Acérquense, damas y caballeros, acérquense a este humilde bardo, para escuchar una nueva historia, acérquense para escuchar cómo me uní a un grupo, cuanto menos, peculiar...
Sesión LXIX. Misión cumplida...
No era fácil trazar un plan para Geglash, pues no sabíamos dónde se hallaba la grieta, y colarnos en la ciudad resultaba harto complicado. Se plantearon opciones como asaltar un barco pesquero para colarnos por el puerto disfrazados de humildes pescadores, o hacer lo propio con una nave militar, mucho más numerosas, para entrar como soldados. Sin embargo, la primera opción parecía poco viable, por haber muy poco tráfico de ese tipo de embarcaciones, y la segunda, se descartó por ser demasiado arriesgada.
Después de haber dejado la idea de entrar en la ciudad aparcada, nos dimos cuenta de que quizá la grieta estuviera en el mar, y no dentro de la ciudad. Naltiria hizo los cálculos y nos teleportó, bastón en mano, al mar al sur de la ciudad. Desde allí, viajamos al norte sobre las aguas, cabalgando en monturas conjuradas por Hildr. Sin embargo, a medida que nos acercábamos a la costa, pareciera que Geglash no se encontraba en nuestro rango de visión, así que tras pedir a Thalion que se concentrase una vez más, señaló de nuevo al sur. La grieta se encontraba, voto a Fortunna, en el mar, y no tendríamos que colarnos en una ciudad con la que Athanae estaba en guerra. El tiempo se agotaba, y Naltiria nos fue llevando hacia el sur en tandas de teletransporte, mientras Thalion iba sintiendo más y más cerca la grieta. Cuando al fin alcanzamos nuestro objetivo, y el archimago Bunrad Fah se disponía a comenzar con sus conjuros, dos naves de guerra hiraneanas comenzaron a rodear la zona en la que estábamos. No podían vernos, gracias a la magia de Zelenya, pero por lo que pudo entender Hildr, ducha en la lengua oriental, buscaban unos “demonios”. Cada minuto que esperábamos, confiados en que los hiraneanos se retirasen, se hacia eterno. Hubo un momento en que un oficial de una de las naves pareció mirar en nuestra dirección, y cuando se disponía a señalar y gritar algo, voto a todo el Olimpo que un martín pescador saltó del mar, derribando al marinero, que cayó al agua. Mientras sus camaradas trataban de rescatarlo, el archimago Fah conjuró tan rápido como pudo, cerrando para siempre la última de las grietas. Apenas confirmó que había concluido, Naltiria nos sacó de allí con su último conjuro de portal del día, y nos aparecimos a las afueras del campamento militar de Brungrado. ¡Victoria!
Creíamos que al cerrar el último de los portales, Thalion podría al fin descansar, pero nada pareció cambiar en la expresión del druida, que continuaba mostrando el tormento en su rostro. Fue Bastian quien primero se acercó para preguntarle cómo se encontraba, y el semielfo confirmó que aún oía aquellas voces en su cabeza. El caballero Von Xavras propuso llevar a Thalion a un templo de Finnalis, lugar idóneo para practicar un exorcismo de ser necesario. Naltiria decidió quitar el collar a Thalion, con la esperanza de que le aliviase, pero no lo logró. Lo único que consiguió la archimaga fue ver a nuestro viejo conocido, Voccisor, que se mostraba encantado de que tuviésemos ahora una forma de contacto. Naltiria ignoró al avatar, y guardó el collar en su bolsa de contención.
La situación del druida no mejoraba, y cuando Hildr, Bastian y un servidor lo llevamos hasta un templo del juez, tampoco resultó ser buena idea. El dolor que Thalion sentía en su mente, comenzó a ser físico, y es que la sola presencia divina en el templo de Finnalis parecía provocar una quemazón insoportable en la piel del semielfo, que incluso comenzó a humear. Salimos del templo, con la promesa del sacerdote que nos había atendido, de que en un par de días podría contactar con un exorcista.
