moribundo que consiguió hablar unos instantes con el padre Leonard. Al parecer también era un sacerdote de Idohia, pero de otro reino, y en su último aliento de vida nos advirtió sobre un mal que había en la tierra, un mal del que tendríamos que protegernos, el cual era muy poderoso.

También encontramos a una joven comerciante, bajita y delgadita, de pelo negro, largo, con una armadura de cuero negra, a la que habían golpeado en la cabeza, y no recordaba nada de los días anteriores, pero que no tenía heridas graves. Tras ayudarla a recuperarse, y hablar con ella, nos enteramos que su nombre era Liszt.

La joven nos agradeció los cuidados, y nosotros la ofrecimos que nos acompañara, al menos hasta que llegáramos a algún lugar donde pudiera continuar su camino, si es que lo recordaba. Tras valorar sus posibilidades accedió a nuestra propuesta y así se unió al grupo.

Enterramos los cuerpos de los viajeros y de los caballeros de la guardia, y rezamos una plegaria a Idohia. Pero poco tiempo tuvimos, porque Sebnem, nos advirtió que se acercaba una patrulla. Decidimos retroceder por el camino lo más rápido posible, y montar el campamento, como si nada hubiera pasado, vestimos con ropas nobles a Liszt y la metimos en la tienda, para que no pudieran sospechar que ella había sobrevivido.

La guardia llegó tiempo después y tras hablar unos instantes con Darastrix, el cual creyeron que era un noble que estaba de viaje, con su escolta personal y su bella prometida, comprobaron que no había nadie más entre nosotros, y continuaron su camino.

Nosotros continuamos con nuestra tapadera durante toda la noche y un par de días más por si nos estaban siguiendo, y seguimos nuestro camino hasta la frontera. A la cual llegamos poco tiempo después, sin más complicaciones.

Continuara...

Al principio d los tiempos, Pantos, el Supradios, el Ser Superior, creó el mundo. Al verlo baldío y estéril, lloró. Y de sus lágrimas nacieron los dioses, que con sus poderes, dieron vida al Mundo.

Cada dios racial creó una de las razas de Personas, mientras que otros se dedicaron a crear las plantas, los animales, el Sol y las Lunas, el Bien y el Mal.

Entonces comenzó la Primera Edad del Mundo. La Era de la Luz.

En la Era de la Luz todas las Razas de Personas comenzaron a colonizar el mundo, y se establecieron donde mejor creyeron, desarrollándose cada cual con sus peculiaridades, pero en contacto permanente con sus hermanos, con quienes colaboraban en el desarrollo de la Humanidad*. Toda la población rezaba a los dioses, y éstos les concedían sus dones, haciendo que las cosechas fueran buenas, y todos eran felices. Pero cuando toda la tierra estubo ocupada, comenzó a aparecer la corrupción de las Razas. Cada cual empezó a codiciar los bienes de su vecino, tanto a pequeña escala (entre un agricultor y otro) como a grande (cada Raza ansiaba expandir sus territorios a costa de los de las demás)

La Paz mundial empezó a resqubrajarse poco a poco, y los pobladores comenzaron a usar la magia, divina y arcana, la fuerza y la inteligencia para la su propio beneficio. Estallaron escaramuzas, batallas, Guerras.

Y los dioses, decepcionados con las gentes del mundo, enviaron el Cataclismo. La enfermedad, hasta entonces desconocida, las plagas, el hambre, toda suerte de catástrofes naturales, comenzaron a asolar el mundo, y la civilización primigenia se extinguió consumida por la ira de los dioses. Tras el Cataclismo, los dioses abandonaron el mundo, dejando a los supervivientes a su suerte. Y así, concluyó la primera edad del mundo.

Los supervivientes, escasos, tuvieron que comenzar de cero. Cada pueblo se separó de los demás, y alejados unos de otros, empezaron la Segunda Edad: La Edad de la Oscuridad.

Cada raza, aislada de las demás, se desarrolló lentamente, con el sudor de su frente, y sin ayuda de los dioses. Además, el don de la magia se volvió terriblemente escaso, y fueron poquísimos los niños que nacieron con la Marca en esta Era.

