Acérquense, damas y caballeros, acérquense a este humilde bardo, para escuchar una nueva historia, acérquense para escuchar cómo me uní a un grupo, cuanto menos, peculiar...

Sesión LVI. Soluciones afortunnadas.

Tenar abrió los ojos. Estaba completamente impedida para moverse, atada a una mesa que tenía toda la pinta de ser un instrumento de tortura. Un elfo drow con expresión enloquecida la saludó irónicamente, y le hizo la pregunta que esperaba: ¿Dónde estaba el tótem? Tenar trató de empezar la historia por el primer encuentro con Taelwë Mir, peor el interrogador no estaba de humor para historias. Cruzó la cara de la seguidora de Hedenoth con saña y deleite, pues es sabido la aversión mutua que altos elfos y drows se profesan. Tenar no tenía muchas razones para mentir, así que dijo la verdad: El tótem había sido entregado a las autoridades de Palacio de Marfil, porque deseábamos librarnos de él, y ahora ya no había artefacto. Por lo que fuera, el drow se negaba a creer que nos hubiésemos deshecho del artefacto, así que comenzó a sacar utensilios de tortura…

Entretanto, Kalanthe hablaba con este humilde bardo en la mansión interplanaria de Naltiria, proponiendo sacrificar un sacerdote de Fortunna. Uno que estuviera en sus últimos días y achacoso… ya había escuchado esta historia antes. Un servidor estaba completamente bloqueado, sin saber qué hacer, todavía recuperándome de la explosión de la torre de Olías, y frustrado por no ser capaz de llegar al destino deseado en la ciudad. Intentaba componer una canción triste, pero ni eso podía hacer, con notas disonantes cada poco.

El que no cejaba en su empeño era Thalion. Fue en busca de la capilla de Haleyt en la que había estado el día anterior, sólo para darse cuenta que había entrado en una taberna. Salió del establecimiento, y dado que no era capaz de llegar a su destino preguntando a personas, pensó que quizá lo lograse preguntando a la fauna de la ciudad. Se metió en un callejón y conjuró un cambio de forma, para convertirse en halcón, e intentó negociar con una paloma que le guiase al templo que buscaba, pero los guardias de la ciudad le habían visto utilizar la magia, así que lo detuvieron y lo llevaron a prisión antes de que cerrase el trato con el ave.

Kalanthe tampoco quería estarse quieta, y fue en busca de un templo de Fortunna donde reclutar a su sacerdote moribundo; sin embargo, y como era previsible, llegó a un templo del dios equivocado, dando con sus huesos en uno de Ashtorgoth. A pesar de que el dios loco apoyaba las causas perdidas, y tras escuchar a Kalanthe, el sacerdote parecía dispuesto a dar la nuestra como tal, no nos brindaba mucha ayuda, dando como única solución a nuestra compañera que se metiera en más líos, como si fueran pocos los problemas que nos aquejaban.

Thalion pasó unas horas en una celda, hasta que le comunicaron su multa por conjurar sin permiso: Ascendía a algo más de 10 000 monedas de oro. Tras pagar, pidió a los guardias que lo escoltaran a la capilla de Haleyt que buscaba. Los guardias, aunque se mostraron reticentes, no se negaron. Cuando llegaron, el druida pidió ayuda desesperado al sacerdote, que tras escuchar su historia, decidió que era más apropiado que Fortunna se encargase del asunto. Escoltó al druida hasta la capilla de la Dama Suerte, donde la sacerdotisa, una halfling, dormía, pues era ya bien entrada la noche. Dijo al druida que durmiese en la capilla, donde le pareciera bien, y se fue a continuar durmiendo.

Esa noche Kalanthe la pasó en su particular templo de Fortunna. No había hallado el sacerdote que buscaba, pero no iba a desaprovechar la oportunidad de tomar unas copas. Ya amaneciendo, la sacerdotisa fue en busca de un templo de su diosa tutelar, pero las indicaciones de los transeúntes la llevaron a un mercado. Se encogió de hombros la sacerdotisa, que subida a una caja, comenzó a hablar de apocalipsis, fin del mundo y otras historias tan de su gusto. Tardaron poco los guardias en escoltarla amablemente a prisión.

Un día menos para la fecha límite del ritual de los facinerosos seguidores de Idhaal. En la capilla de Fortunna, la sacerdotisa de la Dama Suerte se desperezó, lista para escuchar la historia de Thalion, asintió preocupada, y dijo que ayudaría, y pidió un donativo al druida. Sólo los dioses saben qué dijo entonces Thalion, pero debió de ser algo muy ofensivo, pues la sacerdotisa echó a patadas al semielfo, y le pidió, de manera no demasiado amable, que no regresase nunca, ni sus amigos tampoco. Thalion no quería moverse de la entrada de la capilla, para no perderse, así que solicitó la ayuda de una transeúnte. Resultó ser una elfa, a la que pidió que buscase a sus amigos, y los trajese hasta él. La elfa, advirtiendo quizá la desesperación en la voz de Thalion, se aprovechó del druida y le cobró 20 000 monedas de oro, por adelantado, para ir a buscarnos.

En las afueras de la ciudad, a este humilde bardo le había sentado bien el descanso: Tras un desayuno preparado por los sirvientes fantasmales de la mansión, volví a mi violín, y nuevamente, fallé en una nota que tenía dominada. ¿Cómo era posible fallar en una nota que tocaba a diario con los ojos cerrados? Entonces me dí cuenta de que se trataba de eso mismo. De tocarla con los ojos cerrados, despreocupado, dejando que mis dedos resbalaran por las cuerdas al azar. Y azar era la palabra adecuada. Me concentré, y toqué las notas una a una, confiado en cada movimiento. Y todas sonaron bien. Si no dejabas nada al azar, la Dama del Infortunio no podía intervenir. Iba a llamar a todos para decírselo, cuando llamaron a la puerta de la mansión. Voto a Fortunna que nuestra suerte acababa de cambiar.

