Acérquense, damas y caballeros, acérquense a este humilde bardo, para escuchar una nueva historia, acérquense para escuchar cómo me uní a un grupo, cuanto menos, peculiar...

Sesión LXIV. Legado.


Naltiria continuaba preocupada por Kalanthe, e intentó localizarla una vez más, de nuevo sin éxito. Sugerí que los lugares más probables para que estuviera, tabernas de la capital, o quizá alguna prisión, estarían protegidos mágicamente contra los sortilegios de la archimaga. No obstante, Hildr dijo que sería un error llevarla con el grupo al infierno, cosa con la que Naltiria estaba de acuerdo; de todas formas, era poco probable que la clériga de Rezhias estuviera dispuesta a bajar al Caedeth.
 
    Tras esto, un servidor miró de reojo a Naltiria y a Neesa, y con un pequeño comezón, salió de la guarida para encaminarse a hablar con Kira Sun, en la capilla de Fortunna. La mediana, como de costumbre, al verme, despachó rápidamente a los aventureros que la pedían consejo, y me dedicó toda su atención. Como vuestras mercedes sabrán, en la fe de Fortunna no existe confesión, pero aun así, este humilde bardo tenía algo que confesar. A pesar de que mis miedos eran más que fundados, estaba convencido de que rechazar la aventura que teníamos por delante no gustaría a la dama suerte, y, escarmentado por el rencor e ira de los dioses, decidí poner el asunto en conocimiento de la sacerdotisa que tanto nos había ayudado. Tras escuchar mis inquietudes, me animó a aceptar la aventura que teníamos por delante, y se ofreció a hacer público mi legado en caso de que todo saliese mal. Le tendí mis libros y apuntes, que vendría a reclamar si regresaba del infierno, y si no era así, la halfling se encargaría de hacer saber de mi obra y del sacrificio del grupo. Agradecí como mejor supe, una vez más, la ayuda de Kira.
 
    Mientras le brindaba mi agradecimiento a la clériga, Thalion regresó a la guarida tras sus meditaciones, más sucio y desgreñado de lo habitual. Traía consigo un nuevo tótem, y dijo que había encontrado la energía para la tarea infernal que se avecinaba. Neesa le dedicó una sonrisa, afirmó haber aprendido mucho del druida, y ambos se miraron, afirmando estar listos para la aventura. 
 
    Al tiempo que Hildr se encargaba de que el herrero que ya nos había ayudado con el tema de Cassia preparase los materiales necesarios para los rituales del infierno, Naltiria recordó que Kalanthe había hablado con un clérigo de Ashtorgoth que regentaba una pequeña capilla en Palacio de Marfil. Así que una vez terminado el recado del herrero, Hildr y Neesa se teleportaron cerca de aquel pequeño templo, donde el sacerdote Mehdi Sun se unió a nuestra comitiva, contento de saber que iba a adentrarse en un infierno.
 
    De regreso a la guarida, Neesa se fue a su alcoba, donde, tomando una daga, cortó su pelo a la altura de las orejas, dejando atrás el peinado de la Emperatriz Hyandora. Miró determinada la imagen que devolvía el espejo, y se dijo que debía ser ella misma. No Onas, no Umrick, no Hyandora. Por fin, Neesa.
 
    Tras ello, el hada se dirigió a un servidor, que acababa de regresar del templo de Fortunna. Sin dejarme tiempo para hablar, comenzó a cantar una canción y a ejecutar un baile acorde, para intentar convencerme por última vez, de bajar al infierno. He de reconocer sin rubor que la canción era pegadiza, y el baile me resultó divertido. Lo que la pequeña hada no sabía era que un servidor ya estaba decidido a no faltar a su promesa silenciosa a Fortunna, sellada en el lecho de Kira Sun. Sin embargo, agradecí el esfuerzo de Neesa en mi corazón, y sin desvelar aun mi decisión, sonreí a Neesa.
 
    Todo el grupo pareció animado por el momento de relajación entre tanta tensión de los preparativos, y aprovechando el ambiente distendido, Naltiria me abordó una vez más. Dijo que no iba a tratar de convencerme de nuevo, y en un aparte, me preguntó por mi pasado. ¿Qué había sucedido a mi anterior compañía? Como vuestras mercedes saben, todos, excepto Nathalie, Charlotte y un servidor habían muerto o desaparecido durante la Niebla; a Charlotte no volví a verla nunca después de la liberación de Arrevignon, y conté a la archimaga que tuve un hijo con Nathalie. Un hijo que no había vuelto a ver desde hacía años, mi pequeño Arnaud. La última vez que los vi, vivían en paz en Taneo, pero tiempo después fui a visitarlos y ya no los encontré allí. Voto a Fortunna que quizá se salvaron de la destrucción de la ciudad. Ante la mención de Taneo, Naltiria apretó los labios y una lágrima resbaló por su mejilla. Tras escuchar atenta mi historia, la archimaga me agradeció la charla, e iba a levantarse, pero la detuve. “¿Qué hay de ti, y de tu anterior grupo?” Me contó acerca de que dos habían muerto, uno, traicionado por su amigo, y otro, por sus propias decisiones. El hechicero Einon vivía recluido en una especie de prisión que los dioses habían dispuesto para él, y Eskribok el enano y Kenshi el samurái continuaban de aventuras por Re-Ionnae. En aquel grupo, dijo Naltiria, se sentía cómoda en tanto no tomaba las decisiones, y no tenía más responsabilidad que aconsejar. Ahora las tomaba, y cada vez que lo hacía, le pesaba en el corazón. Cuando la cuestioné acerca de apostar el todo por el todo en esta misión… me habló de que no se trataba de una apuesta, ya que no había lugar al azar en el trabajo realizado; era una lucha, sí, una lucha con la que dar ejemplo y hacer del mundo un lugar mejor.
 
