Este es el relato de aquello que estuvo a punto de suceder en varias ocasiones, pero los dioses quisieron que siempre hubiese una razón para que no sucediese. Sin embargo, Fuinmenel lo imaginaba, y probablemente Galaerys sueñe con ello algún día...



Inicialmente cohibida, Fuinmenel comienza con unos besos suaves en los labios, mientras eleva su mano izquierda y la pone delicadamente en la cara de Galaerys; Sin embargo, la semielfa aunque se deja hacer, quizá picada por la curiosidad de qué pueda pasar, no reacciona, o no sabe reaccionar, a lo que Fuinmenel hace. La elfa pone su mano libre justo sobre la cadera, y acaricia suavemente la curva descendente. Sorprendida gratamente por ser más pronunciada de lo que acostumbra, un súbito impulso la hace morder levemente el labio inferior de Galaerys.


La druida no sabe como responder a las caricias de Fuinmenel, y está como paralizada. La elfa siente la rigidez de su compañera, así que la susurra, “Relájate. Por favor. Confía en mí”. Después la mira a los ojos, muy de cerca, mientras toma su rostro con las manos. Galaerys respira hondo, e intenta hacer caso.


Fuinmenel vuelve a besar a la semielfa, que esta vez entreabre ligeramente sus labios. Poco a poco, la arquera comienza a juguetear, coqueta, con su lengua en los labios. Lleva lentamente sus manos a los nudos del jubón, y cuando está suficientemente suelto, se separa un segundo para tirar de él por encima de la cabeza de la semielfa, mientras la mira directamente a los ojos y se muerde el labio, con una enigmática sonrisa.


Paulatinamente, la elfa va cogiendo un poco de confianza, y el deseo se abre camino apartando la timidez. La mano de la cadera se desplaza al trasero, y muy poco después, tiernamente, baja la mano izquierda desde la mejilla hasta el pecho, que acaricia suavemente.


Liberada de la parte superior de la armadura, puede intuir mejor las formas del cuerpo de la druida, y las observa con descaro; está perdiendo el control y lo sabe. Se acerca de nuevo a los labios de Galaerys, pero no los besa; con la boca entreabierta, exhala un aliento anhelante, mientras se rozan las puntas de la nariz de ambas. Toma las manos de la semielfa, a todas luces más inexperta, y las guía despacio hacia las correas de su cota de malla, mientras mira fijamente a los ojos heterocrómicos. Esa
mirada transmite deseo, pasión, pero también ternura, y confianza.



Imitando lo que acaba de hacer su compañera, desata las correas de la armadura, y las mallas caen al suelo con su distintivo tintineo, Fuinmenel saca un pie, y con el otro, la empuja a un lado; comienza a desabotonarse la parte acolchada, y tras dos botones, para un segundo, mira a Galaerys, y de nuevo, con esa sonrisa, comienza a desabotonar el resto con más parsimonia, mientras se acerca contoneando todo lo que puede sus caderas; deja el último botón abrochado, y aparta sus manos, dejando que la druida termine. Mientras acerca la boca a la oreja puntiaguda , aunque no tanto como la suya, y susurra, “Me gustas, Galaerys. Me gustas de verdad”. Tras lo cual, recorre la oreja con su labio inferior, de la manera más suave y sensual de la que es capaz; Galaerys comienza a entender el juego, y juega su parte, desabotonando el acolchado de Fuinmenel, y empujándolo por los hombros. Parece más divertida que excitada, pero eso está a punto de cambiar.


Fuinmenel ya sólo tiene su ropa interior, así que está en desventaja. Por un momento se siente


vulnerable y asustada; hace mucho que no se siente tan indefensa ante la intimidad con otra persona. Sin embargo, la sensación solo dura un instante, aunque es suficiente para que se sonroje. Después, la mirada azul de la elfa vuelve a encontrarse con los hipnóticos ojos de la druida, uno de cada color, que la miran con timidez, curiosidad y algo de confusión. Fuinmenel recuerda que su primera vez también se sentía algo perdida. Por eso se acerca, y la besa con toda la ternura del mundo, mientras la aprieta contra sí en un abrazo firme pero lento.


Ambas sienten ahora el cuerpo de la otra. El deseo cada vez es más irrefrenable; Aun así, consciente del placer que puede producir, Fuinmenel trata de pausar ligeramente el ritmo, para disfrutar de cada paso que se está produciendo. Muy lentamente, lleva sus manos a los pantalones de Galaerys y los desabrocha con parsimonia, mientras disfruta del tacto de la piel del abdomen de la semielfa. Cuando termina, los empuja hacia el suelo con una mano en cada cadera. Cuando la prenda supera la curva de los muslos, y cae por su propio peso, Fuinmenel vuelve las manos de nuevo hacia arriba, acariciando con las yemas de los dedos la piel de las piernas, recorre de nuevo las redondeadas caderas y tras juguetear con la goma del calzón, continúa subiendo, una mano a cada lateral, por debajo de la camisa. Cuando llega a la altura de las axilas, espera a que Galaerys levante los brazos. Cuando lo hace un segundo después, tiempo que necesita para seguir comprendiendo el juego, separa los labios de los de ella, y la quita la prenda. Ahora ambas están igualadas. Fuinmenel vuelve a recorrer con su mirada el cuerpo de la semielfa, con genuina curiosidad, atraída por las formas tan parecidas, pero tan distintas.


