Acérquense, damas y caballeros, acérquense a este humilde bardo, para escuchar una nueva historia, acérquense para escuchar cómo me uní a un grupo, cuanto menos, peculiar...

Sesión XXVI. Duelo y paso adelante.

Julie Noir parecía entre exhausta y satisfecha, como después de un buen revolcón. Se acercó a Naltiria, y con malicia en los ojos, preguntó a la maga, por qué la Emperatriz la había elegido a ella para encabezar al ritual. Todos los demás participantes parecían dispuestos, incluso deseosos, de hacerlo, hasta el punto de que se muestra celosa de las cicatrices en forma de runa maldita que adornan las manos de Naltiria. Todo lo contrario la antigua archimaga de Taneo, que aun tenía la mirada perdida, intentando procesar la experiencia que acababa de vivir. Jolie, sin embargo, lamentaba la pérdida del arma, que hubiese querido utilizar en más ocasiones. El contraste entre ambas conjuradoras es evidente, pues Naltiria quiere que la guerra acabe cuanto antes, sin más muertes innecesarias. Finalizada la conversación, se encamina la maga a informar a la Emperatriz del resultado de la misión.

Entretanto, Neesa viaja a Zhargosh, más concretamente a Tolina, un pequeño pueblo pesquero, donde visita el templo local de Khalah. Templo del que hace tiempo saliera de aventuras Alexander, antiguo compañero del hada, que murió a manos de Holgen, el semiorco, miembro del Coro Cegado. Allí, Neesa dedica una ofrenda de fragantes flores al recuerdo de su amigo, de su amante, y confiesa que nunca llegó a enseñarle su verdadero rostro. Se lo muestra ahora mientras pronuncia su plegaria, y promete vengar su muerte, pidiéndole fuerzas a su compañero caído. Dona sus objetos y hace voto solemne de cumplir tal empresa. Abandona tras ello el templo, tarareando la canción de cuna que Kaito y un servidor la ayudaron a recordar a bordo de La Aguja de Plata.

Naltiria llega a Zit, donde ha de reunirse con Anne Von Xavras. Antes de pasar a su audiencia, la archimaga se detiene y rompe en llanto, incluso vomita, abrumada por la destrucción causada en su antiguo hogar. Tras recuperar un poco la compostura, se ajusta los ropajes y entra en la sala donde aguarda la Emperatriz de todo Athanae, que aguarda las noticias junto a su protegida X’Valla. Intercambian la drow y la humana miradas de odio mutuo, pero las palabras son para Anne. Narra Naltiria con todo el detalle que es capaz, el ritual acaecido en Taneo, y las consecuencias, y en el rostro de Anne se dibuja media sonrisa de victoria. “¿Ha empezado el fin de la guerra, majestad?” pregunta Naltiria, con un ápice de esperanza en la voz, pero la Emperatriz no parece tan optimista. “La guerra acaba de empezar” espeta, ya que los Dragones, arguye, tal y como corresponde a su temperamento, no se detendrán, aún más, este golpe les empujará a una mayor determinación. La mandataria está convencida de que se abrirán nuevos frentes, de los que parece estar dispuesta a confiar alguno a Naltiria y sus Caminantes sin Rostro, a tenor del éxito en la reciente batalla. La archimaga, que primeramente ha empezado la entrevista con su habitual rostro disfrazado de indiferencia, finalmente relaja su expresión, y se muestra servil: “Haré todo lo que la Emperatriz desee”, dice. Anne se muestra sorprendida, aunque agradecida, por ver a su interlocutora con actitud tan voluntariosa. Le pide ahora que le cuente más, que le dé detalles acerca de la experiencia vital que le ha supuesto el ritual de Taneo. Recupera el rostro neutral Naltiria, que afirma que ya llorará más adelante las víctimas de la ciudad allionita. Ahora es consciente de que existen objetivos más elevados, más importantes. Galidarian se hubiese sacrificado, una vez por cada víctima en la milenaria ciudad destruida, pero de la alta elfa, nada queda, asegura. Entonces, continúa Anne, ya sabes lo que eres ahora: una supervivivente, como yo. La dignataria quiere saber acerca de lo que Naltiria desearía hacer a continuación. Tras varios rodeos, reconoce que reconstruir Taneo, y su torre, pero entiende que habrá otros asuntos de mayor importancia. Una vez satisfecha la curiosidad de la Emperatriz es momento de satisfacer la de Naltiria. ¿Por qué Anne ignora la búsqueda de los Artefactos de Poder, si es consciente de las consecuencias que tendría su reclamación? Anne sonríe, y cuestiona a Naltiria acerca de qué le ha sucedido a todo aquel que ha emprendido dicha búsqueda. El rey Meghren, caído en desgracia, y asesinado por sus propios aliados; el rey Allanon, desaparecido y defenestrado igualmente; incluso Fenris, que ha logrado ascender al Olimpo, ha fracasado, pues en cuanto comenzó a resultar molesto, los dioses impidieron que continuase con su misión. Si la mismísima Hyandora se opone a esta búsqueda, no será Anne la que dude de las razones de la Santa Emperatriz de Re-Ionnae. Incluso siendo portadora de uno de ellos, es muy probable que no lo lleve por propia voluntad. ¿Por qué los buscas tú, Naltiria?, se pregunta la Emperatriz. ¿Para cambiar el orden establecido, para alejar a los dioses y sus seguidores de su influencia? Buscarlos es, para Anne, facilitarle el trabajo a los dioses que los anhelan, haciéndolos más accesibles a sus manos. Lo único que podemos decidir, es precisamente, cuánto involucramos a los dioses en este asunto, y Anne aboga por no hacerlo en absoluto.

