Neesa pronuncia unas palabras en dracónico y un rutilante portal añil la deja a las afueras de un pequeño pueblo pesquero, a las orillas de un un tranquilo mar que lame la costa, en el oeste de Zargosh, Tolina.


El pequeño pueblo pesquero bulle con la actividad del trasiego matutino, los pequeños barcos se acumulan en el pantalán, mientras los pescadores recogen y transportan la captura, en el mercado local los distintos puestos abren con variadas mercancías, los comerciantes transportan sus productos, los guardias vigilan la plaza… 


La pequeña hada, más imagina que otea, a lo lejos, en las concurridas callejuelas,  el pequeño puesto de la familia de Alexander, donde Aileen, su madre, dispondrá de las mejores piezas, que Evan, su hermano pequeño, traerá del puerto, con Alysa, la hermana mayor, haciendo las cuentas e intentando tener un ojo en la pequeña y adorable Io.


Neesa sonríe, por un instante imaginando con cariño esa, su pequeña familia adoptiva, a la que cual ángel de la guarda siempre prestaba un ojo y protegía, a pesar de que ellos ni siquiera conocen de su existencia.


Resuelta, se encaminó al pequeño templo a Khalah, en la pequeña colina circundante, con un ramillete de jacinto y lavanda en sus manos, sus flores favoritas. El pequeño santuario, más tributo que capilla, contaba con altar con la espada, y las velas, símbolo de la valerosa, y en su base, tallado en la piedra, el guantelete y la espada de la Orden de la Espada, un tributo a la orden, ahora desaparecida en su lucha contra la niebla, y al héroe local caído, Alexander.




La pequeña hada, presenta a los piés del altar su fragante ofrenda, donde otros pequeñas ofrendas se acumulan, y se arrodilla con cuidado, con las alitas zumbando suavemente, comos siempre que está nerviosa. Un susurro suave del viento acompañaba sus palabras, mientras se dirige al héroe caído, su amigo, su amante. Ella, que para él sería una completa desconocida:


- Me conociste con distintos rostros. Y he de reconocer que nunca te enseñé el verdadero. Quería que ahora lo vieras. El de este diminuto ser. Alas de insecto, piel de planta, ojos de sapo. Un hada - hace una pequeña reverencia - Antes me avergonzaba de él, ¿sabes? lo ocultaba tras disfraces y engaños, pero al fin me he dado cuenta de que no podemos renunciar a lo que somos. Y que, por pequeños o débiles que seamos, sólo en nuestra verdadera esencia podemos encontrar el camino. El resto solo son… mentiras. Y las mentiras siempre encuentran su camino para hacernos caer.


Alex, lo siento, siento las mentiras, los engaños. Nunca supiste mi verdadera identidad en nuestras largas confidencias. Nunca viste mi rostro, cuando me besabas. Y no era mi nombre el que susurrabas cuando yacíamos juntos.


Prometí resarcirme de ellas, de alguna forma compensarlas, pero he fracasado en todo lo que he intentado en tu honor. 


No he conseguido vengar tu muerte. Holguen sigue vivo, impune de sus crímenes.

No he conseguido liberar a Niera. Sigue siendo un juguete roto en manos de Caerdan, que también vive y sigue extendiendo su dominio. No he conseguido tampoco, ninguno de los tomos que buscabais, ni los artefactos que esconden. Tuve uno en mis manos, pero no entendía nada. Y fuimos incapaces de derrotar a sus guardianes.


Por último, no estoy ni un paso más cerca de evitar la apertura de las fronteras, ni de detener a aquellos desalmados que los ambicionan. Allanon, Wynrona, y quién sabe cuántos más.


Y aún así, yo también quería creer en algo. Aún sin fe, aún sin valor. Sin familia, sin amigos. Sin nadie a quien le importe si vivo o si muero. Sola, siempre tan sola.


Pero eso quizá sí ha cambiado. Ya ves, conocerte lo cambió todo.


No quería reconocerlo al principio, y sí, es cierto, me engañé pensando que eras tú el iluso. Realmente lo creía. Pero yo lo era. ¿Qué clase de vida era esa la de disfrutar sin compartir, poseer sin realmente tener? Follar sin amor. Matar sin convicción. Deambular a tumbos por la vida, sin realmente tener ningún sitio a dónde ir.


Yo también quería creer en algo, y creí en ti, y en que quedaba bondad en este mundo. Que merecía la pena luchar por él.


Y siguiendo tus pasos me encontré con otra gente dispuesta a creer, a confiar, a luchar. Quizá no similares a ti, sin duda, sin compartir muchos de tus ideales, o tu moralidad. Tu fé. Realmente no sé si te gustarían. 


  • Tenar es leal y colaboradora, pero también obstinada y despiadada.

  • Alix es voluntarioso y cándido, pero está confuso y resentido, y no sabe bien lo que quiere.

  • Akari, eficiente y servicial, siempre tan misteriosa y ahora consumida por la desgracia, donde quiera que esté. 

  • Ah Puch, Snorri, Korr, Pequezás, caóticos, alocados…pero valientes y decididos también… quizá algún día podamos traerlos de vuelta.

  • Y Naltiria… es sabia, y más poderosa de lo que podría imaginar. Pero guarda tantos secretos, tanto miedo y rabia… quizá podría ser nuestra líder, si se convenciera de que realmente lo es.



Y a pesar de nuestras discusiones, peleas. Después de enfrentar terribles retos y dificultades, incluso la muerte. El Crisol, ahora roto, quizá no más que un sueño, una esperanza vana, como tal vez también lo fue el Coro, disperso y en jirones, a pesar de todo, los que quedan, algunos de los que han venido, se han convertido en aliados, incluso amigos. Mi familia. La única que tengo.


Hasta he podido volver a Solpor. Y detrás de la rabia, hasta incluso la locura en la que han caído algunas de mis hermanas, a pesar de las heridas, aún abiertas, poco a poco están empezando a cambiar sus maneras, a abrirse al mundo. A permitirse soñar que puede haber un mañana distinto, mejor.


Yo quería creer en algo, y ahora tengo algo en qué creer, algo por lo que luchar, algo que defender. Mi pueblo, mi pequeña familia, y la tuya.


No quiero ser más débil, pequeña y asustada. Ojalá pudiera ser más como tú. Tu fe te hacía fuerte, tu convicción, tu voluntad. Cosas que no tengo.


Creo que puedo mejorar, cambiar. Avanzar. Creer que hay personas que merecen la pena, que quedan cosas por las que luchar. No vivir con más miedo. Quitarme las máscaras y sentir. Y vivir. Estoy viva, como había gritado en medio de la niebla siguiendo la arenga de Arduín. Y eso tiene que significar algo. Valer para algo.