    Aquella noche, Thalion soñó con su serpiente, que volvió a realizar su oferta al druida. Oferta tentadora, sin duda, ya que el animal ofrecía el poder suficiente al semielfo como para garantizar el éxito en su misión en el Caedeth. Para aceptar la propuesta, Thalion se vio a si mismo cortándose la mano, y recitando unas palabras en un idioma que no conocía, en el bosque, tras lo cual, se sentía satisfecho, poderoso, seguro de sí mismo. Despertó sobresaltado, y aun con las palabras resonando en su cabeza, las transcribió lo mejor que pudo antes de acudir a Naltiria con el pergamino en la mano. Aquella letanía hablaba de la luna oscura, la medianoche… Sin duda, Naltiria pudo inferir que se trataba de un contrato en el cual el druida cedía su alma a Vyrtanne, a cambio de poder y protección de aquella diosa, al menos por un tiempo. Thalion no veía nada malo en aceptar aquellas condiciones, ya que era la oportunidad que habían estado esperando para tener más opciones en el infierno. La archimaga advirtió al druida de que si aceptaba, nunca volvería a ser libre.
 
    Mientras Naltiria y Neesa se preparaban después para ir a N’Daleth, y un servidor se ofreció para acompañarlas, Thalion regresó una vez más al templo de Geiath regentado por Vaemira, en busca de orden para su atribulada cabeza. Le dijo a la clériga que había tenido contacto con otras deidades, ya que la Madre Naturaleza no respondía a sus plegarias. Vaemira reprobó con la mirada al druida, y ofreció a Thalion su magia para ponerse en comunión con la diosa, y que esta pudiese contestar a sus inquietudes. No sé si aquellas respuestas resolvieron sus dudas, o por el contrario, sembraron más preguntas en su mente. El caso es que tras aquello, Vaemira le instó a deshacerse de su ego y entregarse a la voluntad de la Naturaleza. Habló con su serpiente una vez más para rehusar la oferta que se le había presentado en el sueño de la noche anterior. Sentía en druida que tenía nuevas esperanzas y determinación, y la serpiente pasó a comportarse como un animal normal tras el rechazo.
 
    En N’Daleth, mientras Naltiria y Neesa ultimaban detalles con Fistro, un servidor se dirigió a la torre de Astrid Ztavia, donde confirmé a la archimaga que me uniría finalmente al grupo en su expedición infernal. Voto a Fortunna para que me protegiese, pues esa podía ser la última decisión que tomase en mi vida mortal. Astrid me mostró una especie de bola de cristal pero fabricada en rubí, y dijo que nos la entregaría al día siguiente antes de bajar al Caedeth.
 
    Cuando fuimos a avisar a los templarios de que al día siguiente el ritual sería llevado a cabo, teníamos una agradable sorpresa allí: Aline Sunsgaard se uniría también a la comitiva, pues llevaba tiempo tras la pista de nuestra historia y deseaba ayudar, pues hacía años que seguidores del sol oscuro habían asesinado a los padres de la Emperatriz, y ahora, ya que tenía buenas relaciones con la familia Von Xavras, quería cerrar aquel círculo.
 
    La que pudo ser nuestra última noche en este mundo, la pasé en solitario. Nadie del grupo atendió a mis indirectas, puesto que quizá estaban demasiado atribulados con lo que se avecinaba. Aunque diré en su defensa, que aun no sabían de mi decisión, así que les perdoné que no acudieran a consolarme.
 
    Una vez más, Thalion soñó con su ofidio, que mutó a la mujer. Se mostró contrariada de que Thalion se hubiese dejado convencer de rechazar su ayuda por Naltiria y Vaemira, y advirtió al druida que la Naturaleza le escucharía, pero no intervendría. Sólo ella podía proteger su alma, dijo. “¿A cambio de pertenecerte?” contestó Thalion. “Me aburres, mortal” espetó la mujer, decepcionada de que el druida no quisiese el poder de ser el más grande en su profesión. “Sólo soy polvo” contestó Thalion, dejando su ego atrás, tal y como le dijese Vaemira. Despertó el semielfo, y lo hizo sin aquella serpiente a su lado.
    Naltiria se dirigió al druida, y Thalion confirmó que sería el ritualista. “Serás el más protegido” dijo Naltiria, que luego preguntó por la serpiente. Contestó el druida que había tomado otro rumbo. “Entonces, eres libre” dijo la archimaga. “Nadie lo es realmente” sentenció Thalion.
 
