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Sesión LX. Reclutas variopintos.

Thalion penetró en Tyrsis, convertido en corcel para avanzar más rápido. Aunque había crecido allí, el enorme bosque mágico era cambiante y traicionero, incluso para aquellos que lo conocían. Tardó varias horas en comenzar a orientarse, tratando de llegar al centro de la espesura, donde, en la cima de un monte, residían los doce archidruidas, entre ellos su cabeza visible, Mirenna. Pronto recordó Thalion que en Tyrsis habitaban todo tipo de pieles verdes, que en continuo conflicto con los elfos salvajes, pugnaban por hacerse con el control del bosque. Perdido en esos pensamientos, mientras rastreaba numerosas huellas de trasgos y humanoides, no advirtió una trampa que se estaba activando a escasos centímetros, arrojando un enorme tronco de árbol, tan grande como para cubrirlo por completo. De la nada, un humano empujó al corcel, recibiendo en su cuerpo todo el golpe del madero, salvando así al druida de una muerte segura. Voto a Fortunna que el cuerpo del hombre, tras recibir el impacto, no resultó afectado en ninguno de sus puntos vitales, y tras unos momentos de incertidumbre, pudo escapar de debajo del leño con múltiples contusiones, pero por lo demás, indemne. Thalion recuperó su forma humanoide para agradecer al hombre haberlo salvado de una dolorosa muerte. Aquel humano se presentó como Ian McCormick, explorador. Era una especie de guía del bosque, pues desde hacía años, recorría Tyrsis en su empeño de cartografiarlo, sin mucho éxito por otra parte. Tenía detallados mapas y marcaba escrupulosamente todas las trampas que orcos y elfos salvajes colocaban, pero como ya dije a vuestras mercedes, el bosque era cambiante, haciendo que los esfuerzos del señor McCormick resultaran fútiles. No obstante, no se rendía, y corregía con meticulosidad todos los cambios que notaba en sus ilustraciones y cartas. Por Fortunna, aquel era además un hombre de buen corazón, y se ofrecía a guiar a los aventureros que se adentraban entre los árboles a través de las traicioneras rutas de Tyrsis, y aquella vez no iba a ser menos. Thalion relató al explorador que necesitaba entrevistarse con Mirenna, así que el hombre consultó sus anotaciones, recogió sus mapas y acompañó a Thalion a través de la vegetación guiándole hacia Mirenna.

Mientras tanto, Naltiria, desde Tysalevia, trataba de ponerse en contacto con todo aquel potencial aliado que pudiera estar en el continente: Así, no pudo localizar a Hägar ni a Kaito, pero sí a Alix, que dijo estar muy ocupado con sus asuntos, y que quizá más adelante, se volviese a unir al grupo. También lo intentó con los archimagos que habían tomado parte en el infame ritual de Taneo, pero sólo pudo contactar con Jolene Noir, que para sorpresa de Naltiria, pareció empatizar con la situación, sugiriéndole que probase con el templo de Finnalis en Castiglia. Aprovechando el contacto con la archimaga, solicitó Naltiria una actualización de las últimas noticias de la guerra en Athanae, resultando que el Imperio avanzaba posiciones sobre Allionas, habiendo prácticamente echado a los dragones de Athanae, y ahora, ante la debilidad de un Hiranae sin Emperador, se planteaba avanzar sobre territorio hiraneano.

Bajo un sol de justicia, Kalanthe trabajaba como albañil para reducir su condena en Re-Ionnae, animando a sus compañeros de faena a no hacerlo con especial denuedo, ya que de todas formas, iban a morir cuando acabase el mundo. ¡Ah, dioses!

Thalion se despidió cordialmente de Ian cuando llegaron al límite que el humano no podía traspasar, pues era territorio vedado a druidas. Nuestro compañero semielfo comenzó a remontar la colina que habría de llevarle a la entrevista con Mirenna. Cuando llegó al altiplano donde residían los doce, se dio cuenta que allí la naturaleza funcionaba a un ritmo y forma diferente que en el resto del mundo: La vegetación crecía y se encogía caprichosamente, cambiaba de color sin sentido alguno, las plantas florecían, morían, y volvían a florecer, en apenas segundos. Por no hablar de los animales, que mutaban de formas y maneras nunca antes vistas. Todo resultaba caótico pero bello. En estas, uno de aquellos extraños animales se convirtió en una elfa, que se plantó delante de Thalion, interesada en saber qué quería, pues no lo reconocía como uno de los habituales del lugar. Thalion se presentó, indicando el motivo de su visita, planteando que necesitaba la ayuda de Mirenna en el asunto de Voccisor. Su interlocutora asintió y le recordó las reglas del lugar: “Respeta el ambiente, y no visites la isla central”.