Ahora me ves con mi rostro, que oculté con tantas máscaras, pero sigo siendo la misma hada, avergonzada de lo que es, todavía débil, pequeña y asustada. Y ya no puedo serlo más, ¿entiendes?


Tengo que recuperar a mis amigos de la no muerte. Quiero proteger a los nuestros, ayudar a mi pueblo. E impedir que Allanon, Imbryl y todos esos desalmados se hagan con los tomos. Para todo ello necesito…sí, avanzar, crecer, mejorar. 


Lo siento Álex. No volveré aquí hasta que pueda darte buenas noticias.


¿Me ayudarás a ello? ¿Me ayudarás una vez más?


Para ello te traigo una ofrenda.


Durante años solo ambicioné objetos materiales, riquezas que me dieran lo que me faltaba. Que llenaran ese vacío en mi interior, que acallaran las voces de mi cabeza. Que me dieran comodidad, placer. Lujo, posición, respeto. Que me dieran poder.


Por ellos robé, mentí, seduje, maté.


Y ahora los ofrezco todos. Que no nublen más mi camino, y me permitan tener tu convicción, tu fé, tu voluntad. Tu esperanza.


Gracias Álex, porque ahora ya creo. Y el creer me hará fuerte. Como tú.


Además, a mí esto me queda grande, ¿sabes? Álex tengo miedo, todo el rato. Tú nunca tenías miedo. Y estoy perdida, no sé que hacer la mitad de las veces. No como tú, que nunca dudabas.


Pero esto tengo claro. Por una vez seré fuerte, por ti, por ellos.


Acabaré con ese desalmado Holguen. De alguna forma me haré con la raíz de toda vida y te traeré de vuelta. Y ya te dejaré a ti lidiar con los tomos.


Y podré volver a mi pueblo, a mi gente. Quizá consiga algún día que me perdonen por lo que hice.


Que mi ofrenda agrade a los dioses, me despido de la riqueza material, para que mi espíritu se haga grande.


Con cuidado se quita sus guantes de fino cuero con filigranas bordadas en oro, su cinturón engalanado con metales nobles, sus finas botas, su bella capa, el amuleto de su cuello con un gran rubí. Y por último la tiara, oro blanco con diamantes y zafiros. La contempla por un instante, admirando su majestuosa factura. Inspira con pesadez, recordando los sacrificios que le costaron adquirirla. Todos aquellos objetos estaban cargados de poderosa magia. Magia que le había permitido sobrevivir, prosperar.


Dispone ese pequeño petate de fantásticos objetos. Su intención es venderlo, y dividir sus beneficios entre su familia de Tolina, su familia de Solpor y el Coro.


Atrás queda la ambición, el egoísmo, que poblaron mis años en Villaccia. La lujuria de Kyubi. La ira de Abismo. La gula y la envidia del Gusano. La soberbia que a veces acompañaba mis progresos. Que se queden atrás en estos mis objetos. Mi defensa, mi arma, mi poder. Mi magia. Mi vida… - susurra solemne, como si rezase. Sin nada, que solo me quede lo que llevo dentro de mi. Lo que tú, amigo mío, pusiste. Que florezca y de frutos.


La fe. La convicción. La voluntad.


La esperanza.


De que nos espera algo mejor. De que juntos podremos conseguirlo.


Con cuidado corta una ramita de lavanda y jacinto, y las anuda en su pelo donde antes se posara la valiosa corona. Con cuidado recoge las monedas que estuvieran en su cinto, para enterrarlas a los piés del pequeño templo. Esas monedas que tantos años la acompañaron, en distintos países, en innumerables peligros, con distintos rostros, trayéndole suerte.


  • Astorgoth - El loco temerario - CN

  • Barenna - Señora de todas las canciones - CB

  • Ebandarion - Proveedor de Maravillas - N

  • Fortunna - La Dama de la Suerte - CB - Mayor

  • Haleyt - El de los ojos vigilantes - LN - Mayor

  • Ilfaath- El Dios que llora - LB - Mayor

  • Vénucvar - Fértil Madre - LB



Se guarda solo la moneda de plata del Criso, con un gusano en la otra cara, que sería para la archimaga de Taneo, su maestra.


La última que entierra es la Fortunna, besándola con cariño, devolviéndole la sonrisa al sagrado símbolo de La Dama de la Suerte. Besa también con delicadeza el símbolo de la orden de su amigo amante y guía.


  • Gracias, pescador. Hasta pronto.


Y con la mano sobre la estatua, imagina ver por un instante el rostro de aquel joven que tanto la había marcado, como siempre, sonriente. Quizá su único amor.



La archimaga toma aire, y se gira, admirando el tranquilo poblado. Por un momento, la pequeña hada se descubre entonando una tonadilla, suave y dulce. Esa que Kaito y Matt le ayudaron a redescubrir. Esa nana, aún quizá sin las palabras que todavía se escurrían en las brumas del pasado. Y recuerda que algo le falta todavía.



Se había transportado al que fuera el Bosque los Sauces Riseños. Ahora ya nadie reía, en aquel cementerio de árboles, casas, vidas y sueños. Un bosque calcinado inerte y solitario.


Por su culpa. Su curiosidad, su inocencia… su necedad les condenó. Ahora, por fin veía. Con la voz quebrada, pronuncia esas palabras que nunca había dicho:


  • Perdona, mamá… tenías razón.


La sola transcendencia de aquella verdad la sacude como una ramita al viento.


  • Nunca más dejaré que la ambición me haga olvidarme de lo que realmente importa.



La pequeña hada cava con sus manitas rosadas en la tierra ennegrecida. Aquel libro, regalo de Imbryl Wynrona. El primer secreto de los muchos que le separaron de sus padres. El primer paso que le alejó de su pueblo. La primera ambición que acabó nublando su juicio, y significando la perdición de su gente.


La fuente de su poder, de su magia.


Allí yacería, con las cenizas de su gente, de infancia, de su pueblo.


La mano coge las cenizas, que transforma, sobre el cascarón exánime de su pueblo en peqeño un cerezo, como una incipiente versión de aquel enorme que había cobijado su casa, su familia, su hogar. Sus sueños. Pequeño, pero con raíces fuertes. Como su bisoña esperanza.


Neesa, le ofrece una melancólica sonrisa, confiando que ambos con paciencia y tesón crecerán, hasta albergar nuevos sueños.




 Réquiem por Taneo

 

    Humilde elegía por aquellos que apagaron sus voces en Taneo para siempre. Dedicada a Natalie y Arnaud, de quienes espero que no se contaran entre ellos. Matthieu Phillippe.

