Acérquense, damas y caballeros, acérquense a este humilde bardo, para escuchar una nueva historia, acérquense para escuchar cómo me uní a un grupo, cuanto menos, peculiar...

Sesión VIII:

Voto a Khayradín si no le place lo que ve; el golem Maxtor, tremendamente bien ensamblado y construido, no parece inmutarse por nuestros intentos de impactarlo con las armas proporcionadas, a pesar de hacer nuestros mejores esfuerzos. Samara, siempre atenta a planes alternativos, se escabulle hacia donde se unen las tres cuerdas, y las corta con decisión. Se ha dado cuenta la mediana que algún tipo de energía baja desde el techo de la cueva hasta el casco de Maxtor, y cree que el sistema tiene algo que ver con estas sogas. Kaito se da cuenta de lo que pretende la halfling, y trata de cortar, tanto él como el elemental de fuego que ha convocado, otro punto de unión de las cuerdas.

Mientras Alix, Neesa y un servidor tratamos de llegar al lanzavirotes y operarlo, Naltiria busca maneras de ser útil, ya que su magia de poco parece servir contra el blindado constructo. Levita mediante su magia hasta el barco y se introduce en la bodega, en busca de algo que pueda resultar de utilidad en el combate. Encuentra la archimaga unos toneles llenos de un líquido viscoso, utilizado en forja, capaz de resistir grandes temperaturas antes de consumirse, y por tanto, sirve para mantener un calor que podría derretir hasta el más resistente metal. Abraza uno de ellos y sale de nuevo volando hacia Maxtor, con intención de rociarlo del compuesto.

Neesa nos da instrucciones precisas de qué palancas operar y qué cuerdas tensar, y apunta hacia el golem. La pericia del hada, ahora humano pirata, junto con una buena dosis de fe, guía el proyectil hasta el pecho metálico de Maxtor, impactando con un sonido sordo. El constructo no se queja, pero es evidente que el enorme virote lo ha dañado.

Maxtor trata de palmear a Naltiria como si se tratase de un molesto mosquito, mientras la conjuradora revolotea alrededor del enorme montón de metal, tratando de vaciar el contenido de su barril sobre él. No logra Naltiria hacer llegar el líquido más allá de las manazas de Maxtor, suficiente para que Kaito, atento a la jugada, lance bolas de fuego dirigidas al líquido, que estalla en llamas. Maxtor aprovecha sus nuevas armas flamígeras para intentar golpear con ellas a Tenar, que aguanta valientemente delante de él, recibiendo los golpetazos e intentando impactarle, sin mucho éxito en esta segunda tarea.

Naltiria regresa a la bodega del barco, y mediante el vínculo telepático, pide ayuda para tratar de derramar más líquido sobre el golem, que si bien cuenta con puños de fuego ahora, nos damos cuenta del que las altas temperaturas están derritiendo el metal lentamente. Kaito acude en su ayuda, mientras pone a su elemental de fuego junto a Tenar para entretener a Maxtor.

Neesa, o Tugrid el pirata, nos grita órdenes telepáticas a Alix y a un servidor, para recargar el intricado sistema de poleas y tensores del lanzavirotes, y parece que en unos segundos podremos volver a dispararlo. Entretanto, Samara, hábilmente escondida, ha descubierto una red de cables que son los que transmiten la misteriosa energía al golem, y se ha dedicado encaramada al techo, a cortarlos. Los arcos de energía no llegan ahora a Maxtor, que privado de instrucciones, se dedica a mamporrear a nuestra valiente elfa, que aguanta las embestidas como mejor puede, sanándose cada tanto con su magia divina.

Naltiria sobrevuela de vuelta al golem, con un nuevo barril. Sin poder ser controlado remotamente, no presta atención a la humana, que vacía el contenido del barril sobre el pecho agujereado del constructo. Samara, que esperaba este momento, martillea su pistola y dispara. El proyectil, caliente por la deflagración de la pólvora, hace que el líquido se inflame, convirtiendo al golem, casi en otro elemental de fuego. Neesa apunta el lanzavirotes y dispara de nuevo, y otro impacto brutal de virote casi hace perder el equilibrio a Maxtor, que se agita confundido, si eso fuera posible.

Una gnoma irrumpe corriendo en el campo de batalla, gritando “nooooo” mientras se acerca a todo lo que dan sus cortas piernas al golem. Conecta un artilugio lleno de palancas al pie de Maxtor y, oprimiendo botones y moviendo palancas, le da orden de arrojarse al agua mientras continúa derritiéndose por el calor del fuego. Zhao aplaude satisfecho. Hemos superado la prueba del “combate”, y tras las felicitaciones pertinentes, nos presenta la siguiente prueba.

