Acérquense, damas y caballeros, acérquense a este humilde bardo, para escuchar una nueva historia, acérquense para escuchar cómo me uní a un grupo, cuanto menos, peculiar...

Sesiones XLV, XLVI, XVVII, XLVIII, IL. Las Ruinas de Aezmir, parte II.

Kharid Shahad estuvo un buen rato paralizado, observando a su alrededor sin creer lo que sus ojos veían. La ciudad, antaño gloriosa y con riquezas por doquier, ahora era sólo una ruina del pasado, sepultada bajo tierra y olvidada. Mientras el archimago iba asumiendo poco a poco la realidad a la que había despertado, tras su vida como criatura inenarrable, los demás intentábamos pensar alguna manera de ayudar al gólem, “Instrumento de Rebelión”, a salir del pozo donde se hallaba el pollo. Cuando nos referimos a él como “Gólem” el archimago pareció volver en sí, y nos dijo que se denominaban “Instrumentos”.

Después de algunas ideas descartadas, finalmente Neesa utilizó su magia y moldeó las paredes del pozo a modo de escaleras, de forma que en menos de una hora, el Instrumento estaba con nosotros. En ese tiempo, nos dio tiempo a especular sobre las verdaderas intenciones de Taelwe Mir, ya que según una idea de este servidor, pudiera ser que el elfo estuviera al corriente de que el tótem “Espíritu de la Prosperidad” que veníamos a buscar, se tratase efectivamente de un tótem de desgracia, y fuese seguidor de la deidad que lo habitaba. Lo cierto era que la idea generalizada en el grupo era que destruir el tótem una vez lo encontrásemos sería la mejor opción, y por supuesto, eso iba a conllevar tener que enfrentarnos a Mir, que lo deseaba para sí.

Otra idea que revoloteaba nuestras mentes era el peculiar flujo de tiempo que teníamos allí metidos. ¿Se habría detenido el tiempo para nosotros, y saldríamos apenas unos momentos después de haber entrado? O por el contrario,saldríamos mucho tiempo después, cuando Voccisor hubiese llevado a cabo sus planes de abrir fronteras? Sólo los dioses lo sabían.

Cuando el gólem, disculpen, Instrumento, por fin emergió del pozo, pusimos rumbo al distrito comercial, con intención de irnos al distrito elevado, donde habríamos de visitar la Catedral a Velereón, donde el archimago esperaba encontrar, bien a Otmana, suma sacerdotisa, o bien alguna pista para averiguar qué había ocurrido exactamente.

Gracias al mapa, pudimos llegar tras algunas horas de viaje a mencionado barrio, y guiados por Kharid, aunque con Jallil en cabeza de la expedición, llegamos a una enorme mansión que bloqueaba el camino. La estuvimos explorando, y aunque estaba prácticamente diáfana, una de las estancias permanecía como anclada en el tiempo, incorrupta y con un mobiliario en perfecto estado. La cama con dosel, claramente lujosa, y el escritorio, permanecían en muy buen estado. En el suelo del dormitorio, el símbolo sagrado de Velereón, que parecía haber protegido la habitación del paso del tiempo y de la maldición que pesaba sobre el resto de la ciudad. Después de investigar a fondo, pudimos encontrar el diario del dueño de la hacienda, Nabil Wahed, noble y comerciante importante de Aezmir, según nos dijo Kharid. En él nos enteramos de que el comerciante había dividido prudentemente sus riquezas y las había sacado de la ciudad antes de la caída, de modo que no perdiese todo si sucedía algo, como así fue. Además se mostraba preocupado porque las clases bajas tuvieran mucho dinero, aduciendo que entonces se acomodarían y dejarían de producir. En capítulos posteriores, describía con lujo de detalles la caída de la ciudad en la ruina, con el platino convirtiéndose en plomo y las joyas en piedras.

También pudimos encontrar una caja fuerte incrustada en el suelo, bajo la cama, con tres ruedas para introducir la combinación, y una única pista en el escritorio: “Velereón, en los momentos de duda, dirige mi compás siempre hacia la dirección del progreso”

Tras probar distintas combinaciones, finalmente averiguamos la correcta, que era apuntar en orden los colores representativos de la deidad a su símbolo sagrado. En la caja descubrimos 2 millones de monedas de platino, además de joyas por valor de otro millón. Viven los dioses si no era cierto que la riqueza fluyó en esta ciudad. En el fondo de la caja, hayamos un papel con unas coordenadas, que en principio no supimos leer, pero pudimos suponer que fueran depósitos donde el señor Wahed había escondido sus riquezas, además de una llave.