El siguiente paso era presentar nuestro informe a la insigne Emperatriz, que nos recibió en su tienda. Informamos a la mandataria de nuestro éxito cerrando los 11 portales, y aprovechamos la ocasión para agradecerle su ayuda de última hora. Anne I ofreció a las últimas incorporaciones del grupo, unirse a los embajadores imperiales, tendiéndoles las capas correspondientes. Los hermanos Von Xavras las aceptaron casi temblando de la emoción, honrados. Sin embargo, Thalion continuaba con la mirada perdida y el miedo en los ojos, y no reaccionaba a lo que allí acontecía. Como recompensa por nuestro servicio evitando que el Caedeth tuviera acceso al plano material, la Emperatriz nos ofreció una caja con un anillo mágico para cada miembro del grupo, unos anillos denominados “Anillos del héroe olvidado” que sin duda, nos serían útiles.
Tras ello, nos informó de que nuestro siguiente paso era entrar de nuevo en batalla. Parecía ser que Caerdan y sus no-muertos de Funterish estaban avanzando posiciones en la Infraoscuridad athanita, cosa que preocupaba, por ahora, poco a nuestros aliados drow. Cada matriarca que caía favorecía a las demás, que se regocijaban de la desgracia de sus competidoras.
Esa situación hacía parecer más débil la posición de Funterish, y la Emperatriz parecía decidida a reconquistar de una vez por todas todo Fenectas, incluyendo el último enclave de la Niebla. Para ello, los generales del Imperio tenían una estrategia en mente, que consistía en varios ataques coordinados para vencer al Dragón Azul. Era nuestra misión unirnos a uno de estos ejércitos, y comandarlo en la batalla. Tras la batalla del río Bon, de nuevo volveríamos a la guerra en el más estricto sentido de la palabra. Para coordinar esta ofensiva, y preparar nuestras unidades, como la vez anterior, debíamos reunirnos con Edda Viola. Sin embargo, antes de todo ello, necesitábamos arreglar el asunto de Thalion, y Anne deseaba que lo hiciéramos cuanto antes y sin involucrar al Imperio con asuntos de Re-Ionnae, así que habría de hacerse de manera extraoficial.
Cuando nos retirábamos de la tienda, la mandataria llamó a Naltiria para que se quedase. Una vez más, ofreció a nuestra archimaga la opción de mejorar su bastón mágico, y una vez más, Naltiria prefirió no hacerlo, so pretexto de valerse de sus propios recursos. Naltiria había bajado mucho el tono respecto a otras reuniones, y ofreció a Anne su amistad. Tras lo cual dejó caer que le encantaría entrevistarse con el Emperador consorte, Arduin voz de Plata. Anne puso un gesto casi nostálgico ante la mención de su marido, y le dijo a Naltiria que aquello no sería posible, ya que Arduin se había impuesto una suerte de autoexilio, trabajando para el Imperio lejos de sus fronteras. Naltiria se sintió decepcionada, pero lo ocultó como mejor pudo antes de despedirse y retirarse.
Aunque era de madrugada cuando terminamos de hablar con la Emperatriz, Naltiria nos teleportó al campamento de Edda Viola para tener una entrevista preliminar y echar un ojo a la batalla que habríamos de librar en próximas fechas. La coronel del ejército imperial nos recibió y nos enseñó la maqueta de las posiciones que teníamos que tomar. Se trataba de un puente sobre el río Vena, con fuertes posiciones defensivas, incluyendo torreones con balistas, y un nutrido número de arqueros hiraneanos. El ejército enemigo era muy fuerte en cuanto a poder de armas a distancia se refería, y su general, Azuki Shiungi, probablemente montaría en su monstruoso dragón azul. Además, contaban con una poderosa unidad de samuráis para defender el puente, sin duda formidables en el cuerpo a cuerpo. Era más que probable que el puente contase con todo tipo de obstáculos para estorbar posibles cargas contra la infantería hiraneana.