Tras muchos siglos de esfuerzo, cada Raza comenzó a salir adelante, construyendo su civilización con tesón y esfuerzo. Poco a poco, comenzaron a surgir las relaciones comerciales entre algunas de ellas, y Hombres, Enanos, Elfos, Gnomos, Medianos y Orcos comenzaron de nuevo a emerger con fuerza. Y de nuevo, comenzaron las rencillas.

Los Enanos y los Elfos, condenados a no entenderse, comenzaron a tener disputas comerciales, lo que derivó en cierres de fronteras, y más tarde, el Guerra Abierta. La Guerra del Orgullo, la llamaron. Cada raza subestimó a la otra con desdén, y el Orgullo de sus líderes les cegó en el odio. Lucharon durante décadas, hasta casi llegar a la mutua extinción.

Mientras, los Hombres, más fértiles que las demás razas, aprovecharon la distracción de la Guerra para proliferar y progresar. A pesar de que tuvieron, por supuesto, sus propias guerras y escaramuzas, nunca tan fieras y cruentas como la Guerra del Orgullo.

Y fue entonces, cuando el Mal llegó al Mundo. Los Orcos, que hasta ese entonces se habían mantenido alejadas de las demás razas, comenzaron un ataque masivo contra las fronteras de las Civilizaciones. Aliados con Demonios y otras Criaturas del Caos, el ataque fue demoledor.

Sin embargo, no todos los Orcos habían caído en la Oscuridad. La tribu de Glakh el Caudillo, penetró las fronteras de los hombres en son de Paz. Los Orcos de Glakh, conocidos como los Pieles Verdes, juraron por su honor acabar con sus hermanos corruptos, los Orcos Negros.

Enanos y Elfos declararon un armisticio, acosados por el enemigo común, y mandaron mensajeros a los líderes de los Hombres, Gnomos y Medianos. Los dos últimos accedieron inmediatamente a colaborar en la Guerra.

Los Reyes de los Hombres, de distintos Reinos, se reunieron en el Cónclave Real, y de entre ellos, eligieron al Rey Germán** como primer emperador de su civilización, para representar a toda su raza. Y así Germán I, Emperedor de todos los Hombres, fundó, junto con Elfos, Enanos, Gnomos, Medianos y Orcos la I Alianza de las Civilizaciones. Y con este acontecimiento, finalizó la segunda era del Mundo.

La tercera Era, conocida como la Era de la Alianza, está siendo la Era más sangrienta de todas. Apenas hace 20 años de la fundación de la Alianza, y la Guerra no ha dejado de resonar en alguna parte del mundo ni un solo segundo. A día de hoy, la mayoría de frentes están poco activos, excepto uno, al Este del Imperio, donde a pesar de los esfuerzos de Germán, los orcos y demonios cada vez parecen ser más y más.

En este mundo turbulento, y épico, abandonado de la mano de los dioses, comienza la aventura...

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*. Entiéndase por Humanidad al conjunto de razas, no sólo humanas, sino humanoides.

**. El nombre de Germán es provisional. Acepto sugerencias.

***. Llevaba tiempo dándole vueltas en la cabeza a una posible partida de fantasía. Hoy, currando, me vino la inspiración y he desarrollado esto.

****. Sí, hay cosas que ya conocéis de otros mundos. Pero me mola :P

El eco retumbaba en la caverna subterránea. Dos voces distintas, una chillona y fina, otra más grave y atronadora, discutían airadamente acerca de religión, y aparte de esas voces, el silencio era absoluto.

Un semidragón rojo, con barba de varios meses , hacía grandes aspavientos mientras cambiaba la voz y discutía consigo mismo.

