Acérquense, damas y caballeros, acérquense a este humilde bardo, para escuchar una nueva historia, acérquense para escuchar cómo me uní a un grupo, cuanto menos, peculiar...

Sesión XXXV. La llave del corazón abre muchas puertas.

Con las tareas pendientes que teníamos, Naltiria nos informó que si bien estaba obviamente preocupada por el ritual de Voccisor, prefería centrar esfuerzos en complacer a Odeska. Aunque no nos habíamos reunido para dividir tareas, de forma natural cada cual se empleó en lo que consideró oportuno, y la mayoría no hizo demasiado caso de la archimaga, pues estaban casi paranoicos con acabar con la misión del ritual. Así, Neesa buscaba desesperadamente a Malik Fah en el campamento del sur, para implorar su ayuda y Tenar, buscaba la ayuda de los archimagos una vez los templos nos habían dado la espalda.

Por mi parte, continuaba trabajándome a la secretaria del señor alcalde Din, una tarea que me resultaba, no lo negaré a vuestras mercedes, agradable de realizar. La muchacha era bonita, y agradecida en el lecho, y voto a Shindalar si no estuve especialmente inspirado entre las almohadas de Hasiba, de forma que pude sonsacarle que guardaba en su armario un manojo de llaves para acceder a la alcaldía, e incluso al despacho del alcalde. La primera noche, hice un molde, un carboncillo y copié todas las runas y símbolos que vi, con la esperanza de poder realizar una copia que nos permitiese colarnos sin que la falta de las originales nos delatase. Sin embargo Tenar, una vez examinados mis bosquejos, advirtió que muy probablemente las llaves fuesen mágicas, y acceder con una copia dispararía todas las alarmas arcanas dispuestas. Habría que utilizar las originales.

Mientras, Naltiria buscaba trabajos para el grupo, y encontró que el capitán Fahid Don de la guardia, ofrecía una suculenta recompensa por atrapar a unos infames ladrones y forajidos. Eran tres humanos, de nombre Didah, Algavian y Galamon, además de un elfo, conocido como Mistaris. Eran famosos por ser excepcionales ladrones, y se sabía que habían incluso robado a archimagos poderosos. Aunque no solían emplear la violencia como primer recurso, si se veían acorralados, no dudarían en defenderse, incluso de manera letal. El precio que pagaba la ciudad de Molcco por atraparlos vivos era de 800 000 monedas por cada uno, y 200 000 si se les entregaba de cualquier otro modo. Una suma que sonaba tremendamente apetecible, pues nos dejaría muy cerca de los 6 millones que precisábamos para comprar a los archimagos de N’Daleth su solución.

Aun más cerca si cabe, si teníamos en cuenta que el trabajo de Tenar nos había procurado el apoyo de Hannah Ibhdan, archimaga del noreste de Palacio de Marfil, que estaba dispuesta a prestarnos 1 millón de monedas para nuestra causa, siempre que se le devolvieran más adelante.

Naltiria además encontró otro anuncio que podría sernos de utilidad, pues un tal Hussan Fah buscaba una Piedra de Poder Arcano. Fue en busca del contacto la archimaga, pero sólo para encontrarse con que el tal Hussan había muerto hacía tiempo. Mindala Kor se encargaba ahora de sus asuntos. La señora Kor seguía interesada en la Piedra, e incluso reveló a Naltiria la localización de una: En una fosa de difícil acceso en el Atolón de Ihstandria.

 Un día más pasaba en Re-Ionnae, y de nuevo llegaba la noche, el dominio de la sombra, el subterfugio y el amor furtivo. Así, tras dar a Hasiba su ración de esto último, y tal y como habíamos planeado, asomé por la ventana de su vivienda, para tender a Alix el manojo de llaves con el cual habría de colarse en la alcaldía en busca de la correspondencia con Pico de Oro. Las llaves fueron examinadas concienzudamente por Tenar, que se dio cuenta, voto a Fortunna, a tiempo, de que además de las llaves, sería necesario algo más para no activar las alarmas, una suerte de identificación. Algo así como un símbolo que identificara a quien accedía como trabajador del edificio. Fue la misma Tenar la que recordó que todos los empleados llevaban prendido un broche de un faisán negro, que busqué entre las ropas de Hasiba, que dormía plácidamente desnuda en su lecho. Lancé el faisán a Alix, que junto a las llaves, a su astucia y destreza, pudo colarse en la alcaldía… sólo para descubrir que el alcalde, quizá sospechando del grupo husmeando a su alrededor, había quemado la correspondencia que buscábamos en un incensario. Recuperó no obstante el muchacho lo que quedaba de la última carta, que guardó con cuidado en su bolsillo, antes de volver a dejar todo como lo había encontrado y devolver a un servidor llaves y broche.

Gracias a la magia de nuestras compañeras, pudimos recuperar el contenido de esta carta a la mañana siguiente, una carta que hablaba de una reunión en la posada del Titán Azorador, aunque la fecha que se indicaba nos hizo sospechar de que se trataba de una reunión ya acaecida hacía meses. Al menos teníamos una prueba de que el alcalde Nazim Din se había reunido con Pico de Oro, como mínimo una vez, y sabíamos, dónde y cuándo, un punto de partida estupendo para que las conjuradoras pudieran hurgar en el pasado. Un pequeño triunfo, sin duda.

Entretanto, Neesa al fin consiguió encontrar a Malik Fah en uno de los descansos del sacerdote en la batalla. Tras mendigar y suplicar ayuda, Malik volvió a insistir en que los dioses habían puesto ante el grupo esta prueba para comprobar cómo la resolvíamos, e insinuó que el camino del dinero no era el más adecuado. Sin embargo, finalmente tendió al hada un amuleto de bastante valor, como ayuda a nuestra empresa. Un amuleto cuya utilidad era, posiblemente mayor que su valor de mercado.

Y mientras esto sucedía, Naltiria trataba de entrevistarse con algún archimago en Molcco, pero la ciudad de las mil trampas burocráticas hacía su magia, impidiendo que nuestra archimaga pudiese hablar con sus equivalentes molccovitas. Era necesario rellenar unos documentos que luego había que registrar en otro órgano, para el que había cola de semanas, o algo similar, lo que hacía inviable el asunto.

Y en esas estábamos, querido público, avanzando a pasos lentos, pero, voto a los dioses, en la dirección adecuada… o eso esperábamos.

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