 Acérquense, damas y caballeros, acérquense a este humilde bardo, para escuchar una nueva historia, acérquense para escuchar cómo me uní a un grupo, cuanto menos, peculiar...

Sesión XXV. Taneo.

Aún en Castiglia, Naltiria muestra su preocupación por las posibles consecuencias del ritual de Voccisor. Insiste una vez más en que hay parte de verdad en las palabras del avatar, pero se niega a cumplir con las condiciones que puso la deidad, consistentes en, básicamente, asesinar personas. A Neesa le preopcupa más la suerte de la Furia Pálida, y Naltiria se muestra pesimista con este asunto. Se les ocurre que quizá podrían intentar contactar con Hägar, que formaba parte del ejército de Dhamar Fah; lo primero es comprobar si ha muerto, y Tenar intenta resucitar al clérigo de Finnallis, sin éxito. Naltiria dice que podría contactar con él desde su torre… por ahora inaccesible.

De camino a visitar el cuartel de los Casacas Púrpuras, nos interceptan unos guardias, que nos informan de la inminente llegada de la Emperatriz para reunirse con nosotros. Nos ponemos de inmediato en camino hacia el palacio, pero Anne tarda unas cuantas horas en llegar. Cuando lo hace, camina solemnemente, ataviada con una espléndida armadura, aun salpicada de la sangre del campo de batalla, y seguida por X’Valla. Porta dos bultos, uno envuelto con una tela, y una caja ornamentada. Se sienta, ominosa, mientras nos dedica una cara amable, todo lo contrario de X’Valla, que nos mira con intenso odio.

Es primero tiempo de felicitaciones por nuestra reciente victoria a orillas del río Bon, y de la caja, extrae unas medallas que nos pone con ceremonia, pero sin perder demasiado tiempo. Tras ello, nos pregunta por nuestra opinión acerca de la situación en Tyrsail tras estos acontecimientos: Es evidente que los tyrsalitas estarán calmados un tiempo… pero, ¿cuánto?

El siguiente punto del día pasa por el fracaso de llevar a Dhamar y su ejército a Kriegfort. Ahora, todos esos efectivos se han unido a Caerdan, dice Anne, incluyendo sin duda a su líder. Esto hace que Anne, un tanto irritada, nos informa de que por el momento, pone a Tanactos en cuarentena, pues si bien quiere reconquistar todo el país, incluyendo Funterish, por ahora el coste sería demasiado elevado y no está dispuesta a asumirlo hasta que no cierre otros frentes. Se lamenta Anne de que cada vez que da un paso en pos de eliminar a los no-muertos de Caerdan, los dioses parecen conspirar para evitarlo. Primero, el fracaso del Crisol Plateado, sacrificando inútilmente al ser divino Astarion, ahora perdiendo a la Furia Pálida y sus fuerzas, cuando de seguro, juntando estos dos con sus propio ejército, el problema ya se habría resuelto.

Tercer asunto, la alianza con Vithanti Kismeth; Anne parece satisfecha de contar con una aliada fuerte como la matriarca drow, y nos alaba por haber logrado unos términos aceptables, incluyendo la maniobra de X’Valla. Eso sí, no está tan contenta con la cláusula que nos obligará, en el futuro, a traicionar y derrotar a Vonless Ish’Za, aliada probada del Imperio. Anne nos pregunta si merece la pena: ¿Es la matriarca Kismeth una aliada digna del precio que pide? Naltiria da un rodeo dialéctico para contestar, y la Emperatriz no parece contenta con esta respuesta. Interviene Tenar, siempre más pragmática, diciendo que es tan fiable como lo puede ser cualquier otra drow. Poco, pero hay potencial. Esta valoración es más del gusto de su majestad imperial.

Sin embargo, la mayor decepción de Anne viene en los siguientes asunto a tratar: Los piratas del Mar Escarlata, a pesar del acuerdo alcanzado con su teórico rey, Zhao “Mano de Fuego”, no han movido un dedo, o nave, para impedir que los hiraneanos se muevan con libertad en sus dominios. Además, la Emperatriz se muestra especialmente contrariada de que Sharteeen haya rechazado el puesto de almirante, al punto que duda si pusimos toda la carne en el asador. Para ella, era el encargo más sencillo, pues la capitana de la Aguja de Plata es amiga de la familia Von Xavras en concreto, y del Imperio, en general.

A colación de esto, nos recuerda que el éxito del grupo en Bloskaya fue notable, utilizando la diplomacia, pero que en ocasiones habrán de emplearse otros métodos. Anne sólo desea, éxito en sus encargos, a cualquier precio.

El acuerdo con Konju Xu’an, que no estaba entre nuestros cometidos, parece ser beneficioso, y lo juzga positivamente.

Tras el repaso a nuestras actividades al servicio del Imperio, con, como vuestras mercedes ha escuchado, algunos éxitos y otros fracasos, Anne nos hace saber, que la rebelión de Gilles fue más culpa de su mujer, que envenenó la cabeza de su marido, ya que hubiese sido mucho más útil vivo, como virrey de su tierra, y ahora precisa de algún tyrsalita que ocupe ese puesto. Nos pregunta si conocemos algún candidato adecuado… Nadie parece saber de ninguno.

Aunque la Emperatriz parece ser de la opinión de que nos tomemos un pequeño descanso, Tenar toma la palabra, e informa a Anne acerca del asunto de Voccisor, el ritual, y las posibles consecuencias. Consciente de que puede resultar un peligro, cambia de opinión, y nos asigna la misión de acabar con esta amenaza. Antes de despedirnos, llama a Naltiria a solas, e incluso X’Valla y su séquito se retiran.

Con la archimaga tiene asuntos serios que tratar, pero vayamos antes a lo que el resto del grupo hace mientras departen maga y mandataria. Neesa quiere convertirse, por alguna razón, en guerrera, así que busca una academia de esta profesión, donde casi se ríen de la pobre hada, carente de fuerza bruta en sus pequeños músculos. Habrá de entrenarse si quiere ser admitida.

Los demás, nos ponemos manos a la obra para rastrear a Mattias Kocicz. Alix asegura que podría darle caza, pero sus poderes están limitados en el tiempo, y de no encontrarlo, podría hacer consecuencias negativas. No se trata de rastrearlo como haría un sabueso, dice el muchacho. Se trata de un instinto, algo mucho más profundo.

