Acérquense, damas y caballeros, acérquense a este humilde bardo, para escuchar una nueva historia, acérquense para escuchar cómo me uní a un grupo, cuanto menos, peculiar...
Sesión L. La Amenaza Velada.
Una de las primeras ideas que Naltiria compartió con el grupo, fue llevar el artefacto a Hyandora, con el argumento de que se encontraba en sus tierras, y era básicamente su problema. Ya que Thalion había llegado con la misión de levantar la maldición de Aezmir, la archimaga juzgó que debería ser el druida quien se presentara ante la mandataria con el cofre de ébano y relatarle lo sucedido, con toda la sinceridad que fuese capaz.
Toda vez que el sol, según los cálculos de Tenar, ya despuntaba en la superficie, realizamos los pases mágicos que Taelwë nos había enseñado en el viaje de ida, y salimos a la tórrida superficie del desierto de Re-Ionnae. Apenas pusimos pie en la arena, casi sin tiempo de agradecer a los dioses que nos permitieran sentir el calor de un nuevo día, Tenar abrió un portal a las afueras de Palacio de Marfil, que todos atravesamos.
Al plantarnos en la concurrida entrada de la ciudad capitalina, Kharid la miró meditabundo; dijo que coincidía con lo que había imaginado, y comenzó a despedirse de nosotros. Debía empezar una nueva vida, ponerse al día. Por haberlo salvado de su existencia… inenarrable, nos prometió que si en alguna ocasión necesitábamos de su ayuda, lo buscásemos, y nos la prestaría al máximo de sus capacidades. Tenar sacó de su bolsillo una suma de monedas de oro y se las tendió a Kharid para que comenzase su nueva vida, y aunque el archimago en principio se mostró reacio, finalmente las aceptó, agradecido.
Tuvimos que preguntar a un comerciante ambulante la fecha en la que nos encontrábamos: Era 13 de Haleythander, y pudimos confirmar que había pasado una semana desde que iniciásemos la aventura en las ruinas, lo cual era tranquilizador, pues aun teníamos casi 20 días antes de la fecha señalada por Voccisor.
En aquella situación, nos dividimos para realizar tareas: Así, Naltiria y Tenar partieron a N’Daleth para cotejar las coordenadas del señor Wahed y poder acceder a sus cámaras de tesoro; Thalion, con la caja de ébano, se puso a hacer cola para ser atendido por la Emperatriz, junto con Neesa. Mientras un servidor se encaminó al domicilio de Odeska, con la esperanza de que estuviera en casa y poder informarle de nuestras pesquisas acerca del alcalde Din y sus vinculaciones con Pico de Oro.
Antes de dividirnos, Naltiria y Jallil se pusieron a examinar el equipo y tomos mágicos que nos habíamos traído de las ruinas de Aezmir, y los tasaron lo mejor que pudieron, sobre todo para poder estimar la parte que correspondía al pícaro; el reparto para el resto del grupo era menos problemático, pues quizá nos compensara quedarnos con el equipo para utilizarlo.
Las dos magas se pusieron mano a mano en la biblioteca de la ciudad de la magia, entre añejos legajos y mapas de la antigüedad, y utilizando su privilegiado intelecto, pudieron extrapolar las coordenadas a un mapa actual de Re-Ionnae. Voto a Fortunna que las bóvedas estaban relativamente cerca de Palacio de Marfil, y pronto podríamos ir a explorarlas.
Entretanto, en la cola de Hyandora, Thalion entabló conversación y amistad con unos colegas druidas que guardaban su turno unos puestos más adelante. Así se enteró de que se estaban dedicando a ganarle, mediante magia muy poderosa, centímetros al desierto, haciendo que la vegetación volviese a crecer. Era un proceso muy lento y costoso, de forma que apenas avanzaban unos pasos cada jornada de intenso trabajo. Los druidas Tammaeth Ael, Ivarath Fah y Kaelya Mir, calculaban en cientos de años lo que iba a costar hacer del desierto una jungla llena de vida, pero no cejaban en su empeño. Todo ello, aun cuando uno de ellos era humano, y no vería cumplida tal obra, así que deseaban pedir a la Emperatriz su ayuda en esta empresa. También pudo enterarse nuestro compañero tyrsalita, de que la maldición del desierto había sido provocada por Alvión, de quien ya he hablado a vuestras mercedes en alguna ocasión. Aprovechando la oportunidad, Thalion consultó a sus interlocutores acerca de la serpiente que lo acompañaba, y tras examinarla, dictaminaron que se trataba de un animal común.