Para continuar hacia el sur, camino a la catedral, Jallil optó por salir por la ventana del dormitorio y los demás lo seguimos. La catedral se alzaba orgullosa, prácticamente intacta, y nada más entrar nos recibía un símbolo de Velereón… pero en el color equivocado, pues en lugar del dorado, estaba dibujado en un tono rojizo que recordaba al óxido. Las vidrieras del templo, representaban escenas de riquezas y gentes repartiéndolas y disfrutándolas, … pero en sus rostros no se veía auténtico gozo, si no más bien resignación. Toda una perversión de la fe del amigo del mercader. Aunque Neesa y un servidor veíamos la mano de Vyrtanne, las expertas en dioses del grupo, como Naltiria, Tenar, o Kalanthe veían más bien a Rezhias.

Hallamos el diario de Otmana, que narraba cómo el tótem fue encontrado de manera “demasiado fácil” lo cual la hizo sospechar desde el primer momento, convencida que otras entidades al margen del Amigo del Comerciante, jugaban en los acontecimientos. Incluso los más eruditos de la ciudad, estaban distraídos con las riquezas y bonanza generalizada, haciendo que los aezmires bajaran la guardia sin preguntarse qué ocurría.

Finalmente, Kharid confirmó las sospechas de nuestras estudiosas de los dioses, y tras invocar a la Dama Infortunio, el símbolo sagrado cambió, y tuvimos que salir del templo a toda prisa, pues empezó a derrumbarse. Y entonces llegó la ruina.

De nuestras bolsas repletas de platino y joyas, comenzó a brotar plomo y piedras, de la misma manera que el comerciante Nabil Wahed había narrado en su diario. Aunque durante unos momentos reinó el pesimismo en el grupo, sobre todo en Jallil, que sollozaba como un niño entre las montañas de plomo, pronto nos repusimos como pudimos decididos a continuar. Aciaga broma del destino, o de Rezhias, sin duda, pero el ánimo de este bardo no iba a decaer tan fácilmente. Kalanthe reía satisfecha, murmurando, “os lo dije”.

Y ahora se abría una diatriba con nuestra compañera seguidora de la Dama Infortunio: Si el artefacto que buscábamos, el mal llamado “Espíritu de la Prosperidad” era un objeto vinculado a Rezhias, y nuestro objetivo era destruirlo… ¿Qué iba a hacer Kalanthe al respecto? ¿Iba a permitir tal sacrilegio? Dijo la clériga que quería continuar, por pura curiosidad… pero sin duda deberíamos andarnos con ojo cuando encontrásemos el tótem.

Inspeccionamos entonces el pequeño templo a Fortunna, en ruinas, que estaba a pocos metros de la catedral, sin nada que destacar, a parte de algunas plegarias para intentar espantar la influencia de Rezhias sobre el grupo. En el otro lado de la plaza, había un templo a Geiath, también en ruinas, aunque pudimos oír la respiración de al menos un temible thorila, aquellos simios de 4 brazos que habitaban en las junglas subterráneas de Aezmir.

El siguiente paso lógico pasaba por ir al distrito administrativo, donde antaño, en la cima de un zigurat, se encontraba el objeto que había traído la ruina a Aezmir. Sin embargo, estuvimos un buen rato frente a la portada del templo a la Madre Naturaleza, discutiendo nuestras opciones. El archimago Kharid nos rebeló información valiosa, como que el zigurat donde estaba el tótem estaba rodeado por un campo de fuerza que sólo el gobernante de la ciudad podía desactivar, y que Malek había mandado colocar trampas. Además supimos el nombre del artesano que había creado los “Instrumentos” , Fadl. Por las indicaciones acerca de dónde tenía la forja este artesano, pudimos deducir que habíamos pasado de largo por estar derruida. El establecimiento donde habíamos entrado, y habíamos encontrado armas que resultaron ser, como todo lo demás, falso, pertenecía según Kharid, a Masud, otro artesano de renombre en la fabricación de golems.

Decididos a encontrar algo de valor, nos encaminamos al distrito comercial, y ayudados por nuestro Instrumento de Rebelión, nos pusimos a desescombrar la tienda de Fadl, no encontrando nada de valor tras horas de trabajo. Lo que sí encontramos, o más bien nos encontró, fue una patrulla de Instrumentos de cazabrujas que pudimos despachar gracias a los conjuros de nuestros magos y hechiceros.

Habíamos invertido tiempo y esfuerzo en el desescombro, así que decidimos montar guardia y descansar en un rincón del distrito comercial que juzgamos resguardado.