    Aquellas pocas horas que quedaban hasta el mediodía podían ser las últimas que pasásemos en el mundo mortal. ¡Oh, dioses, escuchad a este humilde bardo, y proteged al grupo para que tenga éxito en esta difícil empresa!

 Acérquense, damas y caballeros, acérquense a este humilde bardo, para escuchar una nueva historia, acérquense para escuchar cómo me uní a un grupo, cuanto menos, peculiar...

Sesión LXIII. Tragando saliva.

Naltiria parecía ocupada mientras redactaba una lista de los componentes que necesitábamos adquirir para el ritual que había de llevarse a cabo en el Caedeth. Tras ultimar este inventario, acudió a Thalion, para pedirle que fuese el receptor, y al mismo tiempo principal activo, del mismo, de forma que en el infierno de Idhaal, el druida sólo había de preocuparse de recitar unos versos con su auténtico nombre mientras… sangraba de una herida autoinfligida. El semielfo tendría que soportar, mientras hacía esto, horribles visiones demoníacas que iban a poner a prueba su cordura y fuerza de voluntad, pero la archimaga parecía convencida de que Thalion tenía la determinación necesaria. Sin embargo, el druida no parecía tan seguro, y expuso la solución propuesta por este servidor, la de luchar en el plano material una vez se consumara el ritual. Pidió a Naltiria que le permitiese pensarlo un día, ya que necesitaba meditar.

Cuando el druida se hubo retirado, Hildr se dirigió a Naltiria, y pidió a la archimaga que le diera todo lujo de detalles acerca de los rituales que iban a acaecer, tanto el de entrada al infierno, como aquel que tendría que darse una vez estuviéramos en el Caedeth. La archimaga ofreció a Hildr los datos de este último, en el que el dato más preocupante era que si un demonio atravesaba el círculo de plata alquímica que rodeaba al ritualista, todo el ritual se iría al garete y habríamos fracasado. La Von Xavras se mostró preocupada de que Thalion, el que iba a ejercer, teóricamente, de ritualista, no estuviera completamente convencido. Luego, Naltiria tendría que dirigirse a N’Daleth para entrevistarse con Fistro y poder tener los detalles del primero. Antes de ello, la tanacia advirtió que este humilde servidor estaba dinamitando la confianza del grupo, y sería mejor atajar ese problema hablando conmigo.

Haciendo caso de Hildr, fue a buscar a este modesto bardo, para contar una historia acerca de un rey y su consejera, que buscaban un arma en el interior de un lugar tan peligroso como el infierno mismo, lleno de asesinas. A pesar de los peligros que la consejera advirtió a aquel rey, el mandatario entró en el lugar, determinado a hacerse con aquel arma de tremendo poder. La consejera, resignada y abnegada, siguió a su rey, que terminó perdiendo la cabeza en aquel lugar maldito, consumido por el mal. En un último momento de lucidez, se sacrificó por su consejera y amiga, permitiéndole vivir y salir de aquel horrible lugar. La moraleja de toda aquella historia, era que Naltiria me estaba ofreciendo sacrificarse como el rey de la fábula, si todo finalmente se torcía y salía mal. La archimaga me aseguró con total convicción que, si bajaba al Caedeth con el grupo, y en un momento, iba a morir, perdiendo mi alma en el proceso, ella lo evitaría poniéndose en mi lugar. Sacándome del lugar y poniéndome a salvo a cambio de su propia alma y vida. Aquello significaba varias cosas: Que la misión era tremendamente importante para Naltiria, tanto como para empeñar su alma en ella; y por otra parte, que de verdad apreciaba mis habilidades. Le agradecí de corazón que me ofreciese tal sacrificio, pero no estaba dispuesto este servidor a cargar con la muerte de una compañera el resto de sus días si algo salía mal.; y por supuesto, si rechazaba aquella protección, estaba poniendo en juego no sólo mi existencia, que de todas formas estaba destinada a ser efímera en comparación con las edades del mundo, si no mi legado y el del resto de compañeros. Si nadie lograba salir de allí, ¿quién contaría al mundo el valiente sacrificio?

Hablando de sacrificios, Neesa se dirigía al cuartel de la Mano de Ilfaath, aquel dios que tenía tales actos en alta estima. Sin embargo, a pesar de sus mejores esfuerzos, los caballeros de esa orden no estaban dispuestos a ayudar, ya que ni la misma hada parecía confiar al cien por cien en sus compañeros. Sobre todo, con toda lógica, en aquellos que acababan de incorporarse a la compañía, ya que apenas los conocía. La negativa de los seguidores de Ilfaath a ayudarnos en la misión enfadó a nuestra pequeña compañera al punto de que llegó a cuestionar a los caballeros si eran dignos seguidores de su dios, cosa que, obviamente, no les hizo demasiada gracia.

Mientras, nuestro druida “meditaba” a su manera, es decir, tomando setas alucinógenas, que le indujeron un estado narcótico en el que pudo conversar con la serpiente, que en sus visiones, era en realidad una mujer. Aquella misteriosa fémina, dijo a Thalion que podía bajar al infierno si lo deseaba, pero que ella no tenía nada perdido en aquel lugar. Indicó también que Naltiria tenía un “olor” particular, algo que ya habíamos oído en algún otro lado, y ofreció a Thalion la posibilidad de que no sufriera daño alguno en su excursión al Caedeth, pues dijo, “tener recursos”.

