Acérquense, damas y caballeros, acérquense a este humilde bardo, para escuchar una nueva historia, acérquense para escuchar cómo me uní a un grupo, cuanto menos, peculiar...

Sesión XXXII. La Emperatriz de Re-Ionnae


Los compañeros nos encontrábamos junto a Neesa mientras el hada hacía cola para entrar a hablar con la Emperatriz Hyandora. Discutíamos, como venía siendo habitual, de qué paso tomar a continuación. Neesa seguía en sus trece de buscar y reclutar a los siete mártires para realizar el ritual para convocar a Inmolatur, pues, según argumentaba, era el único método, de las tres opciones que teníamos, que tenía cierto éxito asegurado, al haber encontrado al menos, dos testimonios que corroboraban que debería funcionar. Los demás, la verdad, estábamos más bien molestos con los archimagos de N’Daleth, que parecían no preocuparse por las consecuencias que pudiera tener no hacer nada para evitar que el ritual de Voccisor llegara a la fecha límite. Sólo iban a intervenir si se les pagaba una cantidad mareante de monedas de oro, como si les fueran a servir de algo si nuestras previsiones más pesimistas se cumpliesen. Tanto daba, si los magos no estaban preocupados, quizá no debiéramos estarlo nosotros… ¿O sí?

Neesa rogó a este humilde bardo que intentara reclutar a algunos voluntarios para tomar parte en el ritual religioso, mártires dispuestos a sacrificarse para traer al plano mortal al avatar de Ilfaath. Me puse enseguida a escribir un discurso lo más conmovedor posible, pero advertí a la pequeña conjuradora, que no tenía demasiada fe en que fuese a reclutar ni uno solo de los siete requeridos. ¿Quién iba a querer entregar su vida por una milonga que cuente un bardo extranjero, por cierta y peligrosa que sea?

En la otra punta del continente, en la ciudad de Molcco, Alix continuaba con sus pesquisas acerca de la maga Taalia. En la lujosa vivienda, entraba y salía gente sospechosa, como un hombre escoltado por dos mujeres, varias veces, aunque cambiaba su escolta cada vez, rotando con otras dos. También otro individuo con pinta de mago. El muchacho estuvo varios días espiando las entradas y salidas, hasta que en una ocasión, la guardia le echó el alto. Alix intentó excusarse diciendo que tenía cita con el hombre con aspecto de mago, aunque los guardias negaron que el señor Udina Mir tuviera tal cita. Al menos Alix ya tenía un nombre. Finalmente los guardias, con reticencias, dejaron ir al chico, que se encaminó a descansar. Por el trayecto, Tenar contactó con él, para ver si podría hablar con Odeska. Sin embargo, Alix no quería abandonar Molcco para no tener que pagar la tasa de entrada de nuevo más adelante.

De vuelta a Palacio de Marfil, el grupo continuaba reunido, a excepción de Alix. Todos parecíamos de acuerdo en que Neesa había cambiado de actitud desde su misterioso viaje a Zhargosh, no sólo por su manera de vestir. “Es buena, pero no deja de ser una fata” dijo Tenar. Mi discurso para intentar atraer a mártires estaba más o menos listo, y lo puse en común con el grupo para recabar opiniones e ideas. Decidimos que era mejor esperar a que Neesa se entrevistase con la Emperatriz, hecho que tendría lugar, calculamos, en un par de días.

Tenar decidió comenzar a investigar acerca del tal Holgen por su cuenta, y sus averiguaciones la llevaron al mismo edificio en el que encontrase a Odeska días atrás, con la diferencia de que a Holgen hacía meses que no se le veía por el domicilio.

Ante este callejón sin salida, Decidimos dejar a Neesa en la cola, y los demás fuimos a, valga la redundancia, buscar mejor suerte en el quórum de Fortunna. Allí esperábamos encontrar alguna aventura bien pagada, que quizá, nos acercase a los 6 millones de monedas. Había un par de anuncios con buenas recompensas, pero uno, consistente en tomar un barco y cartografiar lugares que no lo habían sido antes, nos sonaba, además de peligroso, un tanto irrealizable. Así que nos fijamos más en el otro aviso, en el que un tal Taelwe Mir decía buscar un artefacto, y dejaba como modo de encuentro un nombre de taberna, la “Luna Vespertina”. Tenar, aprovechando sus alas, emprendió camino a esa taberna, pues nos enteramos que estaba en la otra punta de la masiva ciudad. Mientras, los demás, entramos en otra taberna más cercana, las “Dunas de Azahar”, donde nos distrajimos como pudimos, un servidor actuando para los parroquianos, los demás, bebiendo y bailando.

