Noche en la Olympia


John McAllister se encontraba sentado en su litera, con las manos apoyadas en el colchón a los lados de su cuerpo, la mirada perdida en el suelo. Todo estaba a oscuras, y en silencio. Solo las respiraciones de los otros pilotos se oían amortiguadas por las cortinillas de cada litera.

Se dio un poco de impulso con los brazos, y apoyó silenciosamente los pies descalzos en el suelo. Avanzó hasta su taquilla, y la abrió. En el espejo de la puerta, cada piloto tenía fotos, de sus familias o amigos. John tenía de ambos. Tomó una, en la que salía con el traje de piloto bajado hasta la cintura, el casco bajo el brazo, y el otro brazo alrededor de otro piloto, que posaba en una postura similar. Ambos sonreían al lado de sus Vipers. Era Johnny.

Dejó la fotografía en su sitio, y se enfundó su traje de piloto. Metió el brazo por el casco, y volvió a coger la foto.

Silenciosamente, recorrió los pasillos de la Olympia, y dirigió sus pasos al hangar. Cuando llegó, estaba todo en calma, sólo algunos tuercetuercas hacían guardia en el otro extremo, mientras jugaban a las cartas. El capitán llegó hasta su Viper. Con ternura, acarició el morro del caza, como si se tratara de un perro mimoso. Lo recorrió dando una vuelta, acariciando la superficie, recién pulida. Capt. John McAllister “Vindicator”, rezaba bajo la cabina. Pero no siempre había sido así. Hasta hacía apenas unas semanas, en ese mismo sitio donde figuraba su nombre e indicativo, estaba el de Johnny. Capt. Jonathan Miller “Shield”.

Volvió a mirar la foto. Recordaba el día en que había sido tomada como si fuera ayer.

Cogió una camilla de mecánico con ruedas, de las que se usan para meterse debajo de las naves, se tumbó sobre ella boca arriba y se metió bajo la nave.

Conocía bien esa parte del Viper. Muchas veces, como el día de la foto, su amigo Johnny pasaba por delante de su Viper en una maniobra arriesgada, haciendo un looping, para tomar el fuego que iba dirigido contra él. Era endiabladamente bueno en eso.

Volvió a incorporarse, y subió a la cabina. Se ajustó el casco, colocó la foto junto a los mandos, y encendió el Viper. Cerro la cabina.

Era la primera vez que subía a un Mark V desde hacía años. Ya se había acostumbrado tanto a pilotar su Mark VII que ya casi no recordaba la disposición de mandos en el V. Se habituó pronto a ello, y al minuto, se sentía como en casa.

Algo se encendía dentro de John cuando se ponía a los mandos de un Viper. Pasaban a ser una sola cosa, y el mando del timón parecía ser una extremidad más de su cuerpo. Todos los recuerodos del aquel día, del día de la foto, vinieron a su cabeza el un torrente.

-¡Joder! Mantengan la formación, por amor de los dioses! –gritaba el CAG por la radio.- McAllister, usted con Shield, a mi flanco derecho.

-¡Si, señor! Shield, cúbreme.

-¡Voy para allá!

John descargaba furiosas ráfagas de fuego, mientras las naves enemigas salían por los aires. Miller hacía cabriolas por todas partes, pasando por delante, detrás, de la nave de McAllister, desviando todo el fuego enemigo, y permitiendo a su amigo concentrarse sólo en disparar.

-¡Ya son nuestros! – gritó McAllister- ¡Se retiran, señor!

-Buen trabajo, teniente – respondió el Capitán Howard – Usted también, Shield. Fire, Chocolat, encabecen la persecución con su escuadrón. Que no quede ninguno de esos hijos de perra independentistas.

Al terminar aquella misión, y bajar del Viper, Celsius tomó la foto.

La foto que ahora John tenía en las manos. Volvió al presente.

-Hijo de puta – susurraba con los dientes apretados.

Las lágrimas resbalaban por sus mejillas.

-Hijo de la gran puta - Volvió a decir.

Dio un puñetazo al lateral de la cabina, y se hizo un poco de daño.

-¡Me engañaste, joder!

Otro puñetazo.

-¡Maldito hijo de puta, tostadora de puta mierda!

El tercer puñetazo le dolió bastante. Hacía poco que había salido de la enfermería por varias fracturas de su última misión, y posiblemente acababa de volver a romperse algo.

-¡JODER! ¡Me cago en tus putos muertos Johnny, JODER! ¡Una puta tostadora!

Se desajustó el casco, y lo posó sobre los mandos.Se llevó la mano a la cara, y se sujetó la cabeza con la mano lastimada. Y lloró. Mientras lo hacía, rompió con cuidado la foto, asegurándose de romperla a la altura de los ojos de Johnny.

Después de unos minutos, apagó el Viper, y comenzó a bajar.

-¿No puede dormir, capi?

Terminó de bajar y se volvío.

-Teniente, por lo que veo usted tampoco.

Tornado también tenía puesto su traje de piloto, y su casco bajo el brazo.

Cath lo miro directamente a los ojoss, con su mirada azul.

-Lo cierto es que no. Suelo bajar a sentarme en el Viper para relajarme.

-Yo ya he terminado aquí – dijo John, mientras bajaba la mirada.

-Capitán... – le tomó del brazo- si hay algo que pueda hacer...

John sonrió.

-No, gracias, teniente. Ya ha hecho usted más de lo necesario. Gracias.

Durante un segundo, volvieron a mirarse a los ojos. Después ambos se cuadraron al tiempo, y se saludaron.

-Buenas noches, teniente.

-Buenas noches, señor.

McAllister fue directo a la enfermería, donde le pusieron hielo en la mano, y un vendaje.

-¿Qué hace a estas horas con el traje de piloto... y la mano rota, señor?

-Mejor no pregunte, enfermera- John miró a otro lado, y se dio cuenta de que no se había secado las lágrimas, y que sin embargo, Tornado no lo había mencionado.

1 comentario:

Yashiro dijo...

Grande grande...

Pero tenias que contar quien te ha preparado ese viper tan chachi, y solo para ti...