Acérquense, damas y caballeros, acérquense a este humilde bardo, para escuchar una nueva historia, acérquense para escuchar cómo me uní a un grupo, cuanto menos, peculiar...
Sesiones LXVII y LXVII. Más grietas.
El tiempo apremiaba, pero los conjuros iban agotándose, al igual que nuestras atribuladas cabezas. Sobre todo la de Thalion, cuya expresión rozaba en la locura. Cada vez que se concentraba, podíamos ver el sufrimiento en su mirada, un sufrimiento que iba más allá de lo físico. No habíamos perdido nuestra alma en el Caedeth, pero quizá el semielfo estuviese empeñando su cordura en esta misión. No obstante, aguantaba como el héroe en el que se había convertido, y nos indicó que había una grieta cerca, así que Naltiria le pidió un esfuerzo, como si estuviera haciendo pocos. Bastian, posiblemente animado por su falta de empatía, azuzaba al druida y al grupo en general a continuar sin desfallecer, como si fuera él quien llevase la carga que Thalion soportaba.
Finalmente se decidió que sería mejor descansar, así que fuimos a Shendolen, ciudad que no olía especialmente bien, sin duda por algún tipo de industria cercana. No obstante, había un templo a Geiath, donde nos dirigimos, esperanzados de que allí Thalion pudiese encontrar descanso.
Como era costumbre, Naltiria evitó entrar al templo, y fue Hildr quien narró al encargado del templo a la Madre Naturaleza nuestra situación, y más concretamente, la de Thalion. Nuestra nueva amiga se sorprendió al ver que la archimaga no pisaba el templo de la diosa, y le epliqué brevemente que Naltiria tenía una relación un tanto especial con los dioses. Othorion, que así se llamaba el seguidor de Geiath, dijo que no podía ayudar a Thalion, y partimos al templo de Vécnuvar para ver si teníamos mejor suerte con la Fértil Madre.
Duria Rojas, la clériga que nos atendió, comulgó con su diosa antes de indicarnos que tampoco podía ayudarnos, y aun más, dijo que aquella batalla, Thalion habría de lucharla a solas. Ni siquiera los dioses podían ayudarlo.
Derrotados en esta pequeña batalla contra el cansancio, Naltiria abrió el portal a su guarida, y nos pusimos a descansar. Voto a Fortunna, que por alguna razón, Thalion logró conciliar sueño, y estoy prácticamente seguro que fue gracias a su férrea voluntad, y por puro agotamiento.
A la mañana siguiente, Naltiria trató de enseñar a nuestro aguerrido druida a meditar, a concentrarse para poder relajarse, y que el proceso de buscar los portales fuera lo menos traumático posible. Trató de hacerlo Thalion, aunque continuábamos sin saber a qué clase de sufrimiento se enfrentaba. Fuera como fuese, comenzó a señalar en una y otra dirección, guiándonos en nuestro siguiente paso.
Allá donde se cortaban las líneas imaginarias que trazábamos sobre el mapa de Athanae, nos dirigimos, y el archimago Bunrad Fah comenzó con su retahíla de conjuros, cerrando una nueva grieta.
El siguiente viaje parecía llevarnos a Villaccia, destino que parecía agradar a Bastian, pues allí había comenzado su carrera militar. Sin embargo, al llegar a la ciudad, no parecía haber ningún portal a la vista de Thalion, y tuvimos que investigar para averiguar que había en la ciudad una antigua villa derruida, perteneciente a los Von Xavras. Naltiria se mostraba convencida de que la grieta se encontraba bajo aquellas ruinas, así que comenzamos a investigarlas, dicho sea todo, con poco disimulo. No tardaron en aparecer un par de guardias, preguntándose qué hacíamos allí, escarbando entre los escombros. Naltiria parecía nerviosa, pero finalmente, mostró su capa de embajadora imperial con el sello de la Emperatriz, lo cual fue suficiente para que los guardias pasaran de una actitud hostil a una solícita. Uno de ellos, de nombre Toni, parecía ansioso por ayudarnos y agradar a Naltiria, para que nuestra líder pudiera dar cuenta a la Emperatriz de sus logros y así poder ascender en la escala militar. Finalmente, y con ayuda de estos dos guardias, encontramos un acceso a las cloacas de la ciudad, que no dudamos en atravesar.
Al poco de estar investigando los pasadizos subterráneos, Naltiria encontró unas extrañas marcas en uno de los muros, marcas, que según ella, señalaban la localización de un antiguo culto a Idhaal. Animados por el descubrimiento, seguimos las indicaciones de aquellas marcas, adentrándonos más y más en el sistema de alcantarillado de Villaccia. Los guardias, conocedores de la ciudad, nos iban indicando debajo de dónde nos íbamos encontrando. No obstante, quien iba el primero en el grupo era Bastian, a quien no fuimos capaces de convencer de lo contrario. El valiente, y temerario, caballero Von Xavras estaba decidido a desactivar con el pecho cualquier trampa que pudiese haber.
