De cómo Xarux recuperó las partes del ordenador de Zizou...


Tares estaba en un pequeño cubículo privado en Coruscant, mientras limpiaba y afinaba su arma. Estas minúsculas habitaciones costaban 3 créditos la hora, y era como comprar un poco de privacidad y tranquilidad en la orbe coruscantiana; El planeta-ciudad era un bullir constante de actividad, y con tantas cámaras de seguridad velando por los ciudadanos, estas cabinas eran la única manera de no sentirse observado.

Cuando acabó de afinar su rifle, lo desmontó cuidadosamente, los metió en su maletín, y salió del cuartucho. Montó en su speeder, y condujo hasta el espaciopuerto principal. Recorrió una docena de hangares, y por fin, encontró lo que buscaba: El Leviathan One.

Sacó del bolsillo un mando a distancia y lo accionó. La nave comenzó a abrirse, y antes de que la rampa estuviera completamente bajada, saltó ágilmente al interior.

Xarux y Ellen estaban repasando el hiperpropulsor para salir a su próximo destino. Tares sonrió maliciosamente, y se acercó con sigilo a ambos tripulantes, que le daban la espalda. Cuando estaba a punto de ponerle el cañón de su pistola en la espalda a Xarux, dio un respingo.

- ¡Tares, pásame la llave de cinco cuartos de esa caja! –Ellen señaló una caja de herramientas que estaba en el suelo, y la llave que había pedido voló hasta su mano, como por arte de magia, ante la mirada de fastidio del Zabrak.
- ¡Gracias, ji, ji!

Tares maldijo en su idioma propio.

- ¿Qué haces por aquí, maldito perry? – Dijo Xarux sacando la cabeza del compartimento donde la tenía metida, mientras se limpiaba las manos de grasa con un trapo viejo.
- Mmm, daros sorpresas no, por lo que veo.
- ¡Hola Tares! – sonrió Ellen maliciosa, y puso cara de niña buena. No te oí entrar.
- Ya, ya. Ejem. Necesito que me lleveis a una misión. Es urgente y sois rápidos… os puedo pagar.
- ¿Pagar? Eres colega, no es neces… Mmm, espera un momento. A lo mejor nos puedes pagar en especie- dijo Xarux mientras se frotaba la barbilla.
- Mmm, qué chungo, miedo me das…
- Es muy fácil. Te llevo a tu misión, y de vuelta, pasamos por Ryloth un momento… Te infiltras en un bunker que yo me sé, recoges un ordenador, o lo que quede de él, y me lo traes.
- Mmm. Vale. Pues vamos, no perdamos más tiempo…
- ¡El Leviathan estará listo en un momento, abrochaos los cinturones! Allá vamos otra vez…

La revelación de Leonard

...Leonard maldecía a los dioses una y otra vez, todos los días y a todas horas. Muchos de esos dioses debían sentirse, sin duda, ofendidos con semejante desprecio. Pero Leonard estaba convencido de que sus maldiciones estaban justificadas. En su opinión, y siendo un sacerdote creyente, como era él, los dioses estaban detras del ataque de aquella bestia. Algún dios tenía la culpa de su eterna tortura... Quizá por eso, Leonard, ingresó en la orden de sacerdotes de Idoya.

Idoya era una diosa joven, relativamente. Cuentan las leyendas, que antes de entrar ella en el Panteón, Hume, Dios de la raza humana y de la vida, era la fuerza benigna más grande del universo. A su imagen fueron creados los humanos y dotados de una personalidad única, muy maleable, pero increiblemente adaptativa. Por semejante creación, Hume, destacaba en el Panteón como una de las deidades mayores de más poder y sabiduría, y así fue durante miles de años. La Guerra de la Subordinación, golpeó con fuerza el núcleo del Panteón. Caitas, Dios de la locura, la enfermedad y la desesperación, cuestionó la jerarquía divina, seguido por varias deidades menores. La sed de poder que cegaba a Caitas, lo impulsó a derrocar a Hume. La tierra, reflejo mortal del Panteón, se vió convulsionada con guerras, pestes y desolación.
En el punto álgido de la guerra, y cuando ya todo estaba decantado para el bando de Caitas, Idoya reveló su presencia. Emergió de entre las deidades menores. Hasta aquel día, Idoya era la Diosa de las segundas oportunidades, la Diosa de la clemencia y el perdón. En los míseros tiempos que corrían en la tierra, sus fieles se habían multiplicado a una velocidad increible, con lo que el poder divino de Idoya, se había disparado. Con este nuevo poder y aupada a lo más alto por sus seguidores, Idoya lideró la resistencia contra Caitas y logró desbaratar sus planes, dispersando a sus aliados y enviandoles a planos menores de existencia. De esta forma, Idoya se aupó hacia los puestos más altos del Panteón.

