Acérquense, damas y caballeros, acérquense a este humilde bardo, para escuchar una nueva historia, acérquense para escuchar cómo me uní a un grupo, cuanto menos, peculiar...
Sesión LIX. Buscando ayuda desesperadamente.
La elfa drow, segura de su posición superior, obligó a Naltiria a limpiarle las botas con la lengua, cosa que la archimaga hizo con profundo asco en su rostro; nunca sabremos si esa expresión era por tener que lamer el barro del camino o por tener que hacerlo de las botas de una drow. Sin querer escuchar lo que Naltiria tenía que ofrecer, nuestra interlocutora pidió a la maga que señalase a alguien del grupo. Estábamos convencidos de que el señalado iría a hacer compañía a Tenar en la Infraoscuridad, pero cuando nuestra compañera apuntó hacia sí misma, nos vimos sorprendidos por la drow, que ordenó a la archimaga que sacase un ojo a Neesa. Conteniendo arcadas y lágrimas a partes iguales, y utilizando una daga que la propia drow le ofreció, Naltiria cumplió con la orden, tras haber recibido además permiso telepático de nuestra pequeña compañera. Voto a Fortunna que desde mi posición, no tuve que asistir a tan desagradable espectáculo.
Los esclavos de la drow guardaron el ojo en un vial, para sólo los dioses saben qué tipo de experimentos. A continuación, nuestra interlocutora, ya convencida de que no podíamos devolver el tótem que buscaban, supusimos que gracias a lo que Tenar hubiese podido contar, nos pidió a cambio de nuestros servicios para compensar la pérdida: Deseaba que franqueásemos la entrada de un ejército drow en Sihk, de manera que nadie supiese de dónde habían salido los elfos de la Infraoscuridad, para hacerse con la ciudad. Por supuesto, las súplicas de Naltiria para que se nos devolviese a Tenar fueron denegadas, y amenazó con hacer pagar a la alta elfa si sospechaba que se la estábamos jugando. La tarea se antojaba harto complicada, pues las murallas de Sihk eran bien famosas por albergar runas ancestrales forjadas por maestros enanos de tiempos remotos, unas runas que protegían la ciudad de magia hostil, incluyendo teletransportes y otros métodos tradicionales de invasión arcana. Entonces, había que elegir, si satisfacer a los drows para intentar recuperar a nuestra compañera, haciendo con ello que una ciudad de Re-Ionnae cayese en manos de los drows, o traicionar a los elfos e intentar recuperar a Tenar por otros medios. Ambas opciones parecían tener pocas posibilidades de éxito, y además, el tiempo apremiaba para bajar al infierno a ocuparnos del otro asunto que nos traíamos entre manos. A petición de Naltiria, la elfa sacó una bola de cristal de su bolsa, y nos enseñó, a través de ella, como Tenar seguía viva… mientras se devoraba su propio brazo, con la mirada enloquecida. Naltiria aceptó entonces las condiciones de los drows, que se marcharon satisfechos. Nosotros, mientras, regresamos a la mansión interdimensional de Naltiria.
Una vez allí, y antes de descansar, la archimaga utilizó, para sorpresa de Neesa, magia divina para regenerar el ojo del hada. Tras ello, se dirigió al grupo, anunciando que no deseaba dar a los drows su petición. Sin embargo, por ahora no tenía claro qué hacer a continuación, así que nos fuimos a dormir.
A la mañana siguiente, la archimaga tenía nuevas ideas. Ella y un servidor íbamos a ir a Sihk a echar un vistazo a las defensas de la ciudad, mientras Neesa viajaría a N’Daleth para ver qué tipo de ayuda nos habrían de procurar los archimagos a petición de la Emperatriz. Por el momento, teníamos claro que debíamos hacer creer a los drows que habíamos cumplido con la misión, y hacerles fracasar en su intento de invasión; sin embargo, eso podría tener consecuencias desastrosas para Tenar, así que empezamos las investigaciones sin tener una idea de qué haríamos a continuación. Naltiria tenía en mente también desplazarse a Athanae en busca de ayuda, ayuda que quizá pudiese avisar a las autoridades reionnitas del ataque drow sin levantar sospechas en nuestra dirección.
