Acérquense, damas y caballeros, acérquense a este humilde bardo, para escuchar una nueva historia, acérquense para escuchar cómo me uní a un grupo, cuanto menos, peculiar...
Sesión LX. Reclutas variopintos.
Thalion penetró en Tyrsis, convertido en corcel para avanzar más rápido. Aunque había crecido allí, el enorme bosque mágico era cambiante y traicionero, incluso para aquellos que lo conocían. Tardó varias horas en comenzar a orientarse, tratando de llegar al centro de la espesura, donde, en la cima de un monte, residían los doce archidruidas, entre ellos su cabeza visible, Mirenna. Pronto recordó Thalion que en Tyrsis habitaban todo tipo de pieles verdes, que en continuo conflicto con los elfos salvajes, pugnaban por hacerse con el control del bosque. Perdido en esos pensamientos, mientras rastreaba numerosas huellas de trasgos y humanoides, no advirtió una trampa que se estaba activando a escasos centímetros, arrojando un enorme tronco de árbol, tan grande como para cubrirlo por completo. De la nada, un humano empujó al corcel, recibiendo en su cuerpo todo el golpe del madero, salvando así al druida de una muerte segura. Voto a Fortunna que el cuerpo del hombre, tras recibir el impacto, no resultó afectado en ninguno de sus puntos vitales, y tras unos momentos de incertidumbre, pudo escapar de debajo del leño con múltiples contusiones, pero por lo demás, indemne. Thalion recuperó su forma humanoide para agradecer al hombre haberlo salvado de una dolorosa muerte. Aquel humano se presentó como Ian McCormick, explorador. Era una especie de guía del bosque, pues desde hacía años, recorría Tyrsis en su empeño de cartografiarlo, sin mucho éxito por otra parte. Tenía detallados mapas y marcaba escrupulosamente todas las trampas que orcos y elfos salvajes colocaban, pero como ya dije a vuestras mercedes, el bosque era cambiante, haciendo que los esfuerzos del señor McCormick resultaran fútiles. No obstante, no se rendía, y corregía con meticulosidad todos los cambios que notaba en sus ilustraciones y cartas. Por Fortunna, aquel era además un hombre de buen corazón, y se ofrecía a guiar a los aventureros que se adentraban entre los árboles a través de las traicioneras rutas de Tyrsis, y aquella vez no iba a ser menos. Thalion relató al explorador que necesitaba entrevistarse con Mirenna, así que el hombre consultó sus anotaciones, recogió sus mapas y acompañó a Thalion a través de la vegetación guiándole hacia Mirenna.
Mientras tanto, Naltiria, desde Tysalevia, trataba de ponerse en contacto con todo aquel potencial aliado que pudiera estar en el continente: Así, no pudo localizar a Hägar ni a Kaito, pero sí a Alix, que dijo estar muy ocupado con sus asuntos, y que quizá más adelante, se volviese a unir al grupo. También lo intentó con los archimagos que habían tomado parte en el infame ritual de Taneo, pero sólo pudo contactar con Jolene Noir, que para sorpresa de Naltiria, pareció empatizar con la situación, sugiriéndole que probase con el templo de Finnalis en Castiglia. Aprovechando el contacto con la archimaga, solicitó Naltiria una actualización de las últimas noticias de la guerra en Athanae, resultando que el Imperio avanzaba posiciones sobre Allionas, habiendo prácticamente echado a los dragones de Athanae, y ahora, ante la debilidad de un Hiranae sin Emperador, se planteaba avanzar sobre territorio hiraneano.
Bajo un sol de justicia, Kalanthe trabajaba como albañil para reducir su condena en Re-Ionnae, animando a sus compañeros de faena a no hacerlo con especial denuedo, ya que de todas formas, iban a morir cuando acabase el mundo. ¡Ah, dioses!
