Cartas al Lobo Blanco - 7

¿Cómo explicar que estas serán las últimas letras que escriba? Tanto que decir con la esperanza de que algún día nuestros nombres sean recordados, y que el viaje que emprendimos no se pierda en el olvido.

Buscábamos salvar el mundo, y hemos pagado un precio muy alto por ello.

Intentaré condensar estas últimas semanas todo lo posible, intentando reflejar los puntos que nos llevaron a esta situación.


Partimos de Ostewald con más de 70 hombres, y llegamos a “The Rib Peaks” una semana más tarde, sin demasiados incidentes. Tardamos bastante en localizar la verdadera entrada y conseguir acceder a los túneles principales, pero al final lo logramos.

Tras un par de semanas caminando entre túneles y eliminando algunas pequeñas amenazas de skavens, localizamos un túnel principal que descendía y descendía, tan enorme que entrarían seis carros en paralelo y otros tantos de alto, con pequeñas salas de descanso, en las que había camastros donde dormir, incluso en muchas de ellas había pozos de agua.

Nuestros suministros, que iban en varios caballos, eran suficientes para meses de viaje, pero comenzamos a racionarlos, tras comprobar la envergadura del lugar donde nos estábamos internando y calcular el camino que nos quedaba por delante.

Varias semanas después alcanzamos las puertas del templo, gigantescas, más grandes que las puertas de Aldorf, con cientos de figuras y escenas esculpidas, con detales en oro, mithril, ébano y mármol. ¿Cómo unas puertas tan hermosas pueden encerrar tal horror?

El gigantesco reino de El Gran Nigromante Mortanius, Conocedor del misterio de los velos del tiempo, se extendía frente a nosotros.


Nuestras puertas son de este tamaño, pero un millon de veces más bonitas.

Un ser como él, que había conseguido invadir medio mundo, pero que de la noche a la mañana había desaparecido, sin dejar ningún rastro de su existencia, no podía estar rodeado de otra cosa que no fuera muerte.

Cuentan las leyendas que los dioses del caos le temían, y enviaron a sus avatares para derrotarlo. Una vez muerto lo encerraron en este laberintico templo, pero cuando dejaron sus cenizas en el centro, sus tropas acudieron a protegerlo, y expulsaron a los avatares de sus dominios. Desde entonces los dioses perdieron todo el poder que tenían en el templo y todo él se cubrió de un velo negro que no les permite observar lo que sucede en su interior.

Al cruzar esas puertas, estábamos solos, aislados del mundo, y de los dioses. Nadie lloraría nuestra perdida, ni nadie podría acudir en nuestra ayuda.

Pero nuestra misión era recuperar sus cenizas, y eso era lo que íbamos a hacer, el futuro del Viejo Mundo dependía de ello.

Desde que cruzamos las grandes puertas, caminamos en línea recta, por un gran corredor, con columnas altísimas, terminadas en arcos góticos, con unas lámparas en el vértice que daban una tenue luz que permitía muchas sombras, desde las que éramos atacados constantemente.

Perdimos más de cuarenta hombres en los primeros días tras cruzar las puertas. El pasillo se cruzaba con otros de su mismo tamaño, y era en esos momentos cuando más indefensos nos sentíamos. Notábamos la inmensidad del templo en el que habíamos entrado.

Conseguíamos defendernos de los ataques entrando en unas capillas que encontrábamos en los laterales. Y así conseguíamos descansar un poco y curar nuestras heridas.

Tras un par de semanas dentro del templo, llegamos a una gran sala con paredes de plata, tan lustrada que nos reflejábamos en ellas, con el suelo de arena, en la que solo había otra salida al otro lado. Al traspasar la puerta los primeros de la comitiva, desde el corredor comenzaron un ataque frenético todo tipo de criaturas, pero al cruzar el último de nosotros la puerta se cerró y quedamos atrapados en su interior.

Ni siquiera una veintena quedábamos en pie, teníamos tantos heridos que no dábamos a vasto a vendarles y curarles las heridas.

Nuestros rostros reflejaban el cansancio, el dolor y el miedo que todos sentíamos en nuestro interior, pero Paco, Rizwan, y Shelina, seguían firmes en su misión, intentaban levantarnos la moral, y nos daban esa motivación que necesitábamos para seguir adelante.

