Una botella al mar

Mi querida Kalanthe,


Te lo susurré al oído antes de ir: “Te echaré de menos” y cumplí con mi promesa. No hay ni una sola noche en que no me duerma pensando en tu calor envolviéndome y esto hace que inevitablemente tenga ganas de más.


 

A lo mejor ni siquiera se te ocurrió pensar en por qué te lo pedí aquel día. Tú aceptaste sin preguntarme aunque pensaba que me ibas a decir que no al ver tu cara de asombro. Estaba seguro que no me iba a gustar, pensaba que ibas a ser bruta, exuberante, loca, como siempre, pensaba que ibas a ser demasiada para mí y quería quitármelo de encima como la roña, pero me equivoqué. Me enseñaste a compartir el placer y no todos los chicos de mi edad pueden decir lo mismo. Así que, Kalanthe, tú eres para mí una dulce locura. Seguirá el viejo Alix temeroso por la hedonista Kalanthe semidesnuda penetrando en su habitación para ofrecerle sus encantos y el Alix de ahora. Ahora soy un hombre confiado: sé pelear, sé defender mis ideales, soy libre y… sé complacer a una mujer. Considero que lo tengo todo para tener éxito.


Encerrar mis palabras en esta botella… qué chorrada ¿es una chiquillada verdad? Pero un océano me separa de este recuerdo contigo y a lo mejor si suelto la botella por un acantilado, Ecuotte llegará a hincharse como tú te retorcías en esta cama; cuando lo haga, me quedaré a ver las olas, dejaré que me salpique la espuma recordando el salitre de tu flor. Qué curioso, esta botella tendrá el mismo destino que el mío entre tus brazos: mecida por las olas y puede que llegue a ahogarse en sus profundidades o incluso a estrellarse contra las rocas en un millón de estrellas de cristal.


Sé que querrías que volviera a pensar en ti y que con sólo imaginarme tus curvas me excitara. Sé que quieres que no olvide ningún instante de lo que vivimos. Me regalaste tu placer y dijiste que había sido tocado por Shindalar. No es cierto: todo fue gracias a ti, tenlo bien claro. Me pediste que me acercara a ti, que te acariciara, que te besara y me trataste como si tuviera todo el derecho de yacer a tu lado y gracias a ello, el miedo se esfumó.


Me pediste que me acordara de cada una de tus caricias hasta el fin del mundo y en las noches más solitarias de Zhargosh es lo que hago: repito sin cesar cada uno de tus gestos como un baile acompasado. Tus manos me sujetan la barbilla y me giras suavemente la cara:


- Abre los ojos Alix y mírame, mírame como si quisieras comerme a besos, mírame como si fuera única en Athanae - en ese momento te ríes y por primera vez tu risa me suena cristalina - así muy bien. Ahora, besa cada parcela de mi cuello desde la oreja hasta el hombro, baja suavemente, mmmh así, para… no bajes más hasta haber probado el sabor de mis labios.


Con un poco de miedo todavía me acerco a tu cara, tus labios tienen el sabor de una fruta madura. Escucho tu respiración y algún gemido escapando de tu garganta:


- Suave Alix - te ríes otra vez y entre risas añades - mejor, así me gusta.


Siento la húmedad de tu lengua, tu sonrisa, la suavidad de tu boca, tus manos recorriendo mi cuerpo encima de la ropa y mi pene se yergue, caliente y apretado en mis pantalones. Me empujas con un ademán maternal que no te conocía, encima de la cama y me quitas cada uno de los botones de mi camisa, tu lengua recorre mi pecho, mi vientre, mi ombligo puntuando esa danza con besos. Tengo la impresión de que quieres saciarte entre mis brazos y eso aumenta mi excitación. Me quitas los pantalones, me mandas quitar los tuyos y sin ni siquiera tomar el tiempo de quitarte la camisa te sientas encima de mí como si fueras una reina. Te mueves suavemente y me susurras:


- Abrázame y quítame la camisa: quiero que me beses y que me veas desnuda… estoy aquí por y para ti.


Lo hago… tu piel huele a calor, a arena y a sudor. Me coges las manos y me las colocas en tus senos enseñándome como acariciarlos y yo me veo envuelto en tu ternura: sólo tú existes en ese momento y noto como la excitación deja paso a unas ganas irreprimibles de gozar. Sé que tú lo notas también y a pesar de mis quejas para que dejes que me quede dentro de ti un poco más, te levantas y me agarras los brazos para que no pueda siquiera tocarme. Estoy gruñendo de disgusto quiero más y lo quiero ya:


- Sé paciente cariño, gozarás cuando te lo diga yo. Ahora eres mi hombre y yo soy tu amante, decido yo.


El doloroso placer que siento me nubla la razón… lo podría abandonar todo para que siguieras moviéndote lánguidamente encima de mí. En este momento no me doy cuenta del poder del deseo: sólo lo entendí más tarde, al tener la cabeza fría. Te suplico que me dejes poseerte más, te niegas y te ríes otra vez, esa risa me vuelve loco de deseo y tú lo ves como un juego divertido. Te tumbas en la cama, abres las piernas y me dices:


- Ahora me tienes que hacer soñar, cariño - siento alivio al saber que te voy a penetrar otra vez pero tú me rechazas suavemente y añades - no no… con la boca… y nada de tocarte mientras tanto, te lo prohibo.


Hundo mi cara en tu flor salada, empiezo a besarte y pruebo tu sabor con mi lengua.


- Más rápido, Alix - obedezco como un perro fiel: me has hechizado.


Siento como te retuerces y como gimes bajo mis besos avariciosos de tu piel. Acaricio mientras tanto tus muslos, tu cadera, tu vientre, te araño suavemente. Me agarras y me susurras como en un soplo:


- Ahora sí…


Yo, ya no te entiendo y miras mi miembro erguido como un soldado, sonríes, me quedo embobado por tu sonrisa encantadora, tus dientes son blancos como la leche. Me envuelves la cadera con tus piernas que cruzas detrás de mi espalda y me guías para que te vuelva a penetrar. 


Noto otra vez este calor húmedo abrazándome a la perfección. Nuestros cuerpos sólo forman uno y sin esperar mucho más tu cuerpo es recorrido por espasmos. Gritas de placer y  tus dedos se hunden contraídos en las sábanas. Al verte gozar no puedo aguantar más y te lleno en un último caderazo. El placer es inmenso y gimo tu nombre. Al acabar, nuestros cuerpos se relajan y me quedo lánguido entre tus brazos. Me abrazas y me acaricias el pelo. Creo que estoy viviendo el momento más tierno de mi vida.


En estos días, me enseñaste sólo una parte de lo que sabías pero suficiente para que pueda aprender más. Y puedo afirmar que aunque no te vuelva a ver nunca más, atesoraré este recuerdo hasta el fin del mundo…


Te quiero por todo eso

Alix


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