Galaerys hace un amago de cubrir con sus brazos su cuerpo semidesnudo, pero entonces Fuinmenel la detiene con un movimiento rápido. “No hay nada de que avergonzarse, Galaerys. Eres muy bonita”. Para reforzar sus palabras, retrocede un pequeño paso, y se saca por la cabeza el sostén. Lo arroja a un lado, y entonces se baja las bragas, quedando completamente desnuda ante la mirada algo perturbada de la semielfa. Sin embargo, aunque roja como un tomate, y cabizbaja, la mirada de Galaerys no logra apartarse del menudo cuerpo de Fuinmenel, quizá ya con algo más que curiosidad. Ella avanza de nuevo, y toma de nuevo la mano derecha de la druida, la abre, y la coloca sobre su pecho izquierdo. Al sentir la palma cálida sobre su pezón erecto, su cuerpo se estremece, y no puede evitar un pequeño gemido mientras cierra los ojos, que enciende a ambas. La semielfa pone la otra mano en el otro pecho, y comienza a acariciarlos muy despacio, cosa que excita sobremanera a Fuinmenel, que vuelve a gemir, esta vez más fuerte. Retuerce su cuerpo, perdiendo definitivamente el control. Vuelve a pegar su boca abierta a la de Galaerys para sentir su aliento mientras le da el suyo. El sabor de su boca la excita aun más, y todo comienza a ir más deprisa. Fuinmenel besa un pecho de Galaerys, mientras le acaricia el otro pezón con su dedo. Al notar la reacción, comienza a utilizar su lengua juguetona, y cuando Galaerys se excita aun más, comienza a hacerlo más deprisa, pero deleitándose con el sabor. Recorre con su mano libre la espalda de su pareja, desde el cuello hasta el calzón, y cuando llega a él, mete la mano por debajo para acariciar sus nalgas. Lleva allí su otra mano, y baja la prenda, revelando finalmente su total desnudez. Nunca antes ha visto Fuinmenel vello púbico, herencia humana, que Galaerys tiene en pequeña cantidad. De nuevo la novedad y sorpresa de la elfa deja paso inmediatamente a un deseo irrefrenable de explorar lo desconocido, así que aprovechando que su cara está justo a la altura de las ingles tras bajar la ropa interior, besa con profusión el monte del pubis cubierto de ese fino vello. Mientras lo hace, estira sus brazos, buscando los pezones con los que antes ha jugado; vuelve a acariciarlos suavemente, tal y como le gusta hacerlo con los suyos propios cuando se masturba; Siente que a Galaerys también parece disfrutarlo.



Perdida de deseo y excitación por saborear el sexo de la druida, empuja por los hombros a Galaerys contra la cama, tumbándola, y mientras su cuerpo aun rebota suavemente contra el colchón, aparta con hambre, pero delicadamente las piernas de la semielfa, y comienza a besar y lamer energéticamente cada milímetro de la vulva que le queda delante, mientras vuelve a buscar los pechos con las manos. Juguetea con cada parte, deleitándose en el sabor particular, tan atractivo pero tan distinto de lo que ha probado nunca. Cuando llega al clítoris, y la excitación de su compañera está llegando a su punto más alto, comienza a juguetear con la punta de la lengua en él, haciendo que Galaerys comience a retorcerse de placer. Cuando siente que está a punto de llegar al clímax, utiliza el resto de su lengua para rematar la faena, y saborear con lascivia el orgasmo.


Se acuesta al lado de Galaerys, y con expresión de placer, se muerde el labio inferior, y recorre de arriba a abajo el cuerpo desnudo, y con la yema de su dedo índice, acaricia la voluptuosa figura de semielfa, sonriendo. Después, se coloca detrás de ella y la abraza, rodeando sus pechos, mientras coloca su cara de modo que sus labios quedan en el cuello. La druida aún respira agitadamente, y Fuinmenel la besa en el cuello con cariño, una, dos, tres veces.


Galaerys tiene una media sonrisa que la elfa nunca antes había visto, y cuando va a abrir la boca para decir algo, Fuinmenel se la adelanta.


- ¿Te ha gustado?

- Sí, claro, pero, ¿Y tú…?

-¿Yo? - sonríe de nuevo con picardía – en otra ocasión. Porque espero que haya más ocasiones.


Sin esperar respuesta, se revuelve ligeramente en la cama, acomodándose, y a pesar de que ninguna de las dos necesita dormir, ambas caen en un agradable sopor, abrazadas, sudorosas, sonrientes...

No hay comentarios: