Viajes

A medida que transcurren los meses del viaje, el crudo invierno (uno de los más fríos que recordáis) va dejando paso a la primavera, que derrite el hielo y la nieve acumulados.

Para cuando llegáis a La Cruz, apenas os acordáis de las frías noches a la intemperie, y las temperaturas son agradables incluso de noche.

La ciudad de La Cruz os sorprende incluso a aquéllos que ya la habíais visitado antes, con sus cuatro barrios diferenciados y su pequeño crisol de civilizaciones en el centro. La vida parece ser tranquila y apacible en esta urbe, a parte de algunas peleas puntuales (sin mayor importancia) que a veces se dan en el barrio central. La noche que pernoctáis aquí, tendréis vuestro primer sueño:

Un bosque frondoso, lleno de vida, con sus sonidos de aguas corrientes, pajarillos y otra fauna, el aire fresco con olor a hierba os da en la cara. Una bella dama, rubia, con vaporoso vestido, pasa a vuestro lado y ríe, feliz, despreocupada. (Loudevian, la reconoces) De repente, una horda de orcos negros, acompañados de trolls, huargos, goblins nocturnos y otras despreciables criaturas, irrumpen en el pequeño claro, sudorosos, nervisos, os ignoran y comienzan a cortar y derribar árboles, para alimentar horribles hogueras. Las criaturas del bosque, incluso las mágicas, como Hombres Árbol, dríades, hadas y todo tipo de fatas, acuden a pelear contra el enemigo, pero todo es en vano. Los Orcos son muchos, mejor armados, y bien organizados. Entre las fatas que combaten, reconocéis a Loudevian (que se ve a sí mismo en tercera persona)

CORTINA DE HUMO NEGRO.

Tras la masacre, la bella mujer yace en el suelo, con sus vestiduras rotas, quemadas, ella terriblemente herida, magullada. Eleva su vista al roble más antiguo del bosque, ahora carbonizado, pero aun en pie. “Os he fallado” murmura. Pasáis a ver desde el punto de vista de la ninfa, y a través de la borrosa imagen deformada por el calor, junto al árbol, véis ahora dos figuras grandes, humanoides, tomadas de la mano. Él, fuerte, salvaje, con cuernos y patas de ciervo. Ella, hermosa, con terrible ira en la mirada, su cabello es de hojas y sus alas de mariposa. El árbol cede finalmente, y cae entre las dos figuras, separándolas. Cuando el árbol llega al suelo, despertáis sobresaltados, con una sensación desazonadora que ya conocéis.


Reanudais el viaje apesadumbrados.

El resto del viaje hasta Axia, transcurre sin incidentes, excepto que una vez cada semana, el sueño de la prisión se repite (Chuka o Perro, se lo pasais a Su0T)

Cuando llegáis a la Polis de Astrid, el paisaje es desolador. Lo que antes eran grandes y dorados campos de trigo, ahora son cenizas negras hasta donde alcanza la vista. Por cada granja que pasáis, el estandarte de Imperium, SPQI, reina sobre la ruina o las cenizas que queden. No encontráis ni una sola persona hasta que llegáis a la capital de Axia. Allí Astrid es recibida con toda clase de honores por la escasa guardia restante. Cuando entráis en la sala del trono, todos excepto ella, sois retenidos en la puerta, aunque podéis ver y oír la escena. Astrid avanza hacia un pequeño trono de madera en forma de U, sin respaldo, donde un hombre maduro, enjuto, y curtido por el sol, aguarda.

El Rey Zaro no está solo. A su derecha, un joven ataviado con túnica, a quien no conocéis, permance en pie al lado del trono. A su izquierda, la reina Helle, otrora mujer bella, ahora envejecida por la guerra, se sienta y mira con altivez al frente.

ASTRID:

El Rey está mucho más delgado que la última vez que lo viste, y también cuenta nuevas cicatrices en su rostro, brazos y piernas, que quedan al descubierto. Zaro viste su coraza de exquisita manofactura, pero con innumerables ralladuras y bollos, y su capa con el emblema de su casa, además de un faldellín de cuero y sandalias hasta la rodilla, a la moda imperial. Helle viste túnica blanca, ceñida por un cinturón de oro, dejando descubierto su hombro derecho, y ella también está más delgada y envejecida que cuando partiste.

Christopoulos, capitán de la guardia se adelanta, y anuncia:

“Lady Astrid Stavrou, hija de Zaro, princesa heredera de Axia” tras lo cual inca rodilla al suelo, gesto que todos los presentes (el senado de los sabios) imitan. Todos excepto las tres figuras reales.

Al escuchar la palabra “heredera” un escalofrío recorre tu columna vertebral, y el primer pensamiento es, “¿Y Artino?” pero no te atreves a preguntar.

Zaro se levanta trabajosamente del trono, apoyándose en los brazos, y te mira con una mezcla de ternura, pena y amor, mientras te arrodillas.

- Levanta, hija mía, y bienvenida a casa. Tenemos cosas de qué hablar.

Han pasado 18 meses de aventuras y viajes, y por fin, has vuelto a casa.