Entretanto, Naltiria se abrió camino hasta la torre del archimago Fistro, donde informó al gnomo de la fecha y hora previstas para incursionar en el infierno. El hechicero se mostró un tanto contrariado por el escaso tiempo de antelación, ya que tenía que coordinar al resto de archimagos de la ciudad para que tomasen parte en el ritual. No obstante, se mostró convencido de que no habría problema para ello, e informó además a nuestra compañera, o debería decir, líder, que el proceso haría parecer a aquellos que atravesasen el portal, urcejugones, una especie de demonios glotones que el resto de sus congéneres evitaban, pues su apetito era tan voraz que devoraban sin distinción, mortales, demonios o cualquier tipo de criatura, incluso a sí mismos. Aquello eran buenas noticias, pues hasta que no comenzase el segundo ritual era muy probable que el grupo y sus seguidores pasasen desapercibidos. Naltiria tuvo a bien preguntar cuánto tiempo tardaría en consumirse el alma de un mortal en aquel infierno, y el gnomo, tras realizar sus cálculos, estimó que unos 10 minutos materiales, lo cual no estaba seguro de cómo traducir a tiempo real pasado en el plano de Idhaal. Nuestra líder se mostró satisfecha con estos datos, y se encaminó entonces a la torre de Astrid, donde confesó que un miembro del grupo, como vuestras mercedes saben, yo, no iba a participar de la excursión. La archimaga deseó suerte a su contraparte, pero negó la ayuda, al no haberse cumplido las exigencias. No obstante, aseguró que si en el último momento me unía a la comitiva, ya que iba a ser una de las participantes en el ritual del portal, nos daría aquella ayuda prometida.

A la vuelta, la archimaga tuvo una interesante conversación con Neesa. El hada preguntó a la humana si conocía la expresión “La colina en la que eliges morir” que era, más o menos, aquel punto en el que te plantabas y decidías defender tu postura hasta el final; algo por lo que sacrificarías todo. La colina en la que Naltiria elegía morir era bajar al Caedeth, según Neesa, y el hada deseaba saber por qué aquella determinación tan férrea, por qué estaba tan segura de que aquella decisión era la correcta. “Quizá terquedad” – reconoció Naltiria – pero veía el mundo “desequilibrado” entre las fuerzas del bien y del mal, hacia estas últimas, y aquel gesto, aquella decisión de hacer “lo correcto” pretendía poner un poquito de peso en el plato de la balanza que representaba las buenas acciones. También, dijo, una victoria en aquella misión tan peligrosa y complicada pudiera servir de piedra angular para futuras empresas, algo que nos diese confianza en nosotros mismos y nuestras capacidades. Neesa asintió, y tras reconocer que no creía que aquello fuese la mejor decisión, dijo a Naltiria que bajaría al Caedeth sólo porque ella estaba convencida. La archimaga se mostró agradecida en silencio por la confianza que recibía, y luego, dijo a Neesa que un servidor estaba convencido de que la gente sencilla no podía cambiar las cosas. Por el contrario, Naltiria estaba convencida de que era ese tipo de gente quien estaba al timón del mundo, y no los grandes héroes y reyes.

Con estas palabras resonando en su cabeza, Neesa se dirigió a este humilde bardo, tratando de convencerme por última vez. Intentando apelar a mi sentido de la épica, a lo grandiosa que aquella aventura podía ser, a lo heroico que podría ser salir victoriosos de la adversidad, procurando ser, al fin y al cabo, una bardo inspirando a sus compañeros, no pudo moverme de mi posición, pues yo conocía mejor que nadie aquellos mecanismos, y estoy seguro de que, de haber sido al revés, hubiese podido convencer a Neesa de que bajase al infierno o a otro sitio peor con palabras similares a las que estaba oyendo salir de su boca. Voto a Khalah, patrona de los héroes y valerosos, que yo no era nada de aquello, si no un sencillo artista de circo venido a más, que había tenido la suerte de su lado cuando había hecho falta, permitiéndole sobrevivir hasta aquel momento, y que mis pretensiones no pasaban por convertirme en los uno de los protagonistas de las historias que narraba para sacarme unas monedas. Mi único objetivo era - y sigue siendo a día de hoy - narrar las más grandes historias, no protagonizarlas, y pasar a la posteridad como el mejor narrador de todos los tiempos, una meta nada humilde, pero menos heroica. El hada se retiró cabizbaja y con expresión triste, pues en aquel día no había logrado convencer a nadie de los que había intentado. Quizá, vive Fortunna, sí que necesitaría de mis canciones si quería animarse y triunfar. Quizá.

Acérquense, damas y caballeros, acérquense a este humilde bardo, para escuchar una nueva historia, acérquense para escuchar cómo me uní a un grupo, cuanto menos, peculiar...

