Las aventuras de Fenregon. (II)

Después de nuestro infructuoso asalto comenzamos a vagar por la tierra de Targos, un país que gracias a su alta congregación de aventureros y a su buena disposición militar consiguió defenderse del asedio de la horda de no-muertos de Fenris.

Lo que comenzó como un tiempo en el cual ayudar a las duras gentes del país de los aventureros, acabo siendo un periodo en el que Meghrem liberaba su frustración con espada decidida, juicio poco concluyente y sentencia demasiado firme. Su espada era la primera en desenfundar y atacar, su misericordia la última en asomar y su predisposición por acabar con el “mal” la más veloz. Una época en la que todos y cada uno de los caballeros llegaron a cuestionarse su propio compromiso con la causa, una época en la que todos añoraban su hogar y sus obligaciones para con sus congéneres más próximos, una época en la que el compromiso y el honor era lo único que hacía que los caballeros fueran los caballeros y se mantuvieran fieles al compromiso de Airul.

Los días pasaban duramente y los ánimos bajaban cada vez más, cada vez que veía al siempre alegre Carotto con el gesto serio o como Vernelionas se emborrachaba más rápido de lo normal era como si me clavasen un puñal en el corazón así que decidí intentar remediar esta situación. Carotto y yo mantuvimos largas conversaciones sobre lo que estaba ocurriendo y sobre el papel de los caballeros intentando encontrar una solución a nuestro problema y con el beneplácito de Carotto y su ayuda acepte como propia la misión de ayudar al grupo a superar la dificultad de ver frustradas sus ilusiones y esperanzas.

La tarea no fue fácil y tampoco fue aceptada con buen gesto por todos, Vernelionas fue el primero en aceptar mi sugerencia de hacer el trabajo de Meghrem y junto con Carotto poco a poco fuimos consiguiendo que el resto viera nuestro trabajo como una sutil lección a Mehgrem. Nos adelantábamos a las cuestiones en las que el fallaba y le enseñábamos que había otras formas de solucionar los problemas, otro modo de actuar contra lo que no es el bien. Otro juicio que no fuera el de la espada.

Poco a poco el ambiente y la moral del grupo fue creciendo aunque Meghrem parecía no hacer caso, ni dar importancia a lo q hacíamos. Todos y cada uno de los caballeros sabían que era algo bueno y todos esperaban que nuestro señor se diera cuenta y recobrase la esperanza y el espíritu.

Aunque poco duro esa situación…

Continuara...


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