Descansamos en ese “desierto” durante bastante tiempo y pudimos recuperar fuerzas, pero las provisiones eran insuficientes y el agua a pesar de estar racionado era muy escaso.

Sin previo aviso, se oyó el sonido de un mecanismo y un tic, tac de reloj comenzó a escucharse en toda la sala. La arena comenzó a girar en el centro y se formó un remolino que nos absorbió. Caímos a una sala igual a la que estábamos, la única diferencia era que las paredes de ésta eran doradas.

Hicimos recuento y varios habían muerto, apenas una docena permanecíamos con vida. Nuestras ropas estaban raídas, las armas oxidadas, y toda la comida estaba podrida, habíamos perdido todos los suministros salvo el agua.

Haciendo recuento, solo quedábamos Paco, Shelina y Rizwan, dos enanos rompehierros, cinco caballeros del Conde y nosotras dos, sacerdotisas de Shalya.

Teníamos que reabastecernos y equiparnos, Rizwan se había quedado sin armas y todos habíamos perdido alguna parte de nuestra armadura o de nuestro equipo.

Continuamos hacia una de las salidas de la sala, rogando para que no estuviera cerrada, o bloqueada. Y no lo estaba. Salimos y todo el suelo estaba cubierto de huesos y polvo. Parecía como que nadie hubiera pasado por estos pasillos en años.

Avanzamos por el camino que se abría ante nosotros, y tras varios días sin ningún ataque, llegamos a una sala octogonal, con paredes increíblemente altas, y totalmente forradas de librerías, completamente llenas, con escaleras a distintos niveles, que se movían de un lugar a otro de una forma fantasmagórica y totalmente silenciosa. La sala estaba llena de bancos y mesas con libros abiertos, velas que se consumían y reconstruían mágicamente, jarras de agua que no se agotaban y bandejas de fruta que no se acababan.

En el cetro dos vitrinas de cristal, mostraban una espada de filo negro, y un escudo con un dragón grabado. Las observamos durante unos instantes y tras comprobar que no tenían ningún conjuro protector las recogimos, Rizwan se quedó con la espada y Paco con el escudo.

Continuamos nuestro camino saliendo por la puerta principal de la sala octogonal que daba a un pasillo lleno de tapices de piel humana, con dibujos de las grandes batallas de Mortanius.

El pasillo ascendía para finalizar ante otras grandes puertas de doble hoja protegidas por seis armaduras de piedra.

Al acercarnos a las puertas, las armaduras cobraron vida y se colocaron bloqueando la entrada.

Así terminaba la paz que había precedido a la tempestad que nos esperaba.

Luchamos contra las armaduras de piedra, y accedimos a la sala, solo para encontrarnos con un regimiento entero de soldados esqueletos, que aun con sus armaduras puestas, custodiaban la siguiente sala.

Luchamos contra ellos espalda con espalda para evitar ser rodeados, hasta que logramos cruzar la siguiente puerta, que daba acceso a un pasillo totalmente diáfano, en el que descubrimos por las malas que estaba repleto de trampas, al perder a dos caballeros en una de ellas.

Lentamente cruzamos el pasillo, comprobando cada paso, cada movimiento de Rizwan era imitado por Paco, y a su vez por todos los que íbamos detrás. Al llegar al final sentíamos nuestros músculos tan tensos que tuvimos que sentarnos y descansar.

Tras reponer energía, abrimos la siguiente puerta, un portalón de madera roja. Según se abría la puerta, un olor nauseabundo nos rodeó, mientras nuestros ojos nos mostraban la estancia más dantesca que jamás hubiéramos querido observar, la sangre cubría las paredes, y el suelo estaba lleno de cuerpos en descomposición, hombres, mujeres y niños que en algún tipo de ritual se habían quitado la vida los unos a los otros. Aun se podía observar como estaban protegidos por dicho ritual, ya que unas runas llameantes brillaban en las paredes y el suelo. Poco a poco nos hicimos paso en esta sala, evitando no resbalar con la sangre y no pisarlos, pero a nuestro paso los cuerpos se despertaban e intentaban cogernos y mordernos.

Al salir de la sala de sangre, llegamos a la más inmensa cúpula que jamás hubiéramos imaginado que existiera bajo el viejo mundo. Ante nosotros se abría un gran valle, con una catedral en el centro, el techo de la cúpula se elevaba sobre nuestras cabezas a cientos y cientos de metros, y la distancia hasta la iglesia estaba llena de formaciones de esqueletos, cementerios con zombis, goles de huesos, constructos de sangre, y todo tipo de criaturas que lideraría un nigromante de gran poder como era Mortanius.