Entretanto, en el palacio de Castiglia, lo primero es el rapapolvo: Acusa a Naltiria de haberse “humanizado” en contraste a su verdadera naturaleza élfica, a buscar la inmediatez y a no pensar en perspectiva. Has de hacer lo que sea para sobrevivir, continúa la Emperatriz, y aprender, sobre todo de los errores. Anne se muestra enfadada, dolida, porque Naltira se resiste a aceptar su amistad, una amistad que afirma, podría ser muy beneficiosa para ambas. Por el contrario, se empeña en resistirse de manera infantil a lo inevitable. Ella es la única que conoce su secreto, la única que puede ayudarla. La archimaga parece hacerse más y más pequeña con cada palabra que sale de la boca de la Emperatriz, balbucea, tartamudea. No es capaz de entender por qué la trata de ese modo. No cesa en su ataque Anne, que expone que podrían hacer grandes cosas juntas, aliadas. La conmina a dejar sus tramas de lado de una vez y para siempre, antes de que exploten en tus manos. La autoridad es enorme, y Anne pronuncia la orden. El segundo bulto que portaba la Emperatriz, resultan ser las tablillas que Naltiria usase para liberar una terrible magia destructiva en Tissen. Ahora, con los dragones a las puertas de Taneo, la mandataria ha hecho modificar los poderosos objetos, y quiere que sea la archimaga de esta ciudad quien libere de nuevo su amargo poder. Anne se sabe en posición de autoridad, y aunque cualquiera de los magos a su servicio podría hacerlo, desea que sea Naltiria, Galidarian, archimaga de Taneo, quien lo lleve a cabo. Ha de reunirse con Julie Noir, y hacer lo que ha de hacerse.

Parte Naltiria a cumplir con su nefasta misión. Reunida con su contacto, ambas se encaminan a las catacumbas de la milenaria ciudad de Taneo, en lo profundo de entrañas. Allí aguardan ya ocho magos más, dispuestos para el ritual. Un ritual que desatará el fuego, la destrucción, la muerte. Las tablillas emanan una fuerza terrible de imaginar, que en apenas unos segundos, acaban con cada hombre, mujer y niño que quedan en Taneo, sin hacer distinción. Hiraneanos, athanitas, todos se desintegran por igual. Se apagan las voces de, entre otros, Carotto, Akronte, Verditta, Vernelionas, Kronder y Hanzamon II, además de millones de soldados que asediaban o defendían el asedio. Tras el ritual, un cráter humeante donde antes se erigía orgullosa, Taneo. Las palabras de la Emperatriz resuenan en la cabeza de Naltiria, mientras las tablillas explotan en sus manos, dejando una indeleble cicatriz en la mujer. “Nadie debería ostentar este poder”.

 



 

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Sesión XXIV. Entreacto.

Tras la batalla, Naltiria y Tenar mandan a recuperar los cuerpos de los nobles sublevados, para decidir qué hacer con ellos. Las opciones parecen ser exhibirlos como advertencia en las plazas locales, o darles sepultura según los ritos de Maddusse, dios al que profesaban devoción. Ambas mujeres discuten también acerca del triste desperdicio de vidas observando el campo de batalla sembrado de cadáveres.

Emprendemos nuestro camino a Tysalevia, la capital, no sin antes pasar a dejar los supervivientes del ejército con Edda Viola; es ella la que nos informa que de requerir de nuevo los servicios de soldados imperiales, los oficiales y tropas bajo nuestro mando, están dispuestos a combatir de nuevo a nuestro lado. Antes de marchar, Neesa tiene un breve encuentro con Zelenya, jefa de las hadas de combate, que se muestra un tanto decepcionada por no haber participado en la batalla para demostrar su valía. A pesar del discurso de Neesa, conciliadora, acerca de que la guerra no es gloriosa, y que habrá más oportunidades, Zelenya no parece satisfecha. Pregunta nuestra compañera alada acerca de Winona Cuerpogrís, de quien la oficial no sabe nada.

Con nuestros pasos ya dirigidos a la capital, Neesa abandona el grupo e informa a Naltiria, mediante el vínculo telepático, de sus intenciones de ir a buscar a Dhamar Fah, a quien prometió que volvería una vez concluyese la tarea de detener la rebelión de Gilles. Quedan en verse en un par de días en la torre de la archimaga, quien quiere hablar con todo el grupo. Tras ello, se encamina a Tanactos, para poder emplear su magia de teletransporte.

Después de un viaje tranquilo de unas pocas jornadas, llegamos a Tysalevia, y nos encaminamos a la fortaleza del rey, ahora regentada por el Imperio. En ese lugar, intenta un servidor narrar la batalla a los soldados allí presentes, aunque la disciplina les impide hacer mucho caso del cantar de gesta. Mientras, Kalanthe, en una habitación aneja, cuenta otras historias, con más o menos el mismo éxito.

Aun no se ha decidido qué hacer con los cuerpos de los nobles, y algunos oficiales del ejército empiezan a impacientarse; es mal augurio tener cadáveres sin sepultura. Tenar se ofrece a oficiar un funeral de ser necesario, mientras muestra su preocupación por el tema de Voccisor, el avatar de Idhaal.

Tras cantar la gesta de la batalla, paseo por Tysalevia… me trae recuerdos, recuerdos dolorosos y melancólicos. Fue aquí, entre estas calles, donde mis compañeros, mi familia, nos vimos sorprendidos por la muerte y la niebla, por la histórica plaga de Fenris. Cuánto ha cambiado ya la ciudad, de nuevo llena de vida. Levanto mi sombrero ante las damas, me inclino ante los caballeros. Pareciera que la Niebla nunca hubiese sucedido, pero sólo hace falta pensar en lo que en Funterish acecha, para que se estremezca de nuevo el alma.

Mientras tanto, Neesa tiene un encuentro con unos tumularios, sacándola de su descanso en una parada del viaje, y haciendo que tenga que emplearse a fondo para huir; los malvados no-muertos están a punto de contrarrestar su magia, y se quedan con las ganas de merendar hada poco hecha.

Tenar y Naltiria continúan conversando acerca de qué hacer con el tema de Voccisor, aunque evitan nombrar al avatar. Creen que hay parte de verdad en sus palabras apocalípticas, pero por supuesto, están convencidas de que oculta la mayor parte de información acerca de lo que está por venir como consecuencia del ritual ejecutado a las afueras de Castiglia. La alta elfa opina que el grupo debería revisitar el lugar donde se llevó a cabo dicho rito, en busca de pistas. Naltiria parece de acuerdo, pero informa a Tenar de su intención de reunir al grupo en un par de días en la torre, y aprovechan para ponerse al día acerca del viaje de Neesa. Luego, Naltiria se pone manos a la obra para elaborar unas cuartillas de advertencia para colgar en plazas y demás lugares públicos, contando la derrota de Gilles y advirtiendo de las consecuencias de enfrentarse al poder del Imperio de Athanae. Además, finalmente, deciden hacer un funeral por el rito de Maddusse para los rebeldes, pero de forma pública, de manera que se sepa su suerte en el campo de batalla.