Tras avanzar unos cuantos metros por los intrincados corredores, descubrimos una puerta secreta. Comenzó entonces un pequeño debate, en el que algunos como Hildr abogaban por avisar a la guardia para que nos proporcionase un experto en trampas y similares, y otros, como Bastian, defendían avanzar inmediatamente. Toni, el guardia, dio media vuelta para pedir los refuerzos oportunos, pero Bastian no quería esperarlos, y el caballero trató de abrir la puerta, activando, tal y como sospechábamos, una trampa que hizo saltar unas sierras oxidadas de los muros que le provocaron profundas heridas. Sin embargo, el humano rebuscó en su mochila, sacando una pequeña poción de curación que apenas le cerró un poco de una de ellas al ingerirla, y se sacudió el polvo de la hombrera, con la sangre aun brotando de sus cortes. A pesar de que el Von Xavras lucía símbolos de Haleyt en su coraza, voto a Ashtorgoth si no se comportaba como un temerario.
Hildr comenzaba a temer de veras por la vida de su hermano, y envió un mensaje telepático a Toni para que se diera prisa en enviar los refuerzos… antes de que fuese demasiado tarde para Bastian.
La montura de Bastian, una especie de corcel con rasgos demoníacos, hacía comentarios socarrones acerca de que si su jinete moría “desactivando” trampas, podría comérselo, y Naltiria pareció sorprendida de que pudiese hablar. Miró con curiosidad a la criatura, examinándola y pensando para sí.
Hubimos de esperar a los refuerzos, y Toni nos trajo a María Dipoli, experta en mecanismos de la guardia, que apenas tardó unos momentos en abrirnos la puerta. A partir de aquélla, continuaban unos tortuosos y laberínticos pasillos, que desembocaban en una nueva puerta secreta, que María abrió de nuevo. Allí estaba nuestro objetivo: Una pequeña sala, con los restos esqueléticos de al menos tres infantes, por lo que pudo saber Naltiria, dos enanos y un humano, con símbolos de Idhaal pintados y grabados por doquier. Si había dos niños enanos allí, aquella sala debía tener ya algunos años, puesto que la raza de los robustos humanoides había sido extinguida hacía más de una década por el infame Drek-Torn. Thalion se sintió enseguida abrumado, y es que la grieta en aquel lugar parecía especialmente grande. El archimago Fah procedió de nuevo con los conjuros, y la grieta fue cerrada.
En cuanto el mago reionnita pronunció la última palabra, Thalion puso un gesto de dolor más pronunciado. A medida que cerrábamos portales, el sufrimiento del druida iba en aumento, y algunos, como este humilde bardo, llegamos a pensar que su cabeza explotaría cuando cerrásemos el último, liberando los demonios que campaban a sus anchas en la mente del semielfo. Quisieran los dioses que no fuera ese su destino.
Naltiria deseaba consagrar el suelo de aquel impío lugar, y prometió a Toni que lo nombraría en su informe a la Emperatriz Anne cuando todo aquello concluyese. El guardia se mostró obsequioso y ufano, probablemente imaginándose a sí mismo siendo nombrado capitán de la guardia o algo similar.
Subimos a la superficie desandando el camino, ya que la magia de viaje no funcionaba entre superficies. Una vez de vuelta en las ruinas de la hacienda Von Xavras, decidimos probar suerte en Geglash, al sur de Tanactos, donde también convergían varias líneas. La bienvenida a las afueras de aquella ciudad fue todo lo contrario a cálida, pues no recordábamos que aquella ciudad pertenecía ahora al Dragón Azul de Hiranae, y una ristra de virotes y flechas comenzó a caer a nuestro alrededor apenas nos aparecimos a varios metros de la muralla. Nos teleportamos de vuelta, dejando aquel posible portal para más adelante, cuando pudiéramos trazar un plan. Mientras, nos arrancamos los proyectiles que nos habían acertado, y usé mi modesta magia de bardo para curar un poco a Hildr, que parecía haberse llevado la peor parte.