La elfa que Thalion había pagado me había localizado, y tras enseñarle los rincones más escondidos de la mansión, nos teleportó a ambos a la entrada de la capilla de Fortunna. Tuve que apaciguar a la sacerdotisa halfling, que se mostraba muy enfadada con el druida, con mi encanto, que voto a los dioses, volvía a funcionar utilizando el método que por la mañana aplicase al violín. Era algo que sabía hacer. No dejé ni una sola palabra al azar, y sonreí en los momentos adecuados. Sabía hacer aquello,y nada me iba a impedir hacerlo. Unas palabras amables, y algún servicio adicional, dio por resultado que la amable clériga buscase entre polvorientos tomos un ritual que se había usado hacía tiempo en una situación similar. Un ritual que tenía toda la pinta que nos podía ayudar. Era, como todos los rituales divinos, un tanto intrincado y de descripciones vagas e imprecisas, pero voto a Fortunna que al menos teníamos algo a lo que agarrarnos, así que anoté cuidadosamente los pasos que leía la halfling:

Se ha de comenzar horadando un círculo perfecto en el suelo, con una profundidad de 1 a 2 palmos. Luego se ha de incorporar al círculo horadado otro círculo de bronce que debe haberse forjado ese mismo día y que debe dejar, al menos, un espacio de 1 palmo. El ritual debe realizarse en un día impar, a la hora en la que el sol empiece a ocultarse en el horizonte. La tierra debe de ser firme, que no se desmorone sobre el círculo. En el interior del círculo debe dibujarse un símbolo de Fortunna en diamante en polvo por cada peticionario. Un asistente debe derramar continuamente agua bendita sobre el círculo de bronce, asegurándose de que tenga agua suficiente para seguir derramando durante todo el ritual. Todos los peticionarios deben adentrarse en el círculo de forma que una parte de su cuerpo esté sobre el círculo de bronce, en contacto con el agua y cerca de su símbolo de Fortunna. En un momento, todos los peticionarios deben elevar los brazos al cielo a la vez y rezar las veces que sea necesaria la siguiente plegaria hasta que el ritual surta efecto:

Ora pro nobis peccatoribus

Nunc et in ora delictorum nostrorum

Adfer nobis tuam gloriam et gratiam, domina

Libera nos a malo, ad quod invocavimus

Ora pro nobis peccatoribus

Nunc et in hora iudicii nostri

Peccata nostra dimite

Et poenitentiam nostram suspice

Opere et gratia gloriae tuae, domina.

Todos los participantes deben tener el corazón limpio, y estar dispuestos a pagar el precio, que pareciera ser parte de la experiencia vital de cada participante, además de un pequeño sacrificio físico o mental.

Muy agradecido, besé en la frente a la clériga, tras finalizar mis anotaciones, seguro de que aquel ritual iba a salir bien y nos iba a librar de la mirada torcida de la la Dama Infortunio. Me encaminé con una sonrisa a las afueras de Palacio.

Cuando entré en la Mansión, puse al día al grupo de todos mis descubrimientos: la manera de afrontar las situaciones y el ritual que ello me había permitido obtener. Naltiria me miró con los ojos bien abiertos, y enseguida puso a prueba mis palabras, intentando con su magia ponerse en contacto con Neesa. Efectivamente aquello funcionó, y pudimos poner al día al hada de todas las últimas noticias, maldición y como esquivarla, incluida, además del desagradable encuentro con los drows y la pérdida de Tenar. El hada se tomó todo aquello muy a pecho, hundiéndose en una espiral de pesimismo. Todo mal, decía. Voto a Fortunna, que era cierto que estábamos con el agua al cuello, pero acabábamos de aprender a nadar. Sólo era necesario llegar a la orilla.

Naltiria elogió mis descubrimientos, pero el tema del ritual no parecía hacerle mucha gracia, así que me envió de vuelta a la capilla de Fortunna, con la misión de averiguar si su sacerdotisa conociese a un clérigo de más alto rango que pudiese interceder directamente ante la diosa.

En algún punto indeterminado de la Infraoscuridad, el drow torturador continuaba con su trabajo en Tenar, incluso abriendo la cabeza de nuestra compañera, para extraer, de manera literal, los recuerdos de la altas elfa…

Al día siguiente, Naltiria envió a Thalion a avisar a las autoridades, en este caso, los Caballeros de la Mano de Ilfaath, de que había actividad drow en un sitio muy concreto a 100 km. de la capital. Parecía que los drows nos habían vuelto a convocar en tal lugar, con la intención más que probable de llevarse a otro de los nuestros con ellos.

Allí se dirigió el druida, que fue recibido por los caballeros ciegos que todo lo ven; escucharon su historia, y advirtieron al druida de que la serpiente era una pesada carga en los hombros. No parecieron muy amigables con el druida, aunque escucharon su información.

Mientras, un servidor se dirigía de nuevo a la capilla de Fortunna, a tener otra conversación con la clériga Kira Sun...

Acérquense, damas y caballeros, acérquense a este humilde bardo, para escuchar una nueva historia, acérquense para escuchar cómo me uní a un grupo, cuanto menos, peculiar...

Sesión LV. La maldición.

