Acérquense, damas y caballeros, acérquense a este humilde bardo, para escuchar una nueva historia, acérquense para escuchar cómo me uní a un grupo, cuanto menos, peculiar...

Sesión XIII:

La matriarca Kismeth, y sus dos hijas y pupilas, Azvira y X’Valla, nos esperan para tratar los asuntos que nos traen a la Infraoscuridad. Samara toma la palabra como portavoz del grupo y del Imperio mismo, y, valiéndose de un mapa del mundo, tanto superficial como subterráneo, que cuelga de la pared, da un discurso acerca de la importancia de las alianzas en tiempos de guerra como los que vivimos. Finalmente, tras exponer su alegato, hace su oferta: un matrimonio entre una de las hijas de Kismeth y el primer hijo que los Emperadores Anne y Arduin engendren, de modo que la hija de la matriarca será Emperatriz Consorte del Imperio de Athanae, y posible Emperatriz Regente cuando su marido fallezca, además de madre del futuro gobernante de las tierras de la superficie.

La matriarca, sonríe divertida y contraataca sin piedad: Los emperadores aún no tienen esa descendencia, y quizá nunca la tengan, arguye Vithanthi. Samara está ofreciendo castillos en el aire. Además, se plantea si los súbditos de la Emperatriz Anne serían tan dóciles con una gobernante drow sentada en el trono, o una semidrow. Por tanto, la matriarca rechaza de plano la oferta, y, siguiendo con un estudiado guion, pasa a hacer su oferta, que consiste en dos peticiones. La primera, es que desea la muerte de Yako Hana, la daimyo cortesana del Dragón Azul, que está siendo muy relevante en unas posibles alianzas que se están forjando en este mismo momento, entre el mismo Dragón Azul y Laethran Dru’Hax, una matriarca drow que controla esa frontera. Parece ser que estas dos mujeres están cerca de lograr un acuerdo para que la ciudad de Kuraitsuro sea enlace entre la superficie y el inframundo, estableciendo lucrativas relaciones comerciales y colaboración estrecha. Sin embargo, nuestra anfitriona no quiere tener nada que ver con la superficie, y por tanto quiere echar por tierra dicho plan. Para ello, cree que será suficiente con eliminar a Hana, principal valedora de este acuerdo. Nos envía a una reunión a tres bandas, en la que estarán Hana, Dru’Hax y nosotros como representantes del Imperio, y debemos aprovechar esta oportunidad para eliminar a Hana. Como ayuda para esta tarea, Kismeth nos proporciona un regalo que hemos de hacerle a la daimyo, una caja de obsidiana que, siendo agitada de cierta manera, abrirá un portal mágico que permitirá el paso de dos asesinos de la matriarca para eliminar a Hana, además de hacerlo pasar por un atentado de Dru’Hax; no obstante, la matriarca se conforma con la cabeza de Hana, siendo la trama de los asesinos, accesoria. La segunda parte de la misión se nos comunicará a la vuelta exitosa de esta primera tarea. Nos informa Kismeth que Hana es una mujer astuta, cruel, despiadada y acostumbrada a las intrigas y mentiras, información que tomaremos en cuenta para abordar la misión.

