Entrevista en el Cetro - I


Nunca pensé que conseguir un trabajo en una taberna requiriera una entrevista previa, pero ahí estaba, sentada frente al dueño, un enano pelirrojo con una gran barba decorada con grandes broches de Mithril, hablando animadamente de mi pasado y del camino que me había llevado a aquel lugar.



La verdad es que "El Cetro Mágico" es una de las mejores posadas de la ciudad, (del mundo diría su dueño).

Todo el mundo cuando se enteró de que me iba a entrevistar con Kenowy, que así se llama el posadero, me felicitaban y me decían que aquel sería un gran paso en mi carrera.

Es cierto, que es la posada más grande de Sagata, y en su escenario han actuado los mejores artistas, como el famoso Bardo Eldwin, y otros ilustres nombres.

Pero haber recibido una invitación para entrevistarme con Kenowy, me había extrañado, no podía creer que una simple bailarina como yo, hubiera llamado la atención de gente tan importante.

Pensar que hacía no muchos años, tenía que trabajar quitándome la ropa, para poder llevarme un trozo de pan a la boca, y ver como habían cambiado las cosas desde entonces, me daba esperanzas de que todo comenzaría a ir mejor.

Conversábamos desde hacía unos minutos, y quizá por los nervios, o por el ambiente acogedor de aquel lugar, con cada nueva pregunta, mi mente se trasportaba a lugares distantes, tanto en el tiempo, como en la distancia, lugares y sucesos que creía olvidados.

Incluso en algunos momentos, sentía como las lágrimas acudían a mis ojos, o el rubor aparecía en mis mejillas.


- ¿Dónde naciste? ¿De dónde vienes? – Me pregunto con voz amigable.


Mi mente se trasladó a aquella mansión que, hacía las veces de orfanato, donde tantos y tantos niños nos apretujábamos para darnos calor unos a otros…

Sentí el miedo que teníamos en aquella época, cuando llegaban aquellas gentes con capucha y elegían a niños y se los llevaban, en muchas ocasiones enjaulados.

Rápidamente repasaba aquella época, recordando aquellas sensaciones que había dejado atrás. Momentos divertidos jugando con mis amigos, momentos alegres, cuando investigábamos aquel enorme lugar y encontrábamos algún tesoro.

Momentos tristes, cuando se llevaban a algún conocido, y momentos de terror cuando alguien a quien jamás vi la cara me eligió a mí, y me encerró en un carromato con barrotes sin saber nada de mi destino, ni de que sería de mí.

Debí de dar un grito, cuando recordé aquello, porque Kenowy, apoyo su mano en la mía, una cálida mano, que con firmeza me devolvió a la realidad, por unos instantes.

Tras un instante de silencio una nueva pregunta me llevo lejos de nuevo.

- Y después, ¿dónde te llevaron?

Sin saber muy bien cómo, me encontré en aquel barco a donde me llevaron, donde pasé varias semanas de viaje, encerrada en una celda, junto con otras personas.

Hasta que una noche, una tormenta azoto el barco, los vaivenes nos obligaban a agarrarnos fuertemente a los barrotes, hasta que, tras un gran golpe, el agua comenzó a entrar.

El barco se hundía, y nosotros con él. Recordé, como el agua estaba a punto de ahogarme, y justo en ese instante una fuerte explosión resquebrajo el casco y nos expulsó hacia el fondo del mar. Todo se volvió negro.

Agitando la cabeza regrese a la taberna, junto a aquel enano al que me aferraba, como me aferre a la vida aquella noche.

Kenowy me miro con ojos serios, pero llenos de bondad, y casi como un suspiro me pregunto de nuevo.


- ¿Y dónde despertaste?

Cerré los ojos y al volver a abrirlos estaba en una playa, semi desnuda, y dolorida.

Un hombre me encontró y me ayudo. Junto a él, viaje hasta una ciudad llamada Cans, una gran ciudad, como nunca había visto. Me dejo en un orfanato a las afueras, ya que por aquella época yo tendría unos 11 u 12 años.

Y allí viví durante un par de años.

La voz de Kenowy, me devolvió a la realidad.


- ¿Recuerdas algo de aquel hombre?

Como un torbellino los recuerdos acudieron a mí, era un hombre negro, fuerte, pero a la vez que ágil, llevaba ropas negras, pero conmigo fue muy amable. Axel recuerdo que se llamaba.

Regrese a la taberna, junto a Kenowy, que asentía mientras me miraba fijamente a los ojos.


- ¿Qué fue de tu vida tras el orfanato? Me pregunto meditabundo.

