Acérquense, damas y caballeros, acérquense a este humilde bardo, para escuchar una nueva historia, acérquense para escuchar cómo me uní a un grupo, cuanto menos, peculiar...
Sesión LXI. Fecha límite
Bastian decidió por fin tomar la palabra mientras discutíamos nuestras opciones para los dos problemas que nos acuciaban: librarnos de los drows, y la excursión infernal. Respecto de lo primero, opinaba que tratar de engañar a los elfos oscuros mediante ilusiones podía ser contraproducente; incluso aunque funcionase en el corto plazo, y no tenía esto claro, a la larga nos traería, según él, más problemas que soluciones. Según el caballero, para librarse de este tema, sería conveniente pedir la ayuda de la Emperatriz Hyandora, ya que cualquier concesión a los drows nos comprometería políticamente con la mandataria de Re-Ionnae, y cualquier ofensiva contra los elfos nos granjearía más problemas (y más grandes) con ellos.
Respecto de lo segundo, señaló que quizá deberíamos dar prioridad a este tema, dejando el primero para después de resolverlo, en tanto Naltiria aseguraba además, que el tiempo discurría de manera distinta en el Caedeth, de manera que la aventura allí abajo apenas consumiría tiempo en el plano material. Pero entonces era necesario distraer a Idhaal, y Bastian propuso darle muerte a demonios en el frente sur de Re-Ionnae; sin embargo llegamos a la conclusión de que eso no sería adecuado, pues Khayradín estaría más interesado en aquello que el señor del asesinato, cuyo ámbito era… ligeramente distinto.
Un servidor sugirió entonces, que si no podíamos ofrecer asesinatos a Idhaal, quizá pudiésemos cambiarlos por otro de sus ámbitos favoritos, las ejecuciones. Idhaal era también señor de los verdugos, y unas cuantas decapitaciones podían ser del gusto del señor del Caedeth tanto como para que distrajese su mirada. Por supuesto, nosotros no teníamos a nadie a quien ejecutar, pero quizá sí nuestra excelsa Emperatriz Anne, que en plena guerra, tendría sin duda prisioneros en sus calabozos de los que pudiese prescindir. La idea pareció satisfacer a casi todos en el grupo, y aprovechó entonces Naltiria para acercarse a este humilde bardo y tratar de camelarme con palabras dulces y halagos, para que me uniese a la comitiva que habría de bajar al infierno. Que si mis ideas eran imprescindibles, que si mis canciones podrían marcar la diferencia. Sabían los dioses que quizá así fuera, y aun así poco me apetecía empeñar mi alma en el proceso. Expliqué a Naltiria que, incluso cuando muriese, a ser posible después de muchos años, tendría la posibilidad de ser juzgado y tener la suerte de caer en un destino menos aciago que convertido en íncubo, pues estaba convencido que si caía en el infierno de un dios malvado, ese sería mi triste final. La archimaga insistía vehementemente, y voto a los dioses que estuvo apunto de hacerme dudar por unos segundos, antes de que su verborrea se disipara de mi cabeza.
Volviendo al tema de los drows, Thalion propuso tratar de negociar con ellos, algo que resultaba una idea cuanto menos, atrevida, teniendo en cuenta que los elfos oscuros no gustaban de negociar más allá de juegos de poder y esclavos. Aunque la idea podía tener su punto, no estábamos en disposición de ofrecerles nada que pudiese interesarles, así que terminamos por descartarlo. Aprovechó Bastian para acercarse al druida y tener algunas palabras con él, donde hablaron de algunos temas como el equilibrio, la naturaleza y el papel de los druidas en todo aquello, pues según el caballero, no quedaba claro quién decidía qué era lo equilibrado, cosa que por supuesto, Thalion trató de rebatir.
Cuando hubieron acabado, Naltiria, que ya había acabado conmigo, asumió su derrota momentánea, pero no definitiva, y conminó a Thalion de que tratase de convencerme también para que bajase al Caedeth. Thalion aceptó intentarlo, aunque no parecía muy seguro de cómo abordarme.