Os la teneis que imaginar, dentro de una gigantesca cupula de tierra.
La peor parte parecía que estaba bordeando a la catedral. Cinco pequeños templos, formando una estrella de cinco puntas la protegían. Cada uno de los templos parecía proceder de distintos lugares del mundo. Un templo Nórdico con nieve a su alrededor, una pirámide de Arabie con su arena, una pira funeraria Bretonia fortificada en un torreón, una pirámide escalonada de Lustria rodeada de selva, y un barco negro de Naggaroth flotando en un mar en calma.

Solamente siete de los setenta que habíamos partido quedábamos con vida cuando accedimos a la cúpula, muchos de ellos habían muerto protegiéndonos a mi hermana y yo hasta este momento y ahora tocaba hacer nuestra parte, conjuraríamos un ritual que nos daría invisibilidad hasta llegar a la Catedral, que era donde esperábamos estuvieran las cenizas, o al menos eso contaban las leyendas. Una vez dentro, las robaríamos y saldríamos de este lugar. Pero esta parte era la más floja de nuestro plan, saldríamos lo más rápido posible. ¿Pero por dónde?

Al examinar el valle, localizamos un macizo de rocas, Paco y dos cabaleros se acercaron a explorarlo, deseando que hubiera algún tipo de salida, ya que en el resto del valle no se observaba ninguna. Y volver a cruzar todo el templo, sería casi imposible y menos con los pocos que éramos. De los setenta que habíamos partido, solo quedábamos siete, y al observar lo que teníamos delante y todo lo que habíamos pasado ya, nuestros cuerpos y espíritus estaban al límite. Nadie quería decirlo, pero todos sentíamos que solo un milagro nos permitiría salir de allí con vida.

Mientras ellos exploraban, el resto descansamos y preparamos el ritual, para que a su llegada todo estuviera listo. Y menos mal que estábamos preparados, por que llegaron corriendo, perseguidos por varias decenas de esqueletos.

Conjuramos el ritual y creamos una cúpula que nos hacía invisibles a todas estas criaturas. Mientras iniciábamos el descenso hacia la Catedral, Paco nos comentó que había una gruta que se internaba en la roca que formaba la pared y que esa seria nuestra ruta de salida.

Avanzamos evitando a los no muertos, y finalmente llegamos a la catedral. Al entrar a ella el sortilegio se rompió mientras accedíamos rápidamente.

La catedral era una obra de arte, sus columnas se elevaban majestuosas hasta unos grandes arcos que formaban enormes cúpulas, sus vidrieras iluminaban el interior con unos colores precioso, y las hileras de bancos de ébano, se extendían por todo el interior repletos de sacerdotes cubiertos por túnicas negras y rojas, que murmuraban algún tipo de oración o ritual.

Nos dividimos en dos grupos, Paco, mi hermana, y dos caballeros irían por un lado y Shelina, Rizwan y yo iríamos por el otro.
Avanzamos poco a poco, lentamente, intentando no hacer ruido, ni molestar a los feligreses.

Paco y sus hombres llegaron antes, y nosotros nos detuvimos en un lateral, observando como él, subía al altar. Allí se encontraba una suntuosa vasija de ébano, oro y mithril, con unas runas grabadas, y las cenizas de Mortanius en su interior.

Observamos como comprobaba que no hubiera trampas y tras unos instantes la rodeo con sus manos, respiro profundamente y la levanto.

El suelo retumbo, las vidrieras vibraron, los murmullos aumentaron, los gritos, chillidos y rugidos de todos las criaturas que nos rodeaban se elevaron como una sola en un grito de furia y dolor.

Todas las miradas se centraron en Paco, tanto las nuestras como las de los cientos de feligreses. Y por un instante, todo se paralizo, como a cámara lenta, Paco elevo su escudo para cubrir la vasija, y al pasar ese instante un rayo rojo surgió de los ojos de todos los feligreses hacia el escudo.

Paco salió despedido atravesando el retablo que había tras el altar. Corrimos por la girola en su búsqueda. Le encontramos cubierto de escombros, pero abrazado a la vasija y con el escudo totalmente roto. De él surgía una niebla que poco a poco iba rodeándonos a todos.

