Acérquense, damas y caballeros, acérquense a este humilde bardo, para escuchar una nueva historia, acérquense para escuchar cómo me uní a un grupo, cuanto menos, peculiar...
Sesión LVIII. En la buena dirección.
Este humilde bardo pocas veces se alegró tanto en su vida de estar equivocado como aquella noche de Haleytander, ya que al llegar a la posada donde teníamos nuestra “cita” con los drows, el aviso de Thalion de que rondaban elfos de la Infraoscuridad por la zona, había dado su fruto. Había varios guardias de la mano de Ilfaath rondando por la taberna, e incluso se dirigieron a mí para preguntarme si había notado algo raro. Por recomendación de Naltiria a través del ya activo vínculo telepático, me hice el loco y contesté con evasivas, y los guardias continuaron husmeando. Nuestro “amigos” debían estar observando la jugada, pues enseguida se pusieron en contacto con la archimaga, posponiendo la cita para el día siguiente.
Eso nos daba un día más de tiempo, suficiente para tratar de realizar el ritual a Fortunna, pues, voto a la diosa, que el día siguiente resultaba ser impar, y por tanto, era ideal para tratar de librarnos de la mala suerte que nos perseguía.
Regresamos a la guarida interplanaria de Naltiria, donde comenzamos a hacer cálculos y cábalas acerca de cómo afrontar los pasos del rito, además de preparar el material. Lo primero, era hacerse con un asistente, que estuviera, durante todo el proceso, vertiendo agua bendita sobre el lugar; de nuevo tuve que hacer uso de mi encanto con la sacerdotisa Kira Sun, que nos prestó una monaguilla del templo especializada en este tipo de menesteres. Además, tuve que pagar por el trabajo de un herrero local, dándole generosa propina y proporcionándole dinero suficiente para contratar un ayudante, de manera que pudiera tener el círculo de bronce listo a tiempo para el anochecer. Mientras, Naltiria buscó un lugar adecuado, donde la tierra estuviera compacta tal y como necesitábamos, y, utilizando su intelecto, trazó los círculos perfectos que el ritual pedía. Thalion, entretanto, se encargó de comprar el polvo de diamante para dibujar el símbolo de Fortunna.
Mientras realizábamos los preparativos, Neesa sugirió que si poníamos “algo” que representara a Tenar, era probable que el ritual funcionase también con ella, así que rebuscando en sus pertenencias, pudimos hallar el sello que portaba en su dedo, con la heráldica de su casa, además de lacre. Naltiria preparó una escultura de madera que representase a la alta elfa, y la pusimos su sello personal, además de dibujar el símbolo de la diosa de la suerte delante. También tratamos de representar a Kalanthe mediante una moneda en cruz.
Cuando todo el material estuvo preparado, y nos disponíamos a comenzar, Naltiria dijo que debía ser Neesa quien se encargase de hablar con quien quiera que fuese a ser invocado. El hada no estaba nada convencida de esto, y prefería que lo hiciese un servidor, pero Naltiria insistió y Neesa terminó aceptando. El sol comenzaba a ponerse, así que sin perder un segundo, comenzamos a seguir los pasos proporcionados por Kira Sun. Oraciones, agua bendita, brazos al cielo… y un resplandor cegador, para que Cassia de Fortunna, lugarteniente de la dama suerte, con una sonrisa en su divino rostro, manifestase con alegría que nuestros pecados habían sido perdonados. La maldición había desaparecido, dijo, excepto la de Kalanthe, que había preferido buscar otras vías. Eso incluía a Tenar, que allá donde estuviese, ya no tendría la mala suerte como compañera.
Tan pronto como había llegado, Cassia se elevó a los cielos, dejando tras de sí un halo de luz. Agradecido, un servidor besó el suelo allá donde los pies del avatar se habían posado. Estaba seguro de que Fortunna no nos iba a abandonar.
Celebramos un momento la buena suerte de los acontecimientos, y tras ello, nos preparamos enseguida para ir a la cita con los drows, algo más animados y seguros de nosotros mismos y de nuestras capacidades.
Naltiria usó su bastón para llevarnos cerca del punto de reunión, y allí nos plantamos, en una posada en medio de ningún sitio. Un plato de gachas esperaba en una mesa para cada miembro del grupo, y apenas nos sentamos, apareció la señora Cha’Zet y dos esclavos encadenados. Con absoluto desprecio, señaló a los “machos”, que veníamos siendo Thalion y un servidor, para “invitarnos” a arrodillarnos y humillarnos ante ella. Comenzar hostilidades parecía un plan suicida, así que accedí a arrastrarme por el suelo de la posada, mientras los esclavos me colocaban para que sirviese como silla de la drow, que se sentó sobre mí sin prestarme más atención, dirigiéndose a Naltiria.
¡Oh, Fortunna, que nos has librado del infortunio! ¿Tendrás a bien echarnos un nuevo capote en esta situación tan delicada?
No hay comentarios:
Publicar un comentario