Acérquense, damas y caballeros, acérquense a este humilde bardo, para escuchar una nueva historia, acérquense para escuchar cómo me uní a un grupo, cuanto menos, peculiar...

Sesión LXII. Ultimando refuerzos

Bastian se acercó a Naltiria, y ofreció su lealtad a la archimaga, pues la consideraba, no sin razón, la líder del grupo. Firme creyente de la jerarquía y de la cadena de mando, poniendo su espada al servicio de Naltiria, la ponía al servicio de toda la compañía. Soltó un pequeño discurso, que sin duda había preparado, acerca de aportar en lugar de estorbar, a pesar de su lealtad a su familia, sabedor de que Naltiria tenía sus roces con la Emperatriz Anne. Además, se permitió aconsejar a la archimaga que adoptara su rol como líder del grupo, imponiendo su voluntad cuando fuese necesario, en clara alusión a que un servidor no estuviese dispuesto a bajar al infierno. Naltiria agradeció a Bastian el gesto, aunque aseguró sentirse más guía del grupo que líder.

Cuando salía de esta conversación, Bastian se cruzó con su hermana, momento que ambos aprovecharon para contarse las últimas nuevas. Ambos coincidían que este parecía ser el grupo adecuado al que unirse, en tanto el nivel de reto que asumían era el que buscaban. No obstante, de nuevo, consideraron que mi reticencia a bajar al Caedeth minaba la unidad de la compañía.

Naltiria nos reunió a todos después de aquellas conversaciones, haciéndonos partícipes de que los refuerzos que ofrecía Cyric Colinanegra parecían del todo incompatibles con los templarios de Finnalis, así que había que decidirse por unos u otros; parecía que los templarios podían aportar más a la misión, y se decidió que eran los más adecuados, descartando entonces a los demonólogos de Cyric.

Sin nada más que hacer en Athanae por el momento, regresamos todos a Re-Ionnae, haciendo una pequeña maniobra de distracción para los drows, de manera que los hermanos Von Xavras entraron en el continente por otra parte de la ciudad, y así nuestros enemigos no podrían, por ahora, asociarlos con nosotros. En un principio Naltiria quería que los Von Xavras tratasen de reclutar a Odeska, pero pronto se dio cuenta que hacer bajar a la cazabrujas al infierno, rodeada de fanáticos como los templarios, quizá no fuese la mejor de las ideas.

Apenas llegamos a Re-Ionnae, por fin Thalion se decidió a abordarme, tras pensarse mucho qué decirme para convencerme de que me uniera a la comitiva. Sin embargo, no pudo negar el druida lo lógico de mis argumentos para no bajar, y no sólo me dijo que tenía razón en no querer bajar, sino que ahora él dudaba si hacerlo. No era aquella mi intención, pues no quería desunir al grupo, pero parecía claro que el druida tampoco parecía demasiado convencido, y mis palabras habían reforzado aquel sentimiento.

Mientras, nuestros “queridos” drows se pusieron nuevamente en contacto con Naltiria, y la archimaga acudió tan pronto como pudo al mismo lugar de la última vez. Sin embargo, aquella taberna estaba desierta, y una solitaria daga clavada en la puerta, era lo único que aguardaba a Naltiria. No había texto; tan sólo dos orejas, y un reloj de arena, que, si los cálculos de la archimaga eran correctos, marcaba unas 16 horas.

Neesa continuaba su investigación en Sihk, en busca de posibles puntos débiles en la ciudad, y lo único que pudo encontrar, fue que, en las cloacas, parecía haber una plaga de ratas gigantes, pues en tiempos pasados, se sometía a los candidatos a magos y sacerdotes a novatadas consistentes en abandonarlos a su suerte en tales lugares, dando por resultado que algunos de ellos perecían enfrentándose a estos roedores. Así, las ratas se habían hecho grandes y poderosas, tanto, que la ciudad había tenido que contratar a Tanki, que era un  guepardo humanoide especialista en estos menesteres. Hablando con Neesa, el hada se enteró de que existía una especie de “reina” de las ratas, que conseguía escapar una y otra vez de las trampas del cazarratas. Enterada de esto, y sin esperanza de hallar nada más de utilidad, regresó a Palacio de Marfil, donde fue a la capilla de Fortunna. Allí, le pidió a la halfling Kira Sun, un lugar donde poder estudiar y desarrollar un conjuro que estaba preparando, y dado que el hada era pobre como las ratas de Sihk, Kira hizo prometer a Neesa que a cambio del sitio, tendría que correr una aventura como pago.