Tenar trata de comulgar con su dios, en busca de información y guía, pero no es capaz de sacar nada en claro; o bien a Hedenoth no le interesa el asunto, o bien no conoce nada al respecto, lo cual preocupa a nuestra sacerdotisa, que comparte sus inquietudes nuevamente con la archimaga; de nuevo conversan acerca de los artefactos, tema recurrente en el grupo. También sobre Finnallis, siempre sin nombrarlo, y lo “sospechoso” de su ascenso en poder en el Olimpo. Sin embargo, la conclusión una vez más, es que Tenar opina que hay que salvar el mundo antes de emprender cualquier búsqueda de tomos o artefactos.

Cae la noche sobre Tysalevia, y nos retiramos a descansar. No obstante, Tisaia parece poco interesada en dormir, y busca refugio en cama ajena, para celebrar la victoria en el campo de batalla. Se cuela en la habitación de Alix, e intenta “hacerle un hombre”, cosa para la cual, nos tememos, el muchacho aun no parece listo. Pide mi ayuda vía telepática, y pensando que le sucede algo malo, tomo mi fiel Rapière Noir, y, en calzones, me planto en su dormitorio… para descubrir a la amazona intentando arrancar los susodichos al chico. Riendo, tomo a Tisaia del hombro, y la llevo a mis aposentos, librando a Alix de la vergüenza, y dando lo mejor de mí a la valerosa guerrera.

A la mañana siguiente, ignorando las primeras agujetas que comienzan a aparecer tras el ejercicio nocturno, Edda Viola nos hace llamar, así que acudimos a Zit sin más demora. Una vez más, dos misivas de Anne de Athanae. Además, nos pide que le contemos la batalla, cosa de la que se encarga Naltiria. Lo primero que hace la archimaga, es lamentar las inevitables bajas, esgrimiendo que Gilles no la dejó opción. Pone énfasis en alabar a las amazonas de Zhargosh, y tiene recuerdo para los caídos, cosa que complace a la señora Viola, partidiaria de dar valor al sacrificio del soldado muerto por una causa justa. Las cartas de la Emperatriz nos informan de que el tránsito a Allionas ha sido cortado, pues el enemigo avanza desde oriente. Los dragones, todos ellos unidos bajo mismo estandarte, quieren retomar lo que con tanto esfuerzo ha ganado Athanae, y nos pide que permanezcamos localizables, pues aunque aun no son necesarios nuestros servicios, lo serán en breve. Eso complica las cosas, pues la reunión que Naltiria pretendía celebrar en su torre no podrá tener lugar. Aun más difícil será hacerle llegar semejante noticia a Neesa, allende de la frontera.

No se da por vencida la archimaga de Taneo, que decidida a llegar a su torre, va en busca del general Ciric, siempre rodeado de sus dragones sin escamas, con quien ya ha tenido tratos provechosos en otras ocasiones. En un lenguaje cómplice, Ciric proporciona un paso seguro para Naltiria, o más bien, le informa de uno.

Al mismo tiempo que nos estamos enterando de estas noticias, Neesa  descubre el cierre de fronteras de manera más abrupta, al llegar a uno de los pasos y encontrarlo cerrado. El hada intenta contactar con Naltiria, que se muestra muy preocupada de que los dragones accedan a su torre, y a lo que en ella hay, especialmente la biblioteca, llena de información peligrosa en manos equivocadas. Neesa, por su parte, informa de no haber encontrado a Dhamar Fah, y se muestra preocupada. ¿Habrá vencido Caerdan al ejército de la Furia Pálida?

Finalmente la reunión prevista en la torre, ha de trasladarse a Tysalevia, pero tiene lugar. Neesa nos informa de sus preocupaciones, pero nadie parece saber nada de la suerte del ejército de Dhamar. Naltiria nos cuenta acerca del paso para llegar a Allionas, y del peligro de que la torre caiga en manos del enemigo. Tenar insiste en el tema de Voccisor.

Decidimos que nuestro primer paso sea ir a Castiglia, a, como dice Tenar, investigar el lugar donde el rito de Idhaal tuvo lugar. Poco queda del lugar, que quedó arrasado. Neesa utiliza su poderoso conjuro de escudriñar el pasado, y ve con lujo de detalle como los cultistas invocan a Voccisor, pero hay partes que no logra observar, pues hay protecciones mágicas que lo impiden. Una vez termina el ritual, el avatar queda ligado al Conducto, el extraño objeto que encontráramos, y se produce la matanza de la que vimos las consecuencias.

Naltiria nos aparta del lugar, y nos cuenta que está preocupada por lo rápido que cambia el mundo, y que hay que hacer “algo” al respecto, y ese “algo” pasa por salvar su torre y lo que en ella hay. Nos cuenta también sus sospechas acerca de que la Emperatriz tenga algo que ver con la bruja de la antigüedad, Urpilar, pues siente que su bastón, que ha renunciado a utilizar en reciente fecha, está vinculado a Anne. Sin embargo, sólo hay dos personas en el mundo que podrían confirmar esas sospechas, el emperador consorte Arduin, o una aventurera de nombre Odeska, que formaba parte del grupo del bardo, ya que es la única superviviente del mismo, aunque poco se sabe de ella. Parece ser que fue este grupo, el de Arduin y Odeska, quienes consiguieron el bastón de las cuevas de Urpilar hace unos quince años, por encargo de la entonces baronesa Von Xavras. Nos advierte Naltiria, que estos bastones son muy poderosos, y más aun en manos de su legítimo dueño, cosa que la Emperatriz podría haber insinuado ser. También nos cuenta acerca de la amenaza de que Voccisor, o el ritual, abran las Fronteras, e insiste en que de producirse, sería algo no permanente, pero aun así, peligroso.

En ese momento, Tisaia, animada por el rumbo de la conversación, interroga a Naltiria acerca de si la Emperatriz sería capaz de matar, o hacer matar, a una niña. Naltiria parece sorprendida por la pregutna, y Tisaia nos confiesa que se refiere a una niña concreta, Shaele, hija de Arduin y Vilaia, aunque la amazona parece convencida de que la verdadera madre de la niña era la mismísima Shindalar. No busca venganza, sólo “la verdad” acerca del asesinato de la cría. Parece ser que Tisaia fue maestra de Shaele. Desearía la amazona hablar con Arduin para esclarecer estos hechos, ya que nunca lo ha hecho en persona, sólo por carta.

Mucha información nueva, muchos frentes abiertos, y una pregunta. ¿Qué hacer a continuación?

 

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Sesiones XXI, XXII, XXIII. La batalla del río Bon.