La historia de Idoya es uno de los pocos libros que se conservan intactos en la biblioteca real. Leonard conoce la historia al dedillo, pero de poco le iban a servir sus conocimientos ahora. Sus investigaciones en la biblioteca le habían llevado hasta un pasillo abobedado. Arrastraba pesadamente una escalera de aluminio con ruedas para llegar a los libros más altos. Al pasar por debajo de la entrada abobedada, Leonard calculó mal, la altura de la escalera, que golpeó en el techo y venció su peso hacia una de las estanterías. En un primer momento, parecía que la estantería aguantaría el peso de la escalera, y así era mientras Leonard entraba a evaluar el estropicio. Pero poco después, escalera y estantería se venían abajo justo en la entrada del pasillo, bloqueando a Leonard su salida.
Al principio, Leonard maldijo a diversos dioses menores, pero cuando comprobó que nadie venía en su ayuda, el resto del Panteón empezo a estremecerse. Un hombre normal hubiese podido sacar la escalera de debajo de los escombros y quizá mover lo sufiente la estantería para salir, pero Leonard no. Aunque tenía el porte de un fornido hombre maduro, era solo fachada, ya que no podía valerse por sí solo a la hora de hacer trabajos físicos. Después de más de media hora de insultos e improperios hacia varios guardias del castillo, Leonard concluyo en aprovechar para leer un rato. Total, iba a estar bastante tiempo allí atrapado y no tenía ganas de aburrirse. Se disculpó ante Idoya y le rogó por algo de luz para ver en la oscuridad. Al pricipio parecía que la diosa no le hubiese escuchado, pero prontó el sello divino de su túnica empezó a brillar hasta que el pasillo tuvo una claridad similar a un amanecer.

Leonard comenzó buscando por los libros que tenía más cerca de la entrada, pero la mayoría habían corrido la misma suerte que muchos otros, sus páginas estaban arrancadas y quemadas... Por los títulos que aún se podían leer en las tapas, se podía deducir con facilidad, que ese corredor estaba destinado a albergar antiguos tomos de conocimientos mágicos:
Los vórtices arcanos, Historia de las artes oscuras, Extractos del Necronomicón, La luz sobre la Oscuridad, La Quinta-esencia, La Gran Ascensión, Mil y un conjuros útiles... Todos los libros que parecían tener algo de interes, estaban frustrántemente censurados.

Con cada año que pasaba en este país, Leonard notaba como si una mano invisible constriñera su espíritu, como si alguien o algo mantuviese su sed de conocimientos lejos de la verdad... Su determinación por salir de Travia era más fuerte que nunca... En pocos días tendría el dinero suficiente para poner en marcha su plan, sólo necesitaba atar pequeños cabos sueltos.

Tras varias horas leyendo insulsos pasajes de tiempos mejores en Travia, donde la felicidad y la abundancia estaban por doquier, Leonard cayó dormido. Entonces tuvo un sueño. Soñó que volvía a ser un niño. Soñó que jugaba y paseaba en un bosque. Los árboles tapaban su visión del cielo. Empezó a jugar trepando los árboles para poder ver el cielo, quería subir a las copas más altas y poder ver el mundo a sus piés, pero los árboles eran altos y resbaladizos, y Leonard no era más que un niño. Siguió paseando por el bosque, feliz y alegre hasta que súbitamente se encontró en lo alto de un acantilado. Se vió a sí mismo al borde de un precipicio, un gran abismo formado por una alta montaña, en la que jugaba Leonard. El gran bosque era diminuto en comparación con esa montaña. De repente el suelo comenzó a tembla y parte de la montaña comenzó a derrumbarse. Leonard se vió arrastrado con la corriente de rocas y barro. Mientras era engullido por la tierra, en la ladera de la montaña, ahora visible gracias al derrumbe, atisbó un brillo que venía de lo profundo. Entonces la montaña se lo tragó.

Las voces de los guardias provenientes del otro lado de la estantería le llamaban a gritos. Leonard respondió con alivio, al verse por fin libre de esa situación. Los fornidos guardias reales, sacaron la escalera de debajo de la estantería y levantaron la estantería unos centímetros del suelo, para que Leonard pudiese salir. La luz del Sol entraba por debajo lo que significaba que Leonard se había quedado dormido toda la noche y llegaba tarde a la misa del mediodía.
Leonard se aproximó a los escombros para salir de su prisión y entonces se dió cuenta de que aquella montaña de madera y libros caidos enfrente de él, se asemejaba mucho a la montaña de su sueño. Entonces recordó la luz proveniente de la ladera. Los guardias empezaban a impacientarse de que Leonard tardara tanto en salir. Leonard echo un rápido vistazo y en el hueco que había dejado la estantería en la pared al venirse abajo, vió un libro. En realidad era un libro muy delgado, tenía pocas hojas, y aunque estaba ajado y lleno de polvo, había evitado la criba gracias a su escondite.Tenía una visagra que protegía el contenido del libro con un candado y el título desconcertó a Leonard: Historia del fuego.
Uno de los guardias avisó a Leonard de que entraría para ayudarlo a salir con un poco de mofa. Leonard no lo pensó dos veces, disuadió al guardia diciendole que no necesitaba ayuda, se escondió el libro bajo la túnica y salió por el hueco de debajo de la estantería. Se disculpó ante los guardias y salió deprisa pero sin correr, escusandose de que llegaba tarde a misa. Su corazón latía con fuerza, por fin tenía algo en su poder que los habitantes de este reino ignoraban.