Entretanto, Thalion parecía continuar turbado por mis palabras, así que puso rumbo al templo de Geiath donde ya estuviera unas jornadas atrás, en busca de consejo. Allí encontró a la sacerdotisa Vaemira, que lo recibió. Thalion deseaba pedir guía a la mismísima Mirenna, y Vaemira le informó que ese tipo de comunicación no era posible. Además, advirtió al semielfo que la archidruida no se tomaba muy bien que la molestasen con nimiedades. No obstante, si podría ponerse en contacto con uno de los doce, para este a su vez contactase con Mirenna, pero aquello llevaría entre una y dos semanas, tiempo del que Thalion no disponía, pues la excursión al infierno estaba a tan sólo 3 días.

Tras mi conversación con Thalion, Timmy, el mono familiar, me había robado de entre mis manos mi violín, así que intenté perseguirlo para recuperarlo. No obstante, el menudo animal era tremendamente escurridizo, y no pude encontrarlo, así que me di por vencido, y fui al mercado a procurarme un nuevo instrumento. No iba a dejar que aquel macaco minase mi moral, así que una vez hube adquirido mi nuevo violín, regresé a la mansión a afinarlo. Rogué a Naltiria que controlase a aquella criatura, pero como en otras ocasiones nos había dicho, no era su familiar y no tenía poder alguno sobre él. De todas formas, finalmente, el mono me regresó el instrumento, todo roto, mientras me insultaba y se mostraba frustrado por la falta de avances en el rescate de su amo, o según él, su familiar, Einon el hechicero. Naltiria pudo reparar, Fortunna mediante, mi viejo violín, que recogí con cariño del suelo. Ahora tenía uno de repuesto. No estoy seguro, pero cuando Timmy nombró a Einon, pude ver un brillo especial en los ojos de la archimaga, y no pude determinar si aquello era tristeza, determinación, o alguna otra cosa.

Los hermanos Von Xavras se habían dirigido al cuartel de la Mano de Ilfaath, con la esperanza de reclutar algún refuerzo más. Finalmente, sólo Hildr entró en el edificio, mientras Bastian investigaba por su cuenta, y con su montura como aliada, acerca del infierno al que el grupo se disponía a viajar, así como de sus habitantes. Así supo, que tal y como había indicado Fistro, bálors, súcubos, escisores y erinias eran los más comunes de los demonios que allí habitaban. También sabuesos infernales y jardineros infernales, siendo estos especialmente peligrosos, pues se dedicaban a cosechar almas. También habríamos de tener cuidado con los Heraldos, pues eran buenos camuflándose, aparentando parecer rocas, y tenían la capacidad de liderar y llamar a otros demonios.

Hildr, entretanto, había llegado a la base de la Mano de Ilfaath. Allí fue su alma escrutada hasta el fondo de su ser por aquellos caballeros sin ojos. Hildr explicó la situación en busca de ayuda, apelando a la enemistad que los seguidores de Ilfaath sentían por los demonios. Sin embargo, su interlocutor adujo que sólo perseguían aquellos demonios que vagaban por su reino, y no iban a buscarlos a sus hogares infernales. Para aquellos caballeros, que los seres infernales estuviesen en su propio plano era justo, y no iban a intervenir por tanto en aquella misión. Sin embargo, la negativa no fue total: El caballero pidió que Hildr llevara consigo a alguien puro de corazón para que ejerciese como adalid del grupo, y podría ser que entonces moviesen algunas piezas con sus superiores y pudiesen ofrecer algo de ayuda. Hildr salió del cuartel decepcionada, pues grandes sacrificios iban a acometerse en la misión, y ni aun así los seguidores de Ilfaath ofrecían nada. No obstante, si Neesa acudía a ellos, aun había esperanza. Antes de regresar a la guarida, aprovechó el viaje para pasarse por una alcaldía y adquirir su permiso para teleportarse por la ciudad, en pos de ganar tiempo.