Entretanto, Naltiria continuaba con su segunda ronda de escudriñamiento, esta vez ayudada por su bastón mágico. Por lo que fuese, el poder del artefacto le permitió en esta ocasión vislumbrar a Luca. El enorme ogro degustaba un cuenco de sopa acorde a su tamaño, y al escuchar la voz de Naltiria en su cabeza, pareció contento. Le dijo que él no podía ayudarla, pero que tenía una sorpresa para ella. El ogro estaba descansando de la batalla que se había dado en Brungrado, al sur de Funterish. Naltiria se dirigió a un servidor, encomendándome ir al templo de Finnalis que había sugerido la archimaga Noir, mientras ella viajaba a encontrarse con Luca.

Así fue, Naltiria abrió portales de teletransporte a uno y otro lugar, y cada cual atravesamos uno.

En Castiglia, me entrevisté con la sacerdotisa del templo, Aeleh Toggi, que escuchó atenta mi historia. Recordaba perfectamente el revuelo que se había montado en la ciudad cuando se había descubierto el ritual a Idhaal en las afueras, y ante las posibles consecuencias que podrían estar a punto de darse, me hizo esperar una hora mientras contactaba con posibles aliados para nuestra causa de visitar el infierno.

Naltiria llegó a las ruinas de Brungrado, donde Luca desayunaba. Se abrazaron, y el ogro intentó reclutar a su vez a Naltiria para el frente de Allionas. Sin embargo, saben vuestras mercedes que la archimaga tenía asuntos más candentes entre manos, así que tras rechazar ambos cortésmente unirse a la causa del otro, Luca tuvo a bien presentar a la archimaga a los hermanos Bastian y Hildr Von Xavras, que parecían dispuestos a unirse a la empresa de Naltiria, en tanto sabían que la archimaga y su grupo estaban al servicio de la Emperatriz. Se presentaron, y la archimaga no se anduvo con rodeos: expuso a los hermanos que el siguiente objetivo del grupo era bajar al Caedeth en busca de una solución para el asunto del ritual de Voccisor, y que estábamos reclutando por un lado, refuerzos para adentrarnos en tal aciago destino, y por otro, buscando una manera de distraer al señor de tal infierno, de forma que no tuviera sus ojos sobre nosotros mientras allanábamos su casa. Hildr no pudo ocultar su asombro ante la gravedad de los asuntos, aunque no se mostró amilanada; si la Emperatriz había ordenado resolver el problema, y aquella era la única opción, ambos estaban dispuestos a colaborar. Para continuar departiendo, la noble creó un portal a una mansión interdimensional, conjuro que Naltiria conocía bien, desvelando así que poseía ciertos conocimientos arcanos. Dentro de la mansión, se describió a sí misma como “diplomática” con ciertos conocimientos de magia. Por su parte, Bastian lucía el símbolo de Haleyt, por lo que Naltiria pudo suponer que se trataba de un guerrero o sacerdote de corte defensivo, quizá dedicado a proteger a su hermana. Tras enterarse de todos los detalles acerca de cómo transcurría el plan para bajar al Caedeth, Hildr sugirió que necesitaríamos un destacamento completo para enfrentar semejante empresa; conminó a Naltiria a informar a la Emperatriz de nuestros avances, ya que quizá ella podría proporcionar refuerzos en nuestro empeño, o algún otro recurso, pero la archimaga parecía reticente a reunirse con Anne. En cambio, reveló que el plan para distraer a Idhaal pasaba por realizar asesinatos masivos, quizá franqueando efectivamente el paso de los drows a Sihk. Aquello alteró ligeramente la expresión de Hildr, y entonces Naltiria relajó la expresión, afirmando que sólo ponía a prueba la reacción de la humana, y que su verdadera intención era engañar a los drows que se aprestaban a invadir Sihk, de forma y manera que ellos creyesen que habían vencido, pero sin embargo, serían víctimas de la guardia o el ejército de la ciudad. Aquello le sonaba poco menos que imposible a nuestra nueva aliada, y dijo que no conocía al mago ilusionista capaz de hacer aquello creíble para los drows.

