Historias en la Sombra

Tattooine, hace 44 años.

Una voz cruel, llena de odio, a voz en grito.

- Yo marcho a arreglar unos asuntos dos meses, ¡SÓLO DOS MESES! - grita a pleno pulmón mientras hace aspavientos - y vosotros dos, mi aprendiz, y mi hermano, no tienen otra cosa en qué pensar. ¡VERGÜENZA! Sois la vergüenza de nuestra familia, y de nuestra orden.

Los dos aludidos, sentados, en el humilde banco de la casa de Tattooine, no alzan la vista. La figura encapuchada que ahora pasea de lado a lado de la pequeña estancia, se lleva un par de veces la mano al cinto, pero luego la retira.

- Tú no mereces llamarte hermano mío. Ya no.

El hombre, que mira humillado al suelo, se lleva de repente las manos a la garganta, y comienza a emitir unos sonidos guturales.

- ¡No, por favor, Maestro! - grita la mujer mientras cae de rodillas ante la figura oscura.

- Tú cállate, escoria. - Sin soltar la presa de la Fuerza sobre su hermano, Darth Manner da una patada con violencia a su aprendiz. - No has aprendido nada. ¡Te he dicho mil veces que la piedad no es una de nuestras causas!

El sonido de la tráquea rompiéndose, mientras exhala su último aliento, acompaña los sollozos contenidos de la mujer.

- En cuanto a ti, miserable, tengo planes para ese hijo que esperas. Pero para ti, ya no.

Se acerca a su aprendiz, pone la mano suavemente en el hombro, y la mujer pierde el conocimiento.

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Unos meses después.

- Lo sentimos, señor, pero su mujer no ha superado el parto. Sin embargo, ha tenido una niña preciosa.

- Es una lástima, pero llevaba en coma medio año. Lo entiendo. Gracias por su ayuda, doctor.

- Duerma aquí hoy. Mañana podrá llevarse a su hija.

- Creo que me la llevaré hoy mismo.

- Pero, señor...

El característico sonido de un sable láser activándose y desactivándose camufla el sonido de la cabeza del médico cayendo al suelo.

- Arregla este estropicio, Jaeth.

- Sí, maestro. ¿Qué vais a hacer con vuestra hija?

-¡No es mi hija, imbécil! La voy a entregar en adopción. Cuando llegue su momento, ya la reclamaré. Tiene su destino escrito desde el mismo momento en que fue concebida.

- Lo siento, Maestro.

La figura encapuchada coge con cuidado al bebé, envuelto en una toalla.

- Sheryl. Veo tu futuro nublado, pequeña, tan tormentoso como tu concepción.

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Jardines del templo Jedi. Hoy.

Dos figuras con túnicas negras observan un monumento funerario, una estatua de un ángel, con dos pequeñas lápidas.

- Mira bien este monumento, mi querido Sidious - dice la figura más alta - pues es nuestro triunfo absoluto.

- ¿Por qué, Maestro?

- Porque los dos caballeros a los que representan, representan el fracaso de los Jedi. Una era una estudiante brillante, con un potencial en la Fuerza digno de los mejores Maestros. Y la inoperancia del entrenamiento Jedi la llevó a una muerte prematura, una muerte que truncó de raíz la posibilidad de una de las mejores versadas en la Fuerza de la Historia.

Ambos observaron la lápida donde se leía "Sheryl, Caballero Jedi, siempre en nuestro corazón".

- Y la otra - continuó Plagueis - representa una parte de mi que los Jedi no supieron mantener de su lado por su ineptitud.

- Comprendo, Maestro.

- Aprende bien esta lección, mi discípulo, pues el mayor triunfo es el fracaso de tus enemigos.

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