Ya con nuevas energías, nos dirigimos al distrito de los comunes, pues de allí procedía un sonido como de martillo golpeando metal. Cuando llegamos, en efecto, un espectro de un herrero golpeaba con su martillo rúnico, un yunque, fabricando golems sin descanso a través de los siglos.

Aunque el espectro tenía unas proporciones enormes, tenía rasgos de enano, momento que Naltiria aprovechó para contar a Kharid que los enanos del mundo habían sido extinguidos por un ente malvado en el mundo. Esto pareció afectar más a la frágil mente del archimago que el resto de cosas que le contábamos, y decidió que éramos producto de su febril imaginación, teletransportándose en el acto. Mas poco duró la espantada de nuestro archimago, pues al momento regresó, herido y esputando sangre, pues alguno de sus conjuros había salido mal. Voto a Fortunna que no le había pasado algo peor, como reconvertirse en algo… inenarrable.

Resuelto este detalle, Naltiria se acercó con Jallil para ver de cerca al herrero fantasmal, confirmando nuestras sospechas de que el martillo que blandía era completamente material, y sin duda mágico. Un servidor opinaba que aquel artefacto tendría sin duda poder para controlar los golems que fabricaba. Nos plantemos entonces si dejar que el espectral herrero continuase su eterno trabajo, o por el contrario, sería bueno atacar y hacerse con tal objeto, además de dar descanso al alma atormentada del artesano.

Mientras decidíamos, Neesa exploraba los alrededores, y encontró un volumen qye llevaba por título “Purga de la Prosperidad. En este libro, se relataba con todo lujo de detalles cómo los sospechosos de herejía fueron capturados, y posteriormente torturados, en busca de confesión. Aquellos que morían por las torturas sin confesar eran considerados “puros” y sus almas eran, teóricamente, enviadas a una vida más allá de paz. Aquellos que confesaban, eran abrasados hasta la muerte, preámbulo de su eterna condena. La mente de Neesa aguantó a duras penas la lectura, y nos aconsejó que no leyéramos aquel relato.

Éramos conscientes de que si moríamos en combate contra ese tipo de criatura no-muerta, era más que probable que nos levantáramos como un ser parecido, así que Tenar nos protegió con sus conjuros contra ese tipo de efectos. Tras prepararnos para el combate, era momento de avanzar…

Tan pronto como fuimos detectados, el espectro de Fadl nos acusó de herejía, lo que parecía ser un mantra en aquella ciudad ruinosa; agitó su martillo mágico, y los golems que quedaban en la estancia se abalanzaron sobre nosotros.


La estrategia parecía clara; si Fadl controlaba a los golems, había que derrotarlo lo más rápido posible, con la intención de neutralizar a los constructos. Así que volcamos nuestros esfuerzos en atacar al herrero, que al principio, parecía invulnerable a nuestros ataques, hasta que los magos empezaron a lanzar toda su reserva de conjuros sobre él, con el riesgo que eso suponía. Sólo los dioses saben cómo es que ninguno de ellos terminó transformado en una nueva criatura inenarrable, más aun cuando Fadl intentaba devolver algunos de los sortilegios con su martillo al lanzador.

Lo cierto es que finalmente logramos derrotarlo tras una cruenta batalla, dejando tras de sí su martillo. En el momento que el espectro se desmaterializó, los golems dejaron de funcionar, y pudimos investigar con tranquilidad la forja. Según nuestros expertos en magia, esa forja era una especie de filacteria de Fadl, y su alma estaba ligada a ella, lo que nos hizo sospechar, que si no era destruida, el espíritu del artesano regresaría pasadas unas horas. No obstante, también opinaron que desmantelarla podría enfadar a Rezhias, así que optamos por continuar nuestra aventura hacia el distrito financiero, en pos de encontrar al mandatario, o lo que quedase de él, y el tótem que habíamos venido a buscar.

Tras atravesar los caminos que comunicaban los distritos, finalmente entramos en el barrio que nos quedaba por explorar. Jallil se puso manos a la obra, indicándonos los pasos seguros evitando las trampas, cosa que no hizo que Neesa, despistada, activase una trampa que nuestro pícaro había visto pero no había desactivado.

A medida que nos acercábamos a nuestro enfrentamiento, suponíamos, final, el archimago Kharid parecía más tenso, y nos advirtió del peligro que representaba Malek. Si seguía, de alguna forma, vivo, sería un ser completamente corrompido por el poder del tótem de la supuesta prosperidad, Además, nos informó que en vida, Malek había sido un gran guerrero.