Tenar, antes de ir a ayudar a Naltiria con sus estudios geográficos, se encaminó a la posada “La Luna Vespertina”, donde al entrar, Taelwë Mir la miró entre la incredulidad, la sorpresa y la esperanza. Nuestra seguidora de Hedenoth, que ya iba a la defensiva, enfadada por la desgracia ocasionada por el artefacto que habíamos descubierto, pronto pasó a estar colérica. Colérica al estilo alto elfo, claro, es decir, con los dientes y puños muy apretados, pero sin perder la calma. Y es que como este servidor sospechaba y había hecho saber al grupo, el señor Mir era consciente de que el “Espíritu de la Prosperidad” que nos había mandado buscar era en realidad un tótem de desgracia e infortunio, y aunque confesó que realmente se había planteado utilizarlo “contra” su pueblo a modo de venganza por volverle la espalda, ahora tenía nuevas ideas y usos en mente para el artefacto, todos ellos lejos de las tierras re-ionnitas. Tenar no deseaba entregarle el artefacto, pues se sentía engañada y estafada, por toda la información que Taelwë había ocultado. En honor a la verdad, he de decir que ningún miembro del grupo se molestó en investigar más allá de la descripción inicial facilitada por nuestro empleador, cosa que le había venido de perlas al elfo salvaje. Ahora, esgrimía que tal y como habíamos acordado, debíamos entregarle el tótem, ya que al fin y al cabo aunque no tuviera los poderes descritos y no estuviera vinculado ni a Fortunna ni a Velereón, era conocido y referido como “Tótem de la Prosperidad”. Tenar, sin embargo, argüía que esa artefacto no era ningún “Espíritu de la Prosperidad” si no todo lo contrario, de modo que consideraba el acuerdo roto. Fue entonces cuando Taelwë, que ahora sabía que estábamos vivos y poseíamos lo que él deseaba, dejó caer su amenaza velada: Esperaría un día más en la taberna para que le entregásemos lo que según él le debíamos, y si no lo hacíamos, “sus amigos” estarían tremendamente decepcionados, tanto como para ir a buscarlo. Aquellos amigos, sospechaba nuestra alta elfa, tenían, probablemente, conexiones con la Dulce Miel, o mejor dicho, con su escisión en Re-Ionnae. Para terminar de liar la madeja, nuestro querido mecenas se negaba a abandonar la posada, protegida mágicamente, para hablar con Naltiria, de modo que tendríamos que solucionarlo sin ella.
Mientras tal tensa conversación tenía lugar, Naltiria avanzaba en sus investigaciones, que concluyó cuando Tenar llegó a ayudarla.
Y al mismo tiempo, un servidor llamaba a la puerta de Odeska en Palacio de Marfil, y era recibido, como habitualmente, con una pistola apuntando en su dirección. La cazabrujas desconfiaba de este humilde bardo, a pesar de que me mostré en todo momento conciliador y dispuesto a revelarle la información que deseaba conocer. Aun así, me propinó tremendo culatazo en la nuca, que me dejó inconsciente un buen rato. Cuando desperté, tenía las manos esposadas, y a pesar de mis sugerencias de usar aquellos artilugios en mis muñecas de alguna otra forma más creativa y agradable, hizo caso omiso. Puse al día a la mujer, y confirmé sus sospechas de que el alcalde Din estaba relacionado con una conspiración, y que probablemente la organización detrás de la misma podría ser la Dulce Miel, o al menos, una célula escindida de la misma que operaba en Re-Ionnae, y en la que la maga Taalia podía estar también metida. La cazabrujas pareció satisfecha, pero no lo suficiente con mi relato oral, así que arrancó las páginas de mi diario correspondientes a aquellas investigaciones. Ah, voto a Barenna, tendría que rehacer aquellas páginas de nuevo. Al menos espero que disfrutase de mi estilo de redacción e ilustraciones.
Con aquello pareció darse por contenta, y accedió por fin a verse con Naltiria a las afueras de Palacio de Marfil. Cuando informé a la archimaga de que Odeska quería verla, dejó tirado su trabajo en los mapas y acudió rauda, ansiosa por departir con la ex compañera de Arduin.
Sin embargo, aquella conversación no fue como a Naltiria le hubiese gustado. De inicio, y a pesar de que nuestra archimaga no llevaba ningún símbolo divino a la vista, Odeska la acusó de “heder” a fanatismo por cada poro de su piel. No obstante, estaba dispuesta a cumplir su parte, y contestaría a las preguntas de nuestra compañera, que comenzó preguntando acerca de aquella misión que tanto la interesaba, aquella en que Odeska, Arduin y otros aventureros se adentraron en las cuevas de Urpilar para recuperar un bastón por encargo del archimago Nairul Teliadrassil. La respuesta de Odeska, al principio evasiva, pero luego tajante, fue que no podía revelar lo que había ocurrido entonces, pues se había hecho una promesa de silencio que no quería romper. Un tremendo revés para nuestra compañera, que estaba convencida de que el relato de aquellos hechos pudiesen ayudarla en su empeño de desvelar un terrible secreto de la Emperatriz Von Xavras. Lo único que Odeska pudo confirmar es que se recuperó, efectivamente, un bastón que fue entregado al archimago Nairul. Ante la mención de que Arduin, su antiguo compañero, era ahora Emperador Consorte de Athanae al haberse casado con Anne Von Xavras, la reacción de Odeska fue encañonar a Naltiria en la frente, y con tono duro, conminar a la archimaga que hablase entonces con él, ya que quizá quisiera romper aquella promesa que ella no deseaba quebrantar. Relajada un poco, retiró el arma de la cabeza de nuestra compañera, que con una tremenda decepción en el rostro, vio como Odeska, y su oportunidad de hacerse con información útil con ella, se perdía entre el gentío de Palacio de Marfil.
Era hora de retirarse a descansar, y a pesar de estar al resguardo de la magia de Tenar en su Mansión extraplanaria, se montaron guardias, por si Taelwë o sus “amigos” decidían aparecer, cosa que, voto a Fortunna, no sucedió. A primera hora de la mañana, Tenar se encaminó de nuevo a “La Luna Vespertina”, donde de nuevo, algo más calmada, se sentó a la mesa con el elfo salvaje, que esperaba ansioso su artefacto. Artefacto que Tenar ni siquiera llevaba encima, por supuesto. De nuevo, la “amenaza velada” en las palabras educadas del elfo, “Espero que cambiéis de opinión”.
Parecía evidente que nos íbamos a ganar un enemigo de por vida al no dar el Tótem del Infortunio a Taelwë Mir, y así lo comunicó Tenar por el vínculo telepático; pronto el elfo mandaría a sus “amigos” tras nosotros a intentar recuperar lo que consideraba suyo por derecho.
Mientras, teníamos tiempo para investigar las posiciones en el mapa que Naltiria y Tenar habían marcado como posibles localizaciones de las bóvedas de Nabil Wahed. Llegamos a la primera de ellas, que estaba, obviamente, en medio de ninguna parte en el desierto. La magia de Neesa nos permitió remover las dunas del desierto, y tras apartar toneladas de arena, vimos por fin la puerta. Con la llave de Wahed, abrimos la susodicha, y Jallil nos informó de que no había trampas. La sala, vive Velereón, estaba llena de riquezas tal y como esperábamos. En torno a 355000 monedas de oro, unas 35000 de platino, y 25 obras de arte entre pintura y escultura, además de un maletín de ébano… un maletín que tuvimos miedo de abrir, por si guardase algún objeto maldito, pero que, gracias a Fortunna, sólo contenía 25 anillos de protección y sustento.
La primera de las tres bóvedas había entregado unas buenas riquezas, y nos disponíamos a viajar a la segunda de las marcas en el mapa...
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