Acérquense, damas y caballeros, acérquense a este humilde bardo, para escuchar una nueva historia, acérquense para escuchar cómo me uní a un grupo, cuanto menos, peculiar...

Sesión XXXVI. La discreción del Titán.

La mayoría de los integrantes del grupo llegamos a la posada en la que sabíamos que se habían reunido el alcalde Din y “Pico de Oro”, el Titán Azorador. Estaba regentada por un hombre negro, de nombre Taha Bul, que se mostraba orgulloso de su establecimiento. No era para menos, pues en medio de un barrio de clase más bien baja, la posada destacaba entre los humildes edificios de viviendas y lonjas de pescado pobres. Su construcción era más robusta y rica, y Tenar enseguida se dio cuenta que irradiaba magia. Apenas pusimos un pie en el interior, nuestro vínculo telepático se vio interrumpido, confirmando las sospechas de la elfa. Aparentando ser clientes de paso, tomamos un buen vino de N’Daleth, voto a Fortunna que estaba delicioso, y tanteamos al posadero, que nos aseguró que en el piso de abajo encontraríamos intimidad. Decidimos pedir una cena para tomar allí, y comprobamos que las mesas que estaban ocupadas en el piso inferior, estaban protegidas mágicamente contra miradas indeseadas. Los comensales y clientes parecían estar ahí hablando, bebiendo y comiendo, pero sólo en apariencia, pues lo que veíamos no era la realidad, realidad que transcurría detrás de ese velo de privacidad. Degustamos la cena, consistente en varios platos típicos, mientras descartábamos poder utilizar la magia de Retrospectiva en este lugar tan bien protegido.

Tras la cena, me encaminé a la morada de Hasiba, aun tenía que hablar con la mujer e intentar conseguir alguna información más.

Entretanto, Naltiria se movía por las calles de Molcco con la mosca tras la oreja, con una extraña desazón provocada por el ambiente enrarecido de rebelión en la ciudad. Mientras intentaba tropezarse de manera casual con algún archimago, intentó hacer averiguaciones acerca de qué era lo que provocaba el malestar de los molccovitas, Escuchó argumentos acerca del supuesto abandono de la Emperatriz y su corte de la ciudad, que, según los ciudadanos, sólo se preocupaba de la guerra en el sur, mientras exprimía a impuestos al resto del continente. Sin embargo, por lo que sabíamos, este era un pensamiento que sólo había arraigado en Molcco, y Naltiria deseaba saber la opinión de los archimagos de la ciudad al respecto.

Esa noche, mientras un servidor rendía culto a Shindalar entre las sábanas de Hasiba una vez más, Neesa continuaba espiando al alcalde de la manera más discreta que podía, sin mucho que destacar. El señor Din parecía hombre de rutinas y se retiró a su morada a la hora acostumbrada, sin ninguna actividad sospechosa. Su secretaria, en ese tiempo, confirmaba nuestras sospechas de que la visita de Hyandora al alcalde, en caso de que hubiese acontecido, fue discreta y nadie fue testigo.

Ante la imposibilidad de escudriñar el pasado en la taberna del Titán Azorador, Naltiria sugirió hacerlo con su exterior. Sabiendo como sabíamos la fecha, podríamos localizar la entrada y salida del alcalde, y con suerte, identificar a “Pico de Oro”. Necesitaríamos una hora aproximada… y la manera de burlar la falta de permiso para conjurar en la ciudad algo que no fueran viajes mágicos.

Alix intentaba mientras tanto, hacer amigos entre los marineros del barrio, que eran hombres rudos hechos al mar. A pesar de la amplia experiencia del chico a bordo de la Aguja Plateada de la famosa Sharteen Tiffón, los marineros no parecían creer las palabras de Alix. El chico se retiró a descansar, alquilando una habitación en el Titán Azorador. Un tanto paranoico, antes de dormir, y a pesar de la garantía de seguridad del dueño del establecimiento, el cazabrujas estuvo espiando al resto de clientes que dormían en la posada. Finalmente la noche pasó, y tal y como había prometido Taha Bul, Alix pudo descansar sin sobresaltos. De mañana, tomó un buen desayuno consistente en kunafeh, una especialidad local dulce, parecida a una tarta. Neesa fue a buscar al muchacho, lo sacó de la ciudad para poder lanzarle los conjuros potenciadores habituales, y se encaminaron a la alcaldía… para descubrir que estaba cerrada, pues era el último día de la semana, consagrado al descanso. Así que fueron a la casa de Odeska, con la esperanza de que el nombre “Pico de Oro” la dijese algo y pudiera darnos alguna pista nueva. Sin embargo, a pesar del insistente aporreo de la puerta de Alix, nadie contestó. Tenar prestó a Alix un pergamino, que utilizó para dejar una nota a Odeska y pasarla por debajo de la puerta.