Sesión LXII. Ultimando refuerzos

Bastian se acercó a Naltiria, y ofreció su lealtad a la archimaga, pues la consideraba, no sin razón, la líder del grupo. Firme creyente de la jerarquía y de la cadena de mando, poniendo su espada al servicio de Naltiria, la ponía al servicio de toda la compañía. Soltó un pequeño discurso, que sin duda había preparado, acerca de aportar en lugar de estorbar, a pesar de su lealtad a su familia, sabedor de que Naltiria tenía sus roces con la Emperatriz Anne. Además, se permitió aconsejar a la archimaga que adoptara su rol como líder del grupo, imponiendo su voluntad cuando fuese necesario, en clara alusión a que un servidor no estuviese dispuesto a bajar al infierno. Naltiria agradeció a Bastian el gesto, aunque aseguró sentirse más guía del grupo que líder.

Cuando salía de esta conversación, Bastian se cruzó con su hermana, momento que ambos aprovecharon para contarse las últimas nuevas. Ambos coincidían que este parecía ser el grupo adecuado al que unirse, en tanto el nivel de reto que asumían era el que buscaban. No obstante, de nuevo, consideraron que mi reticencia a bajar al Caedeth minaba la unidad de la compañía.

Naltiria nos reunió a todos después de aquellas conversaciones, haciéndonos partícipes de que los refuerzos que ofrecía Cyric Colinanegra parecían del todo incompatibles con los templarios de Finnalis, así que había que decidirse por unos u otros; parecía que los templarios podían aportar más a la misión, y se decidió que eran los más adecuados, descartando entonces a los demonólogos de Cyric.

Sin nada más que hacer en Athanae por el momento, regresamos todos a Re-Ionnae, haciendo una pequeña maniobra de distracción para los drows, de manera que los hermanos Von Xavras entraron en el continente por otra parte de la ciudad, y así nuestros enemigos no podrían, por ahora, asociarlos con nosotros. En un principio Naltiria quería que los Von Xavras tratasen de reclutar a Odeska, pero pronto se dio cuenta que hacer bajar a la cazabrujas al infierno, rodeada de fanáticos como los templarios, quizá no fuese la mejor de las ideas.

Apenas llegamos a Re-Ionnae, por fin Thalion se decidió a abordarme, tras pensarse mucho qué decirme para convencerme de que me uniera a la comitiva. Sin embargo, no pudo negar el druida lo lógico de mis argumentos para no bajar, y no sólo me dijo que tenía razón en no querer bajar, sino que ahora él dudaba si hacerlo. No era aquella mi intención, pues no quería desunir al grupo, pero parecía claro que el druida tampoco parecía demasiado convencido, y mis palabras habían reforzado aquel sentimiento.

Mientras, nuestros “queridos” drows se pusieron nuevamente en contacto con Naltiria, y la archimaga acudió tan pronto como pudo al mismo lugar de la última vez. Sin embargo, aquella taberna estaba desierta, y una solitaria daga clavada en la puerta, era lo único que aguardaba a Naltiria. No había texto; tan sólo dos orejas, y un reloj de arena, que, si los cálculos de la archimaga eran correctos, marcaba unas 16 horas.

Neesa continuaba su investigación en Sihk, en busca de posibles puntos débiles en la ciudad, y lo único que pudo encontrar, fue que, en las cloacas, parecía haber una plaga de ratas gigantes, pues en tiempos pasados, se sometía a los candidatos a magos y sacerdotes a novatadas consistentes en abandonarlos a su suerte en tales lugares, dando por resultado que algunos de ellos perecían enfrentándose a estos roedores. Así, las ratas se habían hecho grandes y poderosas, tanto, que la ciudad había tenido que contratar a Tanki, que era un  guepardo humanoide especialista en estos menesteres. Hablando con Neesa, el hada se enteró de que existía una especie de “reina” de las ratas, que conseguía escapar una y otra vez de las trampas del cazarratas. Enterada de esto, y sin esperanza de hallar nada más de utilidad, regresó a Palacio de Marfil, donde fue a la capilla de Fortunna. Allí, le pidió a la halfling Kira Sun, un lugar donde poder estudiar y desarrollar un conjuro que estaba preparando, y dado que el hada era pobre como las ratas de Sihk, Kira hizo prometer a Neesa que a cambio del sitio, tendría que correr una aventura como pago.

Entretanto, Thalion parecía continuar turbado por mis palabras, así que puso rumbo al templo de Geiath donde ya estuviera unas jornadas atrás, en busca de consejo. Allí encontró a la sacerdotisa Vaemira, que lo recibió. Thalion deseaba pedir guía a la mismísima Mirenna, y Vaemira le informó que ese tipo de comunicación no era posible. Además, advirtió al semielfo que la archidruida no se tomaba muy bien que la molestasen con nimiedades. No obstante, si podría ponerse en contacto con uno de los doce, para este a su vez contactase con Mirenna, pero aquello llevaría entre una y dos semanas, tiempo del que Thalion no disponía, pues la excursión al infierno estaba a tan sólo 3 días.

