Historias de Ságata I: Gerrard, el Sacerdote.

La taberna estaba atestada, y el rumor de de las conversaciones banales de los habitantes de Parns, y el humo de sus pipas cargaban el ambiente.
En ese instante Roy entró en la taberna, y mientras caminaba con sus pesadas botas hacia la mesa más apartada, el rumor de las voces se apagó.

- Ey, Alan, ponme un vinito de Ságata.
- En seguida, Roy.

Todos se quedaron mirando al semielfo, que como era habitual, vestía su equipo de aventurero, una armadura de cuero gastada, sus armas al cinto, su laúd en la mano.
Uno de los parroquianos más jóvenes, Fred, fue el primero que expuso en voz alta lo que todos querían decir.

- Roy, ¿Por qué no nos cuentas alguna historia a la luz de la hoguera?
- ¿Una historia? - el semielfo sonreía, complacido de tener a toda la taberna en vilo – Mmm. Veamos. Os voy a contar la historia de cómo uno puede llegar a ser aventurero sin habérselo propuesto, de cómo uno puede ser grande sin importar su tamaño.

A estas alturas, todos los clientes habían renovado sus consumiciones, y se acomodaban en sus asientos, atentos al bardo.

- Hace unos cuantos años, conocí a un Enano singular. No es raro encontrar uno de los de su raza que entregue su vida al clero, pero Gerrard era un tanto especial. Si pudiéramos ver desde una perspectiva exterior una ciudad de los Enanos, podríamos encontrar a cientos de ciudadanos iguales que Gerrard. Él era un trabajador corriente, que picaba en la mina cada día para ganarse su jornal, y tras una dura jornada de trabajo, volvía a su casa, donde tenía mujer e hijos. Según él mismo confesó, adoraba a sus retoños, y los criaba con auténtica dedicación.

La audiencia había aumentado durante las primeras palabras del bardo, que en ese momento rasgó con suavidad su laúd, y continuó la historia cantando con un suave tono, que fascinó a todos los presentes.

- Las Historias de héroes casi nunca están exentas de desgracias, y la de Gerrard no es una excepción. Un fatídico día de trabajo, que podría haber sido uno más, hubo un derrumbamiento en la ciudad en la que vivía nuestro protagonista. La desgracia se cernió sobre toda la ciudad, y no fueron pocos los Enanos que perecieron en tan desgraciado accidente.

A los ojos de Roy asomaba una lágrima, a punto de resbalar por su mejilla, cuando hizo una pequeña pausa. Levantó la vista, y ya se oían sollozos de las gentes de Parns, ya que todo el pueblo, animado por los rumores de la historia de Roy, estaba ahora en la taberna. Algunas mujeres lloraban ya a moco tendido, y algunos de los hombres contenían las lágrimas a duras penas. El bardo acarició con infinita dulzura las cuerdas de su laúd, y continuó cantando con su voz melodiosa.

- Sí, amigos, la familia de Gerrard murió en el derrumbamiento. Cada día después de aquél tan desgraciado, Gerrard trabajó incansablemente en la reconstrucción de la ciudad enana, retirando escombros, y enterrando a sus muertos. Mantener ocupada la cabeza le ayudaba a sobrellevar la pena.

Roy levantó la vista.

- Alan, por favor, necesitaré otro vasito de vino para aclarar la garganta.

El posadero se levantó de su asiento como alma que lleva Enath-Nucro, y en menos que canta un gallo, el bardo estaba tomando un sorbo del vino.

- Cuando la ciudad estuvo reconstruida, Gerrard no tenía fuerzas para regresar al trabajo. Ya no tenía familia que alimentar, ni nada que le empujara a seguir viviendo. Abatido por su situación, tomó lo poco que le quedaba, y emprendió una peregrinación al templo de Aedith, dios de la pureza y el bien. Necesitó tres años para llegar.

Toda la concurrencia de la taberna estaba con la boca abierta mirando al bardo, acomodado en el escenario. Roy dirigió su mirada a la zona donde las jóvenes doncellas del pueblo se habían sentado, sonrió, y continuó su historia.

- Al llegar, rezó. Pedía a Aedith fuerzas para vivir, razones para continuar. Nunca he sabido qué tipo de revelación pudo tener en el templo, pues nunca me lo contó, pero el caso es que Gerrard tomó el hábito de sacerdote. Por aquel entonces, el enano contaba con 282 años de edad. Una edad avanzada, no sólo para ser novicio, si no para empezar cualquier empresa siendo Enano. A esa edad normalmente uno de esa raza suele empezar a pensar en la jubilación. Gerrard comenzó a pensar en el servicio a Aedith.

Justo al decir esta última palabra, Roy agitó su mano, y con un conjuro preparado a tal efecto, hizo una ilusión de un gran dragón blanco, que recorrió la taberna, arrancando del público ovaciones y aplausos.

- Y la primera misión de Gerrard como clérigo de Aedith, fue... ¡Oh! Pero mira la hora. Se está haciendo tardísimo. Deberíamos irnos a dormir.
- ¡No! - gritó Fred – cuéntanos esa aventura.
- Otro día, joven Fred. Quizá mañana os la cuente - y mientras decía esto, dejó discretamente su gorro al borde del escenario.

Al salir, los habitantes de Parns iban dejando alguna moneda en el gorro de Roy, que sonreía a las mozas del pueblo, y hacía reverencias a los hombres.

Roy recogió su gorro al final de la noche, y se fue canturreando una canción. Algo le decía que al día siguiente, su recaudación iba a ser mayor.

1 comentario:

Yashiro dijo...

Maldito Enano... tener secretos de esos y solo contarselos al tontolo del Roy, me parece muy muy mal...

Enga perry... :D