Viví en aquel lugar un par de años, hasta los 13 o 14 años, cuando ya no pude soportarlo más, era un lugar muy estricto, y sus normas no eran justas, así que una noche decidí escaparme. – Le conteste tranquilamente.

Cuando acabe la frase, mis ojos se clavaron en los suyos, y aquella sensación casi olvidada regreso a mí. Volví a estar en aquel orfanato, en aquel cuarto oscuro, tan familiar para mí, donde me encerraban cuando me portaba mal, o no hacía mis tareas.

No sé cómo sucedió, pero un incendio se había provocado y el humo negro y denso como la noche lo cubría todo. Oí gritos y llantos por todas partes, las Sras. que nos cuidaban se habían despertado e intentaban sacar a los niños y las niñas de sus respectivas estancias. Pero al parecer las salidas habían quedado bloqueadas. De mi se habían olvidado.

Así que supe que tendría que salir de allí yo sola. Me cole por uno de los conductos de ventilación y a tientas, ya que no podía ver nada, llegué hasta una de las aulas que estaba ardiendo, el calor era insoportable, pero de alguna forma, conseguí saltar a través de una ventana y caí a la calle.

Las Sras. habían logrado desatrancar una de las puertas y sacaban a quien podían de allí dentro. Tiempo después descubrí que hubo muchos muertos en aquel incendio.

Yo por mi parte, huí de allí.

Con el ajetreo y la cantidad de gente que comenzó a llegar, pude escabullirme y alejarme, para nunca volver.

Cuando levante la mirada Kenowy me observaba.


- Lentamente me pregunto. ¿Y después de aquello a donde fuiste?

Me encontré caminando de nuevo por muchos caminos, robando la poca comida que podía, para intentar alimentarme. Hasta que un día, sucedió algo que jamás he podido olvidar.

La calle estaba abarrotada de gente, era día de mercado y era un buen día para conseguir algo de comida, me movía buscando un puesto donde poder actuar sin que me vieran.

De repente, oí esa voz, esa melodía, que me guió hacia un callejón, y allí estaba ella.

Una mujer alta rubia, guapísima, con el pelo largo y un violín en las manos, su dulce melodía me había guiado hacia ella.

- Hola pequeña, ¿estás bien?

A duras penas pude asentir con la cabeza.

- Sabes, me recuerdas a ella. – Eres tan cabezota, y estas tan perdida como lo estuvo ella. – Ven sígueme.

Comenzó a caminar, y sin darme cuenta de que mis pies se movían, la seguí. Me guio por varias calles hasta llegar a un teatro, un gran teatro donde se representaban obras famosas y números musicales.

Llamo a la puerta y un señor mayor la abrió de par en par. Vestía con escasa ropa, y extraños vendajes. Además, llevaba la cabeza completamente afeitada.

- Buenas Dum, esta es la chica de la que te hable, necesita un lugar donde vivir. ¿Puedes ayudarla? - Por supuesto, por ti lo que haga falta. – Contesto el hombre calvo.

Se agacho y mirándome a los ojos, me hablo.

- Cuídate mucho Aysha, se valiente en tus decisiones, y se fiel a tu corazón. Aquí siempre tendrás un lugar donde vivir, sin preguntas. Se libre.

Sin más, me dio un beso en la frente, y allí quede junto aquel hombre. Mirando como se alejaba como un ángel bajado del cielo.

La luz me cegó unos instantes y al abrirlos volvía a estar junto a Kenowy en aquella posada.


- ¿Volviste a ver a aquella mujer?

No, tengo como una sensación de que siempre está a mi lado, y aun algo en mi interior espera que cuando el sol brilla en algún callejón aparezca de nuevo. Debo agradecerla lo que hizo por mí.


- ¿Tanto cambio eso tu vida?

Comencé a recordar el olor a Manzanas asadas, que Dum, preparaba todos los domingos.

Recordé aquella cama en la buhardilla donde despertaba con los rayos del sol. Las largas jornadas aprendiendo a leer y a escribir, y las charlas interminables sobre filosofía y teatro.

Dum, me alimentaba y me cuidaba, nunca me pidió explicaciones y muchas veces las merecía, pero nunca me las pidió.

- Realmente sí. – Conteste a Kenowy.

Kenowy se sonrió levemente.


- ¿Y cómo comenzaste a bailar? – pregunto tras unos instantes.

Llevaría un año viviendo en el teatro, cuando una agrupación de bailarines fue contratada para pasar allí una larga temporada actuando.

Como es normal eso llamo mi atención, me pasaba el día con las chicas del ballet. Aprendiendo sus movimientos, imitándolas y descubriendo mis límites.