Optamos entonces por probar suerte al norte de Confina, cerca de la cordillera de Inatis, y allí, Thalion sí nos pudo guiar hasta una nueva brecha, que cerramos. Luego, viajamos hasta el lago Daleby, al norte de Fenectas. Aquel lugar tenía fama de peligroso, y la mayoría de gentes lo evitaban. Sin embargo, nosotros debíamos buscar allí una grieta. Tras recorrer aquel paraje, encontramos un pozo sellado, con doce fisuras alrededor de la forma circular, dispuestas de manera regular, como si de un reloj se tratase. Naltiria parecía interesada, y dijo que en un futuro, habríamos de volver a aquel lugar, pues creía conocer las llaves que abrían aquel extraño pozo, y posiblemente se tratase de una entrada a alguno de los infiernos. ¡Ah, voto a los dioses! ¿Qué tenía esta archimaga con los infiernos, que no podía dejarlos en paz? Encontramos una grieta cerca de aquel pozo, que se cerró sin dilación. El día tocaba a su fin, y todos necesitábamos reponer fuerzas, así que Naltiria nos llevó a Castiglia, para poder trasnochar.
Como el tiempo era tan escaso, algunos miembros del grupo, que requerían menos horas de reposo, se pusieron a trabajar antes que otros, como este narrador, se despertasen. Hildr aprovechó el tiempo antes de dormir para ir en busca de la Emperatriz y poder ponerla al día, y suplicar su ayuda con los portales que restaban. Sobre todo aquellos que se hallaban en territorio enemigo, el de Geglash, por una parte, y otro que sospechábamos, podía encontrarse cerca de Brussia.
La mandataria se encontraba en el campamento del ejército, y los guardias, al ver a Hildr, la cortaron el paso; no se fiaban de ella, al no llevar ningún símbolo oficial. Parecían un tanto paranoicos con los espías, así que supusimos que realmente los había. Entregó su mensaje entonces a los guardias, y se puso a descansar allí mismo, con la esperanza de tener contestación cuando despertase.
Sin embargo, los guardias seguían impertérritos en sus puestos cuando Hildr abrió el ojo un par de horas después, y no parecía que hubiese progresos. La humana intentó que la dejasen pasar intimidando a los guardias, pero no dieron ni un sólo paso atrás.
Más allá de Brussia, al sur de Bloskaya, encontramos un nuevo portal, que cerramos tan pronto como Thalion nos confirmó la ubicación. Luego, tuvimos que cerrar otro cerca de Azenya, y lo hicimos raudos, pues los Dragones Azules nos disparaban con unos artefactos explosivos que parecían peligrosos. Pareciera que sólo quedasen dos: Brussia y Geglash.
El druida estaba al borde del colapso. Su mirada estaba totalmente perdida, como la que tienen aquellos que han perdido la chaveta, con los ojillos moviéndose rápidamente de un lado a otro, sin enfocar en ningún lado. Murmuraba cosas ininteligibles, y parecía a punto de derrumbarse. Cuando peor parecía que estaba, elevó la cabeza y señaló, de nuevo, en las dos direcciones que indicaban nuestro destino. ¡Aguanta, Thalion!
Dada la negativa de los guardias de dejar pasar a Hildr para hablar con la Emperatriz, me pidió que la acompañase. Ante la visión de mi capa de embajador del Imperio, nos permitieron el paso, y pudimos al fin entrevistarnos con la mandataria, que nos pidió 6 horas para mover sus hilos y proporcionarnos ayuda.
Mientras transcurría ese tiempo, en la guarida, Naltiria escudriñaba los dos puntos donde se suponía que estaban las grietas restantes, y comenzamos a preparar disfraces para poder acercarnos sin ser atacados.
Cuando los disfraces estuvieron a punto, el tiempo de ver a la Emperatriz se acercaba. Todo el grupo se dirigió a la tienda de campaña de Anne Von Xavras, donde nos esperaba con toda la ayuda que había sido capaz de reclutar: Jolie Noir, una archimaga, vieja conocida de Naltiria; Helka Von Xavras, una clériga/maga; el hada Zelenya, ilusionista y exploradora, y Jada Dienerkönig, de quien teníamos poca información. Pusimos al día a estos nuevos refuerzos de cómo Thalion era capaz de discernir dónde se encontraban las grietas, tras nuestra incursión al Caedeth.
Al día siguiente, disfrazados de hiraneanos, y con la magia de Zelenya haciendo que fuéramos más difíciles de ser descubiertos, viajamos a las afueras de Brussia. Allí fuera de la ciudad, logramos encontrar una brecha, y antes de que nos alcanzaran los proyectiles que llovían desde la ciudad, huimos de vuelta.
¡Ah, damas y caballeros! Según nuestros cálculos, sólo quedaba una grieta por cerrar, aquella que se encontraba en la ciudad de Geglash. También quizá, fuese la más complicada de alcanzar, en una ciudad que nos era hostil. ¡Oh, Fortunna, sonríenos en nuestra hora de necesidad!
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