De nuestro lado, además de las tropas que eligiéramos llevar, un par de poderosos archimagos permanecerían en posiciones de retaguardia manteniendo abiertos dos portales, que podrían traernos refuerzos a lo largo de una batalla que se preveía larga y cruenta.
X’Valla, que se encontraba al lado de Edda Viola, nos advirtió de que su casa era enemiga acérrima de Yako Hana, dirigente Dragón Azul que controlaba el tráfico entre la Infraoscuridad y la Superficie, y por tanto, conocía bien las tácticas de ese clan, aficionados a emponzoñar sus armas. La coronel sugirió entonces que podríamos usar algunas tropas drow aliadas, para contrarrestar aquellas que el enemigo tuviera.
La misión principal era tomar el puente, o bien aniquilar al enemigo, pero tan importante como eso era no destruir las estructuras, tanto el puente mismo como los torreones, así que no podríamos llevar al campo de batalla ni catapultas ni cañones que pudiesen comprometer esos objetivos. Fuera de eso, podíamos elegir libremente entre los efectivos del ejército imperial, además de contar con algunas unidades drow aliadas. Bastian se ofreció inmediatamente a ayudar con la composición del ejército; sin duda deseaba poner en práctica sus estudios acerca de tácticas militares. El caballero nos informó que habríamos de elegirlas con cuidado, ya que la batalla precisaba de estrategias muy concretas.
Nos retiramos a descansar tras aquellas conversaciones, y al día siguiente, Naltiria llevó de vuelta a Re-Ionnae al archimago Bunrad Fah, que afirmó sentirse honrado por haber participado en el cierre de brechas interdimensionales. Se despidieron, y pusimos rumbo a la torre de Taalvarya, la archimaga coleccionista de libros, en busca de asesoramiento para tratar de librar a Thalion de su tortura. La señora de la torre nos dijo que la única manera de revertir el ritual, era, como no, con otro ritual, que, para más regodeo, debía realizarse en el mismo lugar… Aprovechando la ocasión, la archimaga pidió al grupo, que si bajaba de nuevo al Caedeth, se aventurase en la ciudad en busca de un libro que anhelaba. Para rematar la faena, aseguró que conocía a alguien que había realizado algo parecido en el pasado, y el pobre diablo, se había terminado suicidando, incapaz de soportar aquellas voces infernales en su mente. Aciago destino, sin duda. Parecía que los compañeros del que se había quitado la vida eran unos aventureros, de nombres Mandia Zur, Marla Thuchz, además de una agente de la Dulce Miel, Vaaldryra, y un nombre que nos era familiar, Talia Tchknik, aquella maga elfa con la que Alix había tenido sus más y sus menos. Viven los dioses, que si nunca tuve ganas de aventurarme en aquel infierno, bajar de nuevo se me antojaba aun menos tentador si cabía.
No parecía muy rentable volver al infierno, siendo además que estábamos en malos términos con el único que disponía de un ritual para hacerlo, el avaro archimago Fistro, así que empezamos a pensar alternativas. Quizá Hyandora pudiera sanarlo, aunque no era una enfermedad lo que Thalion tenía, en realidad, además del asunto de esperar una cola de semanas. De todas formas, Naltiria entregó un informe detallado del asunto de las brechas a Hildr, que lo envió a Palacio de Marfil a la atención de Samir Re, mano derecha de la Emperatriz. Esperaba que la noticia de que el Caedeth no se fuese a fusionar con el plano material fuese fuente de regocijo para Hyandora, y asimismo, la mención de que Thalion continuaba sufriendo, quizá ablandase el corazón de la Emperatriz… aunque por otra parte, Hyandora era considerada un avatar del dios del sufrimiento, Ilfaath, que siempre veía con buenos ojos superar martirios autoimpuestos.
¡Oh, dioses! ¿Podríamos librar a Thalion de su carga, sin tener que regresar al Caedeth? ¿Estaba el druida preparado para afrontar una batalla con el infierno en su cabeza?