Los bardos solemos ser mentes inquietas, gentes a las que nos gusta picar en todo tipo de artes. Sin embargo cada uno de los que he conocido, y a buen seguro, vuestras mercedes también, se nos da mejor una cosa u otra, y soñamos con destacar en una parcela de nuestro arte, aquella que más nos inspira, aquella que se nos da mejor. Hay bardos que son sublimes tocando instrumentos, y puedo asegurar al querido público, que Kimura Kaito es uno de ellos, pues su destreza con el shamisen no ha conocido parangón. Otros, como nuestra majestad imperial Arduin Voz de Plata, cantan con tal belleza que la mismísima Barenna se gira a escucharlo cuando alza la voz. Otros más modestos, como este servidor, aunque hacen ambas cosas razonablemente, no llegan a los niveles que he descrito. En mi caso, me especializo en narrar historias, escribirlas para las generaciones venideras, y preservar los actos heroicos entre las buenas gentes de Athanae.

Cualquier bardo narrador que se precie, tiene entre su repertorio alguna batalla. No es lo habitual que el narrador pueda contar este tipo de historias de primera mano, aunque este es mi caso, pues en el mes de Maddusander de 1838, este humilde bardo estuvo en primera línea en la batalla del río Bon.

Es una sensación difícil de describir, pues son muchas las emociones que embargan a uno. Nervios, miedo, determinación, orgullo, camaradería. Todo eso y más a una misma vez. Aquel día, tuve el honor de leer a nuestro enemigo las condiciones de nuestra Emperatriz. Como era de esperar, Gilles y sus tyrsalitas no aceptaron la rendición, y entonces me di cuenta de que realmente íbamos a luchar. Dos formidables ejércitos, frente a frente, en un campo de batalla que pronto se teñiría de rojo escarlata.

Habitualmente, una batalla es narrada de manera épica y gloriosa, y trataré de hacerlo a continuación, pero han de saber vuestras mercedes que, en el campo de batalla, las mayores miserias de la humanidad se dan cita, pues la violencia extrema, la furia asesina, la muerte, lo más sucio de hombres, elfos, gnomos, medianos y resto de razas de nuestro mundo, te rodea y embota. El olor de una refriega es algo especial, una mezcla de sangre, sudor, cuero, y metal. Los gritos de guerra al cargar, los de pánico del enemigo derrotado, los de dolor del tullido, los de desesperación del derrotado que suplica por su vida. En una batalla, amigos míos, uno siente junto y hace suyo, lo mejor y lo peor de la civilización.

Pero contemos ya cómo se dio aquella batalla, en la que el mismo Khayradín bajó del Olimpo para presenciar lo que allí ocurrió.

Del lado de Gilles, poderosas caballerías tyrsalitas, Caballeros del Sol Oscuro, que hacen temblar el suelo bajo sus cascos, enlatados en armaduras hasta las cejas, de modo y manera que pareciera que animal y jinete fueran un sólo ser metálico, pesado y temible. También, sus ballesteros campesinos, algunos de los cuales manejaban las viejas pero fiables máquinas de guerra. Algunas unidades de caballería más ligeras, y en el centro del campo de batalla, algunos minotauros, probablemente mercenarios, rugiendo con ira.

Del lado de Anne, comandado por Naltiria de las Grilandias, el ejército compuesto por la terrible caballería Roja de los Von Xavras, demonios montados en demonios, criaturas salidas del mismo infierno para enviar allí a sus enemigos; algunas caballerías ligeras y ágiles, en los flancos.

Unos cuantos regulares de infantería, como unidad de apoyo. Un regimiento de Compañeros del Panteón, con sus sagrados poderes. Destacando en el centro del campo, los escudos plateados, con sus relucientes armaduras reflejando la luz del sol, casi cegando a quien ose mirar sus impertérritas filas. Una compañía de elfos drow, listos para incursionar. Una unidad de amazonas sedientas de sangre, preparadas para empalar a todo hombre que se cruce en su camino. Un trebuchet, con enormes piedras esperando para ser lanzadas, además de un par de balistas, operadas por aguerridos campesinos. También en el flanco derecho, una terrorífica hidra, con sus cuidadores drow.

Cada uno de los compañeros de los Caminantes sin Rostro nos distribuimos de manera que fuéramos lo más útiles posible; así, Luca y un servidor nos incorporamos a la Compañía del Panteón; nuestro enorme amigo aportaría músculo, mientras yo infundiría ánimos a toda la unidad. Por su parte, Tenar estaba con las amazonas de Zhargosh. Naltiria, a su lado pero fuera de la unidad; Elian y Vronti, formando su propia y temible unidad en el centro; Neesa, sola, al lado de la compañía, dispuesta a utilizar su magia. Alix y Kalanthe, en la unidad de incursores drow, uno para acompañar los disparos de los elfos, otra para aportar fuerza de cuerpo a cuerpo llegado el caso, y finalmente Tisaia… ¿dónde estaba la ruda mujer? Nadie lo supo hasta que no asomó con su arco preparado, escondida en el bosque del territorio enemigo.

Las tropas de Gilles llegaron antes al terreno de batalla, y comenzaron su avance mientras nuestra general terminaba de organizar las suyas. No podíamos ver todos los soldados enemigos, pero rápidamente supimos que además del peligroso dragón que montaba el general enemigo, su esposa Lorraine venía a lomos de una no menos terrorífica mantícora. Ambos cónyuges volaban a toda velocidad por nuestro flanco izquierdo, acercándose a mi unidad y la de Luca. “¡Valor!” grité al ver algunos compañeros dudar ante tan penosa visión.

En el flanco contrario, nuestros caballeros demoníacos maniobraban para intentar no ser alcanzados por los proyectiles y la magia de los tyrsalitas; las máquinas de guerra trataban de derribar la granja donde nuestros ballesteros se apostaban para disparar, con terrible precisión. Los hechiceros enemigos hacían llover fuego y terror sobre nuestras unidades, que aguantaban estoicamente los conjuros de Isobel, Lorraine y Catalina. Apenas pudimos comenzar nuestro avance, Naltiria y Tenar intercambiaron posiciones, y la archimaga utilizó su magia para teletransportar a las amazonas de Zhargosh a la retaguardia enemiga, cerca de sus máquinas de guerra. Tenar, Neesa y Naltiria vaciaban sus reservas de hechizos sobre el enemigo. Llegó entonces nuestro primer éxito, cuando un enorme pedrusco lanzado por nuestro trebuchet cayó sobre la cabeza de Phillippe, que, rodeado de sus caballeros, no pudo esquivarlo a tiempo.