Instrumentos de Inquisición: Construcción y Mantenimiento,

Antes de llegar al zigurat, tuvimos tiempo de investigar la biblioteca, que estaba llena de tomos ajados que se desintegraban apenas los tocábamos, todos excepto tres, que metimos en la mochila para su posterior lectura: Historia Reciente de Aezmir, por la Cronista Shiharad Alfahid, Instrumentos de Inquisición: Construcción y Mantenimiento, por Baraa Adlmir, y Cien Noches sin Luna, por Leyla Vishnu.

También encontramos la vivienda en ruinas de Malek, que contenía su diario en perfecto estado sobre un pedestal. Neesa tomó el libro, pero en su lugar apareció otro igual, y cuando Naltiria lo cogió, apareció uno más. Convencidas de que se trataba de una trampa, decidieron dejarlos… pero a Neesa la pudo la curiosidad, y abrió su volumen, para encontrarse con un texto con poco sentido que intentó atacar su voluntad, Voto a Fortunna, el hada salió indemne de la trampa.

Enviamos a Jallil a despejar más trampas por el distrito, y en una de las ruinosas viviendas, encontró una nueva Turba de Suplicantes, de la que dimos cuenta, no sin antes arrojarles una cota de malla mágica que devoraron. En el edificio donde estaba la Turba, encontramos unas cuantas monedas de platino. A pesar de que sospechábamos que podrían convertirse el plomo más adelante, Tenar las echó a su saca, por si las moscas.

Después de todo esto, decidimos que era hora de enfrentar a Malek, no sin antes tomarnos un descanso para recuperar nuestros conjuros y habilidades. El asueto transcurrió sin incidencias, y Tenar, que apenas necesitaba descansar por su naturaleza élfica, aprovechó para empaparse de uno de los tomos hallados en la biblioteca, en concreto Cien Noches sin Luna. No la dio tiempo a acabarlo, pero a Naltiria pareció molestarle que la elfa lo hubiese empezado a leer, arguyendo que “ya habría tiempo más adelante”. Apenas estábamos empezando a recoger, el martillo salió disparado de la bolsa de Tenar, dirigiéndose probablemente a su legítimo dueño. Fadl estaba regresando, y el tiempo apremiaba.

Tras levantar el campamento, nos dirigimos al Ziggurat, y al llegar a la plaza donde se encontraba, vimos dibujado el símbolo de Velereón en el suelo; símbolo que no tardó en tornarse el de Rezhias, tan pronto como Malek, o más bien su forma espectral, nos puso la vista encima y nos maldijo llamándonos, no se lo creerán vuestras mercedes, herejes. Parecía especialmente enfadado con el archimago Kharid, al que calificó de desagradecido por su piedad. Válganme los dioses, a cualquier cosa llaman piedad en estos días. Kharid agradeció la cortesía tildando de loco a Malek, y lo que pareciera un asunto personal, pronto nos envolvió a los demás.

El combate dio comienzo, y no tardamos en comprobar las habilidades de guerrero de Malek. Portaba un khopesh, y lo blandía con tremenda destreza, repartiendo ataques a una velocidad absurdamente alta. Además, su túnica emitía pulsos eléctricos que dañaban a quienes estaban cerca de él. Para colmo de males, parecía ser capaz de lanzar un rayo que se vinculaba a uno de nosotros; Nuestras conjuradoras sospechaban que si morías mientras el rayo estaba en contacto contigo, tu alma era absorbida por Malek.

La primera en sufrir tal ataque fue Tisaia, y la mujer, mientras disparaba su arco, se fue acercando a Kalanthe para que la sanase. Descubrimos entonces que si te alejabas lo suficiente de Malek, el vínculo que se rompía, así que tratamos de recolocarnos lo mejor que pudimos alrededor del espectro del mandatario.

Los pulsos eléctricos cambiaron de repente a llamas, y llegamos a la conclusión de que eran las gárgolas del edificio las que emitían esta energía cambiante y dañina, así que ordenamos a nuestro fiel gólem que las destruyese, visto que sus golpes no hacían demasiado daño a nuestro enemigo.

El combate iba razonablemente bien, pero en un momento determinado, los golpes de Malek fueron tantos, tan fuertes y tan precisos, que varios de nosotros caímos derrotados en pocos segundos. Cuando el alma de este servidor ya se disponía a abandonar el cuerpo, Naltiria ejecutó un poderoso sortilegio, e hizo que regresáramos en el tiempo unos instantes, suficientes para replantearnos nuestras acciones y acometer el ataque de otra forma, de manera que pudimos evitar la muerte. Fue una sensación, voto a Tlekhal, tan cercana a la muerte que aun tengo algunas pesadillas de mi alma escapándose de entre las heridas del combate.

La poderosa magia de Naltiria nos había salvado el día, y gracias a ella, pudimos asestar los últimos conjuros y golpes a Malek, que cayó derrotado, dejando tras de sí su equipo mágico, y liberando un buen número de almas, que se dirigieron lamentándose al tótem de la “prosperidad”. No teníamos mucho tiempo de celebrar la victoria, por los dioses, pues nuestras magas estaban convencidas de que el espectro de Malek pronto regresaría si no lo evitábamos, de modo que nos pusimos inmediatamente a discutir qué hacer con el objeto que había provocado la caída de la ciudad maldita. Neesa, que había desaparecido un minuto antes, reapareció de nuevo en el mismo sitio, un poco desorientada, no sabiendo que Malek ya había caído. Tras recomponerse, y deducir que había viajado unos instantes en el tiempo hacia el futuro, continuamos con el asunto de qué hacer con el tótem.

Naltiria estaba convencida que destruir el objeto enfadaría a Rezhias de por vida, y no deseaba tener la sombra de la Dama Infortunio sobre ella para el resto de sus días. Su opción era custodiarlo por el momento en una de sus cajas de ébano, para contener su magia y decidir cómo desmantelarlo más adelante. Maelwe, nuestro empleador, debería aceptar nuestras explicaciones en lugar del tótem que ansiaba para su pueblo.

Así lo hicimos, y Naltiria introdujo el objeto en la caja. Apenas cerró la tapa, la ciudad, o lo que quedaba de ella, comenzó a retumbar y derrumbarse, sin darnos tiempo de respirar. Tenar, rápida de acción, invocó un portal de teletransporte a la entrada de la ciudad, que todos atravesamos tan rápido como pudimos para evitar ser aplastados por los escombros.

Apenas nos aparecimos en las afueras de Aezmir, las pocas monedas que habíamos recogido tras la llegada al templo se convirtieron en plomo, como era previsible, y tras ello, en polvo. No así los objetos de Malek, que comprendían nuestro exiguo botín, además de las coordenadas obtenidas en la mansión del señor Wahed; confiábamos que cualesquiera riquezas que allí hubiese, pudiesen ser suficientes para nuestro objetivo.

No habíamos terminado de salir de la ciudad, cuando Neesa, con una cara de absoluto vicio, comenzó a conjurarse todo tipo de mejoras, defensas y otros hechizos, suspirando satisfecha con cada efecto mágico que la rodeaba. Voto a Shindalar que el hada parecía no haber tenido nunca una experiencia tan intensa de placer, ni siquiera en el lecho de su amante.

Kharid parecía confundido, a medida que se daba cuenta de que nuestra historia era verdadera, y realmente se iba a enfrentar a un mundo desconocido 1500 años después de su último recuerdo. Decidió que visitaría a Hyandora, ahora Emperatriz, ya que cuando él recordaba, era la heredera de una parte del reino.

Tenar decidió traer de vuelta a Kalanthe, una vez estábamos a salvo. Nuestra aciaga compañera regresó de nuevo a honrarnos con sus poco halagüeños discursos, con su sonrisa poco feliz pintada en la cara.

Entretanto, Naltiria reparó los objetos mágicos de Malek, que formaban un formidable conjunto de guerrero, con capacidades muy apetecibles; sin embargo, ni el arma ni la armadura eran de nuestro tamaño, pero sin duda se podría adaptar. Tenar parecía la más adecuada para portarlos, aunque por el momento, ya que eran el botín, habríamos de calcular qué parte correspondía a nuestro aguerrido pícaro de alquiler.

Cuando estábamos a punto de salir de la Infraoscuridad hacia el desierto, Tenar nos detuvo, y comulgando con el Altísimo, nos informó que fuera era de noche, una noche, que como saben vuestras mercedes, es mortal en el desierto de Re-Ionnae. Decidimos pues montar campamento, y esperar a que amaneciera, según Tenar, en unas 3 horas.

En ese tiempo, Tenar, Naltiria y Neesa, se reunieron alrededor del fuego, y comenzaron de nuevo a elucubrar, por enésima vez, acerca de los Tomos de Poder y los Artefactos a los que llevaban. Voto a los dioses, que cada vez que se tomaba una decisión acerca de ellos, nunca era definitiva…

Y es que Naltiria deseaba a toda costa cambiar el statu quo de nuestro mundo, dividido en mortales y dioses, convencida además de que había un ente no divino haciéndose pasar por un dios importante en el Panteón. Y la única forma de alterar ese orden, parecía pasar por reclamar aquellos Artefactos que una y otra vez, se cruzaban en nuestro pensamiento.

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