Acérquense, damas y caballeros, acérquense a este humilde bardo, para escuchar una nueva historia, acérquense para escuchar acerca de una compañera de grupo, cuanto menos… especial.

Kalanthe (I)

A medida que crecemos y vamos realizando algunas elecciones en la vida, a menudo nos gusta descubrir coincidencias afortunadas. Quiero decir, si uno es seguidor de Finnalis, y nació el 1 de Finnalander, parece que es cosa del destino, o quizá te hicieras seguidor del Juez por haber nacido en su mes. La historia que les voy a contar hoy es exactamente eso, pero al revés.

Si existiera un día para conmemorar a Rezhias, Kalanthe habría nacido en el día más alejado del calendario, sólo por llevar la contraria. Es más, damas y caballeros, nuestra protagonista de hoy nació en pleno Fortunnander, cuando más aprieta el calor en su Fenectas natal, para más ironía. Y es que si algo no falta en esta historia, es ironía. No sabemos con exactitud el día, aunque fue a mediados, pues fue abandonada después de unos días de nacida a las puertas del templo del Mal Augurio, cerca del bosque de Genhaffen, dedicado a la Dama del Infortunio. Allí fue donde se crió, con el apellido de huérfana Holz. La vida en un templo de Rezhias es también curiosa. Quiero decir, algunos de sus clérigos son los típicos que rezan con fervor a su deidad, y hacen tareas que suelen hacer los sacerdotes, como administrar el templo y extender la fe. Sin embargo, gran parte del clero de Rezhias vive su fe de una manera un tanto especial, ya que, ¿para qué perder el tiempo en rezar, si todo va a salir mal y no es esta vida sino una sucesión de penurias inagotables desde que uno nace hasta que muere, más temprano que tarde?

Los adoradores de Rezhias suelen ser extraños compañeros de viaje, pesimistas, deprimidos y deprimentes. Su visión de la vida tan oscura y negativa hunde el ánimo de cualquiera que pase poco tiempo a su lado escuchando su doctrina. Sin embargo, cada cual vive su fe de una manera personal, y Kalanthe es una excepción en el seno de los clérigos de la Dama del Infortunio. Su visión de la vida es tan oscura y deprimente como la de sus hermanos, pero la afronta de una manera bastante opuesta: vive con fervor, convencida de que cada momento puede ser el último, así que disfruta de los placeres mundanos con pasión y devoción. Quizá con algunos ejemplos puedan vuestras mercedes entender lo que digo.

Kalanthe creció, como decía, en un templo de Rezhias, donde aprendió el oficio de sacerdotisa y se especializó en combate cuerpo a cuerpo, utilizando su enorme mangual a dos manos, repartiendo infortunio con él. Allí aprendió de sus mentores el escaso valor de la vida, la manera pesimista de ver la existencia y más cosas, pero como decimos, Kalanthe estaba hecha de otra pasta. De acuerdo, su vida no valía nada, pero pronto aprendió a disfrutar de los pequeños placeres que esta ofrecía, como una buena comida, la adrenalina del combate, la satisfacción de superarse a sí misma en retos cada vez más peligrosos hasta el punto de resultar en ocasiones temeraria e incluso suicida. Pero esas pequeñas contradicciones son lo que dirige la vida de nuestra buena sacerdotisa, buscar la muerte con ahínco, y tener la mala suerte de no encontrarla.

Más tarde, como es natural, comenzó a descubrir los placeres de la carne, y se dijo que sólo por probar más y más amantes distintos merecía la pena seguir adelante, mientras superaba retos cada vez más complicados. Antes de abandonar el templo a los 16, en cuanto tuvo ocasión, ya se había acostado con todos y cada uno de los sacerdotes que quisieron compartir su lecho… y alguno que otro que no quería, pero lo hizo igualmente.

Esa voluntad de mejorar, y conseguir retos cada vez más cercanos a la locura, fue lo que impulsó a nuestra heroína a abrazar el camino del aventurero, viviendo cada aventura como si fuera una misión sólo de ida. En ocasiones, eso hizo que los distintos grupos a los que fue perteneciendo, emprendieran aventuras más allá de sus capacidades reales, pero una y otra vez, Kalanthe sobrevivía. Una de sus primeras aventuras, tras formar un pequeño grupo de aventureros un poco atolondrados e inocentes, fruto de la inexperiencia, fue arrojarse a la guarida de un dragón verde en una cueva cercana al bosque donde había crecido. Cuando sus compañeros dudaban si adentrarse en la cueva o no, empezando a sentir el miedo apoderándose de ellos, Kalanthe empujó al guerrero de la compañía, “eh chicos, Waltz está cargando, ¡vamos!” así que se apresuraron a seguirlo contra la terrible bestia. No obstante, Kalanthe, mala suerte, trastabilló con una raíz que sobresalía del suelo, y aunque no llegó a caerse, quedó lo suficientemente retrasada de sus compañeros, de modo que cuando el aliento ácido del dragón salió de sus fauces, alcanzó de lleno a todos sus compañeros, dando sólo de refilón a la clériga, que al ver cómo se derretía su armadura de segunda mano, dio media vuelta y empezó a correr como pollo sin cabeza, presa del pánico. El dragón, que ese día se encontraba perezoso y divertido, rió con ganas al ver tan ridículo espectáculo, y como había logrado un buen aperitivo con los 4 compañeros, la dejó huir.