Mientras un servidor miraba estupefacto el vacío que habían dejado los pisos superiores de la torre de Olías Aelwë, Thalion descansaba apaciblemente en la posada, teniendo nuevas visiones oníricas. Una mujer de extraño rostro, con una serpiente siempre a su lado, le dedicaba palabras firmes al druida, instándole a recorrer un camino que afirmaba haber abierto ante el semielfo. Despertó Thalion debido al alboroto que se estaba formando en las calles, pues la noticia de la explosión en la torre del archimago corría como la pólvora por la ciudad. Se encaminó el druida a la fuente de la agitación, la torre de Olías, que estaba rodeada por un cordón de guardia de la ciudad.

Los guardias estaban intentando dispersar a los curiosos que se agolpaban alrededor de la torre, pero Thalion logró acercarse para enterarse de lo que había pasado. Al reconocer a un servidor en la base de la torre, los guardias retuvieron al druida por conocer a los “perpetradores” dando por supuesto que se trataba poco menos que un ataque a gran escala. Válgame Khayradín, la guerra ocurría a muchos kilómetros y lo que había sucedido allí, no era si no un cúmulo de malas decisiones y mala suerte.

Las investigaciones, encabezadas por la archimaga Druna Tan, avanzaban a pasos agigantados. Pronto la archimaga de Palacio de Marfil localizó a Naltiria a las afueras, y se teleportó junto a ella para interrogarla en relación a lo sucedido. Tras redactar los pertinentes documentos que permitían a nuestra archimaga entrar en la ciudad por las excepcionales circunstancias, se la llevó a la torre, donde fue puesta al día de todo lo que había sucedido. Un servidor estaba empezando a salir del shock por lo ocurrido, y pudo tratar de explicar que no se trataba de ningún ataque, si acaso un tanto de negligencia y mal juicio por haber permitido a Kharid acercarse de nuevo al artefacto que había destruido su ciudad.

Thalion, que también había sido entrevistado por Druna, aseguró poco menos que era “seguro” que Kharid estaba desequilibrado y lo que había sucedido era perfectamente previsible. Voto a todo el Olimpo, qué fáciles se veían las cosas cuando ya habían sucedido. Tan sólo unas horas antes, nadie se opuso a que Tenar y un servidor llevaran a Kharid a la torre de Olías, donde teóricamente iba a ayudar al archimago en sus investigaciones. Ahora, todo estaba claro y era evidente. De poca ayuda nos estaba resultando en esto nuestro nuevo compañero, desde luego.

Druna reunió a todo el grupo excepto Neesa, que continuaba guardando su turno en la cola. Kalanthe, tras preparar su magia, trató de traer de vuelta a Kharid, sin éxito, y a Tenar, que gracias a los dioses, sí pudo regresar. La clériga se defendió como buenamente pudo de las acusaciones de Druna y Olías, y aunque los dos archimagos se mostraron duros, actuaron con justicia al exigir tan sólo un pago por los daños causados y, si el pago era satisfecho, evitaríamos tener que ir a juicio y pagar condena en prisión u otros destinos. Pudimos convencer al archimago Olías que aceptase algunas obras de arte y objetos mágicos recuperados en la aventura de Aezmir, incluyendo el poderoso khopesh de Malik Fah, además de parte del pago en dinero contante y sonante, sumando entre todo un valor ligeramente superior al millón y medio de monedas de oro. Se dio por contento el archimago, retirando los cargos y dejando en libertad al grupo.

Sin embargo, Naltiria no estaba nada contenta, y nos explicó que destruir el tótem del infortunio iba a tener graves consecuencias para todos. Así pudieron confirmarlo Kalanthe y Tenar, que tras comulgar con sus respectivos dioses, nos aseguraron que éramos víctimas de algún tipo de maldición, aunque parecía reversible. La archimaga tenía el ceño fruncido, pero nos dijo que debíamos seguir adelante con valor, haciendo frente a las consecuencias de lo que habíamos desencadenado. Debíamos librarnos de esta maldición antes de continuar si quiera con cualquier otra cosa, pues mientras la tuviéramos encima, estaríamos mermados de capacidades. Había que ponerse a ello cuanto antes, incluso dejando de lado la aventura en el infierno.

A Thalion, por otra parte, le volvió a aconsejar que se pusiese en contacto con el Cónclave de los Doce, de quien Mirenna parecía ser la miembro más importante. Advirtió Naltira que esta mujer se mostraría desconfiada y poco proclive a ayudar, pero debía intentarlo.

Dado el imprevisto gasto en las reparaciones de la torre de Olías Aelwë, nos habíamos quedado sin apenas dinero, y no podíamos ni plantearnos que Fistro Lahm nos vendiera su ritual de acceso al infierno. Naltiria dijo que quizá lo más recomendable fuera regresar a Athanae, para que por ejemplo, un servidor pudiese buscar un templo de Vécnuvar en el que pedir ayuda, mientras los demás buscaban otros aliados y recursos. Pero primero optamos por preguntar en Palacio de Marfil acerca de nuestra nueva maldición. Quizá Fortunna, diosa opuesta a Rezhias, pudiera ayudarnos con este asunto, así que un servidor puso rumbo a un templo de esta diosa. Mientras, Thalion hizo lo propio con Velereón, que posiblemente se sintiese molesto con Rezhias por haber engañado en su nombre a los habitantes de Aezmir.

Sin embargo, la maldición era peor de lo que esperábamos. Tras preguntar a los ciudadanos por un templo de la dama Suerte, este humilde bardo llegó a las puertas de una capilla consagrada a… Dreidita. ¿Mala suerte? Probablemente. Mientras, Thalion no lo había hecho mejor. Buscando un templo al Amigo del Comerciante, llegó a una capilla de Orthegon. Voto a Rezhias, si no es mala suerte encontrar en una ciudad de clima tan caluroso un templo al dios del frío. Thalion, intrigado, pidió al sacerdote que allí había que le explicase acerca de su dios, cosa que el clérigo hizo encantado, por supuesto. “Hazte fuerte, evita que te arrebaten lo que deseas, arrebátaselo tú a los demás” era el resumen de lo que dijo el sacerdote.