Mientras conversaban en aquella mansión, la sacerdotisa de Finnalis regresó a mí en el templo, y me informó que podíamos contar con la ayuda de los clérigos del justo; un día antes de adentrarnos en los infiernos, habríamos de avisar en el templo, y siete poderosos guerreros, leales a la orden del temple, viajarían con el grupo al Caedeth, para ayudar con el cometido. Sin embargo, Aeleh me hizo prometer que mantendría en secreto que aquellos guerreros se aprestaban a ayudarnos, y además, deberíamos tener cuidado con ellos, pues su código de conducta les hacía ser tremendamente juiciosos con aquellos que no seguían la senda del bien. Aquello podría interpretarse como que después de ayudarnos, quizá se volviesen en contra de algún miembro del grupo… o quizá más de uno.

En Tyrsis, Thalion pudo por fin entrevistarse con Mirenna, que se le acercó en forma de dragón negro, antes de mutar a su forma humanoide. Tal y como los rumores afirmaban, la archidruida no era el epítome de la simpatía, y lucía modales un tanto rudos incluso para los druidas. No obstante, escuchó lo que Thalion tenía que decir, pero no quiso ofrecer ayuda. Por alguna razón, detectaba en Thalion un olor familiar, la presencia de alguien con quien había tenido contacto en el pasado, y las sensaciones que despertaba este rastro no eran agradables para la archidruida. Así que indicó a Thalion que si quería algo más de ella, el resto de su grupo debía presentarse allí, cosa que parecía un tanto imposible por el momento. Mirenna no tenía nada más que añadir, y transformándose de nuevo en dragón, levantó el vuelo, y se fue a la isla donde Thalion había recibido prohibición expresa de ir.

La conversación entre los hermanos Von Xavras y Naltiria llegaba a su fin, no sin antes informar de las prestaciones de Bastian como guerrero montado, y fiel hasta las últimas consecuencias a sus objetivos. La archimaga se procuró un vínculo telepático con ambos, y decidieron ponerse en contacto con el resto de miembros para poner en común los avances.

En el bosque, nuestro compañero druida se acercó tanto como pudo a la isla que tenía prohibida, y a voz en grito, llamó a Mirenna para suplicar ayuda. La archidruida, quizá por quitárselo de encima, prometió que le pondría en contacto con una de los doce que parecía simpatizar con la causa, y así fue como Thalion conoció a Sheae, que tenía curiosidad por conocer al resto del grupo que acometía semejante misión.

Al final del día, todos los que estábamos en Athanae, nos reunimos de vuelta en Tysalevia, punto del cual habíamos partido al amanecer. Allí, Naltiria explicó a Sheae la situación, y la archidruida le dio a la archimaga una cereza. Naltiria debía comerla para “llamar” a Sheae cuando se fuese a bajar al infierno, de modo que se uniría a la comitiva. En mi caso, y tras ser presentado a los hermanos Bastian y Hildr, puse en conocimiento de Naltiria los nuevos refuerzos que los clérigos de Finnalis nos brindaban. Según la archimaga, eran, efectivamente, formidables aliados, pero peligrosos también.

Después de un intenso día reclutando ayuda allí donde se nos ofrecía, teníamos nuevos refuerzos dispuestos a bajar al Caedeth para desafiar al señor de asesinato y sus esbirros, y voto a Ashtorgoth, la misión estaba un poco más cerca de poder acabar con éxito.

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Sesión LIX. Buscando ayuda desesperadamente.