Tras mi conversación con Thalion, Timmy, el mono familiar, me había robado de entre mis manos mi violín, así que intenté perseguirlo para recuperarlo. No obstante, el menudo animal era tremendamente escurridizo, y no pude encontrarlo, así que me di por vencido, y fui al mercado a procurarme un nuevo instrumento. No iba a dejar que aquel macaco minase mi moral, así que una vez hube adquirido mi nuevo violín, regresé a la mansión a afinarlo. Rogué a Naltiria que controlase a aquella criatura, pero como en otras ocasiones nos había dicho, no era su familiar y no tenía poder alguno sobre él. De todas formas, finalmente, el mono me regresó el instrumento, todo roto, mientras me insultaba y se mostraba frustrado por la falta de avances en el rescate de su amo, o según él, su familiar, Einon el hechicero. Naltiria pudo reparar, Fortunna mediante, mi viejo violín, que recogí con cariño del suelo. Ahora tenía uno de repuesto. No estoy seguro, pero cuando Timmy nombró a Einon, pude ver un brillo especial en los ojos de la archimaga, y no pude determinar si aquello era tristeza, determinación, o alguna otra cosa.

Los hermanos Von Xavras se habían dirigido al cuartel de la Mano de Ilfaath, con la esperanza de reclutar algún refuerzo más. Finalmente, sólo Hildr entró en el edificio, mientras Bastian investigaba por su cuenta, y con su montura como aliada, acerca del infierno al que el grupo se disponía a viajar, así como de sus habitantes. Así supo, que tal y como había indicado Fistro, bálors, súcubos, escisores y erinias eran los más comunes de los demonios que allí habitaban. También sabuesos infernales y jardineros infernales, siendo estos especialmente peligrosos, pues se dedicaban a cosechar almas. También habríamos de tener cuidado con los Heraldos, pues eran buenos camuflándose, aparentando parecer rocas, y tenían la capacidad de liderar y llamar a otros demonios.

Hildr, entretanto, había llegado a la base de la Mano de Ilfaath. Allí fue su alma escrutada hasta el fondo de su ser por aquellos caballeros sin ojos. Hildr explicó la situación en busca de ayuda, apelando a la enemistad que los seguidores de Ilfaath sentían por los demonios. Sin embargo, su interlocutor adujo que sólo perseguían aquellos demonios que vagaban por su reino, y no iban a buscarlos a sus hogares infernales. Para aquellos caballeros, que los seres infernales estuviesen en su propio plano era justo, y no iban a intervenir por tanto en aquella misión. Sin embargo, la negativa no fue total: El caballero pidió que Hildr llevara consigo a alguien puro de corazón para que ejerciese como adalid del grupo, y podría ser que entonces moviesen algunas piezas con sus superiores y pudiesen ofrecer algo de ayuda. Hildr salió del cuartel decepcionada, pues grandes sacrificios iban a acometerse en la misión, y ni aun así los seguidores de Ilfaath ofrecían nada. No obstante, si Neesa acudía a ellos, aun había esperanza. Antes de regresar a la guarida, aprovechó el viaje para pasarse por una alcaldía y adquirir su permiso para teleportarse por la ciudad, en pos de ganar tiempo.

Thalion llegó a la guarida tras su infructuoso intento de lograr consejo. Allí, Naltiria parecía triste mientras sostenía algo en la mano, sin duda las orejas que había recuperado. No se las quiso enseñar al grupo, y quitó importancia al asunto cuando fue preguntada por el semielfo. Una nueva idea pareció abrirse paso por el grupo, y Bastian y un servidor pusimos rumbo a Nyongo, donde quizá algunos gladiadores deseosos de probarse, o simplemente locos de atar, pudiesen unirse al grupo. Voto a Fortunna que el Von Xavras me acompañaba, pues como era de esperar, antes de llegar a hablar con Gorikas, líder de la ciudad, fui retado a duelo. Bastian hizo de campeón, y ello nos permitió avanzar. El gigante de las tormentas era un hombre pretencioso y regalado de sí mismo, pero de todas formas, me cayó bien. A pesar de que el asunto no le afectaba, tuvo a bien señalarme un grupo de gladiadores que posiblemente estuviesen tan locos como para seguir al grupo al infierno. Nos encaminamos, tras agradecer a Gorikas por su ayuda, hacia aquel grupo compuesto por cuatro miembros, a saber: un minotauro, su líder; dos medianos y un gnomo, todos ellos con pinta de ser tremendamente fuertes. Una vez más, y tan sólo para ser escuchados, Bastian tuvo que adelantarse y recibir tremenda paliza de los Tercios de Tronza, pues ese era el nombre de aquel pintoresco grupo, en honor a su líder, el minotauro. A pesar de no tener ninguna oportunidad de vencerlos, el hecho de que hubiese mostrado valor, fue suficiente como para que escuchasen nuestra historia. Aquel reto de bajar al mismísimo Caedeth pareció venirles como anillo al dedo a aquel grupo de inconscientes temerarios, y tan sólo pidieron una tercera parte del botín y 50 000 monedas de oro por adelantado.

Antes de acabar el día, Naltiria intentó sin éxito ponerse en contacto con Kalanthe y Neesa. Tocaba descansar tras ponernos al día de los nuevos reclutas, y todos nos encaminamos a nuestros aposentos. Thalion lo hizo lleno de dudas.