Tras los preparativos, que incluían a Naltiria observando en su bola de cristal el lugar al que nos íbamos a teleportar, partimos cada uno a su destino, no sin antes recibir agradecimiento de Naltiria por haber aguantado estoicamente las humillaciones infligidas por la drow.
En Sihk, pudimos corroborar que las murallas parecían infranqueables, tanto física como arcanamente. Además, las leyes no permitían conjurar en la ciudad, e incluso, dentro del recinto amurallado, la magia activa dejaba de funcionar. Naltiria tuvo a bien entrevistarse con una de las archimagas de la ciudad, Mistrada Rah, que contó a nuestra compañera acerca de las runas de las murallas y su tremendo poder. A cambio, Naltiria correspondió con la historia del ritual de Voccisor y las posibles consecuencias que iban a darse. La archimaga re-ionnita dijo que no podía ayudarnos, salvo dándonos información.
Mientras, un servidor recorría las calles de Sihk en busca de información acerca de las defensas de la ciudad; por lo que pude enterarme, la ciudad y sus murallas nunca habían caído, pero en los últimos tiempos había mucho movimiento de drows y secuestros en los suburbios externos a la ciudad.
Entretanto, y antes de partir a N’Daleth, Neesa y Thalion se encaminaron a la capilla de Fortunna en Palacio de Marfil, donde esperaban congraciar al druida con Kira Sun, que a pesar de mostrarse un tanto reticente a hacerlo, finalmente perdonó a nuestro nuevo compañero. Partieron entonces a la ciudad de los archimagos, y tras una breve parada en la torre de Iratha Bul, fueron a ver a Fistro, que había recibido la petición de la Emperatriz. Nos iba a proporcionar acceso a su ritual para entrar en el infierno… a cambio de traerle unos cuantos “souvenirs” del viaje, tales como un corazón palpitante de súcubo, una piedra viva del Caedeth (a ser posible que gritase), 10 libras de piedra de luna del Caedeth, una lengua de bálor, una especie de demonios oriundos de aquel plano, y una púa de escisor, seguramente, voto a los Infiernos y al mismísimo Idhaal, otro demonio.
En un principio Neesa se negó en redondo a hacer ningún otro pago al archimago, que, según ella, debía darse por contento con lo que la Emperatriz le hubiese proporcionado. No obstante, el gnomo quería promesa firme de que traeríamos esos objetos, y de no hacerlo, tendríamos que pagar una compensación. De hecho, el archimago había redactado un contrato, que más pareciera un tomo, de más de doscientas páginas, con los pormenores acerca de la entrega de sus peticiones, de la compensación a satisfacer en caso de no hacerlo, y del plazo para hacer efectiva esa compensación, que oscilaba entre 2 y 10 millones de monedas de oro. Tras una negociación, Neesa logró una copia del contrato, que no llegó a firmar, y Thalion logró que en la cláusula del plazo de compensación, figurasen “tres pares de meses”, es decir, medio año.
Neesa estaba tremendamente indignada con el asunto del pago adicional, y completamente roja de ira, guió a Thalion hasta la torre de Astrid Ztavia, que había prometido ayuda si el grupo estaba decidido a bajar finalmente al infierno, Ya que aun no estaba claro si todos estábamos convencidos, la archimaga no perdió un segundo más, citando al hada a regresar cuando se cumpliese esa condición.
El día tocaba a su fin, y tras descansar en nuestra guarida, Naltiria utilizó su bastón mágico para llevarnos a Athanae. A un servidor lo dejó en Northfod, para intentar hablar con las sacerdotisas de Vécnuvar, pues en esa población había un importante templo a la dadora de vida. Sin embargo, no parecía que las seguidoras de la diosa de la vida tuviesen muy claro cómo distraer a Idhaal, dirigiéndome a otras deidades como Shattatet, o incluso, Finnalis.
A Thalion lo dejó a las afueras del bosque de Tyrsis, donde le conminó a buscar el equilibrio. Allí habría de encontrar guía en sus inquietudes.
El tiempo se nos acababa y los problemas, en cambio, parecían multiplicarse. ¿Encontraríamos en Athanae los aliados necesarios para llevar buen puerto nuestras misiones?
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