Ellen, Iniciada en la Fuerza


Ellen se aburría en la nave. Además, ni siquiera era “su” nave. Kaleen Da-Ar y Xavier estaban en la ciudad investigando para su importante misión en el templo, y Ellen hacía el trabajo sucio con el ordenador.

- Ellen, desencripta esta información.
- Ellen, hackea este ordenador.
- Ellen, busca una entrada.
- Ellen...

“Se creerán que soy un R2. ¿Es que no enseñan nada de informática en el templo?

Lo cierto es que Ellen admiraba a los Jedi, su filosofía y estilo de vida eran seductores; pero creía que pertenecían a otra época, y pocos maestros parecían ser buenos pilotos o expertos informáticos. La Galaxia de hoy en día requiere algo más que un sable láser y una túnica para andar por ahí.

Por eso Ellen admiraba y respetaba especialmente a Alec Hae-Shra, ex-maestro Jedi. Porque él no era un experto informático o un gran piloto, pero siempre tenía la decencia de llevarse un R2 para que le hiciera esos trabajos.

Él era además respetado en la Orden, y fuera de ella. Que Ellen recordase, Alec no tenía enemigos en toda la Galaxia, y había recorrido gran parte de ella en las diversas misiones mientras fue caballero Jedi.

Pero ante todo, Alec era lo más parecido a un padre que Ellen había tenido. Desde el momento en que se conocieron, Alec siempre cuidó de la muchacha, y se preocupaba de ella. Por entonces no sabía que ella tenía ciertos dones para con la Fuerza, pero quizá lo intuía. Y desde que se habá dado cuenta, se había volcado aún más.

Todo cuanto sabía de la Fuerza Ellen, lo sabía de las sabias palabras de Alec. Había aprendido a controlar sus poderes, y sólo los utilizaba cuando era necesario. Aunque la palabra “necesario” podía tener interpretaciones distintas según la ocasión, Ellen se daba cuenta que desde que Alec le había dado un par de lecciones, sus poderes no se desencadenaban por accidente y sí lo hacían, al contrario que antes de eso, en los momentos de tensión, cuando más necesarios podrían ser.

Pensando en todo esto, Ellen se levantó del asiento del piloto de la YT-1150 del E. L. I. que utilizaban, y se fue a la zona de carga. Allí guardaba un pequeño baúl con las pocas pertenencias que había cogido consigo para esta misión. Lo abrió, tomo con delicadeza el pequeño palito que había encima de todo lo demás, y acarició con mimo la ropa que había debajo. LA sacó con mucho cuidado, y tras echar un vistazo alrededor, se quitó su mono de trabajo, y se puso las prendas de cuero negro del baúl.

“ - Pertenecieron a una mujer que era como tú. Tenía poder en la Fuerza, pero en su planeta pensaban que era una enviada de los dioses, una sacerdotisa con poderes divinos. Cuando llegó al templo, abrazó el código, y comenzó a usar estas prendas- Alec sonreía mientras le tendía la ropa- No quiero que tú te conviertas en Jedi, no creo que sea ese tu destino. Pero estoy seguro de que te sentarán bien.”

Ellen sonrió mientras terminaba de ceñirse el traje mientras recordaba aquel día. Tomó el palito del suelo, y con un golpe de muñeca, creció hasta convertirse en un bastón de 2 metros, que Ellen sujetó con destreza por su centro. La madera refulgía tenuemente, y la muchacha se sintió al mismo tiempo extraña y cómoda; Extraña por no estar acostumbrada a esa ropa y ese arma, y cómoda porque en el fondo se preguntaba cómo había podido vivir sin ellos hasta entonces.

Dio un par de golpes al aire, con un estilo envidiable, y con otro gesto de muñeca, el bastón volvió a convertirse en un diminuto palito de apenas 10 centímetros. Lo sostuvo en la mano mientras lo observaba un minuto, y supo que ese bastón y ella habían estado predestinados a encontrarse desde siempre. Y Alec había sido el nexo entre aquella mujer que lo abandonó por un sable de luz, y ella.