Para cuando Kalanthe se arrojó a un lago un par de kilómetros más allá, apenás la quedaban unos jirones de ropa. Se frotó frenéticamente los restos de ácido de la piel, y salió completamente desnuda y humeante del lago, donde un par de pescadores la miraban atónitos desde la orilla. Sin pensarlo dos veces, encaminó su enorme corpachón hasta los dos hombres (que resultaron ser hermanos, para más seña) comenzó a besarlos con pasión, y celebró su supervivencia con un buen coito al atardecer. Es sabido que los dos hermanos regresaron al pueblo sin pescado, y cuando se les cuestionó acerca de su fracasada jornada de trabajo, y contaron la historia de la mujer que salió del lago y les hizo el amor salvajemente, todo el pueblo se rió de ellos y nadie los creyó.

Satisfecha con el sexo, y con la adrenalina por las nubes por el episodio del dragón, Kalanthe se dijo a sí misma que sin duda era Rezhias quien había dirigido su mano al empujar al pobre Waltz, y aun más, quien había puesto aquella raíz en el suelo para hacerla trastabillar. Esa era la vida que deseaba, al menos hasta que Tlekhal hubiese de llamarla a la tumba, y desde aquel día nuestra protagonista respira cada aliento como si fuera el último, y disfruta de cada momento como ningún otro mortal sabe hacerlo.

Las aventuras, grupos y compañeros de Kalanthe se fueron sucediendo, y por supuesto, llegó a completar algunas misiones con éxito y con tácticas menos suicidas. Aprendió pronto que la vida valía poco, pero que se encontraba a gusto dentro de su cuerpo por el momento, así que si bien siguió siendo temeraria y valiente, comenzó a estudiar mejor sus tácticas de combate, y fue perfeccionando sus artes arcanas, divinas y marciales a medida que sobrevivía a misiones.

Continuaba, en ocasiones, aceptando encargos que sonaban difíciles y luego eran peores, pero por Rezhias que siempre salía adelante de una u otra manera, aunque perdió muchos compañeros, algunos muertos, otros desaparecidos, y otros, más prudentes, huidos. A pesar de los continuos cambios de miembros, el grupo era conocido como “Las Espadas sin Filo” y se granjearon cierta fama en los foros de Fortunna como grupo dispuesto a aceptar misiones que otros grupos de aventureros ni se planteaban. Cuando una situación era lo suficientemente peligrosa como para espantar a cualquier grupo modelo, ahí estaban los Espadas sin Filo dispuestos a llegar a un acuerdo por un precio justo, el justo que les diera para reponer y mejorar su equipo, llenarse el estómago y hacer un donativo al templo de la Dama Infortunio más cercano.

Muchos aventureros emprenden ese camino por el oro, la riqueza, la gloria o simplemente para ganar poder. Kalanthe sólo busca en este medio de vida adrenalina, placer y una manera de pasar el tiempo entretenida hasta que la muerte la lleve, cosa inevitable de todas formas, así que está decidida a encontrar la muerte menos aburrida posible.

Quizá en la actuación de mañana os pueda contar alguna aventura más acerca de Kalanthe. Hasta entonces, querido público, que Fortunna nos sonría.

La enorme mujer castaña, de casi dos metros, aplaude junto al resto de la audiencia, que se va retirando a medida que pagan sus consumiciones y dejan algún dinero en el sombrero que Matt tiene a pie de escenario, mientras este les agradece, sonríe y se despide. Anthe espera sentada en su silla pacientemente, mientras apura el último trago de su quinta cerveza. Cuando los parroquianos se han retirado, y el posadero se dispone a barrer y recoger, la clériga se planta frente al escenario de un par de zancadas.

- No está mal para un bardo de tres al cuarto.

- Gracias, supongo, querida amiga.

- Basta de preámbulos, ¿subes a la habitación?

- Siempre tan directa. ¿No tuviste suficiente con lo de ayer?

- No tienes nada mejor que hacer, lo sabe hasta Rezhias.

- Eso también es verdad, voto a Shindalar – Matt se echa el aliento a la mano, y asiente satisfecho. Saca una pequeña cuerdecilla, se ata una coleta en el pelo, y sonríe - Mademoiselle, vos primero – dice mientras señala a la escalinata.

Kalanthe sonríe de oreja a oreja, se pone a subir las escaleras, y cuando siente los pasos del bardo tras ella, se baja un poco los pantalones para dejar que el bardo vea donde la espalda pierde su nombre.

- Ah, Shindalar, ¿por qué seré tan débil? - susurra Matt resignado mientras sube las escaleras.

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