La elfa drow, segura de su posición superior, obligó a Naltiria a limpiarle las botas con la lengua, cosa que la archimaga hizo con profundo asco en su rostro; nunca sabremos si esa expresión era por tener que lamer el barro del camino o por tener que hacerlo de las botas de una drow. Sin querer escuchar lo que Naltiria tenía que ofrecer, nuestra interlocutora pidió a la maga que señalase a alguien del grupo. Estábamos convencidos de que el señalado iría a hacer compañía a Tenar en la Infraoscuridad, pero cuando nuestra compañera apuntó hacia sí misma, nos vimos sorprendidos por la drow, que ordenó a la archimaga que sacase un ojo a Neesa. Conteniendo arcadas y lágrimas a partes iguales, y utilizando una daga que la propia drow le ofreció, Naltiria cumplió con la orden, tras haber recibido además permiso telepático de nuestra pequeña compañera. Voto a Fortunna que desde mi posición, no tuve que asistir a tan desagradable espectáculo.

Los esclavos de la drow guardaron el ojo en un vial, para sólo los dioses saben qué tipo de experimentos. A continuación, nuestra interlocutora, ya convencida de que no podíamos devolver el tótem que buscaban, supusimos que gracias a lo que Tenar hubiese podido contar, nos pidió a cambio de nuestros servicios para compensar la pérdida: Deseaba que franqueásemos la entrada de un ejército drow en Sihk, de manera que nadie supiese de dónde habían salido los elfos de la Infraoscuridad, para hacerse con la ciudad. Por supuesto, las súplicas de Naltiria para que se nos devolviese a Tenar fueron denegadas, y amenazó con hacer pagar a la alta elfa si sospechaba que se la estábamos jugando. La tarea se antojaba harto complicada, pues las murallas de Sihk eran bien famosas por albergar runas ancestrales forjadas por maestros enanos de tiempos remotos, unas runas que protegían la ciudad de magia hostil, incluyendo teletransportes y otros métodos tradicionales de invasión arcana. Entonces, había que elegir, si satisfacer a los drows para intentar recuperar a nuestra compañera, haciendo con ello que una ciudad de Re-Ionnae cayese en manos de los drows, o traicionar a los elfos e intentar recuperar a Tenar por otros medios. Ambas opciones parecían tener pocas posibilidades de éxito, y además, el tiempo apremiaba para bajar al infierno a ocuparnos del otro asunto que nos traíamos entre manos. A petición de Naltiria, la elfa sacó una bola de cristal de su bolsa, y nos enseñó, a través de ella, como Tenar seguía viva… mientras se devoraba su propio brazo, con la mirada enloquecida. Naltiria aceptó entonces las condiciones de los drows, que se marcharon satisfechos. Nosotros, mientras, regresamos a la mansión interdimensional de Naltiria.

Una vez allí, y antes de descansar, la archimaga utilizó, para sorpresa de Neesa, magia divina para regenerar el ojo del hada. Tras ello, se dirigió al grupo, anunciando que no deseaba dar a los drows su petición. Sin embargo, por ahora no tenía claro qué hacer a continuación, así que nos fuimos a dormir.

A la mañana siguiente, la archimaga tenía nuevas ideas. Ella y un servidor íbamos a ir a Sihk a echar un vistazo a las defensas de la ciudad, mientras Neesa viajaría a N’Daleth para ver qué tipo de ayuda nos habrían de procurar los archimagos a petición de la Emperatriz. Por el momento, teníamos claro que debíamos hacer creer a los drows que habíamos cumplido con la misión, y hacerles fracasar en su intento de invasión; sin embargo, eso podría tener consecuencias desastrosas para Tenar, así que empezamos las investigaciones sin tener una idea de qué haríamos a continuación. Naltiria tenía en mente también desplazarse a Athanae en busca de ayuda, ayuda que quizá pudiese avisar a las autoridades reionnitas del ataque drow sin levantar sospechas en nuestra dirección.

Tras los preparativos, que incluían a Naltiria observando en su bola de cristal el lugar al que nos íbamos a teleportar, partimos cada uno a su destino, no sin antes recibir agradecimiento de Naltiria por haber aguantado estoicamente las humillaciones infligidas por la drow.

En Sihk, pudimos corroborar que las murallas parecían infranqueables, tanto física como arcanamente. Además, las leyes no permitían conjurar en la ciudad, e incluso, dentro del recinto amurallado, la magia activa dejaba de funcionar. Naltiria tuvo a bien entrevistarse con una de las archimagas de la ciudad, Mistrada Rah, que contó a nuestra compañera acerca de las runas de las murallas y su tremendo poder. A cambio, Naltiria correspondió con la historia del ritual de Voccisor y las posibles consecuencias que iban a darse. La archimaga re-ionnita dijo que no podía ayudarnos, salvo dándonos información.