Lo peor para nosotros estaba por llegar: Una carga de los caballeros del sol oscuro acabó con Vronti tratando de huir, pero acorralado, sin poder alzar el vuelo, y fue masacrado sin piedad por los cascos de los caballos tyrsalitas. Los minotauros, apoyados por la caballería de Phillippe, pero ya sin él, cargaron contra los drows de Alix y Kalanthe, casi al mismo tiempo que los compañeros del Panteón recibíamos el impacto de Gilles, Lorraine y sus monturas. La suerte fue desigual para estos dos combates: Los drows y Alix recibieron con una lluvia de virotes a los enormes y furiosos minotauros, pero estos parecían no prestar atención a sus propias heridas, y continuaron avanzando hasta caer sobre la unidad. El impulso combinado de los minotauros y los caballeros, fue demasiado para nuestros héroes, que no tuvieron más remedio que retroceder para no ser aplastados.

En nuestro flanco, mientras tanto, los Compañeros del Panteón aguantamos como un muro la carga del matrimonio de Belouse, y Luca, en duelo singular con Gilles, hizo retroceder al general de los Tyrsalitas, rugiendo como un animal, poseído por el espíritu de batalla. Voto al mismo Khayradín que el ogro aguantó golpes que hubiesen sido capaces de tumbar un edificio, y sin embargo ahí estaba, de pie, agitando su alfanjón, mientras Gilles emprendía la huida, y su mujer lo despedía a gritos de “Cobarde”. Aquel combate estaba destinado a perderse, pero puedo asegurar a vuestras mercedes que resistimos como jabatos a la mantícora de Lorraine durante el tiempo suficiente como para que a Gilles le diese tiempo a recomponerse y cargar nuevamente contra nuestra diezmada unidad. Finalmente, con el regimiento ya prácticamente destruido, los pocos que quedábamos intentamos alejarnos del terrible destino que teníamos, que no era otro que ser devorados por las fauces de uno u otro monstruo, pero no pudimos burlar nuestro sino nada más que por unos segundos de desesperación, sangre, vísceras... y muerte.

El resto de la batalla, como imaginaran vuestras mercedes, lo cuento desde ojos ajenos y con los relatos que llegaron después de mis compañeros supervivientes, porque aunque los dioses tuvieron a bien permitirme vivir una vez más, quizá para cantar y contar esta historia, mi siguiente recuerdo es ya sobre un campo de batalla sembrado de cadáveres, ceniza y destrucción.

Mientras en el flanco izquierdo los Belouse causaban los estragos mencionados, en la zona central del campo de batalla las cosas no iban mucho mejor; a pesar de que un principio la unidad de drows en la que iban Alix y Kalanthe logró reagruparse, una segunda carga combinada de minotauros y caballeros la hizo ponerse de nuevo en huida, y ya no se supo más de ellos hasta unas horas después. Algunos rumores dicen que se les vio tomando cervezas en una conocida taberna de la capital. Por el flanco derecho, las cosas iban algo mejor para los nuestros. A pesar de que la hidra cayó presa de magia y proyectiles, la intensa concentración en ella permitía a las demás unidades ir librando de estos recursos. Los caballeros Von Xavras intentaban trabarse en combate, pero las caballerías ligeras del enemigo daban media vuelta ante su temible presencia, dejándolos en una posición un tanto alejada de las refriegas principales. Más allá, en el extremo derecho del campo, nuestra caballería ligera logró quitarse de en medio una unidad de ballesteros, mientras en la retaguardia de los tyrsalitas, las amazonas causaban estragos en las máquinas de guerra y algunos ballesteros rezagados, apoyados desde el bosque por Tisaia, que lanzaba una lluvia de flechas, mientras aguantaba estoicamente los hechizos enemigos.

Cuando todo parecía perdido para Neesa, pues una unidad de caballeros regulares cargaba contra ella lanza en ristre, el hada esquivó como pudo los feroces ataques de jinetes y monturas, aguantando lo suficiente para que los caballeros Von Xavras cargasen por su flanco.

No debió gustarles mucho la idea, porque salieron huyendo en dirección contraria, poniendo en tres de tres las veces que los caballeros rojos cargaban, y la unidad objetivo salía por piernas, o patas, dejando a Neesa resoplando de alivio en el centro del campo de batalla.

Poco después, sin embargo, lograron por fin probar sangre, al cargar por el flanco a la unidad de caballeros del Sol Oscuro de Gastón, a quien de reconocer un valor y aguante dignos de elogio, pues él y su unidad aguantaron como auténticos guerreros ante nuestros poderosos escudos plateados, luchando con honor y valentía incluso cuando llegaron los Von Xavras por el flanco, soportando la carga y dando tiempo al otro regimiento de soles oscuros a unirse a la refriega. Finalmente cayó, acosado por los temibles caballeros rojos, que lograron poner en huida a toda la caballería pesada tyrsalita.

Llegando desde la espalda del enemigo, las amazonas de Zhargosh se erigieron posiblemente en la unidad más valiosa de la batalla; tras librarnos, como ya narré a vuestras mercedes, de ballesteros y máquinas de guerra, dispararon hasta tumbar a la mantícora de Lorraine, quien corrió a refugiarse en la granja cercana. No obstante, sedientas de sangre, asaltaron el edificio, tomando como trofeo la cabeza de la hechicera. Gilles, furioso por la pérdida de su esposa, intentó vengarse, sólo para estrellarse contra las lanzas de las furiosas guerreras, que redondearon su día de victorias, añadiendo a su palmarés la cabeza del rebelde tyrsalita. Su dragón, privado de jinete, decidió que no pintaba más en la batalla, y agitando sus poderosas alas, abandonó el campo de batalla. Para entonces, los supervivientes ya gritaban de júbilo, con todos los oficiales del ejército enemigo muertos, y casi todas las tropas huyendo. La batalla del río Bon tocaba a su fin, y Tenar me llamó a la vida, y por la gracia de los dioses, pude contestar dicha llamada, y estar hoy ante este querido público, narrando esta historia.

Mientras los vencidos huían, y los vencedores hacían conteo de bajas y recogían su botín, un servidor paseaba entre los restos de la batalla. Los soldados celebraban abrazándose y vitoreando consignas alabando a Khayradín, a Fortunna y a la Emperatriz, y yo mismo tuve oportunidad de volver a abrazar a Luca, que los dioses tuvieron a bien traer también de vuelta.

Habíamos logrado la victoria que habría de servir de advertencia a futuros insurgentes. En el primero de Maddussander de 1838, la Emperatriz Anne Von Xavras, y en su nombre, Naltiria de las Grilandias, venció a orillas del río Bon al conde Gilles de Belouse, poniendo fin a su conato de rebelión contra el Imperio de Athanae, y un servidor estuvo presente el día en que se hizo historia.