Thalion llegó a la guarida tras su infructuoso intento de lograr consejo. Allí, Naltiria parecía triste mientras sostenía algo en la mano, sin duda las orejas que había recuperado. No se las quiso enseñar al grupo, y quitó importancia al asunto cuando fue preguntada por el semielfo. Una nueva idea pareció abrirse paso por el grupo, y Bastian y un servidor pusimos rumbo a Nyongo, donde quizá algunos gladiadores deseosos de probarse, o simplemente locos de atar, pudiesen unirse al grupo. Voto a Fortunna que el Von Xavras me acompañaba, pues como era de esperar, antes de llegar a hablar con Gorikas, líder de la ciudad, fui retado a duelo. Bastian hizo de campeón, y ello nos permitió avanzar. El gigante de las tormentas era un hombre pretencioso y regalado de sí mismo, pero de todas formas, me cayó bien. A pesar de que el asunto no le afectaba, tuvo a bien señalarme un grupo de gladiadores que posiblemente estuviesen tan locos como para seguir al grupo al infierno. Nos encaminamos, tras agradecer a Gorikas por su ayuda, hacia aquel grupo compuesto por cuatro miembros, a saber: un minotauro, su líder; dos medianos y un gnomo, todos ellos con pinta de ser tremendamente fuertes. Una vez más, y tan sólo para ser escuchados, Bastian tuvo que adelantarse y recibir tremenda paliza de los Tercios de Tronza, pues ese era el nombre de aquel pintoresco grupo, en honor a su líder, el minotauro. A pesar de no tener ninguna oportunidad de vencerlos, el hecho de que hubiese mostrado valor, fue suficiente como para que escuchasen nuestra historia. Aquel reto de bajar al mismísimo Caedeth pareció venirles como anillo al dedo a aquel grupo de inconscientes temerarios, y tan sólo pidieron una tercera parte del botín y 50 000 monedas de oro por adelantado.

Antes de acabar el día, Naltiria intentó sin éxito ponerse en contacto con Kalanthe y Neesa. Tocaba descansar tras ponernos al día de los nuevos reclutas, y todos nos encaminamos a nuestros aposentos. Thalion lo hizo lleno de dudas.

A la mañana siguiente, Hildr se dirigió a Naltiria, preguntándola si ya había convencido a un servidor de bajar al Caedeth. La archimaga respondió negativamente, lo que hizo que Hildr se ofreciese para darme “un empujón”, sin duda alguna treta arcana. Por ahora, Naltiria prefería no recurrir a aquellos recursos, aunque no fue tajante en su negativa. A la Von Xavras no le gustó demasiado la respuesta, puesto que además de negarme a bajar, el día anterior habían dado un par de buenas tundas a su hermano “por mi culpa”. Aunque Bastian se había ofrecido voluntario para aquello, Hildr arguyó que su hermano se ofrecería para lanzarse al vacío si así se lo requerían, así que la responsabilidad seguía siendo mía.

Por fin Neesa decidió aparecer por la guarida, contándonos sus avances en Sihk, con el tema de las ratas. Naltiria la correspondió con un sincero abrazo, y después, contó al hada nuestros últimos movimientos reclutando aliados. Neesa se fue a Palacio de Marfil después, dispuesta a terminar su conjuro, que aseguró, nos iba a ser de mucha utilidad.

Naltiria se disponía entonces a ir a hablar con el archimago Fistro, para recabar todos los detalles del ritual, y me pidió que la acompañara.

Dos días para la fecha límite, dos días para bajar al Caedeth y decidir, el destino del ritual que empezase tantas semanas atrás.

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