Un servidor decidió no perder el tiempo, y se dio media vuelta para regresar al grupo y explicar lo que había sucedido. La expresión de Naltiria se ensombreció un poco más si cabía.

Tras escuchar al clérigo de Orthegon, Thalion se encaminó hacia el grupo. Sin embargo, de camino vio a dos clérigos con símbolos sagrados de Velereón, así que se acercó a preguntarles… sólo para descubrir que eran seguidores de Alunne. ¿Había visto mal el símbolo sagrado que pendía del cinturón de los clérigos? Quién sabe. El caso es que, de nuevo, pidió a los clérigos que le contasen acerca de su fe. Cuando terminaron de hacerlo, le indicaron cómo llegar a su templo de la diosa compasiva, y Thalion se dirigió allí, para descubrir que se trataba de uno dedicado a Haleyt. Voto a Rezhias, una y otra vez, menudo embrollo. No desaprovechó la oportunidad de preguntar a los clérigos acerca de su deidad, antes de volver con el grupo.

Naltiria decidió que al día siguiente, Tenar y ella irían a la ciudad de Chokman, donde se suponía, había un templo a Fortunna. No sé qué opinarán vuestras mercedes, pero en aquel momento un servidor estaba convencido de que las magas se iban a encontrar con una capilla a Tlekhal o Maddusse en su lugar.

Sin embargo, nuestra suerte estaba por cambiar, a peor. Apenas habíamos iniciado el descanso, una drow y su séquito, nos rodearon e inmovilizaron. La elfa oscura deseaba que se le entregase el artefacto, pero ante la respuesta de que ya no lo teníamos, decidió al azar qué miembro del grupo se llevaría consigo. La mala suerte se cebó con Tenar, que desapareció junto a los drows. Las cosas se estaban poniendo feas, muy feas, damas y caballeros, pues la drow amenazó conque cada poco tiempo vendría a reclamar un artefacto que ya no existía, y de no entregárselo, cosa imposible, continuaría llevándose miembros del grupo, que probablemente tendrían un destino peor que la muerte, como esclavos de los elfos de la Infraoscuridad. También nos advirtió, que a pesar de estar muy segura de ser superior a nosotros, si por azar la derrotábamos, ella sería tan sólo la primera de muchos más enviados a recuperar el tótem, y no podríamos librarnos del aciago destino que nos tenían reservado...

 Acérquense, damas y caballeros, acérquense a este humilde bardo, para escuchar una nueva historia, acérquense para escuchar cómo me uní a un grupo, cuanto menos, peculiar...

Sesión LIV. Soluciones explosivas.

Tenar y Naltiria informaron al resto del grupo que el Instrumento de Venganza había sido neutralizado, para alegría de todos, en especial de Jallil, que con gran júbilo se despidió del grupo y se fue en busca de nuevas aventuras con las que llenar sus ya repletos bolsillos. Mientras, un servidor se entrevistaba con el capitán Samir Re, que, intrigado por la carta que le habíamos hecho llegar, esperaba a Neesa. Sin embargo, tuvo que ser este humilde bardo quien le pusiera al corriente del asunto del peligroso tótem que portaba nuestro hada. El capitán parecía dispuesto a ayudarnos con el asunto, para lo cual requirió que se le fuera llevado el artefacto, así que puse de nuevo rumbo a la cola donde aguardaba Neesa, y le solicité que me diera la caja de ébano donde se encontraba el tótem.

Volví tras ello a presencia de Samir Re, en todo momento escoltado por dos guardias de la ciudad. Allí esperaba el ayudante de la Emperatriz, con un elfo a su lado, de aspecto arcano. Presentó a su acompañante como Olías Aelwë, uno de los Archimagos de Palacio de Marfil, quien habría de asistirle en este asunto. Con mis mejores palabras, traté de persuadir a ambos de que el objeto que se hallaba dentro de aquella caja era terriblemente poderoso y peligroso. El archimago asintió, y tomó la caja, asegurándome que entendía los riesgos, y me tendió una perla, supuestamente mágica, para poder comunicarme sus progresos. Samir Re preguntó entonces si había algo más en lo que pudiera ser de ayuda, no sin antes reprocharme que quisiéramos llevar tal carga a Hyandora, estando como estaba, atribulada por otros asuntos en su continente. Sólo desembarazarme de aquel recipiente de madera oscura había aliviado tanto mi corazón, que apenas atiné a decir nada, más allá de una despedida cortés.

Naltiria y Tenar, también aliviadas por haberse deshecho del Instrumento de Venganza, charlaban animadas acerca de las lecciones que iban a enseñarse la una a la otra, pero aquello parecía tener que esperar, pues el tiempo se nos empezaba a echar encima, y la fecha marcada por Voccisor se aproximaba más rápido de lo que nos hubiese gustado. Entretanto, Thalion, nuestro nuevo acompañante, buscaba un templo de su deidad, Geiath, para poder meditar acerca de su destino inmediato. ¿Quién era ese misterioso oráculo oscuro que buscaba?

