Neesa pronuncia unas palabras en dracónico y un rutilante portal añil la deja a las afueras de un pequeño pueblo pesquero, a las orillas de un un tranquilo mar que lame la costa, en el oeste de Zargosh, Tolina.


El pequeño pueblo pesquero bulle con la actividad del trasiego matutino, los pequeños barcos se acumulan en el pantalán, mientras los pescadores recogen y transportan la captura, en el mercado local los distintos puestos abren con variadas mercancías, los comerciantes transportan sus productos, los guardias vigilan la plaza… 


La pequeña hada, más imagina que otea, a lo lejos, en las concurridas callejuelas,  el pequeño puesto de la familia de Alexander, donde Aileen, su madre, dispondrá de las mejores piezas, que Evan, su hermano pequeño, traerá del puerto, con Alysa, la hermana mayor, haciendo las cuentas e intentando tener un ojo en la pequeña y adorable Io.


Neesa sonríe, por un instante imaginando con cariño esa, su pequeña familia adoptiva, a la que cual ángel de la guarda siempre prestaba un ojo y protegía, a pesar de que ellos ni siquiera conocen de su existencia.


Resuelta, se encaminó al pequeño templo a Khalah, en la pequeña colina circundante, con un ramillete de jacinto y lavanda en sus manos, sus flores favoritas. El pequeño santuario, más tributo que capilla, contaba con altar con la espada, y las velas, símbolo de la valerosa, y en su base, tallado en la piedra, el guantelete y la espada de la Orden de la Espada, un tributo a la orden, ahora desaparecida en su lucha contra la niebla, y al héroe local caído, Alexander.




La pequeña hada, presenta a los piés del altar su fragante ofrenda, donde otros pequeñas ofrendas se acumulan, y se arrodilla con cuidado, con las alitas zumbando suavemente, comos siempre que está nerviosa. Un susurro suave del viento acompañaba sus palabras, mientras se dirige al héroe caído, su amigo, su amante. Ella, que para él sería una completa desconocida:


- Me conociste con distintos rostros. Y he de reconocer que nunca te enseñé el verdadero. Quería que ahora lo vieras. El de este diminuto ser. Alas de insecto, piel de planta, ojos de sapo. Un hada - hace una pequeña reverencia - Antes me avergonzaba de él, ¿sabes? lo ocultaba tras disfraces y engaños, pero al fin me he dado cuenta de que no podemos renunciar a lo que somos. Y que, por pequeños o débiles que seamos, sólo en nuestra verdadera esencia podemos encontrar el camino. El resto solo son… mentiras. Y las mentiras siempre encuentran su camino para hacernos caer.


Alex, lo siento, siento las mentiras, los engaños. Nunca supiste mi verdadera identidad en nuestras largas confidencias. Nunca viste mi rostro, cuando me besabas. Y no era mi nombre el que susurrabas cuando yacíamos juntos.


Prometí resarcirme de ellas, de alguna forma compensarlas, pero he fracasado en todo lo que he intentado en tu honor. 


No he conseguido vengar tu muerte. Holguen sigue vivo, impune de sus crímenes.

No he conseguido liberar a Niera. Sigue siendo un juguete roto en manos de Caerdan, que también vive y sigue extendiendo su dominio. No he conseguido tampoco, ninguno de los tomos que buscabais, ni los artefactos que esconden. Tuve uno en mis manos, pero no entendía nada. Y fuimos incapaces de derrotar a sus guardianes.


Por último, no estoy ni un paso más cerca de evitar la apertura de las fronteras, ni de detener a aquellos desalmados que los ambicionan. Allanon, Wynrona, y quién sabe cuántos más.


Y aún así, yo también quería creer en algo. Aún sin fe, aún sin valor. Sin familia, sin amigos. Sin nadie a quien le importe si vivo o si muero. Sola, siempre tan sola.


Pero eso quizá sí ha cambiado. Ya ves, conocerte lo cambió todo.


No quería reconocerlo al principio, y sí, es cierto, me engañé pensando que eras tú el iluso. Realmente lo creía. Pero yo lo era. ¿Qué clase de vida era esa la de disfrutar sin compartir, poseer sin realmente tener? Follar sin amor. Matar sin convicción. Deambular a tumbos por la vida, sin realmente tener ningún sitio a dónde ir.


Yo también quería creer en algo, y creí en ti, y en que quedaba bondad en este mundo. Que merecía la pena luchar por él.