La archimaga se dirigió entonces al puesto de avanzada donde podría encontrar a la Emperatriz de Athanae, guiada por Hildr, ya que los hermanos procedían de ese frente. Naltiria no perdió un minuto, y localizó pronto la tienda de la mandataria. Estaba reunida y tuvo que esperar unos minutos, pero pronto fue recibida por Anne, que estaba con algunos de sus generales, y su protegida, X’Valla. La Emperatriz despidió a su personal, excepto la joven drow, que miraba con su habitual desprecio a Naltiria. Nuestra compañera puso al día a la Emperatriz acerca de nuestros avances en el tema de Voccisor. La mandataria escuchaba pensativa, y tras escuchar el relato completo, se planteó que quizá las grietas que prometían abrirse en el plano material fuesen una oportunidad más que una maldición, pero no lo tenía claro, así que citó a Naltiria al día siguiente mientras meditaba acerca de ello. En cuanto a recuperar a Tenar de manos de los drows, la Emperatriz lamentó que hubiésemos perdido uno de nuestros activos más útiles, y dijo que poco podía hacerse a ese respecto, ya que la influencia de Anne en la Infraoscuridad no se extendía hasta la de Re-Ionnae. Por último, la Emperatriz dijo que Naltiria tendría “pronto” noticias de Tanactos, pues el tema de Funterish se estaba enquistando por demasiado tiempo, y planeaba hacer algo al respecto. No era una prioridad, pero había una oportunidad que quizá mereciese la pena aprovechar, sin especificar nada más.
Mientras Naltiria debatía con la Emperatriz, Bastian se acercó a un servidor. No sin razón, y por mi manera de hablar, el caballero había deducido que me disponía a no acompañar al grupo al infierno. Me preguntó sin ambages si era por cobardía, lo que no tuve ningún reparo en reconocer; me aterraba perder el alma en el Caedeth, y continuaba decidido a narrar la victoria, o derrota, del grupo desde la distancia. Ya veríamos lo que sucedía después. El seguidor de Haleyt intentó burlarse de mi falta de arrestos, pero ya estaba acostumbrado a aquellas provocaciones; más valía cobarde narrador que desalmado perdedor. Tras ello, aprovechando la estadía en el campamento, se fue a entrenar con los soldados que esperaban nuevas órdenes.
Naltiria volvió a reunirse con el grupo para contarnos su entrevista con la Emperatriz. He de decir que parecía menos descompuesta que en otras ocasiones que regresaba de un careo con la mandataria, y nos pidió esperar al día siguiente, cuando Anne nos comunicase su decisión, y si nos ayudaba de alguna manera. Mientras, y sólo por agotar vías, decidió buscar al general Cyric, con quien le unía una relación de años, aunque tormentosa. Cyric se mostró igual de obsequioso y lisonjero que de costumbre, con palabras melosas saliendo de su oscura boca. Prometió que encontraría a las personas adecuadas para que se uniesen a la comitiva infernal, citando a Naltiria al día siguiente, mientras se ponía en contacto con las personas adecuadas. Además, dio un nombre a Naltiria para el otro asunto, el de los drows: Marasta Do’Mirren, sacerdotisa de Viperuss en la ciudad infraoscura de Uzbekya. Parecía ser que estaba enemistada con nuestros enemigos, los Cha’Zet, aunque advirtió que meterse en asuntos de drows sólo llevaba a más problemas, y que por tanto, era recomendable acabar con el asunto cuanto antes.
Era momento de descansar. Tras los baños y sueños reparadores correspondientes, volvimos a la actividad. Naltiria acudió rauda a reunirse con la Emperatriz. Anne I de Athanae había tenido tiempo de meditar, y opinaba que si bien unas grietas en el plano material para que los demonios de Voccisor hicieran de las suyas podían ser beneficiosas en el corto plazo, en el largo podían volverse peligrosas, así que había optado por cerrarlas. Preguntó sin rodeos qué podía hacer por ayudar a nuestra empresa, y Naltiria sugirió que se llevasen a cabo las ejecuciones previamente habladas. Tras pensar en un número que resultase adecuado, la archimaga propuso cincuenta. Y la siguiente pregunta era, cuándo. Esto nos ponía en el membrete de tener que ponernos una fecha y hora concreta para realizar la incursión en el Caedeth, pues esa sería la hora a la que Idhaal pudiese estar distraído. Se fijó el día 4 de Shindalander, a las 12 del mediodía. Teníamos 4 días para terminar de reclutar refuerzos, y ultimar preparativos.
Hablando de refuerzos, Naltiria se dirigió entonces a ver a Cyric Colinanegra, que ofreció a la archimaga “expertos” de fiar conocidos de un amigo. Se pudo inferir por la conversación que se trataba de demonólogos o quizá cultistas de algún dios oscuro, sin duda gente versada en el infierno y sus habitantes. ¿Queríamos ese tipo de gente con el grupo? Estaba por decidir, máxime cuando los templarios de Finnalis iban a acompañarnos, aunque sin duda sus conocimientos podían ser útiles.
Siempre a contrarreloj, ahora por fin teníamos un punto límite, una hora que tomar como referencia para poner una cuenta atrás. El destino del mundo se decidiría en 4 días… para bien o para mal.
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