Acérquense, damas y caballeros, acérquense a este humilde bardo, para escuchar una nueva historia, acérquense para escuchar cómo me uní a un grupo, cuanto menos, peculiar...
Sesión LV. La maldición.
Mientras un servidor miraba estupefacto el vacío que habían dejado los pisos superiores de la torre de Olías Aelwë, Thalion descansaba apaciblemente en la posada, teniendo nuevas visiones oníricas. Una mujer de extraño rostro, con una serpiente siempre a su lado, le dedicaba palabras firmes al druida, instándole a recorrer un camino que afirmaba haber abierto ante el semielfo. Despertó Thalion debido al alboroto que se estaba formando en las calles, pues la noticia de la explosión en la torre del archimago corría como la pólvora por la ciudad. Se encaminó el druida a la fuente de la agitación, la torre de Olías, que estaba rodeada por un cordón de guardia de la ciudad.
Los guardias estaban intentando dispersar a los curiosos que se agolpaban alrededor de la torre, pero Thalion logró acercarse para enterarse de lo que había pasado. Al reconocer a un servidor en la base de la torre, los guardias retuvieron al druida por conocer a los “perpetradores” dando por supuesto que se trataba poco menos que un ataque a gran escala. Válgame Khayradín, la guerra ocurría a muchos kilómetros y lo que había sucedido allí, no era si no un cúmulo de malas decisiones y mala suerte.
Las investigaciones, encabezadas por la archimaga Druna Tan, avanzaban a pasos agigantados. Pronto la archimaga de Palacio de Marfil localizó a Naltiria a las afueras, y se teleportó junto a ella para interrogarla en relación a lo sucedido. Tras redactar los pertinentes documentos que permitían a nuestra archimaga entrar en la ciudad por las excepcionales circunstancias, se la llevó a la torre, donde fue puesta al día de todo lo que había sucedido. Un servidor estaba empezando a salir del shock por lo ocurrido, y pudo tratar de explicar que no se trataba de ningún ataque, si acaso un tanto de negligencia y mal juicio por haber permitido a Kharid acercarse de nuevo al artefacto que había destruido su ciudad.
Thalion, que también había sido entrevistado por Druna, aseguró poco menos que era “seguro” que Kharid estaba desequilibrado y lo que había sucedido era perfectamente previsible. Voto a todo el Olimpo, qué fáciles se veían las cosas cuando ya habían sucedido. Tan sólo unas horas antes, nadie se opuso a que Tenar y un servidor llevaran a Kharid a la torre de Olías, donde teóricamente iba a ayudar al archimago en sus investigaciones. Ahora, todo estaba claro y era evidente. De poca ayuda nos estaba resultando en esto nuestro nuevo compañero, desde luego.
Druna reunió a todo el grupo excepto Neesa, que continuaba guardando su turno en la cola. Kalanthe, tras preparar su magia, trató de traer de vuelta a Kharid, sin éxito, y a Tenar, que gracias a los dioses, sí pudo regresar. La clériga se defendió como buenamente pudo de las acusaciones de Druna y Olías, y aunque los dos archimagos se mostraron duros, actuaron con justicia al exigir tan sólo un pago por los daños causados y, si el pago era satisfecho, evitaríamos tener que ir a juicio y pagar condena en prisión u otros destinos. Pudimos convencer al archimago Olías que aceptase algunas obras de arte y objetos mágicos recuperados en la aventura de Aezmir, incluyendo el poderoso khopesh de Malik Fah, además de parte del pago en dinero contante y sonante, sumando entre todo un valor ligeramente superior al millón y medio de monedas de oro. Se dio por contento el archimago, retirando los cargos y dejando en libertad al grupo.
Sin embargo, Naltiria no estaba nada contenta, y nos explicó que destruir el tótem del infortunio iba a tener graves consecuencias para todos. Así pudieron confirmarlo Kalanthe y Tenar, que tras comulgar con sus respectivos dioses, nos aseguraron que éramos víctimas de algún tipo de maldición, aunque parecía reversible. La archimaga tenía el ceño fruncido, pero nos dijo que debíamos seguir adelante con valor, haciendo frente a las consecuencias de lo que habíamos desencadenado. Debíamos librarnos de esta maldición antes de continuar si quiera con cualquier otra cosa, pues mientras la tuviéramos encima, estaríamos mermados de capacidades. Había que ponerse a ello cuanto antes, incluso dejando de lado la aventura en el infierno.