El barco varado en la playa subterránea va a ser nuestra nave pirata, literalmente. Nos pide que usemos la modesta coca, de un solo palo y armada con un solitario arpón, como barco para “sembrar el terror, recolectar el botín y dar de comer a los hambrientos tiburones los cadáveres” dice. La embarcación está en un estado medianamente aceptable, pero es desde luego, pequeña y frágil comparada con cualquier galeón pirata que hayamos visto. Con resignación, trato de elevar los ánimos de los compañeros, bautizando nuestro barquichuelo como “Sepulcro Negro” y decidimos que nuestra capitana, por experiencia como marina, será Tenar “La Pálida”, mientras que la contramaestre Naltiria “La Piernas” será su segunda. “La Piernas”, se preguntarán vuestras mercedes, porque “La Pálida” es un nombre bastante evidente para Tenar. El de Naltiria, sin embargo, se lo ganó mientras decidíamos el plan de acción. Mientras, permítanme presentarles al resto de la tripulación del Sepulcro, que podríamos ser Alix “el pistolas” Samara “la Tazos”, Kaito “el llamas” Neesa “la disfraces” y Matt… Matt “¿el cronista?”

Botamos nuestra embarrrrrcación, mientras los aguerridos marinos trazan el plan de acción. Hemos de sembrar el terror en los mares, saquear botín, y alimentar los tiburones con los cadáveres de nuestras víctimas, dijo Zhao. Sin embargo, Naltiria se niega en redondo a matar. Sembrar el terror, sí. Saquear botín, claro. Pero matar y echar a los tiburones a nuestras víctimas, válgame Idhaal, eso es horrible e inaceptable, no tanto como pagar a los piratas para que hagan lo mismo con los hiraneanos, o peor aun, los capturen como esclavos y terminen comprados por algún depravado que les someta a torturas. El caso, es que en tono jocoso, y tratando de quitar hierro al asunto, un servidor propone que quizá con cortar una pierna a cada uno de nuestras víctimas, los tiburones puedan estar satisfechos y no habría necesidad de matarlos… ¡Hay que dar trabajo a los pobres ebanistas, para que puedan vender sus patas de palo!

Naltiria me fulmina con la mirada, mientras Samara ríe abiertamente y otros contienen la carcajada. “La Piernas” ya saben vuestras mercedes. Me temo que fue culpa mía, voto a Shindalar.

Neesa dice que de estar metidos en una guerra, y para cumplir con la misión, debemos hacer lo que Zhao pide, y por tanto se muestra dispuesta a saquearrrrr robarrrr matarrr y abordarrrr. Súper-saja-raja-espialidoso.

Samara mira con sorpresa a Tugrid, o Neesa, y se lleva aparte al hada, sorprendida por el cambio de forma de actuar de Neesa ante este asunto, más pragmática de lo esperable. Neesa se muestra apesadumbrada por la crueldad de verse envueltos en una guerra, pero ya ha asumido que las bajas son inevitables y sólo quiere dirigirlas hacia el menor de los daños para lograr la victoria. Neesa sigue convencida de no haber cambiado en realidad, sólo se ha abierto ante la imposibilidad de cambiar el rumbo de los acontecimientos. La mediana parece de todas formas satisfecha con el rumbo del grupo, en especial de Neesa, que sea posiblemente la más alejada de ella en términos morales.

Nuestra nueva capitana decide utilizar los cadáveres del asalto a La Aguja para hacerles unas cuantas preguntas, en busca de información acerca de qué barco podríamos atacar o al menos, qué zona podríamos navegar. Sin embargo, los muertos parecen dar respuestas contradictorias, lo que enfada y frustra a Tenar, que tiene tentaciones de blasfemar para sus adentros, mientras los espíritus de los hiraneanos muertos ríen desde el limbo...

Tras este fallido interrogatorio, Naltiria domina una bandada de gaviotas, a las que manda como exploradoras en busca de posibles víctimas del “temido” “Sepulcro Negro” pero como es de esperar, las embarcaciones más pequeñas que la nuestra llevan escolta militar, y las que son más grandes, pues son más grandes, vive Alunne.

¿Qué asaltaremos? ¿Seremos capaces de infundir el terror en nuestros enemigos? ¿Nos convertiremos en los sanguinarios piratas que Zhao busca?

 

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