Thalion se despidió cordialmente de Ian cuando llegaron al límite que el humano no podía traspasar, pues era territorio vedado a druidas. Nuestro compañero semielfo comenzó a remontar la colina que habría de llevarle a la entrevista con Mirenna. Cuando llegó al altiplano donde residían los doce, se dio cuenta que allí la naturaleza funcionaba a un ritmo y forma diferente que en el resto del mundo: La vegetación crecía y se encogía caprichosamente, cambiaba de color sin sentido alguno, las plantas florecían, morían, y volvían a florecer, en apenas segundos. Por no hablar de los animales, que mutaban de formas y maneras nunca antes vistas. Todo resultaba caótico pero bello. En estas, uno de aquellos extraños animales se convirtió en una elfa, que se plantó delante de Thalion, interesada en saber qué quería, pues no lo reconocía como uno de los habituales del lugar. Thalion se presentó, indicando el motivo de su visita, planteando que necesitaba la ayuda de Mirenna en el asunto de Voccisor. Su interlocutora asintió y le recordó las reglas del lugar: “Respeta el ambiente, y no visites la isla central”.
Entretanto, Naltiria continuaba con su segunda ronda de escudriñamiento, esta vez ayudada por su bastón mágico. Por lo que fuese, el poder del artefacto le permitió en esta ocasión vislumbrar a Luca. El enorme ogro degustaba un cuenco de sopa acorde a su tamaño, y al escuchar la voz de Naltiria en su cabeza, pareció contento. Le dijo que él no podía ayudarla, pero que tenía una sorpresa para ella. El ogro estaba descansando de la batalla que se había dado en Brungrado, al sur de Funterish. Naltiria se dirigió a un servidor, encomendándome ir al templo de Finnalis que había sugerido la archimaga Noir, mientras ella viajaba a encontrarse con Luca.
Así fue, Naltiria abrió portales de teletransporte a uno y otro lugar, y cada cual atravesamos uno.
En Castiglia, me entrevisté con la sacerdotisa del templo, Aeleh Toggi, que escuchó atenta mi historia. Recordaba perfectamente el revuelo que se había montado en la ciudad cuando se había descubierto el ritual a Idhaal en las afueras, y ante las posibles consecuencias que podrían estar a punto de darse, me hizo esperar una hora mientras contactaba con posibles aliados para nuestra causa de visitar el infierno.
Naltiria llegó a las ruinas de Brungrado, donde Luca desayunaba. Se abrazaron, y el ogro intentó reclutar a su vez a Naltiria para el frente de Allionas. Sin embargo, saben vuestras mercedes que la archimaga tenía asuntos más candentes entre manos, así que tras rechazar ambos cortésmente unirse a la causa del otro, Luca tuvo a bien presentar a la archimaga a los hermanos Bastian y Hildr Von Xavras, que parecían dispuestos a unirse a la empresa de Naltiria, en tanto sabían que la archimaga y su grupo estaban al servicio de la Emperatriz. Se presentaron, y la archimaga no se anduvo con rodeos: expuso a los hermanos que el siguiente objetivo del grupo era bajar al Caedeth en busca de una solución para el asunto del ritual de Voccisor, y que estábamos reclutando por un lado, refuerzos para adentrarnos en tal aciago destino, y por otro, buscando una manera de distraer al señor de tal infierno, de forma que no tuviera sus ojos sobre nosotros mientras allanábamos su casa. Hildr no pudo ocultar su asombro ante la gravedad de los asuntos, aunque no se mostró amilanada; si la Emperatriz había ordenado resolver el problema, y aquella era la única opción, ambos estaban dispuestos a colaborar. Para continuar departiendo, la noble creó un portal a una mansión interdimensional, conjuro que Naltiria conocía bien, desvelando así que poseía ciertos conocimientos arcanos. Dentro de la mansión, se describió a sí misma como “diplomática” con ciertos conocimientos de magia. Por su parte, Bastian lucía el símbolo de Haleyt, por lo que Naltiria pudo suponer que se trataba de un guerrero o sacerdote de corte defensivo, quizá dedicado a proteger a su hermana. Tras enterarse de todos los detalles acerca de cómo transcurría el plan para bajar al Caedeth, Hildr sugirió que necesitaríamos un destacamento completo para enfrentar semejante empresa; conminó a Naltiria a informar a la Emperatriz de nuestros avances, ya que quizá ella podría proporcionar refuerzos en nuestro empeño, o algún otro recurso, pero la archimaga parecía reticente a reunirse con Anne. En cambio, reveló que el plan para distraer a Idhaal pasaba por realizar asesinatos masivos, quizá franqueando efectivamente el paso de los drows a Sihk. Aquello alteró ligeramente la expresión de Hildr, y entonces Naltiria relajó la expresión, afirmando que sólo ponía a prueba la reacción de la humana, y que su verdadera intención era engañar a los drows que se aprestaban a invadir Sihk, de forma y manera que ellos creyesen que habían vencido, pero sin embargo, serían víctimas de la guardia o el ejército de la ciudad. Aquello le sonaba poco menos que imposible a nuestra nueva aliada, y dijo que no conocía al mago ilusionista capaz de hacer aquello creíble para los drows.