A Thalion, por otra parte, le volvió a aconsejar que se pusiese en contacto con el Cónclave de los Doce, de quien Mirenna parecía ser la miembro más importante. Advirtió Naltira que esta mujer se mostraría desconfiada y poco proclive a ayudar, pero debía intentarlo.
Dado el imprevisto gasto en las reparaciones de la torre de Olías Aelwë, nos habíamos quedado sin apenas dinero, y no podíamos ni plantearnos que Fistro Lahm nos vendiera su ritual de acceso al infierno. Naltiria dijo que quizá lo más recomendable fuera regresar a Athanae, para que por ejemplo, un servidor pudiese buscar un templo de Vécnuvar en el que pedir ayuda, mientras los demás buscaban otros aliados y recursos. Pero primero optamos por preguntar en Palacio de Marfil acerca de nuestra nueva maldición. Quizá Fortunna, diosa opuesta a Rezhias, pudiera ayudarnos con este asunto, así que un servidor puso rumbo a un templo de esta diosa. Mientras, Thalion hizo lo propio con Velereón, que posiblemente se sintiese molesto con Rezhias por haber engañado en su nombre a los habitantes de Aezmir.
Sin embargo, la maldición era peor de lo que esperábamos. Tras preguntar a los ciudadanos por un templo de la dama Suerte, este humilde bardo llegó a las puertas de una capilla consagrada a… Dreidita. ¿Mala suerte? Probablemente. Mientras, Thalion no lo había hecho mejor. Buscando un templo al Amigo del Comerciante, llegó a una capilla de Orthegon. Voto a Rezhias, si no es mala suerte encontrar en una ciudad de clima tan caluroso un templo al dios del frío. Thalion, intrigado, pidió al sacerdote que allí había que le explicase acerca de su dios, cosa que el clérigo hizo encantado, por supuesto. “Hazte fuerte, evita que te arrebaten lo que deseas, arrebátaselo tú a los demás” era el resumen de lo que dijo el sacerdote.
Un servidor decidió no perder el tiempo, y se dio media vuelta para regresar al grupo y explicar lo que había sucedido. La expresión de Naltiria se ensombreció un poco más si cabía.
Tras escuchar al clérigo de Orthegon, Thalion se encaminó hacia el grupo. Sin embargo, de camino vio a dos clérigos con símbolos sagrados de Velereón, así que se acercó a preguntarles… sólo para descubrir que eran seguidores de Alunne. ¿Había visto mal el símbolo sagrado que pendía del cinturón de los clérigos? Quién sabe. El caso es que, de nuevo, pidió a los clérigos que le contasen acerca de su fe. Cuando terminaron de hacerlo, le indicaron cómo llegar a su templo de la diosa compasiva, y Thalion se dirigió allí, para descubrir que se trataba de uno dedicado a Haleyt. Voto a Rezhias, una y otra vez, menudo embrollo. No desaprovechó la oportunidad de preguntar a los clérigos acerca de su deidad, antes de volver con el grupo.
Naltiria decidió que al día siguiente, Tenar y ella irían a la ciudad de Chokman, donde se suponía, había un templo a Fortunna. No sé qué opinarán vuestras mercedes, pero en aquel momento un servidor estaba convencido de que las magas se iban a encontrar con una capilla a Tlekhal o Maddusse en su lugar.
Sin embargo, nuestra suerte estaba por cambiar, a peor. Apenas habíamos iniciado el descanso, una drow y su séquito, nos rodearon e inmovilizaron. La elfa oscura deseaba que se le entregase el artefacto, pero ante la respuesta de que ya no lo teníamos, decidió al azar qué miembro del grupo se llevaría consigo. La mala suerte se cebó con Tenar, que desapareció junto a los drows. Las cosas se estaban poniendo feas, muy feas, damas y caballeros, pues la drow amenazó conque cada poco tiempo vendría a reclamar un artefacto que ya no existía, y de no entregárselo, cosa imposible, continuaría llevándose miembros del grupo, que probablemente tendrían un destino peor que la muerte, como esclavos de los elfos de la Infraoscuridad. También nos advirtió, que a pesar de estar muy segura de ser superior a nosotros, si por azar la derrotábamos, ella sería tan sólo la primera de muchos más enviados a recuperar el tótem, y no podríamos librarnos del aciago destino que nos tenían reservado...
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