Acérquense, damas y caballeros, acérquense a este humilde bardo, para escuchar una nueva historia, acérquense para escuchar cómo me uní a un grupo, cuanto menos, peculiar...
Sesión LII. Destino Incierto.
Saliendo de la torre de la señora Bul, Tenar estaba decidida a ir a visitar al resto de archimagos en N’Daleth. La archimaga había insinuado que había algunos de sus colegas preocupados por el asunto que nos traíamos entre manos, y nuestra compañera deseaba averiguar de quién se trataba y si estarían dispuestos a darnos más ayuda. No obstante, antes de iniciar sus visitas, nos teletransportó a todos a Palacio de Marfil, para hablar con Neesa en persona; el conjuro funcionó bien y nos dejó donde estaban la última vez el hada y Thalion, ahora un poco más adelante. Al aparecernos en medio de la ciudad, los guardias se nos echaron encima enseguida para pedirnos los documentos que nos permitían utilizar magia, y tras presentarlos Tenar, avanzamos hacia Neesa y Thalion.
El druida continuaba con miradas furtivas a la caja de ébano, y no llegamos a tiempo para ver cómo abría el candado y echaba un vistazo al interior del recipiente. Neesa, alarmada, la cerró rápidamente, y con preocupación en la voz, se dio cuenta que la influencia del artefacto se estaba haciendo con el control del semielfo, que ya no lograba dar argumentos sólidos a sus intenciones de ver el artefacto. En esas llegamos los demás, con las noticias frescas de los archimagos de N’Daleth, y nos pusimos a valorar nuestras opciones.
La solución arcana que nos proponía Iratha Bul y sus colegas se nos antojaba prácticamente imposible, tanto a Neesa como a un servidor, a pesar de los esfuerzos de Naltiria de venderlo como una empresa factible. Meternos en el plano de un dios malvado y aficionado a la sangre ajena, sonaba cuanto menos suicida, aunque la archimaga parecía convencida de que existían métodos de pasar desapercibidos el tiempo suficiente como para lograr tomar los ingredientes que necesitaba el ritual. Eso, por supuesto, no incluía resistir las horribles temperaturas del lugar, ni el hecho de que los mortales en un plano divino tienden a perder su alma paulatinamente. Neesa seguía optando, por pedir ayuda a la Emperatriz de Re-Ionnae, o en todo caso, buscar voluntarios para ser sacrificados en pos de invocar al ser divino Inmolatur, posición bastante razonable en lo que a un servidor respectaba; aun más, este bardo era de la opinión de que, una vez nos habíamos hecho con dos soluciones distintas, nuestro trabajo estaba más que cumplido, pues no contábamos con los medios para realizar ninguna de las dos: Ni éramos mártires de Ilfaath, puros y humildes, para sacrificarnos, ni contábamos con la manera de adentrarnos en el infierno de Idhaal y sobrevivir. Era tiempo de que los mandatarios del mundo, ya fuese Hyandora, ya fuese Anne Von Xavras, pusieran los medios para evitar que el tejido de la realidad se rasgase permitiendo el paso de demonios al mundo mortal. Tenar se encontraba en un término medio, más cercana a la opinión de Naltiria, pero no sin antes hacerse con ayuda externa.
Respecto de Thalion y el artefacto, Tenar conversó con el druida, y con toda la lógica que fue capaz, fue rebatiendo los argumentos del semielfo, que continuaba empeñado en extraer el tótem de la caja para estudiarlo con detenimiento y desentrañar sus misterios, ya que opinaba que los habitantes de Aezmir habían fracasado en sacarle todo el partido posible. Nos íbamos dando cuenta que no era Thalion quien hablaba, si no el artefacto mismo a través de sus labios, y decidimos que lo mejor sería que cambiara de manos. Así, Neesa tomó la caja mientras el druida miraba con ansiedad el recipiente mágico, y un servidor decidió quedarse con el hada en la cola para hacerla compañía en su espera. Dudaba que me dejaran pasar, pues no había guardado el turno, para ayudar a Neesa en su nueva visita a Hyandora, pero al menos haría la espera más amena tanto al hada como a los demás peticionarios, con mi música. Desenfundé mi violín y toqué a ratos melodías suaves para amenizar el tiempo. Thalion dijo que una vez liberado de esta tarea, se iba a dedicar a buscar a un oráculo de las sombras que había visto en sus visiones, que pudiera guiarle en sus siguientes pasos, aunque no quedaba claro si estaba despidiéndose del grupo para hacerlo por su cuenta, o seguiría a nuestro lado.
Naltiria, presente sólo mediante vínculo telepático, recordó a Neesa las cuatro cuestiones que debía plantear a la Emperatriz Hyandora: Primera, presentarle el tótem del infortunio, y dilucidar qué hacer con él; segunda, informar a la Emperatriz de que un Instrumento de Venganza se había liberado, para perseguirnos; tercera, pedir ayuda para entrar en el plano de Idhaal y poder solucionar el tema de Voccisor; y cuarta y última, informar a la dirigente del aire de rebelión que se respiraba en Molkko y otros lugares del norte del continente, probablemente instigados por la célula o escisión de la Dulce Miel.
Neesa y un servidor se quedaron en Palacio de Marfil, mientras Naltiria y Tenar se encaminaron de vuelta a N’Daleth para visitar las torres de los archimagos. Además, Naltiria tenía previsto ponerse a estudiar las artes de la geomancia de Tenar, una vez concluyeran su rueda de entrevistas.
La primera torre que visitaron fue la de Taalvarya N’Zeth, coleccionista de libros que ya habían visitado con anterioridad. La archimaga nos compró el volumen mágico de Historia Reciente de Aezmir, además de los diarios encontrados en las ruinas, por una buena suma, que nos vendría bien para cubrir la deuda que aun teníamos con los archimagos. La siguiente, fue la gobernada por Bunrad Fah, que tras escuchar la historia, se ofreció para ayudar a cerrar las grietas en caso de que llegasen a abrirse. Además, proporcionó los nombres de los otros archimagos dispuestos a ayudar, así que nuestras conjuradoras se encaminaron a la siguiente torre, en esta ocasión la del gnomo Fistro Lahm. El pequeño archimago reconoció en seguida a sus interlocutoras, y se congratuló de poder invertir el dinero que habían recaudado gracias al grupo para desarrollar nuevos conjuros. La única ayuda que podía prestar Fistro era un nuevo ritual, esta vez para viajar al infierno y volver del mismo, sin ser detectados, durante un breve período de tiempo; sin embargo, no especificó a qué parte del infierno era, y además, pedía más de dos millones de monedas por el mismo; dada nuestra precaria economía, no se pudo plantear adquirir dicho ritual.
Se encaminaban nuestras dos intrépidas arcanas la torre de Astrid, en busca de más ayuda en la empresa infernal que se traían entre manos...
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