Mientras conversaban en aquella mansión, la sacerdotisa de Finnalis regresó a mí en el templo, y me informó que podíamos contar con la ayuda de los clérigos del justo; un día antes de adentrarnos en los infiernos, habríamos de avisar en el templo, y siete poderosos guerreros, leales a la orden del temple, viajarían con el grupo al Caedeth, para ayudar con el cometido. Sin embargo, Aeleh me hizo prometer que mantendría en secreto que aquellos guerreros se aprestaban a ayudarnos, y además, deberíamos tener cuidado con ellos, pues su código de conducta les hacía ser tremendamente juiciosos con aquellos que no seguían la senda del bien. Aquello podría interpretarse como que después de ayudarnos, quizá se volviesen en contra de algún miembro del grupo… o quizá más de uno.
En Tyrsis, Thalion pudo por fin entrevistarse con Mirenna, que se le acercó en forma de dragón negro, antes de mutar a su forma humanoide. Tal y como los rumores afirmaban, la archidruida no era el epítome de la simpatía, y lucía modales un tanto rudos incluso para los druidas. No obstante, escuchó lo que Thalion tenía que decir, pero no quiso ofrecer ayuda. Por alguna razón, detectaba en Thalion un olor familiar, la presencia de alguien con quien había tenido contacto en el pasado, y las sensaciones que despertaba este rastro no eran agradables para la archidruida. Así que indicó a Thalion que si quería algo más de ella, el resto de su grupo debía presentarse allí, cosa que parecía un tanto imposible por el momento. Mirenna no tenía nada más que añadir, y transformándose de nuevo en dragón, levantó el vuelo, y se fue a la isla donde Thalion había recibido prohibición expresa de ir.
La conversación entre los hermanos Von Xavras y Naltiria llegaba a su fin, no sin antes informar de las prestaciones de Bastian como guerrero montado, y fiel hasta las últimas consecuencias a sus objetivos. La archimaga se procuró un vínculo telepático con ambos, y decidieron ponerse en contacto con el resto de miembros para poner en común los avances.
En el bosque, nuestro compañero druida se acercó tanto como pudo a la isla que tenía prohibida, y a voz en grito, llamó a Mirenna para suplicar ayuda. La archidruida, quizá por quitárselo de encima, prometió que le pondría en contacto con una de los doce que parecía simpatizar con la causa, y así fue como Thalion conoció a Sheae, que tenía curiosidad por conocer al resto del grupo que acometía semejante misión.
Al final del día, todos los que estábamos en Athanae, nos reunimos de vuelta en Tysalevia, punto del cual habíamos partido al amanecer. Allí, Naltiria explicó a Sheae la situación, y la archidruida le dio a la archimaga una cereza. Naltiria debía comerla para “llamar” a Sheae cuando se fuese a bajar al infierno, de modo que se uniría a la comitiva. En mi caso, y tras ser presentado a los hermanos Bastian y Hildr, puse en conocimiento de Naltiria los nuevos refuerzos que los clérigos de Finnalis nos brindaban. Según la archimaga, eran, efectivamente, formidables aliados, pero peligrosos también.
Después de un intenso día reclutando ayuda allí donde se nos ofrecía, teníamos nuevos refuerzos dispuestos a bajar al Caedeth para desafiar al señor de asesinato y sus esbirros, y voto a Ashtorgoth, la misión estaba un poco más cerca de poder acabar con éxito.