Naltiria continuaba curioseando por Molcco, y cada vez más, estaba convencida que la principal causa del descontento era la desinformación. Algunos ciudadanos culpaban a Hyandora de todos sus males; otros, al Imperio; y algunos más, a los viajeros y aventureros. El caso era que cada vez estaba todo más caldeado, y la ignorancia y la información sesgada que llegaba desde todas partes no ayudaba. Nuestra archimaga empezaba a sospechar que se trataba de una conspiración más grande de lo que aparentaba, y se sumergió más y más en la investigación.

Entre todo esto, el grupo, sobre todo Tenar y Naltiria, continuaba haciendo cuentas mentales e inventario de objetos, para intentar llegar a los 6 millones de monedas. Aunque teníamos algunos objetos mágicos poderosos y probablemente con buen valor de mercado, algunos de ellos no eran comerciables, como la túnica de cultista recuperada en el ritual que nos había metido en todo este embrollo; era un objeto poderoso, sí, pero su factura (probablemente piel de humanoide) y sus propiedades relacionadas con un dios como Idhaal la hacían imposible de vender. Además, contábamos con una buena colección de objetos menores, de no mucho valor, pero mágicos igualmente. Tras realizar el inventario y tasación, decidieron que podrían ofrecer todos estos objetos menores a la archimaga Iratha Bul para intentar rebajar la suma pedida, pero finalmente desecharon la idea, ya que era muy probable que los estándares de la señora Bul fueran demasiado altos en lo que a escala de poder mágico se refiere. Además, Tenar estaba convencida de que la archimaga podría sentirse ofendida si intentaban renegociar el precio acordado. Todo esto hablaban Tenar y Naltiria, una Naltiria, que al más puro estilo Neesa, había decidido cambiarse el aspecto por el de una joven humana rubia y rolliza. La alta elfa se mostraba sorprendida de no poder ver el aspecto real de la archimaga a pesar de sus poderosos conjuros, mientras Naltiria trataba de quitarle importancia. Sin embargo Tenar no pareció satisfecha con la explicación, y tiró la pulla a Naltiria: "Si puedes hacer esto, ¿qué garantía tenemos de que eres quien dices ser?" La archimaga no se dio cuenta de ello, o no quiso hacerlo, y dijo que había cambiado su aspecto para poder entrar y salir de Molcco sin tener que pagar un precio abusivo. El caso es que a pesar de los esfuerzos de ambas conjuradoras, seguíamos sin tener el dinero, y una vez más la idea de la ciudad en ruinas y su mazmorra revoloteó sobre nuestras cabezas. Cada vez parecía tomar más forma, pues esta vez incluso se planteó que la composición del grupo adolecía de un pícaro experto en trampas y cerraduras, cuyos servicios habríamos de alquilar si queríamos contar con tales habilidades.

Neesa, ya convencida de que seguir al alcalde no le reportaría nuevos datos, finalmente se buscó una academia de guerreros, cuyos secretos deseaba conocer desde hacía tiempo. El hada superó una serie de pruebas que el instructor le puso, como subir una colina con lastre, nadar en un río bravo, trepar un muro untado con vísceras de animal, superar un circuito con sacos móviles que trataban de derribarla y atinar a un estafermo de entrenamiento. Superó Neesa estas pruebas con esfuerzo, y el instructor accedió a entrenarla… a cambio de una cuota que el hada no podía pagar. El maestro guerrero ofreció entonces una alternativa: Una vez acabada la instrucción, Neesa debería hacerle un favor, aun por determinar.

Alix estaba inquieto por el paradero de Odeska, y Naltiria, deseosa de ganarse de nuevo el favor del muchacho se ofreció a buscarla mediante magia… pero finalmente se desechó la idea por si la cazabrujas se diese cuenta del espionaje y no la pareciese bien, cosa que parecía más que probable.

¿Iríamos finalmente a explorar las ruinas de la ciudad que nos proponía el elfo Taelwe Mir, en busca de las riquezas que nos permitiesen pagar a los archimagos de N’Daleth? ¿Qué tipo de pícaro se uniría a nosotros en tan peligrosa aventura? ¿Estaría Naltiria en lo cierto, y una terrible conspiración se urdía en las sombras de Molcco?

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