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Los parroquianos se iban retirando de la taberna, y dejando sus propinas en el gorro de un servidor. Cuando la taberna estaba prácticamente vacía, se oyeron unos aplausos acompasadamente lentos desde el fondo.

ALIX - Muy bonito, Matt, muy bonito. Tan épico, tan heroico. Mi experiencia en aquella batalla no fue exactamente como la relatas, ¿sabes?

MATT - Claro que lo sé, Alix, pero no es lo que la audiencia quiere escuchar. Ya me alejo bastante de la épica por momentos, intentando ponerme un poco crudo…

ALIX – No lo suficiente, no lo suficiente. Aquello fue horrible, la guerra es horrible.

MATT – Estuve allí, Alix. Recuerdo perfectamente el horror. De todas formas, siéntate conmigo. Quiero que me cuentes de lo que tú te acuerdas. Nuevos puntos de vista pueden servirme para esta historia u otras… o como poco, para conocerte mejor.

Sonreí, señalando el taburete de la barra, e hice una seña al tabernero, que sirvió dos pintas de cerveza.

MATT – Cuéntame todo, Alix, deja que me empape de tu experiencia.

ALIX – ¿Sabes lo que es la congoja que se siente justo antes de entrar en el campo de batalla? Por mucho que vayas a echar un pis seguirás teniendo ganas de ir y, si eres creyente, ya puedes rezar para no mearte encima. Yo que no creo en ningún dios, sólo podía contar conmigo mismo y en mi valentía para mantener los calzones secos. Pero una cosa te digo… valgo más que cualquier puta guerra y además no dejaré que ningún mierda de fanático me ponga la mano encima.

Ya estábamos esperando a que empezara el lío. En mi unidad éramos los drows y la loca. Por las barbas de Samara… a quien se le ocurrió ponerme con ella. La locura de Kalanthe me suele resultar casi entrañable, pero no para de hablar del fin del mundo y que todos vamos a morir, pues yo no pensaba quedarme fiambre allí. Por lo visto, los drows se regocijaban en sus palabras, les encanta el caos, la destrucción y… el olor a miedo proveniente de los calzones. El ejército de “Gilles-De-La-Bouse” estaba en el campo de batalla y enfrente de nosotros se colocaron unas bestias que no parecían muy amigables: unos cuantos minotauros que me podrían haber aplastado con sólo mirarme.

Se los veía escarbando en el suelo con enfado con sus pezuñas traseras, sus colas latigaban el aire haciendo sonar los cencerros atados a sus colas… tragué con dificultad… seguro que a Kalanthe le sonó como las campanas del juicio final, seguro que en aquel mismo momento la emoción de la batalla hizo que tuviera ganas de follar hasta quedar exhausta. Sabes a lo que me refiero, ¿verdad? Pues, yo no quería morir sin haber conocido mi primer polvo. Ni hablar...

Y de repente, ocurrió… el cuerno resonó. Acaricié a Hel y a Balder. Ellos no me fallarían. Los minotauros cargaron hacia nosotros. De sus fosas nasales salía humo, desenfundé mis pistolas y me concentré, calculé… la clave estaba en aguantar. Grité a mi unidad: “¡Aguantad!”. Sentí la excitación de los drows y por un segundo temí que no me obedecieran. “¡Aguantad! ¡Maldita sea!” Apunté y disparé. Primero con Hel, fallé por poco, pero conseguí herir a uno de los minotauros provocando su furor. Luego con Balder: tomé aire, me centré y la bala salió y silbó hasta clavarse justo entre los ojos de otro de los minotauros. Casi me sorprendí al ver al coloso derrumbarse ante mí. Grité: “¡Cargaaaad!” y a partir de allí sólo noté el olor a vaca, a purín, a pis y a sangre, vi entre el barro cuerpos inertes y cuerpos en movimiento, escuché el metal cruzándose, gritos de dolor, de miedo. Sólo me quedaba luchar por mi vida fuera como fuera, me olvidé de todo: de mis valores, de mis objetivos, de mi compañía. Estaba en el suelo, cubierto de barro y todo se detuvo a mi alrededor… excepto una silueta diáfana más alejada de la batalla… Era Lothar… me incorporé evitando sin querer un hacha que se clavaba en el suelo y me alejé titubeando hacia mi visión. Grité con todas mis fuerzas el nombre de mi mentor pero la silueta se alejó. Cuando al fin creí alcanzarla, se desvaneció. Maldita sea. Volví en mí y me asaltó la rabia por haberme alejado de mi cometido. Estaba rodeado de drows que estaban huyendo como ratas. El rumor de la batalla seguía y les grité: “¡Maldita sea! ¿Queréis que os recuerden a vosotros y a todos los de vuestra calaña como a sucios cobardes o queréis que os teman hasta en el mismísimo plano superior? ¿Queréis hacer honor a Vyperuss? ¿Joder, y os lo tiene que recordar un ateo? ¡Demostrad a todo el inframundo que estáis hechos de pasta de héroes!

Mis palabras surtieron efecto: todos, magullados o no, dieron media vuelta hacia el corazón de la batalla. Seguíamos en el ajo: parecía que la batalla se volvía eterna y no sé si estábamos ganando o perdiendo. Sin embargo, a la vista de los caballeros del sol oscuro cambiaron las tornas: tenía la íntima convicción de que estábamos perdidos. Podía adivinar sus caras deformadas por el odio y los volvía aterradores, el eco atronador de su reputación les seguía como su propia sombra. Los drows gritaban huyendo despavoridos y fue cuando me di cuenta que ya no tenía balas, que si me quedaba allí, no conseguiría aguantar otra carga más… “los caballeros del sol oscuro”, tyrsalitas famosos por su falta de piedad y su sed de sangre. No lo repitas pero… noté como mi entrepierna se empapaba… un calor mojado bastante molesto pero en ese momento, ni me importaba, me sentía desnudo, Hel y Balder ya no me podían ayudar. Pensé que estaba perdido de verdad y volví a ver ante mí a Lothar. Me señaló unos cuerpos de minotauros, tumbados, inertes. Decidí esconderme entre esos cuerpos y me hice bola, sollocé como un maldito crío. No pensé que sobreviviría al día de mi decimoquinto cumpleaños… no pensé que sobreviviría al primero de Maddusander y ¿sabes lo único de lo que me arrepentía? No poder olvidar esta batalla entre los brazos calientes de una chica… como un puto hombre.

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Ambos amigos chocaron sus jarras de madera, y apuraron el último trago del espumoso brebaje.

MATT – Por los brazos calientes de las chicas – guiñé el ojo.

ALIX – Por los brazos calientes de las chicas.