El aullido del lobo

La noche transcurría tranquila en las praderas de Travia, varios kilometros al Oeste de Aurea. El río Fonda bajaba manso la cordillera norte, por donde habían desaparecido 4 hombres, hacía exáctamente 7 noches. La luz del alba comenzaba a discernirse lejos, más allá de Aurea, más allá de las fronteras con Okawa. La muerte tranquila de la noche parecía estar asegurada, pero en las montañas, alguien no estaba de acuerdo con esto.

- ¡Aprisa!¡Más deprisa!

Sujetando una tinaja de barro contra su pecho, un hombre gritaba desde la parte de atrás de un pequeño carro destartalado. La sangre le corría por la frente, naciendo en alguna parte de su negra melena y tapándole la visión de un ojo. Más sangre le manaba por un costado, donde una rudimentaria venda, entrecerraba a duras penas una brecha que dejaba ver parte de las costillas del hombre.

- ¡Atravesaremos el río por el vado norte, no tenemos tiempo de ir por el bosque!
- ¡Pero nosotros ser blanco fácil!¡Morir por bestias voluntad muerta!
- ¡Tú decides!¡O cruzamos el río y nos exponemos a ellos, o usaré mi último aliento para llevarte conmigo al mundo de los espíritus!
- .... ¡¡¡Hiiiiiiiiaaaa!!!¡¡¡Arreeee!!!
- Así me gusta...

El hombre que sujetaba las cuerdas era tan fornido como el que se encontraba en el carro, su pelo era rojo y en sus ojos pardos se podía ver el miedo. Con una mano domaba a los dos potros amaestrados mientras con la otra, sacudía la fusta sobre sus lomos, increpándoles para que volaran.

En el carro, los cuerpos sin vida de otros dos hombres yacían envueltos en pieles. Los baches del camino hacían que saltaran de tal manera que corrían el peligro de caerse del carro y rodar colina abajo.
Una mueca de dolor saltó en la cara de Bothak. Apretó con tanta fuerza la tinaja que se resquebrajó ligéramente.

- ¡¿Estar bien?!
- ¡Estoy perfectamente!¡Ocúpate de las piedras del camino, ¿quieres?!

El destartalado carro cruzó el vado cortando al río por la mitad como si de una espada se tratase. Después de dejar el bosque atras tendrían que volver a vadear el río y el sol estaba a punto de salir por el horizonte.
Ladridos y aullidos llamaron la atención de Bothak. Decenas de perros, lobos y toda clase de bestias bajaban a toda velocidad por la ladera de la montaña.

- ¡Ya están aquí!¡Aprisa, Krusg, más deprisa!
- ¡Caballos estar cansados!¡No haber descansado en horas!
- Ya tendrán tiempo de descansar cuando lleguemos.

Las bestias cruzaron el río como si caminasen sobre las aguas. Cada vez estaban más cerca de ellos. Bothak miró su arco con resignación. La vasija era demasiado valiosa para arriesgarse a dejarla sin sujección. Las bestias estaban apenas a 100 metros de ellos. Desde esa distancia, bothak pudo ver sus blancos ojos clavados en ellos. Tan blancos como el marfil. Una espuma negra salía a borbotones de sus bocas, y sus músculos latían con cada zancada. Un espectáculo digno de ver, siempre que no fueses Bothak o Krusg.

- ¡¿Cuanto falta?!
- ¡Poco!¡Dos kilómetros y ver pueblo!
- ¡Más deprisa!¡El sol está a punto de salir!

La claridad era ya patente, se veía tan bien como una mañana nublada, y el sol amenazaba con aparecer de un momento a otro.

Las bestias estaban ya al lado del carro. Bothak pensó por un instante y sin dudarlo, se deshizo la venda del costado. La sangre comenzó a correr sin control del profundo tajo. El dolor volvió a nublar la mente de Bothak, pero una vez más se sobrepuso a él.Arrancó una de las grandes piedras que formaban un collar en el cuello de uno de sus compañeros muertos y la puso entre las vendas. Cogió los dos extremos de éstas y las balanceó con una mano por encima de la cabeza como si se tratase de una honda. La piedra salió despedida acertando entre los ojos a una de las bestias que se desplomó muerta. Cogió una piedra más con la que mató un lobo de gran tamaño.

En la lejanía, empezaba a apreciarse el final del bosque al otro lado del río.