Mientras, un servidor recorría las calles de Sihk en busca de información acerca de las defensas de la ciudad; por lo que pude enterarme, la ciudad y sus murallas nunca habían caído, pero en los últimos tiempos había mucho movimiento de drows y secuestros en los suburbios externos a la ciudad.

Entretanto, y antes de partir a N’Daleth, Neesa y Thalion se encaminaron a la capilla de Fortunna en Palacio de Marfil, donde esperaban congraciar al druida con Kira Sun, que a pesar de mostrarse un tanto reticente a hacerlo, finalmente perdonó a nuestro nuevo compañero. Partieron entonces a la ciudad de los archimagos, y tras una breve parada en la torre de Iratha Bul, fueron a ver a Fistro, que había recibido la petición de la Emperatriz. Nos iba a proporcionar acceso a su ritual para entrar en el infierno… a cambio de traerle unos cuantos “souvenirs” del viaje, tales como un corazón palpitante de súcubo, una piedra viva del Caedeth (a ser posible que gritase), 10 libras de piedra de luna del Caedeth, una lengua de bálor, una especie de demonios oriundos de aquel plano, y una púa de escisor, seguramente, voto a los Infiernos y al mismísimo Idhaal, otro demonio.

En un principio Neesa se negó en redondo a hacer ningún otro pago al archimago, que, según ella, debía darse por contento con lo que la Emperatriz le hubiese proporcionado. No obstante, el gnomo quería promesa firme de que traeríamos esos objetos, y de no hacerlo, tendríamos que pagar una compensación. De hecho, el archimago había redactado un contrato, que más pareciera un tomo, de más de doscientas páginas, con los pormenores acerca de la entrega de sus peticiones, de la compensación a satisfacer en caso de no hacerlo, y del plazo para hacer efectiva esa compensación, que oscilaba entre 2 y 10 millones de monedas de oro. Tras una negociación, Neesa logró una copia del contrato, que no llegó a firmar, y Thalion logró que en la cláusula del plazo de compensación, figurasen “tres pares de meses”, es decir, medio año.

Neesa estaba tremendamente indignada con el asunto del pago adicional, y completamente roja de ira, guió a Thalion hasta la torre de Astrid Ztavia, que había prometido ayuda si el grupo estaba decidido a bajar finalmente al infierno, Ya que aun no estaba claro si todos estábamos convencidos, la archimaga no perdió un segundo más, citando al hada a regresar cuando se cumpliese esa condición.

El día tocaba a su fin, y tras descansar en nuestra guarida, Naltiria utilizó su bastón mágico para llevarnos a Athanae. A un servidor lo dejó en Northfod, para intentar hablar con las sacerdotisas de Vécnuvar, pues en esa población había un importante templo a la dadora de vida. Sin embargo, no parecía que las seguidoras de la diosa de la vida tuviesen muy claro cómo distraer a Idhaal, dirigiéndome a otras deidades como Shattatet, o incluso, Finnalis.

A Thalion lo dejó a las afueras del bosque de Tyrsis, donde le conminó a buscar el equilibrio. Allí habría de encontrar guía en sus inquietudes.

El tiempo se nos acababa y los problemas, en cambio, parecían multiplicarse. ¿Encontraríamos en Athanae los aliados necesarios para llevar buen puerto nuestras misiones?

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Sesión LVIII. En la buena dirección.

Este humilde bardo pocas veces se alegró tanto en su vida de estar equivocado como aquella noche de Haleytander, ya que al llegar a la posada donde teníamos nuestra “cita” con los drows, el aviso de Thalion de que rondaban elfos de la Infraoscuridad por la zona, había dado su fruto. Había varios guardias de la mano de Ilfaath rondando por la taberna, e incluso se dirigieron a mí para preguntarme si había notado algo raro. Por recomendación de Naltiria a través del ya activo vínculo telepático, me hice el loco y contesté con evasivas, y los guardias continuaron husmeando. Nuestro “amigos” debían estar observando la jugada, pues enseguida se pusieron en contacto con la archimaga, posponiendo la cita para el día siguiente.

