Acérquense, damas y caballeros, acérquense a este humilde bardo, para escuchar una nueva historia, acérquense para escuchar cómo me uní a un grupo, cuanto menos, peculiar...

Sesión LI. Destino Incierto.

Sin mucho más que hacer en la bóveda recientemente saqueada, nos encaminamos a las segundas coordenadas. Tras los pertinentes conjuros para remover la tierra, descubrimos la entrada a la Infraoscuridad, y al poco, la cerradura para nuestra llave. Jallil nos confirmó que no había trampas, y procedimos a abrir la puerta, encontrando una cámara muy similar a la primera con 25000 monedas de platino, casi medio millón de oro, una treintena de obras de arte de distintos tipos y tamaños, y 20 armaduras de cota de malla de mithril bañadas en oro, que aunque en principio no eran mágicas, sólo por su material y factura, algo debían valer. Después de recoger nuestro botín, decidimos que era hora de ir a descansar, antes de ir a por la tercera y última estancia de tesoro.

Entretanto, en la cola de Palacio de Marfil para entrevistarse con Hyandora, Thalion miraba furtivamente la caja de ébano que contenía el tótem del infortunio, mientras ideas febriles desfilaban por su atribulada mente. Ideas que Neesa tardó un tanto en descifrar viendo el ceño fruncido del druida. Thalion confesó al hada que estaba dándole vueltas a la cabeza, que los habitantes de Aezmir habían sido unos necios, y no habían sabido sacar provecho del Espíritu de Prosperidad adecuadamente, no venerándolo como se merecía. Llamarlo “Tótem de la Prosperidad” después de saber de lo que se trataba, disparó las alarmas de Neesa, que intentó calmar las emociones crecientes del druida con un discurso sosegado y basado en la lógica y nuestra reciente experiencia, cosa que logró a medias; Thalion seguía dándole vueltas en su cabeza a las riquezas que podía proporcionar aquel artefacto.

A la mañana siguiente, el resto del grupo, que había descansado en la posada de nombre “La Bola de Cristal” en N’Daleth, para mantenernos alejados de Taelwë Mir, tomamos un rápido desayuno y nos pusimos manos a la obra para ir a por la tercera bóveda. Allí llegamos, tras un modus operandi similar a la de las dos cámaras anteriores. Sin embargo algo era distinto en esta tercera sala: La puerta había sido forzada, y una placa antigua, apenas legible, advertía a los posibles saqueadores de la maldición que caería sobre aquellos que saqueasen los contenidos. Consistía aquella amenaza en que un Instrumento de Venganza los perseguiría hasta darles muerte. Al terminar de abrir la puerta forzada y entornada, pudimos ver que la sala parecía intacta, a pesar de los numerosos rastros que entraban y salían de ella. Un servidor propuso, que tal maldición quizá sólo se refiriese a intrusos que no contaban con la manera correcta de acceder a la sala, así que cerramos la puerta, y volvimos a abrirla, esta vez con la llave. Una vez hecho este paso, advertimos que la cámara era más grande que las dos anteriores; echamos a suerte quién sería el primero en tomar una moneda del tesoro, y quiso Fortunna que Jallil sacase la pajita más corta, así que el pícaro tomó una moneda del suelo, sin efectos aparentes. Animados por ello, todos los demás nos pusimos a meter las riquezas en las bolsas, todo, excepto una enorme obra de arte, consistente en una escultura de oro macizo de un minotauro a tamaño real, que era demasiado grande y pesada para entrar en nuestros contenedores, ni siquiera los mágicos. La idea de hacerlo pasar por la puerta para poder utilizar la magia para reducirlo, parecía la correcta, y tras unas maniobras costosas, conseguimos hacerlo. En total, habíamos sumado a nuestra cuenta, casi cien mil monedas de platino, más de medio millón de oro, casi 50 obras de arte, incluido el enorme minotauro dorado, y 20 kopesh que al igual que las armaduras de la sala anterior, parecían no ser mágicos, pero eran de exquisita factura.