- ¡Ya faltar poco!
- ¡Son demasiados!¡No podré con todos a la vez!

Las bestias azuzaban a los caballos, mordiendoles en los tobillos. Estos respondían pasando por encima de ellos y aplastando sus craneos contra el suelo. A pesar de que algunas bestias quedaban desmembradas, ni una sola gota de sangre bañaba los campos donde caían muertas. Ya eran 7 las bestias abatidas a pedradas por Bothak cuando empezaron a encaramarse al carro. La primera que osó hacerlo probó las botas de Bothak. Las dos siguientes salieron despedidas hacia atrás de un puñetazo.

- ¡¡¡Aaaahhhhhh!!!

Bothak vió con horror como una bestia abatía a Krusg, saltando contra su pecho. Krusg cayó hacia atras y rodó por el suelo un instante antes de que una veintena de bestias se abalanzaran contra él como hienas disputandose el último trozo de carroña.

Las bestias que quedaban empezaban a subir con facilidad al carro, ya que éste había empezado a aminorar la marcha, libre de la fusta de Krusg. Sientiendo un gran remordimiento por los cuerpos de sus compañeros, Bothak saltó a lomos de uno de los caballos y desató el yugo del carro, que cayó hacia adelante, clavando al otro caballo en el suelo y dejándolo a merced de las bestias. Espoleando a su montura, Bothak repartía patadas a ambos lados, derribando a los perros, uno tras otro. Cuando alzó la mirada al frente, un rayo de esperanza y fuerzas renovadas le sobrevinieron al ver su pueblo ya muy cerca. Por el este, los primeros rayos del sol comenzaban a dejarse ver, amenazando con destruir todo por lo que había luchado.Los perros y los lobos se abalanzaban sin conciencia alguna contra el caballo para derribarlo. La vista de Bothak comenzaba a nublarse. Su sangre estaba derramada a lo largo de 90 kilómetros, atravesando montañas, ríos y bosques. Uno de los perros, se interpuso en la zancada de la montura, derribándola.Con una agilidad inusual en alguien de su embergadura, Bothak aterrizó en el suelo manteniendo intacta la vasija de barro. Afortunadamente para él las bestias se entretuvieron con el caballo el tiempo suficiente para escapar hacia el río.


Bothak nadó impulsandose con un solo brazo. Los perros le siguieron, pero por alguna extraña razón, no se atrevieron a tocar el agua, y se conformaron con aullar desde la orilla.

La herida cada vez dolía más, y las fuerzas de Bothak comenzaron a abandonarle. Al salir del río, miembros de los Wolfgang le ayudaron a mantenerse en pié y lo guiaron hasta la cabaña del curandero.

- ....No... hay tiempo....el sol....ayudadme a...... llegar....
- Tranquilo, Bothak, estamos enterados de tu misión. Tu esposa te espera.

Llevaron a Bothak a las puertas de la cabaña. El curandero del pueblo le esperaba fuera.

- Bothak, apresúrate, los rayos del sol van a tocar nuestro totem. Debes entrar solo, tu esposa ya está preparada. Habrá tiempo de curar tus heridas.
- Gracias, venerable...

Bothak entró en la cabaña. Su esposa estaba tendida en el centro de un círculo, formado por pétalos de flores y runas hechas con tiza. Gritaba de dolor, apunto de dar a luz. Bothak abrió la tinaja e introdujo la mano. Al sacarla su mano tenía un espeso líquido verde brillante. Extendió el líquido sobre el vientre de la mujer y se preparó para traer a su hijo al mundo.

Fuera de la cabaña, el curandero miraba con recelo las sombras de los edificios que se iban encogiendo y estaban a punto de mostrar el totem a la luz.

Bothak salió de la cabaña con un bebé en brazos y una sonrisa en la cara. Al instante, todos le ayudaron a llevarlo hasta el altar del totem. Bothak depositó a su bebé en el altar y cuando por fin, el primer rayo de sol tocó el totem, exclamó:

- ¡Mi hijo se llamará Durak!

Un sonoro aplauso y cientos de vítores despertaron al pueblo entero. La alegría de Bothak era máxima. Cuando de repente, una incertidumbre como jamas conocería de nuevo, asaltó su alma.

De la cabaña del curandero salió su esposa con otro bebé en brazos...

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