Finalmente halló tal templo. Aunque parecía vacío de vida humanoide, nunca se puede saber con los templos de Geiath, y un búho se transformó de repente en una elfa, que se presentó como Vaemira Ael. Thalion, agradecido por la compañía de una colega druida, le contó sus preocupaciones acerca de sus ensoñaciones, el oráculo y la serpiente. El animal, a ojos de Vaemira, tampoco tenía ninguna magia, y sin embargo Thalion seguía convencido de que estaba unido a su destino, pues había aparecido junto con sus visiones proféticas. A la druida Vaemira le pareció contra natura que Thalion siguiese un animal que no era su compañero, y se ofreció a quedarse con el ofidio unos días para estudiarlo, cosa a la que nuestro compañero se negó tras mirar los ojos reptilianos, a pesar de la promesa de la señora Ael de no hacerle daño. Respecto del tema del oráculo que Thalion buscaba, Vaemira parecía tener poco aprecio por los adivinos y augures, menospreciando sus profecías. Con pocas dudas resueltas, Thalion volvió junto a Tenar y Naltiria.

¿Cuál sería el siguiente paso de los tres? Thalion contó a las dos magas su visita al templo, y Naltiria pareció muy satisfecha con la labor de la serpiente como guía en Aezmir. Tenían entonces la opción de seguir hablando con otros archimagos, o regresar a Palacio de Marfil, para reunirse con los demás, aunque, como vuestras mercedes saben, Naltiria no podía entrar en la ciudad. Thalion decidió, que por el momento, se nos uniría, mientras buscaba su misterioso oráculo, cosa que satisfizo a Naltiria, encantada casi más conque la serpiente estuviera cerca, animal que Thalion insistía, no era un bestia corriente, a pesar de todas las opiniones contrarias. Naltiria estaba de acuerdo, señalando que se trataba de un ser extraordinario.

Preguntado por el oráculo de sus sueños, Thalion lo describió como mejor pudo, y tanto Tenar como Naltiria estuvieron de acuerdo en que pudiese tratarse de Efialtis, uno de los lugartenientes de Hedenoth. Efialtis residía precisamente en el plano de los sueños, lo cual explicaría por qué Thalion había tenido su epifanía mientras dormía. No obstante, aspirar a llegar a tal plano parecía demasiado ambicioso por el momento, así que Naltiria recomendó a Thalion que intentase contactar con el Cónclave de los Doce, una suerte de alto mando entre los druidas de Athanae.

Tras la charla, el grupo se reunió en la cola al lado de Neesa, excepto Naltiria, claro, que se quedó a las afueras de la ciudad en comunicación telepática con el resto. Tenar, una vez informamos de nuestros pasos, se sorprendió de que hubiésemos accedido a entregar el artefacto a Samir Re y su ayudante arcano. Sin embargo, Naltiria nos informó que el archimago Olías era bien querido y respetado en la ciudad, y sin duda estaba preparado para lidiar con el asunto. A su vez, nos pusieron al día acerca de su épica victoria ante el Instrumento de Venganza, y de las entrevistas que habían mantenido con los archimagos de N’Daleth. Ambas parecían muy optimistas con la ayuda conseguida para la excursión campestre al infierno del señor del asesinato, y Tenar trató de embaucarme invocando mi espíritu de la leyenda y la aventura. ¡Ah, voto a Barenna, este humilde bardo es un narrador de historias, no el protagonista de ellas!

Una vez todos estábamos al día de los logros de los otros, Naltiria deseaba hablarme, así que puse rumbo a las afueras de la ciudad, donde me encomendó visitar el templo local de Vécnuvar, de forma que pudiésemos pedir la ayuda de las Dadoras de Vida. Naltiria quería que las sacerdotisas creasen una distracción lo suficientemente importante como para que Idhaal estuviese mirando a otro lado cuando el grupo llegase a su hogar. Acepté, por supuesto, intentarlo, pero ni aun cuando las sacerdotisas de la diosa de la vida aceptasen, no veía nada claro el éxito de la misión, todo lo contrario que Tenar y Naltiria, que prácticamente daban por hecho que lograrían su objetivo. Ah, voto a Ashtorgoth, ¿y si lo lograban? Quizá me arrepintiese de no haber bajado a un infierno sulfuroso repleto de demonios sedientos de sangre… Mmm, ni por esas, querido público. Voto a Finallis, que si bajase de los cielos y pusiese una alfombra roja de entrada segura, ni siquiera entonces bajaría a tal sitio un servidor!

Naltiria quería también intentar convencerme de seguir al grupo al infierno, y la confesé mis miedos. Mi querido público, nunca me he considerado una persona especialmente cobarde, y suelo lanzarme a la aventura siempre que tengo ocasión, ¡voto a Fortunna! Pero entrar en la casa de un dios malvado y con sed de sangre, ¡dioses! Un hombre temeroso de las divinidades hace que le tiemblen hasta las pestañas de sólo pensarlo. Naltiria comprendía mi respeto por los seres divinos, y dijo tenerlo también, pero sonaba tan convencida de que entraría y saldría del infierno sin ser detectada, que o bien se había vuelto loca, o bien estaba tan determinada que terminaría lográndolo.

Mientras comentábamos estos temas, Kharid Shahad, archimago de la extinta Aezmir, asomó entre el gentío y saludó a Tenar. La elfa lo había llamado con la intención de llevarlo a la torre de Olías para que ayudase al archimago de Palacio de Marfil en sus investigaciones del tótem. Qué mejor asistente que quien ha vivido de primera mano sus poderes, pensamos. Kharid se mostraba preocupado por la desertificación de Re-Ionnae, pero aun más, por el destino del artefacto del Infortunio, y estaba ansioso por encontrarse con el archimago, así que lo guié junto a Tenar, a la torre de Olías. En principio, el hogar del archimago carecía de puerta, y el muro parecía infranqueable, y las llamadas de Tenar y Kharid no cambiaron eso. Un servidor llamó con los nudillos en el muro, y por fin, una puerta se materializó, haciendo que los destellos arcanos que se veían en la parte superior de la torre se detuvieran. Olías abrió el acceso, y cuando me disponía a presentarle a Kharid, todo pasó muy rápido. Olías estaba extendiendo la mano para saludar a su colega, cuando el aezmir conjuró a la velocidad del rayo, un hechizo de tremendo poder que nos convirtió a un servidor y al archimago marfileño en una especie de pollos con cuernos, no tan inenarrables como la anterior forma del archimago, pero igual de extraños. Tenar pareció resistir el conjuro, que también iba dirigido contra ella, y pudo seguir a Kharid mientras corría escaleras arriba, completamente desquiciado, al grito de “¡Hay que destruirlo!”