Una vez aclarado este punto, la conquistadora asegura que la reconstrucción de la torre llegará, a su debido tiempo, y Naltiria volverá a tener estatus de archimaga. Naltiria, más humilde que de costumbre, lanza una última pregunta a la Emperatriz: ¿Por qué aguanta su majestad mis desmanes, y no me quita de en medio sin más? Anne parece convencida de que su amistad puede ser mucho más fructífera que su enfrentamiento, y se ofrece una vez más, a mejorar el bastón que Naltiria porta, y se ha negado a utilizar en las últimas semanas. Sin embargo, una vez más, Naltiria rechaza tal oferta, proponiéndose ser menos dependiente de los objetos que porta, y más de sus propias habilidades.

Concluida la reunión, todo el grupo se reúne en un bastión en la frontera con Allionas. Naltiria nos pone al día de su reunión, y de su misión en Taneo. Algunos, como Tisaia, parecen poco sorprendidos. Otros, como este humilde bardo, nos lo tomamos un poco peor. Mi hijo Arnaud,y su madre Natalie, residían hace tiempo en la ciudad desaparecida. Aunque la última vez que visité el milenario asentamiento, no estaban, sólo los dioses saben qué habrá sido de ellos. Voto a Fortunna para que no estuvieran entre los escasos civiles que quedaban, y allá donde estén, sean felices. Incluso con el pensamiento tranquilizador de que sólo quedaba personal militar en Taneo, me pongo a componer una pequeña pieza en homenaje de las voces que se apagaran en Taneo. Voto a los dioses que siempre he querido ser testigo de acontecimientos históricos para poder narrárselos a vuestras mercedes, pero hay eventos que uno no quisiera tener que narrar nunca. La caída de Taneo es uno de estos.

Naltiria se muestra sincera, y nos enseña las marcas mágicas que la acompañarán cual cicatriz y recordatorio eterno de sus actos. También nos informa de que a día de hoy, no puede negarse a obedecer a la Emperatriz cualesquiera que sean sus órdenes, pues vive amenazada por ella. Lo que ha sucedido en Taneo, nos explica, ha sido una versión modificada de lo que sucediera en Tissen, y por suerte, las tablillas que contenían ese poder han sido destruidas en el proceso, por lo que no debería volver a producirse. “Lo hice para sobrevivir” nos dice. Tisaia se adelanta, y sin mediar palabra, cruza la cara de la archimaga, que no hace gesto alguno por defenderse. Es probable que el dolor interno que siente haya hecho que el fuerte golpe de la amazona ni siquiera haya producido sensación alguna. Neesa está especialmente afectada, y pregunta inquieta, si aquellos que han sido sacrificados, eran conscientes de lo que iba a suceder. “Algunos”, contesta Naltiria, y Tisaia está a punto de soltarle un guantazo del lado contrario, conteniéndose a duras penas. “Estoy cansada”, se derrumba Naltiria, “Cansada de sentir dolor, de sacrificarlo todo por un Imperio que me da igual, por alguien que no merece mi sufrimiento, pero para sacar a la luz la verdad, sobreviviré, aguantaré” “¿Tanto merece la pena esa verdad?” inquiere un servidor, aun catatónico por el impacto de la noticia de la desaparición de Taneo. “Sí” responde Naltiria, con una determinación en la mirada que nunca había visto antes. Por su parte, Tenar es tremendamente sincera: No podrá volver a confiar en Naltiria, pues siempre oculta información y ello tiene consecuencias catastróficas.

La reunión toca a su fin, no sin antes un pequeño aparte entre Naltiria y Neesa. El hada entrega a la humana una moneda de plata, grabada con el símbolo del extinto Crisol, y un gusano. Naltiria acepta el regalo emocionada, y llora una vez más, ya casi sin lágrimas que derramar.

El próximo paso del grupo pasa por visitar la zona cero de Taneo, el lugar donde una vez existiera la torre de la archimaga. Allí, ahora, sólo hay una fina arena en el suelo en medio de un cráter semiesférico de proporciones masivas. Ni un rastro de vida. Toma un servidor un puñado de esa fina arena, y dejándola caer entre sus dedos, medita acerca de lo efímero de la vida, y lo rápido que se puede perder. Desenfundo mi violín, y toco el réquiem que acabo de componer. Cosa de los dioses, el destino o la casualidad, la forma esférica de la basta necrópolis de Taneo tiene una perfecta acústica para mi violín, y las notas resuenan claras. Notas que ponen voz al silencio atronador del lugar.

Tras comprobar que allí no queda nada, partimos a atender el siguiente asunto, ya que Naltiria ha conseguido ver a Matías Kozicz a través de su magia. Cuando llegamos mediante teletransporte, el clérigo de Finallis cuelga de una soga, a todas luces por voluntad propia, inerte. Lleva un par de días muerto, quizá más, nos informa Tenar. El Conducto, la piedra mágica que ata al mundo mortal a Voccisor, lugarteniente de Idhaal, continúa entre las pertenencias del malogrado sacerdote, y antes de que nos demos cuenta, Neesa la tiene entre sus manos y Voccisor aparece ante nosotros, con su habitual locuacidad y sed de sangre. Ha de cumplirse el ritual, insiste, si no queremos que el mundo mortal acabe tal y como lo conocemos. Se barajan teorías en el grupo acerca de la destrucción del Conducto, o de qué otra solución podría haber al problema. Lo que está claro es que no queremos acabar como el bueno de Matías, enloquecido por la culpa de tener que tomar almas inocentes para el señor del asesinato.

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