Acérquense, damas y caballeros, acérquense a este humilde bardo, para escuchar una nueva historia, acérquense para escuchar cómo me uní a un grupo, cuanto menos, peculiar...

Sesión XXXIX. El Extraño Druida.

Los compañeros nos preparábamos para la aventura: Al día siguiente viajaríamos a las ruinas de Aezmir, destino del que quizá algunos, o todos, no regresaríamos… O quizá sí lo hiciéramos, más ricos y experimentados, listos para pagar a los archimagos y solucionar de una vez por todas el tema de Voccisor y su pequeño apocalipsis.

Tenar y un servidor compramos varios pertrechos en un mercader local, incluyendo algunos viales de contraveneno, raciones de viaje, linternas y demás equipo.

Cuando ya nos retirábamos a descansar, Naltiria nos llamó a través del vínculo telepático, y tras reunirnos, nos informó de la partida de Alix. Por lo visto el muchacho, como he narrado a vuestras mercedes en el anterior capítulo, se encontraba abrumado de que Taalia pudiera estar involucrada con la Dulce Miel. Además, sus asuntos con los cazabrujas parecían preocuparle, y había decidido que era momento de atenderlos mientras los demás nos ocupábamos de solucionar el tema del ritual.

A Tenar le sentó especialmente mal que el muchacho se hubiese ido sin despedirse, y tuvo el ceño fruncido durante toda la intervención de Naltiria. A pesar de que la archimaga intentó dulcificar todo lo posible las palabras de despedida de Alix para el grupo, la alta elfa sentía que el chico le debía algo más que un mensaje a través de Naltiria. He de confesar que un servidor apenas tuvo reacción en aquel momento, pues el movimiento de Alix, tan repentino, nos había pillado a muchos a contrapié. Sólo pude desearle que Fortunna lo acompañase en sus aventuras, por mucho que el muchacho detestase a los dioses y sus seguidores.

Nos retiramos entonces a descansar, con la mente ya en el viaje que habríamos de emprender a la mañana siguiente, y pensando cómo cubriríamos el hueco dejado por Alix en el grupo, tanto a nivel de habilidades como a nivel humano.

A la mañana siguiente, nos reunimos con nuestro nuevo pícaro de alquiler, y nos encaminamos a ver a Taelwe Mir. Al ver tan nutrido grupo, nos reveló que nunca antes un grupo tan numeroso se había adentrado en las ruinas, y quizá esa fuera la calve para salir airosos de la expedición. Voto a Fortunna para que así fuese.

Con su magia, Taelwe Mir nos teleportó al desierto, un mar de arena y dunas que parecía tan yermo y desolado como su nombre indica. Sin embargo, los ojos experimentados de Mir sabían donde mirar, y tras apartar algo de arena de un punto específico, descubrió unas runas talladas en piedra, que tocó en un orden específico, revelando una entrada… una entrada a la Infraoscuridad.

Con la misma destreza, Taelwe Mir nos condujo por los caminos serpenteantes del Inframundo, y caminamos durante unos minutos antes de desembocar en una caverna donde se veía una gran arcada de piedra, como si fuese una suerte de portal. Delante del mismo, había un hombre de espaldas, vestido con ropajes de cuero, y con una gran serpiente enroscada en sus hombros. Al principio, no pareció darse cuenta de nuestra presencia, y algunos de nosotros, Taelwe Mir el primero, llevamos la mano a las empuñaduras de nuestras armas. De todas formas, Taelwe nos informó que no era inusual encontrar visitantes que venían a honrar a los caídos en la ciudad antes de su devastación.

El hombre, que resultó ser un semielfo y se presentó como Thalion, no parecía hostil, aunque sí desconfiado. Dijo ser un druida procedente del bosque de Tyrsail, voto a Geiath, ya era coincidencia encontrar en la Infraoscuridad de Re-Ionnae a un habitante de la superficie de Athanae. Nos cuestionó acerca de nuestras intenciones en aquel lugar, advirtiéndonos que una terrible maldición pesaba sobre el lugar. Maldición, que a medida que avanzaba la conversación, dijo querer eliminar, pues tal era su misión en aquel sitio. Poco menos que nos llamó locos por querer entrar en aquellas ruinas, y sin embargo, él parecía dispuesto a hacerlo en solitario, o en realidad, sólo acompañado por su compañero animal. Parecía evidente que unir fuerzas con aquel individuo parecía ser lo más conveniente para todos, pues todos queríamos entrar en las ruinas. El druida no buscaba riquezas u objetos, tan sólo extirpar la maldición del lugar. A nuestro grupo le interesaba más lo primero, aunque para salir de aquella ciudad, era muy posible que tuviésemos que deshacer la maldición. Se decidió pues que Thalion se uniría por ahora a nuestra expedición. Taelwe Mir nos deseó suerte y se despidió, esperando que recuperásemos su querido artefacto.

Antes de entrar a las ruinas, una inspección del portal nos permitió leer la inscripción de advertencia que allí estaba tallada:

Escuchen los incautos que aquí se acerquen nuestras plegarias, que elevamos a los dioses.

Acercad vuestra misericordiosa mirada a esta ciudad maldita, y traed de vuelta a los amigos que en ella perdimos tiempo atrás, y si así lo deseaseis, acoged sus almas en vuestros reinos eternos.

Multitud de aventureros se han adentrado en las ruinas de Aezmir, seducidos por las historias de su gloria ancestral, tan solo para perderse en el tiempo y el espacio, lejos de todo conjuro, de toda existencia, salvo por aquellos que aun les guardamos en nuestro corazón, y los mantenemos presentes en nuestras memorias.

Sirva esto de advertencia a todos aquellos que decidan, como nuestros amigos, cruzar este umbral.

Era evidente que no éramos los primeros en adentrarnos en Aezmir tras su caída, pero por los dioses, que estábamos decididos a ser los primeros que saliéramos victoriosos de tal aventura, voto a Fortunna.

Mirándonos unos a otros, dimos los pasos que nos separaban del portal, y encomendándose cada cual a lo que estimó más oportuno, atravesamos aquel umbral que nos separaba de la aventura.

Apenas pusimos pie en las ruinas, Tenar nos advirtió que un gran mal viciaba el ambiente. Un tomo tallado en piedra estaba unos pasos por delante, y en el orden que habíamos establecido, comenzamos a avanzar. Se trataba de una nueva advertencia, en este caso, posiblemente puesta allí por los habitantes de Aezmir en el esplendor de su ciudad, para mantener alejados a ladrones y extranjeros.

Con Jallil, Naltiria, Kalanthe y Tenar al frente, y Thalion, Tisaia, Neesa y un servidor en retaguardia, comenzaba nuestra aventura en las peligrosas ruinas de Aezmir…

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