Al llegar al laboratorio de Olías, pudieron ver la caja de ébano sobre una mesa del mismo material, rodeado de defensas arcanas que Olías estaba aun disponiendo, y Tenar pudo ver que el recipiente aun continuaba sellado y no había sido abierto, y por tanto, parecía improbable que Olías estuviese bajo la influencia del mismo. Sin embargo, Kharid no atendía a razones, y dijo que el riesgo no era asumible, así que ordenó a Tenar que abriese la caja, mientras preparaba un nuevo conjuro de tremendo poder. La elfa siguió las instrucciones de Kharid, ya resignada a la idea de que no había otra opción, y Kharid lanzó su hechizo.

Este servidor vio la explosión, pero no puede recordarla, pues estaba polimorfado en pollo infernal en la base de la torre, pero por lo que cuentan los lugareños, debió de ser espectacular a la par que terrible. Lo siguiente que vi, una vez recuperé mi forma humana, fue que los dos pisos superiores de la torre de Olías ya no existían… además de todo lo que había en ellos, incluyendo el artefacto, nuestra compañera Tenar y el archimago Kharid, que, ironías del destino, había sobrevivido mil quinientos años en las ruinas de su ciudad, solo para sacrificarse unos días después de salir para destruir el tótem que llevó a la ruina a su pueblo.

El no haber resistido el conjuro de Kharid me había salvado la vida, y también la de Olías, que parecía contrariado, y enseguida exigió que se le compensara por los destrozos causados. La archimaga Druna Tan, podría dejarle su torre mientras tanto para investigar qué había sucedido, y poder determinar qué había pasado exactamente con Kharid y Tenar.

El archimago de Aezmir, en su locura, había tenido la delicadeza de minimizar la destrucción causada, y la torre de Olías estaba en buen estado, exceptuando los dos pisos que se habían volatilizado, incluyendo la susodicha bola. Además, la explosión “sólo” se había llevado su vida y la de nuestra compañera, a quienes los dioses ya habían tenido a bien traer de vuelta en alguna ocasión anterior, así que elevé una breve plegaria a los cielos esperando que pudiese regresar de nuevo. Nunca se sabía cuando era la última vez que los dioses te permitían regresar, pero estaba convencido de que Tenar aun tenía mucho que hacer en el mundo mortal antes de encaminarse a su juicio.

Observaba un servidor con cara de idiota la cima de la torre, sin entender muy bien lo que había sucedido, un tanto aturdido. Si los dioses estaban jugando una partida de ajedrez, como alguna vez había dicho Naltiria, con nosotros, sin duda había movimientos que no terminaba de comprender.

 Acérquense, damas y caballeros, acérquense a este humilde bardo, para escuchar una nueva historia, acérquense para escuchar cómo me uní a un grupo, cuanto menos, peculiar...

Sesión LIII. Una pequeña gran victoria.

Tenar y Naltiria entraron en la torre de la archimaga Astrid, que parecía esperar la visita, o, al menos, no pareció sorprendida. La hechicera llamó poco menos que suicidas a nuestras compañeras, por su intención de aventurarse en el infierno, arguyendo que entrar en tal lugar era también un desperdicio de vidas inocentes. Válganme los dioses, algo de cordura entre el caos. Refiriéndose a Tenar, la hechicera preguntó a la seguidora de Hedenoth si estaba dispuesta a seguir a Naltiria al mismísimo infierno. Una vez terminadas sus advertencias, aseguró que estaba dispuesta a ayudar al grupo… si éramos capaces de aportar un mínimo de posibilidades de éxito a la misión. Si teníamos los medios para ello, deberíamos volver a su torre, para recibir la ayuda prometida.

La siguiente visita era a la torre de Aelya Uwe, una estructura cambiante como la magia de la elfa que la regentaba. La archimaga, tras escuchar las alegaciones de Naltiria, aseguró que no podía ofrecernos ayuda en el infierno, pero que nos podía prestar una espada élfica expulsademonios, arma que sin duda nos vendría bien. Por lo que dijo Aelya, la dueña de tal espada se había retrasado en recogerla. Naltiria decidió que la espada no era suficiente, y que sería mejor buscar a su legítima portadora para reclutarla en la misión. La archimaga Uwe advirtió que ese plan, podía dejarnos sin portadora y sin arma, pues nada obligaba a la poseedora de la espada a seguirnos en nuestra misión. Aun así, Naltiria confiaba en sus dotes de persuasión, y estaba decidida a buscar a la ama del arma.

En busca de más ayuda, nuestra archimaga trató de comunicarse con el enano Skribok, pero sólo pudo hablar con su compañero, el samurái Kenshi. El hiraneano, una vez informado del asunto, quitó importancia a la misión, insistiendo a Naltiria que se preocupase de los Tomos y los Artefactos. Además, la aconsejó que si quería adentrarse en el infierno, buscara seguidores del dios loco, Ashtorgoth, para que la siguieran en su loca empresa.