Y siguiendo tus pasos me encontré con otra gente dispuesta a creer, a confiar, a luchar. Quizá no similares a ti, sin duda, sin compartir muchos de tus ideales, o tu moralidad. Tu fé. Realmente no sé si te gustarían. 


  • Tenar es leal y colaboradora, pero también obstinada y despiadada.

  • Alix es voluntarioso y cándido, pero está confuso y resentido, y no sabe bien lo que quiere.

  • Akari, eficiente y servicial, siempre tan misteriosa y ahora consumida por la desgracia, donde quiera que esté. 

  • Ah Puch, Snorri, Korr, Pequezás, caóticos, alocados…pero valientes y decididos también… quizá algún día podamos traerlos de vuelta.

  • Y Naltiria… es sabia, y más poderosa de lo que podría imaginar. Pero guarda tantos secretos, tanto miedo y rabia… quizá podría ser nuestra líder, si se convenciera de que realmente lo es.



Y a pesar de nuestras discusiones, peleas. Después de enfrentar terribles retos y dificultades, incluso la muerte. El Crisol, ahora roto, quizá no más que un sueño, una esperanza vana, como tal vez también lo fue el Coro, disperso y en jirones, a pesar de todo, los que quedan, algunos de los que han venido, se han convertido en aliados, incluso amigos. Mi familia. La única que tengo.


Hasta he podido volver a Solpor. Y detrás de la rabia, hasta incluso la locura en la que han caído algunas de mis hermanas, a pesar de las heridas, aún abiertas, poco a poco están empezando a cambiar sus maneras, a abrirse al mundo. A permitirse soñar que puede haber un mañana distinto, mejor.


Yo quería creer en algo, y ahora tengo algo en qué creer, algo por lo que luchar, algo que defender. Mi pueblo, mi pequeña familia, y la tuya.


No quiero ser más débil, pequeña y asustada. Ojalá pudiera ser más como tú. Tu fe te hacía fuerte, tu convicción, tu voluntad. Cosas que no tengo.


Creo que puedo mejorar, cambiar. Avanzar. Creer que hay personas que merecen la pena, que quedan cosas por las que luchar. No vivir con más miedo. Quitarme las máscaras y sentir. Y vivir. Estoy viva, como había gritado en medio de la niebla siguiendo la arenga de Arduín. Y eso tiene que significar algo. Valer para algo.


Ahora me ves con mi rostro, que oculté con tantas máscaras, pero sigo siendo la misma hada, avergonzada de lo que es, todavía débil, pequeña y asustada. Y ya no puedo serlo más, ¿entiendes?


Tengo que recuperar a mis amigos de la no muerte. Quiero proteger a los nuestros, ayudar a mi pueblo. E impedir que Allanon, Imbryl y todos esos desalmados se hagan con los tomos. Para todo ello necesito…sí, avanzar, crecer, mejorar. 


Lo siento Álex. No volveré aquí hasta que pueda darte buenas noticias.


¿Me ayudarás a ello? ¿Me ayudarás una vez más?


Para ello te traigo una ofrenda.


Durante años solo ambicioné objetos materiales, riquezas que me dieran lo que me faltaba. Que llenaran ese vacío en mi interior, que acallaran las voces de mi cabeza. Que me dieran comodidad, placer. Lujo, posición, respeto. Que me dieran poder.


Por ellos robé, mentí, seduje, maté.


Y ahora los ofrezco todos. Que no nublen más mi camino, y me permitan tener tu convicción, tu fé, tu voluntad. Tu esperanza.


Gracias Álex, porque ahora ya creo. Y el creer me hará fuerte. Como tú.


Además, a mí esto me queda grande, ¿sabes? Álex tengo miedo, todo el rato. Tú nunca tenías miedo. Y estoy perdida, no sé que hacer la mitad de las veces. No como tú, que nunca dudabas.


Pero esto tengo claro. Por una vez seré fuerte, por ti, por ellos.


Acabaré con ese desalmado Holguen. De alguna forma me haré con la raíz de toda vida y te traeré de vuelta. Y ya te dejaré a ti lidiar con los tomos.


Y podré volver a mi pueblo, a mi gente. Quizá consiga algún día que me perdonen por lo que hice.


Que mi ofrenda agrade a los dioses, me despido de la riqueza material, para que mi espíritu se haga grande.


Con cuidado se quita sus guantes de fino cuero con filigranas bordadas en oro, su cinturón engalanado con metales nobles, sus finas botas, su bella capa, el amuleto de su cuello con un gran rubí. Y por último la tiara, oro blanco con diamantes y zafiros. La contempla por un instante, admirando su majestuosa factura. Inspira con pesadez, recordando los sacrificios que le costaron adquirirla. Todos aquellos objetos estaban cargados de poderosa magia. Magia que le había permitido sobrevivir, prosperar.


Dispone ese pequeño petate de fantásticos objetos. Su intención es venderlo, y dividir sus beneficios entre su familia de Tolina, su familia de Solpor y el Coro.


Atrás queda la ambición, el egoísmo, que poblaron mis años en Villaccia. La lujuria de Kyubi. La ira de Abismo. La gula y la envidia del Gusano. La soberbia que a veces acompañaba mis progresos. Que se queden atrás en estos mis objetos. Mi defensa, mi arma, mi poder. Mi magia. Mi vida… - susurra solemne, como si rezase. Sin nada, que solo me quede lo que llevo dentro de mi. Lo que tú, amigo mío, pusiste. Que florezca y de frutos.


La fe. La convicción. La voluntad.


La esperanza.


De que nos espera algo mejor. De que juntos podremos conseguirlo.


Con cuidado corta una ramita de lavanda y jacinto, y las anuda en su pelo donde antes se posara la valiosa corona. Con cuidado recoge las monedas que estuvieran en su cinto, para enterrarlas a los piés del pequeño templo. Esas monedas que tantos años la acompañaron, en distintos países, en innumerables peligros, con distintos rostros, trayéndole suerte.


  • Astorgoth - El loco temerario - CN

  • Barenna - Señora de todas las canciones - CB

  • Ebandarion - Proveedor de Maravillas - N

  • Fortunna - La Dama de la Suerte - CB - Mayor

  • Haleyt - El de los ojos vigilantes - LN - Mayor

  • Ilfaath- El Dios que llora - LB - Mayor

  • Vénucvar - Fértil Madre - LB



Se guarda solo la moneda de plata del Criso, con un gusano en la otra cara, que sería para la archimaga de Taneo, su maestra.


La última que entierra es la Fortunna, besándola con cariño, devolviéndole la sonrisa al sagrado símbolo de La Dama de la Suerte. Besa también con delicadeza el símbolo de la orden de su amigo amante y guía.


  • Gracias, pescador. Hasta pronto.


Y con la mano sobre la estatua, imagina ver por un instante el rostro de aquel joven que tanto la había marcado, como siempre, sonriente. Quizá su único amor.



La archimaga toma aire, y se gira, admirando el tranquilo poblado. Por un momento, la pequeña hada se descubre entonando una tonadilla, suave y dulce. Esa que Kaito y Matt le ayudaron a redescubrir. Esa nana, aún quizá sin las palabras que todavía se escurrían en las brumas del pasado. Y recuerda que algo le falta todavía.



Se había transportado al que fuera el Bosque los Sauces Riseños. Ahora ya nadie reía, en aquel cementerio de árboles, casas, vidas y sueños. Un bosque calcinado inerte y solitario.


Por su culpa. Su curiosidad, su inocencia… su necedad les condenó. Ahora, por fin veía. Con la voz quebrada, pronuncia esas palabras que nunca había dicho:


  • Perdona, mamá… tenías razón.


La sola transcendencia de aquella verdad la sacude como una ramita al viento.


  • Nunca más dejaré que la ambición me haga olvidarme de lo que realmente importa.



La pequeña hada cava con sus manitas rosadas en la tierra ennegrecida. Aquel libro, regalo de Imbryl Wynrona. El primer secreto de los muchos que le separaron de sus padres. El primer paso que le alejó de su pueblo. La primera ambición que acabó nublando su juicio, y significando la perdición de su gente.


La fuente de su poder, de su magia.


Allí yacería, con las cenizas de su gente, de infancia, de su pueblo.


La mano coge las cenizas, que transforma, sobre el cascarón exánime de su pueblo en peqeño un cerezo, como una incipiente versión de aquel enorme que había cobijado su casa, su familia, su hogar. Sus sueños. Pequeño, pero con raíces fuertes. Como su bisoña esperanza.


Neesa, le ofrece una melancólica sonrisa, confiando que ambos con paciencia y tesón crecerán, hasta albergar nuevos sueños.




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