Cuando Tenar llegó a la taberna indicada, resultó estar en una zona no demasiado rica, por decirlo suavemente. La “Luna Vespertina” estaba sucia, y su regente no estaba mucho más limpio que el mugriento suelo. “Invitó” a nuestra compañera a consumir cuando preguntó por Taelwe Mir, y tras pedir un vino, le señaló un rincón del establecimiento. Allí encontró a un elfo, que al ser preguntado por su anuncio, invitó a sentarse a Tenar. Pocos habían respondido al anuncio, le contó, y los pocos que lo habían hecho, no habían regresado. El artefacto en cuestión era el “Espíritu de la Prosperidad” una suerte de talismán relacionado con Belereon y/o Fortunna, que, según Taelwe, atraía la, nunca mejor dicho, prosperidad, a la ciudad donde se encontrase, haciendo que los negocios florecieran, y la riqueza brotase. Ese objeto se encontraba en una peligrosa mazmorra, de la que el elfo sabía una ubicación aproximada, y prometió que podríamos quedarnos con cualquier otro tesoro que encontrásemos allí. Sonaba interesante, una aventura digna de una canción, ¿no lo creen así vuestras mercedes?

Por fin Neesa se aproximaba al final de la cola, y llegaba el momento de conocer y hablar con la Emperatriz de Re-Ionnae. Cuando entró al enorme patio abierto, vio a Hyandora dando una última bendición al peticionario anterior. Un guardia preguntó al hada cómo quería ser presentada, y tras alguna vacilación, eligió “Neesa de Athanae”. Al ser anunciada, se aproximó, tímida. Se sentía aun más pequeña, si eso era posible. Se sobrepuso a la enorme presencia de Hyandora, que desprendía poder, pero también, bondad y calma. Tras disculparse por entretener a la Emperatriz de su guerra, comenzó a exponer el hada el asunto de Voccisor, y el ritual de invocación a Inmolatur que habíamos descubierto. Imploró a la Emperatriz por ayuda para encontrar a los mártires que pudieran llevar a cabo el ritual, pero Hyandora, con su voz calmada, respondió que no podía pedir a sus súbditos que se sacrificaran, pues su deber era protegerlos. Sin embargo, trató de calmar a Neesa, diciendo que las consecuencias del ritual, quizá no fuesen como el hada imaginaba; quizá se abriesen las fronteras, hasta cierto punto, algo poco preocupante, al menos por el momento. Sin embargo, Neesa estaba determinada a acabar con la misión, así que Hyandora le preguntó, qué quería hacer para solucionar el asunto: la Emperatriz veía la luz interior de Neesa pugnando por emerger entre la oscuridad, e hizo saber a Neesa que los dioses le estaban brindando una oportunidad de lidiar con el asunto de la mejor manera posible. Descartados los mártires, Neesa optó por la vía de Taalia, y pidió a la Emperatriz dónde podría conseguir una Piedra de Poder Arcano, una de las dos condiciones que pedía la maga de Molcco para solucionar el asunto. Hyandora asintió, y señaló a un hombre a la salida del patio, diciendo que él se encargaría de proporcionar a Neesa lo que necesitaba. Además, antes de marchar, el hada también pidió permiso para conjurar en la ciudad, y del mismo modo, la Emperatriz dijo que aquel hombre lo haría posible.

Se despidieron, y Neesa se dirigió a aquel hombre de rostro amable pero recio, que la llevó a su despacho, para redactar los documentos que el hada necesitaba. Uno, sellado, para entregar a la archimaga Iratha Bul, para que proporcionase una Piedra de Poder Arcano, o al menos la manera de conseguir una; otro, junto con unas insignia de cobre, para que los compañeros pudiésemos conjurar en la ciudad.

Esto último fue motivo de gran alegría para todos cuando nos reunimos a la salida, pues por fin podíamos invocar a la magia nuestras protecciones y mejoras habituales, no sin antes depositar una fianza de mil monedas en una alcaldía o barracón. Lo primero no fue tan bien recibido, pues Neesa había solucionado sólo la mitad de una de los métodos, quedando en el aire el tema del servicio de un archimago. El grupo parecía un poco contrariado por la decisión de Neesa de no optar por el remedio que proponían los archimagos de N’Daleth, ya que algunos desconfiaban de que el contacto de Alix, la tal Taalia, fuera de fiar, pero a lo hecho, pecho, y habríamos de seguir por ese camino.

En Molcco, mientras tanto, Alix, con su capa de Embajador Imperial, intentó hablar con el tipo que entraba y salía de la casa con una escolta, pero aquel hombre negaba conocer a nadie llamada Taalia, y se mostró un tanto incómodo con las preguntas del chico. Alix, frustrado, se fue del lugar y tomó un dromedario para salir de la ciudad. Al poco, Tenar, ya con permiso para utilizar su magia, contactó con él, y mediante teletransportes, fue a buscarlo y lo trajo a Palacio de Marfil, desde donde, una vez reunidos, habríamos de partir de nuevo a N’Daleth, para hacer valer el documento dirigido a Iratha Bul, que Neesa había conseguido.

¿Será suficiente la ayuda de la Emperatriz para completar nuestra misión?

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