Después de estas conversaciones, llegó el momento de la logística. Hechas las cuentas de lo que correspondía a cada miembro del grupo, Tenar donó en nombre de Neesa algunos anillos mágicos en los templos locales, para cumplir con el voto de pobreza que el hada había adquirido. Se planteó también la opción de ofrecer algunos khopeshes al archimago Fistro a cambio de su ritual de viaje al infierno.

Mientras, en la fila para visitar a la Emperatriz en Palacio de Marfil, Neesa y un servidor hablaban distendidamente de varios temas, como el amor, voto a Shindalar. Nuestra pequeña compañera deseaba saber si alguna vez había sentido este bardo amor… ¡Amor siento todos los días, Neesa! ¡Amor por la vida, por la aventura, por la música, voto a Barenna! No era esa la respuesta que buscaba Neesa, que parecía sufrir de algún mal de amores, pues suspiraba como ensimismada mientras hacía estas preguntas. El tema fue derivando poco a poco hacia el infierno, lugar al que ninguno de los dos parecíamos querer ir. ¿Quién narraría a vuestras mercedes tal aventura, si este humilde bardo se quedaba atrapado o consumido por los fuegos de tan terrible lugar?

Naltiria y Tenar habían acabado sus entrevistas, y decidieron alquilar una habitación en una posada de N’Daleth, donde poder descansar y preparar sus conjuros para el día siguiente. Durante este asueto, hablaban acerca de posibles aliados, mortales y divinos… y de repente, llegó la Venganza.

En el suelo de la habitación se materializó un símbolo demoníaco, del que surgió el Instrumento de Venganza que habría de perseguirnos hasta darnos muerte. El astuto demonio había aprovechado la división del grupo para aparecerse en busca de sangre. La habitación no contaba con ventanas, pero Tenar logró escabullirse por la puerta. Sin embargo unas cadenas que brotaban del pecho de la terrible criatura infernal se enredaron alrededor del cuerpo de la elfa, impidiéndola huir más allá del pasillo de la posada. Todo parecía perdido para nuestras compañeras, hasta que Naltiria, que murmuraba para sus adentros, chasqueó los dedos, e imbuida de un terrible poder que sólo los dioses saben de dónde salía, hizo que el demonio comenzase a deshacerse, como una vela se deshace al calor del fuego, emitiendo terribles estertores mientras las almas que había reclamado, se liberaban y volaban en un espectáculo caótico. El demonio se había ido para nunca regresar… Pero Naltiria había pagado, como en otras ocasiones un terrible precio. Tras la victoria, la archimaga cayó al suelo, agotada, y lloró, aterrada, sudorosa y temblorosa.

El portal se había cerrado, y Tenar regresó a la estancia, para encontrarse con Naltiria derrumbada. “¿Qué ha sucedido?” quiso saber la elfa, pero Naltiria guardaba, una vez más, sus habilidades. Afirmó que si custodiaba celosa sus secretos, era para proteger al grupo. Había pagado con su esencia misma, pero el demonio no volvería a molestarnos. Una pequeña gran victoria, pero, ¿a qué precio? Uno tan alto, que Naltiria aseguró que lo podría pagar pocas veces más. Y comenzó a narrar como, hacía tiempo, Meghren, Einon y ella habían comenzado sus aventuras… ¿Meghren? ¿Se refería al Rey Meghren de Allionas? Tenar arqueó una ceja, pero no interrumpió a Naltiria que siguió hablando hasta llegar a la conclusión de que, quizá más adelante, podríamos volver a afrontar el reto de la Torre de Mhara, cuando fuéramos un grupo unido y con ideas homogéneas. No estaba muy de acuerdo en este punto Tenar, que veía las pruebas de la Torre como individuales. El caso era que los Tomos y Artefactos volvían a aparecer en escena, y también se habló de posibles aliados en esta búsqueda. “Rechaza cualquier oferta por tu alma, Tenar” aseveró Naltiria en tono grave. Ninguna ayuda merece ese precio. La orgullosa elfa puso una media sonrisa, asegurando que se alzaría por sus medios, sin necesidad de vender su alma.

En Palacio de Marfil, la conversación entre Neesa y un servidor se vio interrumpida por unos guardias, que venían a buscarnos para llevarnos ante Samir Re, capitán de la guardia, que había recibido nuestro mensaje y parecía interesado en escuchar lo que teníamos que decir. Para que Neesa no perdiese su puesto en la cola, me ofrecí para acompañar a los guardias y exponer ante Samir nuestro caso...

 Acérquense, damas y caballeros, acérquense a este humilde bardo, para escuchar una nueva historia, acérquense para escuchar cómo me uní a un grupo, cuanto menos, peculiar...

Sesión LII. Destino Incierto.

Saliendo de la torre de la señora Bul, Tenar estaba decidida a ir a visitar al resto de archimagos en N’Daleth. La archimaga había insinuado que había algunos de sus colegas preocupados por el asunto que nos traíamos entre manos, y nuestra compañera deseaba averiguar de quién se trataba y si estarían dispuestos a darnos más ayuda. No obstante, antes de iniciar sus visitas, nos teletransportó a todos a Palacio de Marfil, para hablar con Neesa en persona; el conjuro funcionó bien y nos dejó donde estaban la última vez el hada y Thalion, ahora un poco más adelante. Al aparecernos en medio de la ciudad, los guardias se nos echaron encima enseguida para pedirnos los documentos que nos permitían utilizar magia, y tras presentarlos Tenar, avanzamos hacia Neesa y Thalion.

