Acérquense, damas y caballeros, acérquense a este humilde bardo, para escuchar una nueva historia, acérquense para escuchar cómo me uní a un grupo, cuanto menos, peculiar...

Sesión IX:

El “Sepulcro Negro” se encuentra a una buena distancia de un par de barcos pesqueros, que realizan sus labores, pero Neesa, o Tugrid el pirata, nos dice que hay algo de sospechoso en sus actividades. Están pescando, sí, pero hay algo más… uno de los hombres a bordo mira continuamente al este, en nuestra dirección, como buscando algo, o a alguien.

Kaito nos dice, que él no está dispuesto a atacar a campesinos, ancianos y niños, y al tiempo, nos advierte que un gran megalodón está por los alrededores, buscando su almuerzo.

Finalmente descubrimos a quién buscan los pescadores. Una galera viene por nuestra popa, y los pescadores parecen hacerles señales con sus faroles. En una hábil maniobra de nuestra capitana Tenar “La Pálida”, nos aparta del camino de la galera, y gracias a nuestro camuflaje, pasamos desapercibidos para la embarcación.

El grupo, con este nuevo devenir de los acontecimientos, discute de nuevo qué hacer: ¿Atacar la galera, que parece llevar a bordo un destacamento militar? ¿Continuar con el plan de atacar a los pobres pescadores, robarles sus peces y secuestrarlos como esclavos?

Neesa también se niega a esto último, incluso rehusando usar su magia a pesar de la orden de la Capitana, poniéndola en un aprieto. “La Pálida” tiene tentaciones de cortar la cabeza de su marinero, pero se contiene a duras penas. Tras valorar democráticamente nuestras opciones, desarticulando la poca autoridad que la capitana tiene, decidimos perseguir a la galera, con la intención de abordarla en sigilo, y poder tomarla sin ataque frontal.

Sin embargo, Rezhias mediante, cuando llegamos a donde se supone que ha de estar el barco perseguido, no vemos nada salvo los pescadores, que continúan faenando una vez han cumplido su cometido de guiar a la nave militar.

La visión de Neesa la permite divisar los faroles de la embarcación militar, así que comenzamos la persecución. Para cuando la alcanzamos, la Dama Infortunio vuelve a cruzarse en nuestro camino, pues ya se encuentra rodeada de otras naves y están en rango de visión unas de otras. Maldiciendo nuestra suerte, decidimos abortar el plan de abordar la galera, y damos media vuelta, con el rabo entre las piernas.

Buscamos un nuevo plan de acción. Las horas pasan raudas, mientras urdimos una nueva manera de saquear botín. Tras discutirlo profusamente, decidimos esperar a la siguiente galera que los pescadores guíen a la costa en la oscuridad de la noche, para colarnos de manera sigilosa, y desde dentro, hacer guerra de guerrillas, saboteando, intentando poner a la tripulación contra sus compañeros, secuestrando o eliminando oficiales, o dominándolos. Sin embargo, cuando todo parece listo para la acción… la galera nunca llega, pues parece ser que no se trata de un recorrido regular. Allí están los pescadores, con sus atunes y redes, pero nada más. El que sigue buscando algo que echarse al gaznate, es nuestro enorme amigo submarino.

Un poco desesperados por nuestros planes frustrados, decidimos movernos de una zona que no nos ha proporcionado nada de provecho. Al poco de empezar a navegar, Fortunna nos ha de sonreír por fin: Un barco mercante, que además parece tener algún tipo de avería, se nos presenta en el horizonte, así que la capitana pone rumbo de interceptación. “La Pálida”, consciente de que Neesa, Kaito, y también Naltiria, rehúsan matar, ofrece rendición a la nave mercantil en perfecto hiraneano, y los asustados marinos civiles la aceptan, no sin antes proferir algunos insultos, momento que Samara aprovecha para disparar nuestro arpón de cubierta, atravesando a uno de los pobres desgraciados que nos dedicaban exabruptos.

Nos disponemos a trasladar a los rendidos prisioneros al Sepulcro, pues la nave mercante parece haber sufrido algún ataque previo, lo cual explica que no tenga escolta, que se esté hundiendo, y que el lanzavirotes que llevan a bordo, este inoperativo. Registramos las bodegas a toda prisa, pues el agua empieza a colarse a velocidades alarmantes, y logramos extraer un buen cargamento de lingotes de acero, menor cantidad de hierro frío, y unos pocos de plata, además de munición para el lanzavirotes averiado, que decidimos trasladar también a nuestra nave con idea de repararlo más tarde.

Mientras se trasladan los desgraciados mercantes, atados con sus propias vestiduras, Samara aprovecha para desjarretar un tiro con su ballesta a otro infeliz, que cae inerte por la borda. La sangre que le mana de la herida en la cabeza atrae al megalodón, que como si supiera que le íbamos a proporcionar el aperitivo, surge de las profundidades del mar para hacerse con su presa. Tenar, viendo que puede hacer zozobrar nuestra embarcación, levanta como zombi al otro caído, y le ordena lanzarse al agua en una dirección, mientras vira el Sepulcro a la contraria. Emprendemos la huida del enorme pez, que entretenido con su almuerzo, nos ignora suficiente tiempo para alejarnos de la zona.

Emprendemos nuestro regreso a Espina Cruel, con el botín cargado en nuestra bodega, y habiendo alimentado los tiburones, además de llevar con nosotros a los marineros mercantes, con la idea de entregarlos como esclavos, a quienes Samara habrá de infundir el terror durante el viaje de vuelta. Tenar intenta por su parte cuidarlos para que lleguen en el mejor estado posible a puerto, aseándolos como puede y proporcionándoles comida. La mediana, por su parte, disfrutando de su cumplimiento de la misión, tortura y humilla a los capturados, golpeándoles, insultándoles, e infligiendo otras vejaciones a los pobres desgraciados, como orinarles encima.

Ante esta última provocación, Naltiria, que apenas aguantaba su rabia, se acerca a Samara, y con ira contenida, cruza la cara de la halfling, que en puro acto reflejo, saca una daga de no se sabe dónde, y la hunde entre las costillas de la archimaga, que ahoga un gemido. Retrocede un paso y se lleva la mano a la herida, y la retira ensangrentada. Intenta Tenar poner paz antes de que el asunto llegue a mayores, y la humana se retira a un extremo del barco, rechazando la curación de la capitana. Samara, satisfecha, vuelve al “cuidado” de los prisioneros. La tensión puede cortarse con la misma daga que Samara acaba de utilizar...

El resto del viaje continúa con una calma tensa en el ambiente, tensión que ni Kaito ni un servidor logramos disipar con nuestras canciones. Samara lleva continuamente su enigmática sonrisa en el rostro, mirando desafiante al mundo. Naltiria, recluida en su rincón del barco, con la mirada perdida en el mar, los demás, haciendo nuestro trabajo conscientes de que en cualquier momento, puede volver a saltar una chispa que lo incendie todo.

Pero no ha de acabar aun el viaje, pues mientras nos aproximamos a Espina Cruel, Neesa, o Tugrid, se acerca a la archimaga, y ambas conspiran en secreto para liberar a nuestros prisioneros, para evitar que vivan una vida de esclavitud pirata… ¿Lograrán esto?

 

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