Eso nos daba un día más de tiempo, suficiente para tratar de realizar el ritual a Fortunna, pues, voto a la diosa, que el día siguiente resultaba ser impar, y por tanto, era ideal para tratar de librarnos de la mala suerte que nos perseguía.

Regresamos a la guarida interplanaria de Naltiria, donde comenzamos a hacer cálculos y cábalas acerca de cómo afrontar los pasos del rito, además de preparar el material. Lo primero, era hacerse con un asistente, que estuviera, durante todo el proceso, vertiendo agua bendita sobre el lugar; de nuevo tuve que hacer uso de mi encanto con la sacerdotisa Kira Sun, que nos prestó una monaguilla del templo especializada en este tipo de menesteres. Además, tuve que pagar por el trabajo de un herrero local, dándole generosa propina y proporcionándole dinero suficiente para contratar un ayudante, de manera que pudiera tener el círculo de bronce listo a tiempo para el anochecer. Mientras, Naltiria buscó un lugar adecuado, donde la tierra estuviera compacta tal y como necesitábamos, y, utilizando su intelecto, trazó los círculos perfectos que el ritual pedía. Thalion, entretanto, se encargó de comprar el polvo de diamante para dibujar el símbolo de Fortunna.

Mientras realizábamos los preparativos, Neesa sugirió que si poníamos “algo” que representara a Tenar, era probable que el ritual funcionase también con ella, así que rebuscando en sus pertenencias, pudimos hallar el sello que portaba en su dedo, con la heráldica de su casa, además de lacre. Naltiria preparó una escultura de madera que representase a la alta elfa, y la pusimos su sello personal, además de dibujar el símbolo de la diosa de la suerte delante. También tratamos de representar a Kalanthe mediante una moneda en cruz.

Cuando todo el material estuvo preparado, y nos disponíamos a comenzar, Naltiria dijo que debía ser Neesa quien se encargase de hablar con quien quiera que fuese a ser invocado. El hada no estaba nada convencida de esto, y prefería que lo hiciese un servidor, pero Naltiria insistió y Neesa terminó aceptando. El sol comenzaba a ponerse, así que sin perder un segundo, comenzamos a seguir los pasos proporcionados por Kira Sun. Oraciones, agua bendita, brazos al cielo… y un resplandor cegador, para que Cassia de Fortunna, lugarteniente de la dama suerte, con una sonrisa en su divino rostro, manifestase con alegría que nuestros pecados habían sido perdonados. La maldición había desaparecido, dijo, excepto la de Kalanthe, que había preferido buscar otras vías. Eso incluía a Tenar, que allá donde estuviese, ya no tendría la mala suerte como compañera.

Tan pronto como había llegado, Cassia se elevó a los cielos, dejando tras de sí un halo de luz. Agradecido, un servidor besó el suelo allá donde los pies del avatar se habían posado. Estaba seguro de que Fortunna no nos iba a abandonar.

Celebramos un momento la buena suerte de los acontecimientos, y tras ello, nos preparamos enseguida para ir a la cita con los drows, algo más animados y seguros de nosotros mismos y de nuestras capacidades.

Naltiria usó su bastón para llevarnos cerca del punto de reunión, y allí nos plantamos, en una posada en medio de ningún sitio. Un plato de gachas esperaba en una mesa para cada miembro del grupo, y apenas nos sentamos, apareció la señora Cha’Zet y dos esclavos encadenados. Con absoluto desprecio, señaló a los “machos”, que veníamos siendo Thalion y un servidor, para “invitarnos” a arrodillarnos y humillarnos ante ella. Comenzar hostilidades parecía un plan suicida, así que accedí a arrastrarme por el suelo de la posada, mientras los esclavos me colocaban para que sirviese como silla de la drow, que se sentó sobre mí sin prestarme más atención, dirigiéndose a Naltiria.

¡Oh, Fortunna, que nos has librado del infortunio! ¿Tendrás a bien echarnos un nuevo capote en esta situación tan delicada?

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Sesión LVII. Puntos de vista.

Desde su Mansión interplanaria, Naltiria decidió lanzar unos ojos fisgones para que dieran una vuelta de reconocimiento alrededor del portal que comunicaba la guarida con el plano material, en busca de drows que pudieran estar espiándonos. Los ojos, que tampoco disimulaban su ronda, no vieron nada sospechoso. En esas llegó Thalion, para informar a la archimaga que había hablado con los Caballeros de la Mano de Ilfaath, sin mucho éxito.

