Acérquense, damas y caballeros, acérquense a este humilde bardo, para escuchar una nueva historia, acérquense para escuchar cómo me uní a un grupo, cuanto menos, peculiar...

Sesión XXXVIII. Dulce Miel, Amarga Despedida.

Naltiria estaba deseosa de presentarnos a Jallil Tan, quien habría de ser nuestro experto cerrajero y manipulador de trampas en la aventura que nos aguardaba en las ruinas de la ciudad de Aezmir. Aunque el trato estaba prácticamente sellado, y de hecho, ya le debíamos al pícaro dos días de jornal, la archimaga quería la opinión del resto del grupo, en especial de Alix, pues el chico era lo más parecido a un infiltrador que teníamos, y posiblemente fuera capaz de valorar si las habilidades de Tan eran adecuadas.

Sin embargo, por el momento estábamos liados, algunos, como un servidor, montando un escenario improvisado y atrayendo gentes para la pequeña gran actuación que estábamos preparando cerca del Titán Azorador, para que Neesa pudiera usar su magia y ver al fin si el alcalde Din se había reunido con “Pico de Oro” y poder identificar a este último.

Otros estaban ocupados en otros asuntos, como Alix, que había pedido la ayuda de Kalanthe para… un tema un tanto más personal. El chico estaba más que interesado, desesperado, por aprender a complacer a una mujer, y Kalanthe estaba dispuesta a guiarlo.

La enorme seguidora de Rezhias podía ser ruda y agorera, pero les aseguro a vuestras mercedes, que una vez llegada al lecho, se transformaba en una mujer diferente. Dependiendo del día y la compañía, podía ser una salvaje sin piedad que te cabalgaba hasta el amanecer, o como sucedió en esta ocasión, una tierna y dulce chica con gran paciencia para llevar a Alix al placer mientras se satisfacía también a sí misma. Anthe trató con exquisito mimo a Alix, que, de seguro, tardaría en olvidar los besos apasionados, las tórridas caricias, y los primeros orgasmos con una mujer de verdad. Una mujer, que quizá había puesto el listón demasiado alto, literalmente, para las que estuvieran por venir.

Voto a Shindalar, que sin duda estaba satisfecha con la feliz pareja, y a Barenna, ya que la siguiente noche la Dama de Todas las Canciones habría de sonreír a un servidor.

Mientras tanto, Naltiria seguía enfrascada en sus conspiraciones, y utilizando el disfraz de muchacha rubia entrada en carnes que ya había usado en otras ocasiones, recorría Molcco en busca de coincidencias sospechosas, o cualquier otra pista que le pudiera servir para continuar su investigación. Sin embargo, lo que se encontró, Rezhias mediante, fue a Yosef Ibhman, que resultó ser uno de los Archimagos de Molcco, y que parecía seguirla la pista desde hacía un tiempo por sus actividades. Al señor Ibhman no parecía engañarle el disfraz de Naltiria, y la mandó prender por uso ilícito de magia. Naltiria dio con sus huesos en prisión, aunque no todo estaba perdido, pues en la cárcel de Molcco conoció a Wael Sun y a Dilek Ren, ambos comerciantes enfadados que se habían negado a pagar los abusivos impuestos de entrada a la ciudad. Quiso Fortunna que Wael, aficionado a las apuestas y los juegos de azar para más seña, hubiese coincidido en algunos de ellos con un tal “Pico de Oro” aunque no quedaba claro si se trataba del mismo individuo de Palacio de Marfil. Era de todas maneras suficiente para que Naltiria comenzara a atar cabos y más cabos en su cabeza, convencida de que estaba desentrañando una conspiración a gran escala.

Tras trasnochar enjaulada cual semidragón rojo, a la mañana siguiente, Naltiria pagó su multa, de 37 000 monedas, conmutable por su pena de dos meses de prisión por ser la primera vez que la pillaban saltándose la ley. Salió a toda prisa, y nos puso rápidamente al día de sus averiguaciones, segura de que no era casualidad que el nombre “Pico de Oro” resonase en ciudades tan distantes.

Era el momento de entrevistarnos con Jallil Tan, que se mostró tan dicharachero y seguro de sí mismo como en la anterior ocasión con Naltiria un par de días atrás; estaba deseoso de entrar en acción y aventurarse en las ruinas, aseguró detestar a los drows, y nos garantizó que ninguna trampa nos haría daño mientras él fuese el encargado. No era famoso, dijo, pero, ¿qué clase de pícaro lo es? Preguntado por su historial, se mostró especialmente orgulloso de un anillo saqueado en las ruinas de Milvara, otra de las ciudades caídas en desgracia por el infame Alvión. Todos parecíamos satisfechos con el encuentro, pero Jallil se mostró especialmente interesado en Kalanthe. Puedo asegurar a vuestras mercedes que si bien Kalanthe no era una mujer que podamos llamar bella, tenía una especie de magnetismo irresistible, y hacía sentir esa sensación de acercarse al precipicio, con seguridad de que vas a caer, pero no puedes evitar seguir avanzando. Eso debió sentir nuestro nuevo compañero, y tras ponerse de acuerdo con Alix, pues Kalanthe le tenía reservado su lecho una noche más, se decidió que sería cosa de tres.