Comencé a recordar aquellas mañanas con las bailarinas, practicando, aprendiendo movimientos nuevos y descubriendo sensaciones ocultas para mí, hasta el día en que descubrí mis límites y me disloqué el hombro.

Pero aun con el brazo vendado seguí bailando… algo en mi interior había despertado, y aún sigue despierto.

Aunque tuve algunos problemillas también por su culpa.

Mire a Kenowy, con una mirada cómplice.


- ¿Una adolescencia rebelde? - pregunto con una sonrisa.

Mi mente me llevo a mi adolescencia, cuando necesitaba bailar para sentirme viva. Aquella agrupación se había ido, pero para mí la vida había cambiado.

Y como sentía esa necesidad en mi interior, busque la opción más rápida y fácil, además de una que me daba mucho dinero.

Comencé a hacer bailes eróticos.

Había un local llamado “La Dama de Tréboles”, donde tenían un escenario, y las chicas hacían striptease, y bailes eróticos.

Todo comenzó como un juego, pero me gusto. Además, ganaba mucho dinero, y casi nunca me tocaba ningún hombre.

Allí conocí a uno de mis primeros amores, Akinyemi, un chico negro muy guapo, con unos ojos preciosos, que me volvía loca, acudía de vez en cuando por el local, seguramente por negocios, aunque nunca le pregunte.

Recuerdos de lujuria y pasión acudieron a mí, mientras pensaba en Akinyemi, recordaba lo bien que lo habíamos pasado y aquellas mañanas cuando tenía que salir por la ventana de su habitación para que no me descubriera su familia.

Además, gracia a él, conocí a Rolan, eran de la misma pandilla, nos juntábamos casi todas las tardes y nos divertíamos mucho juntos.

Pero Rolan vivía cerca del teatro y muchos días me acompañaba cuando regresábamos, y unas cosas llevaron a otras.

Mi mente me llevo a la noche en la que nos besamos por primera vez, era tarde y volvíamos de haber tomado muchas cervezas, yo me agarraba a él, y le iba desabrochando los botones de su camisa, mientras le preguntaba si tenía los pectorales como los de Akin.

El me miraba, y entre risas me decía que no todo eran los pectorales, que también importaban otras cosas.

- ¿Como cuál? – Le pregunte.

- Como esto… - Me contesto.

Y me beso, uno de los besos más dulces que jamás he recibido.

Volví a sentir la lujuria y pasión que sentí en aquella época.
Aunque también recordé la impotencia y desesperanza que sentí cuando Rolan me dejo, porque no quería que nada le separara de su amigo.

Y las lágrimas acudieron a mis ojos.

Kenowy apretó mi mano, y con la otra saco un pañuelo de seda, y seco mis mejillas.

- Nunca me ha gustado ver a una dama llorando. ¿Qué paso después?

Aunque eran mis amigos, y les tenía mucho cariño, me despedí de ellos y me fui una temporada.

Recordé aquella noche de despedida, tan intensa. Pero a la vez tan triste.

Marche a Bisak, y durante un tiempo me gane la vida bailando en la calle, pero al final la calle da poco dinero, así que encontré otro lugar donde bailar haciendo estriptis.

Vivía en la buhardilla de aquel local, y ayudaba a limpiar a cambio de poder practicar en el escenario durante el tiempo que estuviera cerrado.
Durante casi un año viví en aquella ciudad, y como casi no gastaba dinero, conseguí ahorrar bastante.

Además, conseguí la fortaleza mental suficiente para volver a lo que había olvidado que llamaba hogar. Junto a Dum, y a mis amigos en Cans.

Me sentía feliz, deseaba emprender un nuevo camino, volver a actuar en la calle, y conseguir llegar a un escenario de verdad.

Abrí de nuevo los ojos y miré fijamente a Kenowy.

Él me miro sin decir nada durante unos instantes. Hasta que finalmente volvió a hablar.
- ¿Te apetece comer algo?, Arky, prepara un cordero asado que esta para chuparse los dedos. Después seguiremos, fijo que Obi está deseando que le cuentes como llegaste a hacerte tan famosa.

- ¿Obi?, ¿se refiere al Padre Obi?, ¿el Sacerdote Celeste?

- Si claro, mi hermanito me pidió que hablara contigo. Me ha dicho que, “Sabes muchas más cosas de las que sabes”. A veces dice cosas muy profundas. Pero, sé que, si él lo dice, es verdad.

Tras decir eso, se levantó y me indico que le siguiera hacia la zona privada de la posada, donde Arky y varias voces más conversaban animadamente.

- Luego seguiremos. Creo que nos llevaremos bien. Me da en la nariz.

Comento el enano mientras se tocaba la nariz y soltaba una risotada.