Una nueva aventura a bordo del Leviathan



Aunque aun no caen gotas sobre Coruscant, unos nubarrones entre gris y verde amenazan lluvia ácida. Apenas se apagan los motores del Leviathan, Xarux desciende por la rampa y accede al templo Jedi, donde el Maestro Alec le espera.

- Bienvenido, Xarux. Pasa y ponte cómodo. ¿Te apetece algo?

- No, gracias, jefe.

Ambos caminan por un pasillo iluminado con luz blanca, y finalmente entran en uno de los Salones de reuniones. Mientras el piloto toma asiento, el jedi observa meticulosamente las paredes, y cierra los ojos durante unos segundos, concentrándose.

- ¿Qué tal sigue Ellen?

- Bien, bien. Está en la nave actualizando el mapa.

- Estupendo, me alegro. Aunque la misión de hoy nos llevará a un viejo conocido.

- ¿A dónde?

- Pzob.

El Mon-Calamari tuerce su rostro en una mueca. El semblante del Maestro Jedi también es más serio.

- Lo sé, Xarux. Pero es algo que tengo que hacer. No puedo quedarme cruzado de brazos mientras el Consejo discute si enviar a alguien o no.

- Xaharilyan me dijo que te metiste en un lío con el consejo por mandarles a ellos…

- Ese es mi problema. Tú eres mi piloto. Déjame a mí los asuntos de los Jedi.

El Leviathan surca los cielos de Coruscant buscando su atmósfera, mientras los tres amigos se abrochan los cinturones.

Cuando la nave aterriza en el planeta Pzob, Xarux comienza a tomar sus armas y equipo.

- ¿Dónde crees que vas?

- Contigo. Esto es algo que yo también tengo que hacer…

- No, amigo. Este sitio es peligroso. Xavier no ha vuelto a ser visto. Xaharilyan y Kalen-Da-Ar no encontraron más que falsas pistas y problemas. Tú te quedas aquí cuidando la nave y a esta hermosa muchacha. – dice mientras con un gesto de la cabeza señala a Ellen, que se sonroja. – No tengo ganas de tener que volver pilotando yo.

- Pero jefe…

- Pero nada. – El tono del jedi es cortante, y no admite discusión.

- Está bien, pero llame si necesita ayuda – contesta el piloto mientras le arroja al Maestro Alec un intercomunicador.

- Lo haré.

Dos días después…

- Voy a buscarlo. No ha dado señales de vida.

- Pero Xarux, dijo que nos quedáramos en la nave…

- ¡Lo mismo dijo Xavier! ¡Y mira lo que le pasó! – Xarux ha levantado el tono de voz, lo que ha asustado un poco a la muchacha.

- Yo…

- Lo siento, peque. Estoy un poco nervioso. Eso es todo.

Justo en ese momento, se oye el comunicador.

- Xarux… (interferencias)… ahí?

- ¿Maestro? ¿Me oye?

- …denadas cero cero tres cinco…

- Repita Jefe, no le escucho bien…

- …cinco cero dos siete…

Tras esto, se oye el inconfundible sonido de un sable láser chocando contra otro, y se pierde la comunicación.

- ¡Arranca este cacharro, Ellen! ¡El Maestro está en peligro! ¡Maldita sea mi tinta! ¡No tengo las coordenadas!

La muchacha comienza la secuencia de despegue, y sorprendiéndose a sí misma por sus palabras, dice:

- Sé donde está.

Cuando Ellen decide comenzar el aterrizaje, sólo se ve un edificio quemado a unos metros, que aunque no arde, aun humea. Apenas la nave toma tierra, la muchacha coge su bláster, se lo ajusta al cinturón, y sale de la nave a toda prisa.

- Pero peque, ¡espérame!

Al lado del edificio yace el Maestro Jedi, con una grave quemadura en la cara, y su brazo derecho amputado casi a la altura del hombro. Su espada láser está junto a él. Cuando los pilotos se acercan a él, babucea algo…

- Es imposible, están extinguidos…

Al llegar a Coruscant una lluvia sosegada pero continua cae sobre el planeta. Por suerte no es ácida. El Jedi ya se encuentra mejor, y aunque con una extremidad menos y la cara desfigurada, está consciente y en relativa forma.

- Gracias por todo Xarux. Eficiente como siempre. O más. Supongo que te debo algo más que una carrera. Y a ti también – dice mirando con su ojo sano a Ellen.

La muchacha enrojece y baja la mirada, y el jedi levanta su rostro suavemente con su mano izquierda, y por un momento sostienen la mirada, hasta que Ellen la aparta hacia un lado. Alec esboza una imperceptible sonrisa, y retira con cuidado su mano.

- Es curioso como a veces, uno ve más con un solo ojo que con todos los del Templo. Pero supongo que no es ese tu destino.

- ¿De qué habla, maestro? –responde confusa la chica.

- La Fuerza es poderosa en ti, Ellen. Pero no todos los que la sienten deben ser entrenados como Jedi. Sin embargo, si tenemos tiempo, quizá yo pueda darte un par de lecciones… Hasta entonces, será mejor que lo guardemos en secreto.

Xarux tiene la boca abierta, y el Jedi le sonríe.

- No te preocupes, amigo, no la reclutaremos, su destino corre lejos de la senda del Jedi.


Los tres están empapados, y aunque para el Mon-Calamari más que un problema es una bendición, a los humanos les ha empezado a temblar el cuerpo.

- Será mejor que vaya a que me miren esto – dice Alec mientras se señala el muñón del brazo.

- Claro, jefe.

- Cuidaos mucho, y que la Fuerza os acompañe.

- Adiós… - se despide Ellen levantando un poco el brazo y sin dejar de mirar como el Maestro Jedi camina hacia el templo.








2 comentarios:

Thran dijo...

uuuuuuuuuuuhhhh mas mas !!!!!, aplausos en la sala !! :D

Yashiro dijo...

Ke brutal!!! como ha molado si señor...

Los pilotos del Leviathan son los fucking masters!!!!!

Enga cya!!!