Mientras Alix, Jallil y Kalanthe rendían una vez más culto a Shindalar, alabada sea, un servidor se encargaba de hacer lo propio con Barenna en la plaza del Titán Azorador. Mi humilde propaganda de boca en boca había resultado en una buena afluencia de público, y modestia aparte, he de reconocer que hice una buena actuación. Saqué mi mejor repertorio de canciones animadas y bailables para mantener al apreciado público ocupado y activo, mientras la pequeña Neesa llevaba a cabo su magia escondida en el escenario. Fortunna también hubo de acompañarnos, pues la actuación salió tal y como queríamos, y el hada consiguió ver todo lo que deseaba, o al menos, todo de lo que fue capaz. Quizá incluso Velereón tuvo a bien pasarse y echar un bailecito, pues la recaudación fue generosa.

El hada había finalizado su entrenamiento en la academia de guerreros ese mismo día, y su maestro le había encargado llevar un paquete a su igual en Castiglia; parecía ser que el envío por mar era caro y lento, y el mágico era prohibitivo, así que aprovechando que Neesa no podía pagar las clases, su instructor se cobró de aquella manera. Pero lo importante era que Neesa tenía novedades que contarnos, pues en su visión del pasado, había visto al alcalde Din, de incógnito, hablar con alguien que no podía ver, pero a quien se le cayó, Fortunna así lo quiso, un anillo en el momento oportuno. “Creo que se te ha caído esto” ofreció el alcalde a su interlocutor invisible, y el anillo desapareció de sus manos, pero a Neesa le había dado tiempo a ver el grabado del mismo, un hexágono familiar… ¿La Dulce Miel?

Con esta revelación, que pareció excitar especialmente a Naltiria y a Alix, que se dio cuenta rápidamente que Taalia llevaba un anillo similar pero con el hexágono en otra posición. Fuera quien fuese Pico de Oro, podía ser un agente de la Dulce Miel, una organización que se suponía exclusiva de Athanae, pero por lo visto empezaba a extenderse al continente reionnita. Esto dio nuevas alas a las teorías conspirativas de Naltiria, alas de abeja, sin duda.

Ante la inminencia de nuestra incursión a las ruinas de Aezmir, Neesa se dirigió a Naltiria, y expresó sus miedos. De nuevo el hada pequeña y cobarde emergía del escudo de valentía que pretendía construir Neesa, y rogó a la archimaga que aplazáramos nuestra expedición, pues los golems eran enemigos formidables virtualmente inmunes a su magia. El hada aseguró que estaríamos mejor preparados en unas semanas, tiempo que dedicaría a estudiar una nueva profesión que Tenar habría de enseñarle toda vez que ya era guerrera. Naltiria trató de tranquilizar al hada, arguyendo que “nunca” era el momento adecuado de exponerse al peligro, y que nunca íbamos a estar mejor preparados. A pesar de la insistencia de Neesa, que incluso llegó a pedir que reclutásemos de vuelta a Luca o Hägar para ganar músculo, la archimaga desoyó las peticiones de la pequeña conjuradora.

Con la nueva información acerca del alcalde, a la mañana siguiente, Alix acudió de nuevo a la casa de Odeska, pero la humana no estaba en su domicilio. Los vecinos no la habían visto en el último par de días, y Alix decidió que algo no cuadraba, y tras echar la puerta abajo, inspeccionó el edificio, sin encontrar nada sospechoso. Eso sí, la última nota que había dejado para Odeska no estaba.

El muchacho, tras informarnos del fracaso en informar a la cazabrujas de nuestros avances, encaminó sus pasos al puerto de la capital, y allí, buscó un pasaje que lo llevara de vuelta a Athanae. Sin embargo, lo más parecido que pudo encontrar fue un viaje que lo dejaría en Sihk, ciudad del norte del continente en la que tenía más posibilidades de encontrar un barco que lo llevase a Athanae. Sin embargo el viaje era de 4 meses, cosa que no parecía servirle a nuestro joven compañero. Finalmente no tuvo más remedio que hablar con Naltiria, cosa que no le apetecía en absoluto.

Por alguna razón, descubrir que Taalia podía estar involucrada con la Dulce Miel había sido un duro golpe para el muchacho, y necesitaba quizá poner sus ideas en orden; la solución que había buscado (y encontrado) para el problema con Voccisor finalmente había sido descartada. Además, como confesó a Naltiria, Alix quería “federar” a los cazabrujas, unirlos en una gran causa común y conseguir que dejasen de actuar como lobos solitarios o como células dispersas. La amenaza de los fanáticos estaba bien organizada, y Alix consideraba que su gente debía hacer lo mismo. Toda vez que la opción de Taalia se había cerrado, Alix deseaba volver a Athanae para empezar con tan ambiciosa empresa.

Naltiria utilizó su mejor verborrea para intentar retener a Alix en el grupo, pero su decisión era firme. Alix estaba convencido de que tras dejar de lado a Taalia, ahora la Dulce Miel podría estar buscándolo, y necesitaba huir. La archimaga arguyó que Athanae era el lugar donde la Dulce Miel mejor operaba, pero eso no disuadió a Alix para abandonar el grupo. Ni siquiera quiso despedirse de los demás, y estoy convencido que no lo hubiese hecho de Naltiria de no ser necesaria para llevarlo de vuelta a Athanae.

Naltiria, cariacontecida, sacó su bastón del estuche de ébano donde lo guardaba desde hacía tiempo, y con un pase mágico, abrió un portal a Castiglia, franqueando paso a Alix. El muchacho dijo unas últimas palabras dedicadas al grupo, que aseguró llevar en el corazón, aunque no se sentía lo suficientemente fuerte para una despedida. Luego, abrazó a Naltiria, enjugó las lágrimas que resbalaban por su rostro… y atravesó el portal.

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