Nos dice también la matriarca que quizá queramos hablar con un extraño individuo que, a las afueras de la ciudad de Doki, hace preguntas sin discreción ninguna acerca de nosotros, y que quizá podamos usar su nombre para algo. Tras aceptar la misión, nos dirigimos a hablar con este hombre, que dice llamarse Daimon Tadashi, y parece llevar tiempo esperándonos. Nos conduce a un sótano, y comienza su discurso diciendo que nos ha visto en sus visiones y sueños, utilizando uno de los Artefactos vinculados a los Tomos, para eliminar a una joven deidad. Sin embargo, sólo reconoce a Naltiria, y dice que el resto, no encajamos en lo que vio en sus profecías, no obstante, parece muy seguro de que somos nosotros. Estamos un tanto confundidos, pues no recordamos haber utilizado dicho Artefacto, y Naltiria sugiere que quizá el hombre haya visto el futuro en lugar del pasado. La archimaga es quien lleva la voz cantante en esta conversación, pues aunque dice sentirse tremendamente atraída a, tal como sugiere Tadashi, mandar todo al carajo y centrarse en la búsqueda de los Tomos y los Artefactos, no puede hacerlo por su lealtad a la Emperatriz. El hombre insiste en que la guerra venidera es una nimiedad en comparación al poder de los Artefactos, y que si caen en malas manos, todo podría dar igual. La conversación gira entonces hacia, en lugar de buscar los Tomos, sería quizá más conveniente buscar a aquellos grupos que los persiguen, y detenerlos. Sea como fuere, la conclusión final es que a pesar de que Naltiria está de acuerdo en la tremenda importancia de los Tomos, debemos seguir cumpliendo la misión que nos ocupa, pues la Emperatriz tiene suficiente poder para impedirla entregarse completamente a la búsqueda de los Artefactos. Tadashi, decepcionado, nos emplaza a encontrarnos con él en Ikoro si finalmente decidimos emprender esta gesta, ciudad, que una vez empiece la guerra, será más bien inaccesible. Mientras, nuestro nuevo acompañante Elian, que se ha traído hasta la mesa todas las botellas de alcohol que le cabían en las manos, y las ha ido vaciando mientras conversábamos, se levanta completamente borracho y con un sospechoso bulto en la bragueta, grita algo acerca de venganza, Lhoereb, y drows, entre otras palabras que no logramos entender. Tenar, con la mano en la cara, sana a Elian, que al darse cuenta de la situación, se sienta avergonzado.

Regresamos pues a la Infraoscuridad para seguir elucubrando qué hacer con el asunto de Hana, ya que cada vez nos parece más claro que pueda tratarse de una trampa de Kismeth. Puede querer dejar mal a Athanae e involucrarnos, dada su poca simpatía por los habitantes de la Superficie, puede que simplemente quiera ponernos a prueba. El caso es que todo parece indicar que nos estamos adentrando en la boca del lobo.

Mientras estamos viajando de vuelta a Kri’Xia, divisamos una comitiva de drows, que parecen ser de la familia Lhoereb, la familia con la que Elian debe de tener algún asunto pendiente. Quiere perseguirlos, pero finalmente tiene que desistir, al estar escoltados por unos guardaespaldas de Kismeth. ¿Qué asuntos se traerá con los drows?

De vuelta a la ciudad drow, nos ponemos a buscar información acerca de Yako Hana y de Laethran Dru’Hax, para saber sobre qué terreno pisamos. De Hana averiguamos que es una hábil cortesana, que sabe moverse tan bien en público como en la sombra, y que como miembro del Dragón Azul, hará lo que sea necesario para el bien de su Imperio a cualquier coste; de Dru’Hax conseguimos descubrir que está casada con Xaegon, que parece darse ínfulas de grandeza, tiene fama de gran diplomática, pero también tenemos algunas informaciones que apuntan a que puede ser que sus subalternos sean quienes estén expandiendo esta fama que quizá no sea del todo merecida.

Pensando en cómo podemos abordar la reunión una vez conocemos estos datos, partimos a Kuraitsuro, no sin antes pedir a Kismeth un salvoconducto que nos pueda llevar tan cerca de la ciudad como sea posible, evitando los peligros que acechan en la Infraoscuridad. Lo único que nos ofrece la matriarca es la seguridad de que su familia no nos hará daño.

Por precaución, decidimos usar el mínimo de magia imprescindible durante el viaje, para no atraer miradas ilícidas no deseadas.

Cuando llegamos, unos días después, descubrimos una enorme urbe, donde multitud de razas entran y salen de las puertas, custodiadas por guardias y burócratas que anotan todo movimiento; es evidente que hay esclavitud, por supuesto. Según nos acercamos, los guardas parecen sobre aviso de nuestra llegada, así que tras intercambiar algunos susurros, nos escoltan hasta la fortaleza, donde la reunión a tres bandas nos espera… aunque tan sólo Yako Hana, nos recibe.

No hay comentarios: