Acérquense, damas y caballeros, acérquense a este humilde bardo, para escuchar una nueva historia, acérquense para escuchar cómo me uní a un grupo, cuanto menos, peculiar...

Sesión XXV. Taneo.

Aún en Castiglia, Naltiria muestra su preocupación por las posibles consecuencias del ritual de Voccisor. Insiste una vez más en que hay parte de verdad en las palabras del avatar, pero se niega a cumplir con las condiciones que puso la deidad, consistentes en, básicamente, asesinar personas. A Neesa le preopcupa más la suerte de la Furia Pálida, y Naltiria se muestra pesimista con este asunto. Se les ocurre que quizá podrían intentar contactar con Hägar, que formaba parte del ejército de Dhamar Fah; lo primero es comprobar si ha muerto, y Tenar intenta resucitar al clérigo de Finnallis, sin éxito. Naltiria dice que podría contactar con él desde su torre… por ahora inaccesible.

De camino a visitar el cuartel de los Casacas Púrpuras, nos interceptan unos guardias, que nos informan de la inminente llegada de la Emperatriz para reunirse con nosotros. Nos ponemos de inmediato en camino hacia el palacio, pero Anne tarda unas cuantas horas en llegar. Cuando lo hace, camina solemnemente, ataviada con una espléndida armadura, aun salpicada de la sangre del campo de batalla, y seguida por X’Valla. Porta dos bultos, uno envuelto con una tela, y una caja ornamentada. Se sienta, ominosa, mientras nos dedica una cara amable, todo lo contrario de X’Valla, que nos mira con intenso odio.

Es primero tiempo de felicitaciones por nuestra reciente victoria a orillas del río Bon, y de la caja, extrae unas medallas que nos pone con ceremonia, pero sin perder demasiado tiempo. Tras ello, nos pregunta por nuestra opinión acerca de la situación en Tyrsail tras estos acontecimientos: Es evidente que los tyrsalitas estarán calmados un tiempo… pero, ¿cuánto?

El siguiente punto del día pasa por el fracaso de llevar a Dhamar y su ejército a Kriegfort. Ahora, todos esos efectivos se han unido a Caerdan, dice Anne, incluyendo sin duda a su líder. Esto hace que Anne, un tanto irritada, nos informa de que por el momento, pone a Tanactos en cuarentena, pues si bien quiere reconquistar todo el país, incluyendo Funterish, por ahora el coste sería demasiado elevado y no está dispuesta a asumirlo hasta que no cierre otros frentes. Se lamenta Anne de que cada vez que da un paso en pos de eliminar a los no-muertos de Caerdan, los dioses parecen conspirar para evitarlo. Primero, el fracaso del Crisol Plateado, sacrificando inútilmente al ser divino Astarion, ahora perdiendo a la Furia Pálida y sus fuerzas, cuando de seguro, juntando estos dos con sus propio ejército, el problema ya se habría resuelto.

Tercer asunto, la alianza con Vithanti Kismeth; Anne parece satisfecha de contar con una aliada fuerte como la matriarca drow, y nos alaba por haber logrado unos términos aceptables, incluyendo la maniobra de X’Valla. Eso sí, no está tan contenta con la cláusula que nos obligará, en el futuro, a traicionar y derrotar a Vonless Ish’Za, aliada probada del Imperio. Anne nos pregunta si merece la pena: ¿Es la matriarca Kismeth una aliada digna del precio que pide? Naltiria da un rodeo dialéctico para contestar, y la Emperatriz no parece contenta con esta respuesta. Interviene Tenar, siempre más pragmática, diciendo que es tan fiable como lo puede ser cualquier otra drow. Poco, pero hay potencial. Esta valoración es más del gusto de su majestad imperial.

Sin embargo, la mayor decepción de Anne viene en los siguientes asunto a tratar: Los piratas del Mar Escarlata, a pesar del acuerdo alcanzado con su teórico rey, Zhao “Mano de Fuego”, no han movido un dedo, o nave, para impedir que los hiraneanos se muevan con libertad en sus dominios. Además, la Emperatriz se muestra especialmente contrariada de que Sharteeen haya rechazado el puesto de almirante, al punto que duda si pusimos toda la carne en el asador. Para ella, era el encargo más sencillo, pues la capitana de la Aguja de Plata es amiga de la familia Von Xavras en concreto, y del Imperio, en general.

A colación de esto, nos recuerda que el éxito del grupo en Bloskaya fue notable, utilizando la diplomacia, pero que en ocasiones habrán de emplearse otros métodos. Anne sólo desea, éxito en sus encargos, a cualquier precio.

El acuerdo con Konju Xu’an, que no estaba entre nuestros cometidos, parece ser beneficioso, y lo juzga positivamente.

Tras el repaso a nuestras actividades al servicio del Imperio, con, como vuestras mercedes ha escuchado, algunos éxitos y otros fracasos, Anne nos hace saber, que la rebelión de Gilles fue más culpa de su mujer, que envenenó la cabeza de su marido, ya que hubiese sido mucho más útil vivo, como virrey de su tierra, y ahora precisa de algún tyrsalita que ocupe ese puesto. Nos pregunta si conocemos algún candidato adecuado… Nadie parece saber de ninguno.

Aunque la Emperatriz parece ser de la opinión de que nos tomemos un pequeño descanso, Tenar toma la palabra, e informa a Anne acerca del asunto de Voccisor, el ritual, y las posibles consecuencias. Consciente de que puede resultar un peligro, cambia de opinión, y nos asigna la misión de acabar con esta amenaza. Antes de despedirnos, llama a Naltiria a solas, e incluso X’Valla y su séquito se retiran.

Con la archimaga tiene asuntos serios que tratar, pero vayamos antes a lo que el resto del grupo hace mientras departen maga y mandataria. Neesa quiere convertirse, por alguna razón, en guerrera, así que busca una academia de esta profesión, donde casi se ríen de la pobre hada, carente de fuerza bruta en sus pequeños músculos. Habrá de entrenarse si quiere ser admitida.

Los demás, nos ponemos manos a la obra para rastrear a Mattias Kocicz. Alix asegura que podría darle caza, pero sus poderes están limitados en el tiempo, y de no encontrarlo, podría hacer consecuencias negativas. No se trata de rastrearlo como haría un sabueso, dice el muchacho. Se trata de un instinto, algo mucho más profundo.

Entretanto, en el palacio de Castiglia, lo primero es el rapapolvo: Acusa a Naltiria de haberse “humanizado” en contraste a su verdadera naturaleza élfica, a buscar la inmediatez y a no pensar en perspectiva. Has de hacer lo que sea para sobrevivir, continúa la Emperatriz, y aprender, sobre todo de los errores. Anne se muestra enfadada, dolida, porque Naltira se resiste a aceptar su amistad, una amistad que afirma, podría ser muy beneficiosa para ambas. Por el contrario, se empeña en resistirse de manera infantil a lo inevitable. Ella es la única que conoce su secreto, la única que puede ayudarla. La archimaga parece hacerse más y más pequeña con cada palabra que sale de la boca de la Emperatriz, balbucea, tartamudea. No es capaz de entender por qué la trata de ese modo. No cesa en su ataque Anne, que expone que podrían hacer grandes cosas juntas, aliadas. La conmina a dejar sus tramas de lado de una vez y para siempre, antes de que exploten en tus manos. La autoridad es enorme, y Anne pronuncia la orden. El segundo bulto que portaba la Emperatriz, resultan ser las tablillas que Naltiria usase para liberar una terrible magia destructiva en Tissen. Ahora, con los dragones a las puertas de Taneo, la mandataria ha hecho modificar los poderosos objetos, y quiere que sea la archimaga de esta ciudad quien libere de nuevo su amargo poder. Anne se sabe en posición de autoridad, y aunque cualquiera de los magos a su servicio podría hacerlo, desea que sea Naltiria, Galidarian, archimaga de Taneo, quien lo lleve a cabo. Ha de reunirse con Julie Noir, y hacer lo que ha de hacerse.

Parte Naltiria a cumplir con su nefasta misión. Reunida con su contacto, ambas se encaminan a las catacumbas de la milenaria ciudad de Taneo, en lo profundo de entrañas. Allí aguardan ya ocho magos más, dispuestos para el ritual. Un ritual que desatará el fuego, la destrucción, la muerte. Las tablillas emanan una fuerza terrible de imaginar, que en apenas unos segundos, acaban con cada hombre, mujer y niño que quedan en Taneo, sin hacer distinción. Hiraneanos, athanitas, todos se desintegran por igual. Se apagan las voces de, entre otros, Carotto, Akronte, Verditta, Vernelionas, Kronder y Hanzamon II, además de millones de soldados que asediaban o defendían el asedio. Tras el ritual, un cráter humeante donde antes se erigía orgullosa, Taneo. Las palabras de la Emperatriz resuenan en la cabeza de Naltiria, mientras las tablillas explotan en sus manos, dejando una indeleble cicatriz en la mujer. “Nadie debería ostentar este poder”.

 



 

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