Acérquense, damas y caballeros, acérquense a este humilde bardo, para escuchar una nueva historia, acérquense para escuchar cómo me uní a un grupo, cuanto menos, peculiar...
Sesión LXVI. Grietas.
No hubo tiempo de celebración; las grietas abiertas en nuestro plano esperaban a ser cerradas, ahora que Thalion ostentaba el poder de ubicarlas. Pero antes de eso, y según el ritual, necesitábamos fabricar un collar para el druida, que pudiese canalizar el poder del infierno.
Neesa se sintió indispuesta nada más salir del Caedeth, y llegó a la conclusión que se trataba de escifatosis, una rara enfermedad que algunas hadas tenían cuando pasaban demasiado tiempo alejadas del hogar; sólo regresar junto a los suyos podía curarla, y si permanecía alejada por más tiempo, era probable que muriese. Así pues, Naltiria le proporcionó un portal hasta cerca de su poblado, y el hada se despidió de todos, sin saber cuándo volveríamos a vernos.
Tras ello, Fistro nos pidió que le entregásemos los materiales que figuraban en el contrato, aunque nos dimos cuenta de que el mismo no estaba firmado por nadie de nuestro grupo. El gnomo montó en cólera, acusándonos de tramposos y otras cosas menos agradables, y comenzó a vociferar haciéndose víctima de una ofensa que no existía. Nuestro compañero Bastian se puso del lado del archimago, aduciendo que un acuerdo verbal era tan válido como uno escrito, aunque no estaba nada claro que eso fuera así según las leyes. No obstante, Naltiria, viéndose incapaz de negociar con la baza de los objetos, ya que deseaba que Fistro colaborase con nosotros para el cierre de las grietas, tendió al archimago los objetos, que apenas los tuvo en sus manos, nos echó de su torre de malas maneras, en unos términos que probablemente significasen que nunca más podríamos contratar sus servicios.
Un servidor empezó a recuperar la conciencia ya fuera de la torre del avaricioso gnomo, que los dioses lo maldigan, una buena piedra de infortunio era lo que necesitaba aquel codicioso conjurador como cura de humildad.
Nos dirigimos entonces a la torre de otro de los archimagos, Bunrad Fah, que había prometido su ayuda en la tarea de cerrar las grietas de salir airosos de la aventura infernal, como así había sido. El mago fue fiel a su palabra y dijo que se uniría a nosotros, cosa que Naltiria agradeció sobremanera.
Había que descansar, pero este humilde bardo tenía aun que hacer una última cosa antes del merecido sueño. Me planté en la puerta del templo de Fortunna, que abrí de par en par, y sin mediar palabra, aparté a los aventureros que escuchaban los consejos y bendiciones de Kira Sun. Levanté en volandas a la mediana, y le planté un apasionado beso en los labios, ante de continuar con el agradecimiento que la clériga merecía. No sé si los muchachos a los que atendía fueron o no testigos de lo que sucedió a continuación, pero espero que si lo fueron, tomasen algunas notas. Recuperé tras ello mis notas, que Kira me entregó aliviada, pues no se sentía muy capaz de escribir un epílogo, que, voto a Fortunna, aun no habría de ser redactado.
Por fin nos resguardamos en la guarida de Naltiria a las afueras de Palacio de Marfil, y descansamos entre satisfechos y preocupados. A la mañana siguiente, ya sin la ayuda de Neesa, nos pusimos manos a la obra para fabricar el amuleto que requeríamos. Hildr se encargó de dar las instrucciones al herrero que empezaba a ser nuestro proveedor de confianza, y el collar estuvo listo aquella mañana.
Apenas Thalion se colocó aquella alhaja al cuello, comenzó a escuchar voces demoníacas de nuevo. Su cara se retorció en un gesto de dolor, y Naltiria trató de sujetar con él el conducto, siendo que la archimaga también comenzó a oír aquellas voces infernales, cada vez más altas y chillonas. La humana tuvo que soltar el objeto, puesto que ella no estaba preparada para soportar aquello, sólo Thalion parecía aguantarlo estoicamente. Tras concentrarse un momento, señaló en dirección nor-noreste, y trazando una línea recta en un mapa, pareciera que Castiglia, lugar donde todo empezó, podía ser una gran candidata para comenzar.
La archimaga nos teleportó con su bastón a las afueras de la capital imperial, y allí donde se había ejecutado el ritual, Thalion confirmó que había una grieta. Tras ejecutar los conjuros adecuados, fuimos capaces de cerrarla. Thalion vio a Voccisor aplaudir irónicamente desde un rincón, pero él era el único que podía ver al demonio, y no nos dijo nada al respecto. El druida se limitó a concentrarse de nuevo, señalando esta vez al oeste.
Con unas monturas mágicas convocadas por Hildr, comenzamos a volar sobre el mar al oeste de Zhargosh, pero llegó un momento en que Thalion perdió la conexión con la grieta. Al concentrarse de nuevo, notó tres portales lejanos, y decidimos que podríamos buscar en Leneath. Allí el semielfo no pareció ver nada, así que tras sintonizar de nuevo con el conducto, señaló al norte, lo que nos llevó a la ciudad de Bassen. Allí sí que pudo ver con claridad una grieta, y de nuevo, se ejecutaron los sortilegios que permitieron cerrarla.
Thalion se veía cada vez más cansado, pero de nuevo cerró los ojos y nos indicó, primero al suroeste, y luego al este. Los conocimientos geográficos de Naltiria la llevaron a pensar en Tissen, pero al llegar allí, Thalion no vio ningún portal. Siguiendo sus instintos, la archimaga nos llevó al cráter que un día fue la gloriosa Taneo, y allí tuvimos más suerte, y logramos cerrar una tercera grieta.
El siguiente salto fue a Ninor en Estares, donde no encontramos nada, y Thalion intentó concentrarse de nuevo, señalando en esta ocasión al sureste desde esta ciudad.
No sabíamos cuántas gritas o dónde se podían encontrar, pero el tiempo pasaba, y los conjuros de nuestros magos se iban agotando, al igual que nuestras cabezas. ¿Cerraríamos a tiempo todas las grietas, evitando así que el plano del Caedeth se solapase con el material?
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