Nos miramos los unos a los otros y sin mediar palabra, salimos corriendo. Los feligreses seguían la vasija con sus ojos rojos y de vez en cuando su murmullo se convertía en un estridente chillido y el rayo que había atacado a Paco, nos atacaba de nuevo. Golpeo a uno de los caballeros en el tercer o cuarto intento, y lo que le sucedió fue espantoso, toda su sangre exploto violentamente.

La niebla que había comenzado a surgir poco a poco del escudo, se convirtió en un dragón negro gigantesco, que mientras se formaba iba destruyendo el ábside de la catedral y provocando que se derrumbara poco a poco.

Alzo el vuelo y comenzó a lanzar bocanadas de fuego a todas las criaturas del suelo, incluidos nosotros, que aprovechando el caos generado, salimos de la catedral intentando pasar inadvertidos, pero al cruzar por la zona llena de arena, unas manos surgieron del suelo y nos apresaron, mientras una momia recitaba algún conjuro acercándose lentamente a nosotros. Paco logro zafarse y aun con la vasija en sus manos nos liberó justo a tiempo de evitar un enjambre de insectos lanzado por la momia.

Seguimos corriendo hacia las rocas, pero nuestra carrera fue interrumpida por una llamarada de fuego que nos hizo separarnos. Rizwan, el último caballero y yo, nos quedamos al otro lado del fuego separados de Paco y Shelina, que continuaban su carrera hacia la salida rodeados por un grupo de esqueletos.

El dragón, aun siendo una distracción fantástica era una gran amenaza, sus llamaradas nos habían separado, pero eso no era lo peor que nos depararía aquella criatura. Cuando logramos atravesar la llamarada, se posó frente a nosotros, y mientras con su cola lanzaba por los aires a un regimiento entero de jinetes no muertos, su boca lanzaba su aliento de fuego hacia nuestra posición. El último caballero murió al instante y mi pierna se derritió mucho más rápido de lo que mi cuerpo pudo sentir el dolor. Rizwan logro apartarse y me recogió en sus brazos, pero un golpe de su ala nos lanzó por los aires. Caímos a unos cientos de metros de la salida, él tenía una herida muy fea en la cara, y yo apenas me mantenía consciente del dolor.

Paco y Shelina habían logrado escaparse de los esqueletos, y nos encontraron en el suelo tras el golpe del dragón. Así logramos internarnos en las cuevas, pero numerosas criaturas no muertas aun nos perseguían. Avanzamos a duras penas por las cuevas, hasta que no pudimos más. Nos detuvimos, y vendamos nuestras heridas.

Así finalizo mi camino, mi misión estaba cumplida y ahora era más un estorbo que una ayuda. Ordene a Paco y Shelina que se llevaran a Rizwan y la vasija, mientras yo retenía a los no muertos todo lo posible. No hubo mucha discusión tras ver mi herida, que era demasiado grave como para poder continuar. El camino que les quedaba por delante era demasiado peligroso, y la misión demasiado importante para permitirnos fallar por un sentimentalismo, habíamos sido entrenados desde hacía muchos años y debíamos concluir la misión a cualquier precio. Convencerles no fue fácil, pero la razón me lo permitió. Continuaron por los túneles, y ruego a Shalya que les protegiera, y les guiara hasta una salida.

Por mi parte, cumplí todo lo mejor que pude, expulse a los no muertos y utilizando varios productos alquímicos bloquee el camino, pero ahora estoy atrapada en esta estancia, sin poder continuar, sin poder retroceder.

Llevo dos días aislada, y cada día mi herida está peor, no me permite moverme, y me siento muy débil.

He decidido escribir estas mis últimas palabras, antes de iniciar un ritual que detendrá a los esqueletos para siempre, y a la vez terminara con mi agonía. Dudo que nadie encuentre esta carta, pero aun así, quizá algún día todo esto sea revelado y nuestra misión sea recordada y valorada como se merece.

Ruego a Shalya tenga en su seno a mi hermana, Dania Livia, proteja a su hijo y me acoja junto a ella cuando todo esto haya terminado.

FDO: Sara Livia, Sacerdotisa de Shalya.

Sara Livia, Sacerdotisa de Shalya.






(Esta carta fue encontrada por Perico Drogas y Nostramo Curze, en una de sus expediciones cerca del Lago Black Water (Agua negra), y entregada en el templo de Morr de Middenheim tiempo después.)

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