A la mañana siguiente, Hildr se dirigió a Naltiria, preguntándola si ya había convencido a un servidor de bajar al Caedeth. La archimaga respondió negativamente, lo que hizo que Hildr se ofreciese para darme “un empujón”, sin duda alguna treta arcana. Por ahora, Naltiria prefería no recurrir a aquellos recursos, aunque no fue tajante en su negativa. A la Von Xavras no le gustó demasiado la respuesta, puesto que además de negarme a bajar, el día anterior habían dado un par de buenas tundas a su hermano “por mi culpa”. Aunque Bastian se había ofrecido voluntario para aquello, Hildr arguyó que su hermano se ofrecería para lanzarse al vacío si así se lo requerían, así que la responsabilidad seguía siendo mía.

Por fin Neesa decidió aparecer por la guarida, contándonos sus avances en Sihk, con el tema de las ratas. Naltiria la correspondió con un sincero abrazo, y después, contó al hada nuestros últimos movimientos reclutando aliados. Neesa se fue a Palacio de Marfil después, dispuesta a terminar su conjuro, que aseguró, nos iba a ser de mucha utilidad.

Naltiria se disponía entonces a ir a hablar con el archimago Fistro, para recabar todos los detalles del ritual, y me pidió que la acompañara.

Dos días para la fecha límite, dos días para bajar al Caedeth y decidir, el destino del ritual que empezase tantas semanas atrás.

 Acérquense, damas y caballeros, acérquense a este humilde bardo, para escuchar una nueva historia, acérquense para escuchar cómo me uní a un grupo, cuanto menos, peculiar...

Sesión LXI. Fecha límite

Bastian decidió por fin tomar la palabra mientras discutíamos nuestras opciones para los dos problemas que nos acuciaban: librarnos de los drows, y la excursión infernal. Respecto de lo primero, opinaba que tratar de engañar a los elfos oscuros mediante ilusiones podía ser contraproducente; incluso aunque funcionase en el corto plazo, y no tenía esto claro, a la larga nos traería, según él, más problemas que soluciones. Según el caballero, para librarse de este tema, sería conveniente pedir la ayuda de la Emperatriz Hyandora, ya que cualquier concesión a los drows nos comprometería políticamente con la mandataria de Re-Ionnae, y cualquier ofensiva contra los elfos nos granjearía más problemas (y más grandes) con ellos.

Respecto de lo segundo, señaló que quizá deberíamos dar prioridad a este tema, dejando el primero para después de resolverlo, en tanto Naltiria aseguraba además, que el tiempo discurría de manera distinta en el Caedeth, de manera que la aventura allí abajo apenas consumiría tiempo en el plano material. Pero entonces era necesario distraer a Idhaal, y Bastian propuso darle muerte a demonios en el frente sur de Re-Ionnae; sin embargo llegamos a la conclusión de que eso no sería adecuado, pues Khayradín estaría más interesado en aquello que el señor del asesinato, cuyo ámbito era… ligeramente distinto.

Un servidor sugirió entonces, que si no podíamos ofrecer asesinatos a Idhaal, quizá pudiésemos cambiarlos por otro de sus ámbitos favoritos, las ejecuciones. Idhaal era también señor de los verdugos, y unas cuantas decapitaciones podían ser del gusto del señor del Caedeth tanto como para que distrajese su mirada. Por supuesto, nosotros no teníamos a nadie a quien ejecutar, pero quizá sí nuestra excelsa Emperatriz Anne, que en plena guerra, tendría sin duda prisioneros en sus calabozos de los que pudiese prescindir. La idea pareció satisfacer a casi todos en el grupo, y aprovechó entonces Naltiria para acercarse a este humilde bardo y tratar de camelarme con palabras dulces y halagos, para que me uniese a la comitiva que habría de bajar al infierno. Que si mis ideas eran imprescindibles, que si mis canciones podrían marcar la diferencia. Sabían los dioses que quizá así fuera, y aun así poco me apetecía empeñar mi alma en el proceso. Expliqué a Naltiria que, incluso cuando muriese, a ser posible después de muchos años, tendría la posibilidad de ser juzgado y tener la suerte de caer en un destino menos aciago que convertido en íncubo, pues estaba convencido que si caía en el infierno de un dios malvado, ese sería mi triste final. La archimaga insistía vehementemente, y voto a los dioses que estuvo apunto de hacerme dudar por unos segundos, antes de que su verborrea se disipara de mi cabeza.

Volviendo al tema de los drows, Thalion propuso tratar de negociar con ellos, algo que resultaba una idea cuanto menos, atrevida, teniendo en cuenta que los elfos oscuros no gustaban de negociar más allá de juegos de poder y esclavos. Aunque la idea podía tener su punto, no estábamos en disposición de ofrecerles nada que pudiese interesarles, así que terminamos por descartarlo. Aprovechó Bastian para acercarse al druida y tener algunas palabras con él, donde hablaron de algunos temas como el equilibrio, la naturaleza y el papel de los druidas en todo aquello, pues según el caballero, no quedaba claro quién decidía qué era lo equilibrado, cosa que por supuesto, Thalion trató de rebatir.

Cuando hubieron acabado, Naltiria, que ya había acabado conmigo, asumió su derrota momentánea, pero no definitiva, y conminó a Thalion de que tratase de convencerme también para que bajase al Caedeth. Thalion aceptó intentarlo, aunque no parecía muy seguro de cómo abordarme.