Einon llevaba varios años encerrado en “su” cueva. Finallis había recluído al hechicero en esa gruta como castigo a la herejía del semidragón. Años atrás, durante la Caída del Drek-Torn, Einon había ofendido gravemente al dios de la justicia y el bien con su afilada y bífida lengua. Se había burlando de él, para ridiculizarlo ante su amiga Galidarian, y Finallis había decidido no hacer oídos sordos a las ofensas. Así que en un alarde de ironía, le aplicó la condena de convertirlo en lo que él decía del dios, un títere.

La voz chillona gritaba algo acerca de sombras y sabiduría, con palabras atropelladas y a toda velocidad. Titubeaba, tartamudeaba. La voz grave, mucho más serena y correcta, le contestaba con infinita paciencia algo relacionado con la justicia, el bien y la redención.

“Tu alma, tu, tu, posee tu alma, je, je.”

“Te equivocaste, pero aun estás a tiempo de redimirte.”

“No, no, no. Ella es poderosa. Ella te, te pro... protege, Ella vela por . Siempre lo ha hecho, sí.”

“Rezo a Finallis. Él me perdonará la herejía.”

“Rezo a Shattaret. Ella me, me... Ella... Rezo a Shattaret.”

“Está bien, rezamos a los dos.”

“Tú, Timmy, ¿Qué opinas?” – El semidragón vuelve su mirada hacia un dibujo cutre de un mono, hecho en una de las paredes con una rama quemada. “No, Timmy, el dios mono no me puede ayudar.”

La cueva era un desastre: Restos de comida por todas partes, las paredes pintarrajeadas con dibujos de Finallis, de monos, de engendros de mono gigantes con varias cabezas.

También había manchones negros, que representaban sombras donde Shattaret se escondía.

Shattaret, ¿cómo cumplir tu voluntad, sí, voluntad, desde, desde, desde aquí?” - insistía la voz chillona.

Finallis, ¿cómo cumplir mi papel en la trama de los artefactos? Aun tengo mucho que ofrecer al mundo, perdóname” – respondió la voz seria.

El semidragón alzó la vista hacia el techo de la caverna, donde había utilizado la magia para crear una ilusión de cielo nocturno, con una estrella brillante destacada. Cambió su voz de nuevo, adquiriendo un tercer tono más natural, nada forzado.

Galidariann, ayúdame

Noche en la Olympia


John McAllister se encontraba sentado en su litera, con las manos apoyadas en el colchón a los lados de su cuerpo, la mirada perdida en el suelo. Todo estaba a oscuras, y en silencio. Solo las respiraciones de los otros pilotos se oían amortiguadas por las cortinillas de cada litera.

Se dio un poco de impulso con los brazos, y apoyó silenciosamente los pies descalzos en el suelo. Avanzó hasta su taquilla, y la abrió. En el espejo de la puerta, cada piloto tenía fotos, de sus familias o amigos. John tenía de ambos. Tomó una, en la que salía con el traje de piloto bajado hasta la cintura, el casco bajo el brazo, y el otro brazo alrededor de otro piloto, que posaba en una postura similar. Ambos sonreían al lado de sus Vipers. Era Johnny.

Dejó la fotografía en su sitio, y se enfundó su traje de piloto. Metió el brazo por el casco, y volvió a coger la foto.

Silenciosamente, recorrió los pasillos de la Olympia, y dirigió sus pasos al hangar. Cuando llegó, estaba todo en calma, sólo algunos tuercetuercas hacían guardia en el otro extremo, mientras jugaban a las cartas. El capitán llegó hasta su Viper. Con ternura, acarició el morro del caza, como si se tratara de un perro mimoso. Lo recorrió dando una vuelta, acariciando la superficie, recién pulida. Capt. John McAllister “Vindicator”, rezaba bajo la cabina. Pero no siempre había sido así. Hasta hacía apenas unas semanas, en ese mismo sitio donde figuraba su nombre e indicativo, estaba el de Johnny. Capt. Jonathan Miller “Shield”.

Volvió a mirar la foto. Recordaba el día en que había sido tomada como si fuera ayer.

Cogió una camilla de mecánico con ruedas, de las que se usan para meterse debajo de las naves, se tumbó sobre ella boca arriba y se metió bajo la nave.