El druida continuaba con miradas furtivas a la caja de ébano, y no llegamos a tiempo para ver cómo abría el candado y echaba un vistazo al interior del recipiente. Neesa, alarmada, la cerró rápidamente, y con preocupación en la voz, se dio cuenta que la influencia del artefacto se estaba haciendo con el control del semielfo, que ya no lograba dar argumentos sólidos a sus intenciones de ver el artefacto. En esas llegamos los demás, con las noticias frescas de los archimagos de N’Daleth, y nos pusimos a valorar nuestras opciones.

La solución arcana que nos proponía Iratha Bul y sus colegas se nos antojaba prácticamente imposible, tanto a Neesa como a un servidor, a pesar de los esfuerzos de Naltiria de venderlo como una empresa factible. Meternos en el plano de un dios malvado y aficionado a la sangre ajena, sonaba cuanto menos suicida, aunque la archimaga parecía convencida de que existían métodos de pasar desapercibidos el tiempo suficiente como para lograr tomar los ingredientes que necesitaba el ritual. Eso, por supuesto, no incluía resistir las horribles temperaturas del lugar, ni el hecho de que los mortales en un plano divino tienden a perder su alma paulatinamente. Neesa seguía optando, por pedir ayuda a la Emperatriz de Re-Ionnae, o en todo caso, buscar voluntarios para ser sacrificados en pos de invocar al ser divino Inmolatur, posición bastante razonable en lo que a un servidor respectaba; aun más, este bardo era de la opinión de que, una vez nos habíamos hecho con dos soluciones distintas, nuestro trabajo estaba más que cumplido, pues no contábamos con los medios para realizar ninguna de las dos: Ni éramos mártires de Ilfaath, puros y humildes, para sacrificarnos, ni contábamos con la manera de adentrarnos en el infierno de Idhaal y sobrevivir. Era tiempo de que los mandatarios del mundo, ya fuese Hyandora, ya fuese Anne Von Xavras, pusieran los medios para evitar que el tejido de la realidad se rasgase permitiendo el paso de demonios al mundo mortal. Tenar se encontraba en un término medio, más cercana a la opinión de Naltiria, pero no sin antes hacerse con ayuda externa.

Respecto de Thalion y el artefacto, Tenar conversó con el druida, y con toda la lógica que fue capaz, fue rebatiendo los argumentos del semielfo, que continuaba empeñado en extraer el tótem de la caja para estudiarlo con detenimiento y desentrañar sus misterios, ya que opinaba que los habitantes de Aezmir habían fracasado en sacarle todo el partido posible. Nos íbamos dando cuenta que no era Thalion quien hablaba, si no el artefacto mismo a través de sus labios, y decidimos que lo mejor sería que cambiara de manos. Así, Neesa tomó la caja mientras el druida miraba con ansiedad el recipiente mágico, y un servidor decidió quedarse con el hada en la cola para hacerla compañía en su espera. Dudaba que me dejaran pasar, pues no había guardado el turno, para ayudar a Neesa en su nueva visita a Hyandora, pero al menos haría la espera más amena tanto al hada como a los demás peticionarios, con mi música. Desenfundé mi violín y toqué a ratos melodías suaves para amenizar el tiempo. Thalion dijo que una vez liberado de esta tarea, se iba a dedicar a buscar a un oráculo de las sombras que había visto en sus visiones, que pudiera guiarle en sus siguientes pasos, aunque no quedaba claro si estaba despidiéndose del grupo para hacerlo por su cuenta, o seguiría a nuestro lado.

Naltiria, presente sólo mediante vínculo telepático, recordó a Neesa las cuatro cuestiones que debía plantear a la Emperatriz Hyandora: Primera, presentarle el tótem del infortunio, y dilucidar qué hacer con él; segunda, informar a la Emperatriz de que un Instrumento de Venganza se había liberado, para perseguirnos; tercera, pedir ayuda para entrar en el plano de Idhaal y poder solucionar el tema de Voccisor; y cuarta y última, informar a la dirigente del aire de rebelión que se respiraba en Molkko y otros lugares del norte del continente, probablemente instigados por la célula o escisión de la Dulce Miel.

Neesa y un servidor se quedaron en Palacio de Marfil, mientras Naltiria y Tenar se encaminaron de vuelta a N’Daleth para visitar las torres de los archimagos. Además, Naltiria tenía previsto ponerse a estudiar las artes de la geomancia de Tenar, una vez concluyeran su rueda de entrevistas.

La primera torre que visitaron fue la de Taalvarya N’Zeth, coleccionista de libros que ya habían visitado con anterioridad. La archimaga nos compró el volumen mágico de Historia Reciente de Aezmir, además de los diarios encontrados en las ruinas, por una buena suma, que nos vendría bien para cubrir la deuda que aun teníamos con los archimagos. La siguiente, fue la gobernada por Bunrad Fah, que tras escuchar la historia, se ofreció para ayudar a cerrar las grietas en caso de que llegasen a abrirse. Además, proporcionó los nombres de los otros archimagos dispuestos a ayudar, así que nuestras conjuradoras se encaminaron a la siguiente torre, en esta ocasión la del gnomo Fistro Lahm. El pequeño archimago reconoció en seguida a sus interlocutoras, y se congratuló de poder invertir el dinero que habían recaudado gracias al grupo para desarrollar nuevos conjuros. La única ayuda que podía prestar Fistro era un nuevo ritual, esta vez para viajar al infierno y volver del mismo, sin ser detectados, durante un breve período de tiempo; sin embargo, no especificó a qué parte del infierno era, y además, pedía más de dos millones de monedas por el mismo; dada nuestra precaria economía, no se pudo plantear adquirir dicho ritual.

Se encaminaban nuestras dos intrépidas arcanas la torre de Astrid, en busca de más ayuda en la empresa infernal que se traían entre manos...