La archimaga se dirigió entonces al puesto de avanzada donde podría encontrar a la Emperatriz de Athanae, guiada por Hildr, ya que los hermanos procedían de ese frente. Naltiria no perdió un minuto, y localizó pronto la tienda de la mandataria. Estaba reunida y tuvo que esperar unos minutos, pero pronto fue recibida por Anne, que estaba con algunos de sus generales, y su protegida, X’Valla. La Emperatriz despidió a su personal, excepto la joven drow, que miraba con su habitual desprecio a Naltiria. Nuestra compañera puso al día a la Emperatriz acerca de nuestros avances en el tema de Voccisor. La mandataria escuchaba pensativa, y tras escuchar el relato completo, se planteó que quizá las grietas que prometían abrirse en el plano material fuesen una oportunidad más que una maldición, pero no lo tenía claro, así que citó a Naltiria al día siguiente mientras meditaba acerca de ello. En cuanto a recuperar a Tenar de manos de los drows, la Emperatriz lamentó que hubiésemos perdido uno de nuestros activos más útiles, y dijo que poco podía hacerse a ese respecto, ya que la influencia de Anne en la Infraoscuridad no se extendía hasta la de Re-Ionnae. Por último, la Emperatriz dijo que Naltiria tendría “pronto” noticias de Tanactos, pues el tema de Funterish se estaba enquistando por demasiado tiempo, y planeaba hacer algo al respecto. No era una prioridad, pero había una oportunidad que quizá mereciese la pena aprovechar, sin especificar nada más.

Mientras Naltiria debatía con la Emperatriz, Bastian se acercó a un servidor. No sin razón, y por mi manera de hablar, el caballero había deducido que me disponía a no acompañar al grupo al infierno. Me preguntó sin ambages si era por cobardía, lo que no tuve ningún reparo en reconocer; me aterraba perder el alma en el Caedeth, y continuaba decidido a narrar la victoria, o derrota, del grupo desde la distancia. Ya veríamos lo que sucedía después. El seguidor de Haleyt intentó burlarse de mi falta de arrestos, pero ya estaba acostumbrado a aquellas provocaciones; más valía cobarde narrador que desalmado perdedor. Tras ello, aprovechando la estadía en el campamento, se fue a entrenar con los soldados que esperaban nuevas órdenes.

Naltiria volvió a reunirse con el grupo para contarnos su entrevista con la Emperatriz. He de decir que parecía menos descompuesta que en otras ocasiones que regresaba de un careo con la mandataria, y nos pidió esperar al día siguiente, cuando Anne nos comunicase su decisión, y si nos ayudaba de alguna manera. Mientras, y sólo por agotar vías, decidió buscar al general Cyric, con quien le unía una relación de años, aunque tormentosa. Cyric se mostró igual de obsequioso y lisonjero que de costumbre, con palabras melosas saliendo de su oscura boca. Prometió que encontraría a las personas adecuadas para que se uniesen a la comitiva infernal, citando a Naltiria al día siguiente, mientras se ponía en contacto con las personas adecuadas. Además, dio un nombre a Naltiria para el otro asunto, el de los drows: Marasta Do’Mirren, sacerdotisa de Viperuss en la ciudad infraoscura de Uzbekya. Parecía ser que estaba enemistada con nuestros enemigos, los Cha’Zet, aunque advirtió que meterse en asuntos de drows sólo llevaba a más problemas, y que por tanto, era recomendable acabar con el asunto cuanto antes.

Era momento de descansar. Tras los baños y sueños reparadores correspondientes, volvimos a la actividad. Naltiria acudió rauda a reunirse con la Emperatriz. Anne I de Athanae había tenido tiempo de meditar, y opinaba que si bien unas grietas en el plano material para que los demonios de Voccisor hicieran de las suyas podían ser beneficiosas en el corto plazo, en el largo podían volverse peligrosas, así que había optado por cerrarlas. Preguntó sin rodeos qué podía hacer por ayudar a nuestra empresa, y Naltiria sugirió que se llevasen a cabo las ejecuciones previamente habladas. Tras pensar en un número que resultase adecuado, la archimaga propuso cincuenta. Y la siguiente pregunta era, cuándo. Esto nos ponía en el membrete de tener que ponernos una fecha y hora concreta para realizar la incursión en el Caedeth, pues esa sería la hora a la que Idhaal pudiese estar distraído. Se fijó el día 4 de Shindalander, a las 12 del mediodía. Teníamos 4 días para terminar de reclutar refuerzos, y ultimar preparativos.

Hablando de refuerzos, Naltiria se dirigió entonces a ver a Cyric Colinanegra, que ofreció a la archimaga “expertos” de fiar conocidos de un amigo. Se pudo inferir por la conversación que se trataba de demonólogos o quizá cultistas de algún dios oscuro, sin duda gente versada en el infierno y sus habitantes. ¿Queríamos ese tipo de gente con el grupo? Estaba por decidir, máxime cuando los templarios de Finnalis iban a acompañarnos, aunque sin duda sus conocimientos podían ser útiles.

Siempre a contrarreloj, ahora por fin teníamos un punto límite, una hora que tomar como referencia para poner una cuenta atrás. El destino del mundo se decidiría en 4 días… para bien o para mal.