Conocía bien esa parte del Viper. Muchas veces, como el día de la foto, su amigo Johnny pasaba por delante de su Viper en una maniobra arriesgada, haciendo un looping, para tomar el fuego que iba dirigido contra él. Era endiabladamente bueno en eso.

Volvió a incorporarse, y subió a la cabina. Se ajustó el casco, colocó la foto junto a los mandos, y encendió el Viper. Cerro la cabina.

Era la primera vez que subía a un Mark V desde hacía años. Ya se había acostumbrado tanto a pilotar su Mark VII que ya casi no recordaba la disposición de mandos en el V. Se habituó pronto a ello, y al minuto, se sentía como en casa.

Algo se encendía dentro de John cuando se ponía a los mandos de un Viper. Pasaban a ser una sola cosa, y el mando del timón parecía ser una extremidad más de su cuerpo. Todos los recuerodos del aquel día, del día de la foto, vinieron a su cabeza el un torrente.

-¡Joder! Mantengan la formación, por amor de los dioses! –gritaba el CAG por la radio.- McAllister, usted con Shield, a mi flanco derecho.

-¡Si, señor! Shield, cúbreme.

-¡Voy para allá!

John descargaba furiosas ráfagas de fuego, mientras las naves enemigas salían por los aires. Miller hacía cabriolas por todas partes, pasando por delante, detrás, de la nave de McAllister, desviando todo el fuego enemigo, y permitiendo a su amigo concentrarse sólo en disparar.

-¡Ya son nuestros! – gritó McAllister- ¡Se retiran, señor!

-Buen trabajo, teniente – respondió el Capitán Howard – Usted también, Shield. Fire, Chocolat, encabecen la persecución con su escuadrón. Que no quede ninguno de esos hijos de perra independentistas.

Al terminar aquella misión, y bajar del Viper, Celsius tomó la foto.

La foto que ahora John tenía en las manos. Volvió al presente.

-Hijo de puta – susurraba con los dientes apretados.

Las lágrimas resbalaban por sus mejillas.

-Hijo de la gran puta - Volvió a decir.

Dio un puñetazo al lateral de la cabina, y se hizo un poco de daño.

-¡Me engañaste, joder!

Otro puñetazo.

-¡Maldito hijo de puta, tostadora de puta mierda!

El tercer puñetazo le dolió bastante. Hacía poco que había salido de la enfermería por varias fracturas de su última misión, y posiblemente acababa de volver a romperse algo.

-¡JODER! ¡Me cago en tus putos muertos Johnny, JODER! ¡Una puta tostadora!

Se desajustó el casco, y lo posó sobre los mandos.Se llevó la mano a la cara, y se sujetó la cabeza con la mano lastimada. Y lloró. Mientras lo hacía, rompió con cuidado la foto, asegurándose de romperla a la altura de los ojos de Johnny.

Después de unos minutos, apagó el Viper, y comenzó a bajar.

-¿No puede dormir, capi?

Terminó de bajar y se volvío.

-Teniente, por lo que veo usted tampoco.

Tornado también tenía puesto su traje de piloto, y su casco bajo el brazo.

Cath lo miro directamente a los ojoss, con su mirada azul.

-Lo cierto es que no. Suelo bajar a sentarme en el Viper para relajarme.

-Yo ya he terminado aquí – dijo John, mientras bajaba la mirada.

-Capitán... – le tomó del brazo- si hay algo que pueda hacer...

John sonrió.

-No, gracias, teniente. Ya ha hecho usted más de lo necesario. Gracias.

Durante un segundo, volvieron a mirarse a los ojos. Después ambos se cuadraron al tiempo, y se saludaron.

-Buenas noches, teniente.

-Buenas noches, señor.

McAllister fue directo a la enfermería, donde le pusieron hielo en la mano, y un vendaje.

-¿Qué hace a estas horas con el traje de piloto... y la mano rota, señor?

-Mejor no pregunte, enfermera- John miró a otro lado, y se dio cuenta de que no se había secado las lágrimas, y que sin embargo, Tornado no lo había mencionado.