Acérquense, damas y caballeros, acérquense a este humilde bardo, para escuchar una nueva historia, acérquense para escuchar cómo me uní a un grupo, cuanto menos, peculiar...

Sesión XXVIII. Palacio de Marfil.

A las afueras de la impresionante Palacio de Marfil, Naltiria nos informa que no va a entrar en la ciudad, pues tiene “una conversación” pendiente con la Emperatriz Hyandora. Curiosa nuestra archimaga, con asuntos pendientes con emperatrices en uno y otro lado del océano.

Antes de proceder a entrar en la ciudad, Naltiria solicita un aparte con Neesa, y la confiesa que es la única en la que confía, ya que el resto del grupo, cambiamos a menudo, y Tenar… bueno, es Tenar. Encarga al hada buscar a Odeska, la cazabrujas del grupo de Arduin, para poder hacerle algunas preguntas. Por lo que sabe la humana, la tal Odeska no está en Athanae, y quizá tengamos más suerte en este continente.

El calor es asfixiante en Re-Ionnae. Un servidor decide quitarse algunas prendas para combatir la temperatura, y con ellas, se improvisa un turbante alrededor de la cabeza para evitar una insolación.

Al poco de entrar en la gigantesca ciudad, de edificios bajos pero que se extiende kilómetros en todas direcciones, nos encontramos ante la estatua del dios que llora, en el medio del camino, dividiendo este en dos, rodeando el monumento. Muchas de las gentes que entra en Palacio de Marfil se detiene a rezar delante de la imagen, otros, la rodean por un lado u otro, y nuestro grupo también ha de elegir por qué lado rodea la representación del dios. Cuando estamos decidiendo por qué costado entrar, comentando lo que cada cual sabe acerca de este lugar, Tenar repara en que, desde su misteriosa excursión en solitario, Neesa ya no viste ropas caras y joyas, si no que se cubre con unas humildes prendas, más propias de un mendigo… ¿ha tomado el hada voto de pobreza? Esperemos que no haya tomado también el de pureza, o será seria candidata al ritual… Como quiera que sea, cada cual toma el lado que le parece oportuno, y un servidor, tras mostrar respeto por el dios que llora frente a la estatua, toma el camino de la derecha.

La ciudad es de un tamaño difícil de describir; baste decir que tras preguntar por señas a los viandantes, descubrimos que llegar a la catedral de Ilfaath, situada más o menos cerca del centro, nos puede llevar un par de ¡días! caminando, de manera muy similar a lo que nos llevaría alcanzar el palacio imperial. Continuamos nuestras pesquisas para poder desplazarnos más rápidamente, y Tenar descubre que para conjurar en la ciudad, hace falta permiso de algún templo local o de las autoridades imperiales. Eso nos lleva a preguntar y descubrir que hay varios comerciantes locales que venden viajes en dromedario, que pueden reducir nuestros tiempos de viaje a pie aproximadamente a la mitad, y un poco más por un coste extra. Negocia la alta elfa un descuento, que Zimbad, el Simpático, acepta, y montamos estos animales de camino a la catedral de Ilfaath.

Voto a Oceronte que el viaje en estas monturas no es el más cómodo que los dioses hayan visto, y algunos de nosotros llegamos tan cansados como si hubiésemos caminado el trayecto. Sin embargo, sí que ahorramos tiempo, y nos plantamos a las puertas de la enorme catedral de Ilfaath, que no obstante, luce austera en comparación con los templos a los que estamos acostumbrados en Athanae.

Fue aquí donde Alix explotó. El muchacho no quería seguir con el plan de reclutar a los siete mártires para llevar a cabo el contrarritual, pues le parecía que no podíamos cambiar fanáticos por fanáticos, seguir el juego de los dioses y sus seguidores. Es comprensible el argumento de Alix, pero por el momento, no poseemos ninguna alternativa, así que debemos continuar con lo que tenemos. El muchacho no está de acuerdo, así que se va a buscar esa alternativa de la que carecemos.

Antes de continuar, y dado nuestro cansancio, decidimos buscar una posada, que nos lleva un buen rato encontrar. “La Carcasa de Ballena” está en otro barrio que el templo, pero es la que mejor se adapta a nuestro presupuesto.

Tras descansar adecuadamente, nos dirigimos a la catedral, donde nos recibe un sacerdote de Ilfaath, y tras convencerle de la gravedad del asunto, nos ofrece una pequeña capilla privada para exponerle el problema. Tras llamarnos hipócritas, no sin razón, pues estamos pidiendo a sacerdotes que no conocemos que se sacrifiquen por un problema que ni siquiera acaece en este continente. El clérigo se muestra furioso con Voccisor, y exige abrir la caja de ébano para verse cara a cara con el avatar. Sin embargo, cuando abrimos la tapa, el Conducto parece no irradiar magia ninguna, y el locuaz lugarteniente de Idhaal no se presenta. Puede deberse, a que estemos en el templo de su dios némesis, pero Tenar parece más pesimista, y opina que al meter la piedra en la caja de ébano, el vínculo interdimensional se ha roto definitivamente, desencadenando terribles consecuencias, mirando acusadoramente a Tisaia, que se encoge de hombros. Intenta Neesa con su magia ilustrar al clérigo acerca del aspecto y discurso del avatar, pero su intento, un tanto peculiar, de hacerlo mediante una narración en verso y con cadencia musical, desespera a Tenar. Decidimos salir de la catedral.

Entretanto, Alix se mueve por el quórum de Fortunna de la ciudad capitalina, en busca de alternativas a nuestro plan. Allí, tras preguntar e investigar, contacta con Lidar Fah, que parece compartir con Alix profesión y vocación. El muchacho parece frustrado, pues su interlocutor, quince años mayor, aun busca quién es y el sentido a su vida, algo que parece inquietar a Alix. Si ese hombre no lo ha encontrado en ese tiempo, ¿cuánto pasará hasta que él lo logre? Alix pide ayuda a Lidar con nuestro problema con Voccisor, ya que ve que el mundo puede llegar a su fin, al menos tal y como lo entendemos. El señor Fah se ofrece a buscar ayuda, entablando contactos con sus conocidos… si Alix está dispuesto a pagar el precio.

Tras ello el muchacho se llega al templo del que en ese momento salimos un tanto cabizbajos por el resultado de nuestro encuentro con el sacerdote de Ilfaath y su acusación fundada. Ha encontrado esa alternativa que necesitamos, y se va a dedicar a investigarla. Se despide del grupo, con especial cariño hacia Tenar, “lo más parecido a una madre” que ha tenido, y quedamos en caso de que logre avances en su empeño, en darnos recado en la posada donde nos hospedamos, pues al no poder conjurar, nuestro vínculo telepático no está activo.

Neesa desea audiencia en el palacio, así que allí encamina sus pasos, o debería decir, aleteos, para encontrarse con una cola de peticionarios que, por lo que logra averiguar, puede ser de incluso semanas. Intenta el hada negociar con quienes hacen cola, tratando de adelantar algunos puestos dada la urgencia de su consulta, aunque la mayoría de gentes, con buenos modales, intentan que respete el orden de cola.

Y en esas nos encontramos, querido público, en medio del gentío, del calor, del sol de justicia, con Alix haciendo la guerra por su cuenta, y los demás tratando de encontrar a siete voluntarios para que deshagan el mal que otros, allende el océano, llamaron con sus vidas...

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