Estábamos todo ufanos haciendo inventario del botín, cuando un símbolo demoníaco se dibujó en el suelo, y de él, un demonio, de aspecto muy similar al minotauro de oro, se materializó en él, mirándonos con furia: El Instrumento de Venganza advertido por la placa de la entrada se disponía a darnos caza por haber saqueado aquella cámara que los drows y otros habitantes de la Infraoscuridad habían ignorado. Ah, Velereón, ¿ni siquiera dinero suficiente para pagar el ritual nos ibas a dejar tomar?

Jallil, rápido como un rayo, intentó disparar su ballesta contra el demonio, pero sus virotes rebotaron sin clavarse en la gruesa piel demoníaca de aquel ser. Poco podíamos hacer, así que Tenar invocó su magia, y nos sacó a todos de aquel lugar, llevándonos a la conexión entre superficie e Inframundo. Desde allí, atravesamos el paso, y apenas unos segundos después, otro conjuro de teletransportación nos dejó a las afueras de N’Daleth.

Habíamos despistado a nuestro nuevo enemigo por el momento, pero sabíamos que tarde o temprano, regresaría a por nosotros. Con esta seguridad, decidimos que Jallil continuara con nosotros a pesar de que el contrato del pícaro expiraba al haber terminado de saquear todo el tesoro posible de nuestra aventura. Le dimos su parte, por supuesto, pero le recomendamos que no se separase de nosotros, pues entonces sería una víctima fácil para el Instrumento de Venganza que habría de perseguirnos a partir de ahora.

Mientras Thalion continuaba dándole vueltas a los usos que podía dar al tótem del infortunio, Neesa, siguiéndole la corriente, trataba de distraerlo. Y el resto del grupo se dirigió a la torre de Iratha Bul, dispuestos a entregarle todo el oro que nos quedaba, además de algunos otros tesoros para llegar a los seis millones de monedas que los Archimagos pedían. Nos recibió la señora de la Torre, y tras las negociaciones pertinentes, que incluyeron joyas, algunos objetos mágicos, obras de arte y la devolución de la Piedra de Poder Arcano que teníamos en préstamo, Iratha nos entregó un pergamino que narraba los pasos a seguir para contrarrestar el ritual de Voccisor. Ni siquiera entregando todo esto logramos llegar a la suma pedida, pero Iratha nos permitió quedar a deber más de 300 000 monedas de oro para más adelante.

Dado que nuestro conducto había perdido su poder por haber estado sellado en una caja de ébano, tendríamos que dotarlo de poder de nuevo, realizando un intrincado ritual que incluía… meterse de cabeza en el semiplano de Voccisor, que estaba, por supuesto, en el dominio de su señor Idhaal. Un suicidio en mi humilde opinión, aunque Naltiria parecía convencida de que “no era descabellado” ¿No era descabellado? ¡Válganme los dioses, querido público! Infiltrarse en el plano del señor del asesinato, plagado de demonios sedientos de sangre, recuperar materiales de aquel lugar y salir vivos de aquel horrible infierno! En mi vida de aventurero había oído tal locura, ¡voto a Astorgoth! Ni siquiera los locos seguidores del Temerario se embarcarían en semejante misión suicida.

Nos explicó también Iratha, que no debíamos preocuparnos con un apocalipsis. En el caso de que finalmente se acabara el plazo, las fronteras no se abrirían definitivamente, si no que posiblemente se tratase de pequeñas fisuras sellables, desde las cuales, eso sí, se podrían colar demonios del plano al que Naltiria quería viajar. Un mal menor, si me lo permiten vuestras mercedes.

Así que con el pergamino en las manos, por otra parte prácticamente vacías, y dos enemigos que nos perseguirían sin descanso, tendríamos que decidir nuestra siguiente acción, que pasaba por ir al infierno, retomar la búsqueda de mártires, dejar que la fecha se cumpliese, o acudir por otro tipo de ayuda...

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