Mientras se ponían al día, un servidor fue a ver de nuevo a la amable sacerdotisa Kira Sun, en busca de lo que Naltiria me había encargado, llegar a un clérigo de más alto rango de la dama Suerte. Me dio el contacto de Faray Uwe, en la ciudad de Nyongo, cosa que agradecí a la mediana como los dioses manda, en especial, Shindalar.

Al tiempo que completaba este encargo, precisamente a Nyongo fueron Thalion y Naltiria. Esta ciudad era conocida por su arena de combate, preámbulo para la gran Arena de Grebub. Gobernada por el gigante de las tormentas Gorikas, los candidatos de todo Re-Ionnae, dispuestos a hacerse un nombre entre los gladiadores, llegaban por doquier, y se retaban unos a otros incluso por las calles. Nuestros compañeros decidieron ocultar su aspecto real, y Naltiria transmutó a ambos en otros humanoides, en este caso, una humana poco agraciada para la archimaga y un hombre-lagarto para el druida. Con esta pinta, se internaron en la ciudad, y pidieron indicaciones para entrevistarse con el gobernante, algo que lograron no sin antes ser provocados para pelear en más de una ocasión. Sin embargo, las escaleras de acceso para subir a ver a Gorikas, de tamaño acorde a su raza, eran demasiado altas para nuestros héroes, que tuvieron que treparlas con esfuerzo.

El gigante descansaba en su enorme hamaca, y se mostró bastante amable escuchando la historia de Naltiria. Aunque tenía unos modales un tanto rudos, parecía un buen tipo, sin embargo, el problema de unos drows fuera de su ciudad le importaba poco. Mientras no ensuciase su reputación, y los hechos se produjesen fuera de sus muros, ni le importaba, ni iba a mover un dedo al respecto; en un último gesto de amabilidad dio un nombre a nuestros compañeros, Muegon Din, un hombre que solía frecuentar la taberna del Lomo Partido.

Para bajar las enormes escaleras, siguieron tácticas distintas. Naltiria optó por bajar con cautela y a un ritmo lento, mientras que Thalion eligió el camino rápido de bajar rodando y sin control. Al menos ahorró unos minutos, que pasó lamentándose en el suelo del dolor producido por la caída.

Entretanto, un servidor regresó a la guarida, tras hablar con Kira Sun, y uno de los sirvientes fantasmales que atendían la mansión, me informó de que Thalion y Naltiria habían abierto un portal a Nyongo, y me instó a usarlo para reunirme con ellos. Atravesé el portal, voto a Fortunna, que me llevaba a la ciudad que necesita visitar. Una vez allí, traté de preguntar a los transeúntes si habían visto a mis compañeros, pero sólo recibí bravuconadas y retos, así que decidí adelantar trabajo visitando al sacerdote Faray Uwe. Resultó ser un tipo casi tan encantador como la halfling de Palacio, y tras escuchar mi historia, dijo no conocer un método mejor para solucionar nuestro problema que el ritual que ya nos había proporcionado Kira. Sin más que hacer en Nyongo, regresé a la guarida a través del portal de Naltiria.

La archimaga y el druida continuaban en la ciudad de gladiadores, y llegaron a la taberna que Gorikas les había indicado. Allí pudieron encontrar, efectivamente, a Muegon Din, un comerciante humano que se encargaba de llevar a los más prometedores luchadores de Nyongo al siguiente nivel en Arena de Grebub, aunque lo que parecía, otros menos afortunados, eran vendidos a los drows, y por tanto, contaba con contactos con este pueblo. Charlaron con el hombre, que tras recibir la descripción de Thalion de nuestros atacantes drows, y unas buenas tres mil monedas de oro, dijo reconocer en los símbolos la casa Cha’Zet, cuya matriarca, Vilmaria, era la mano derecha de la Emperatriz de la Infraoscuridad reionnita, Daelirya. Parecía ser que nos habíamos metido con gente poderosa y muy peligrosa, pues los Cha’Zet tenían fama de ser especialmente despiadados, incluso para los de su calaña. Los Cha’Zet parecían ser de la ciudad capital drow, Azbragath, una ciudad donde sólo los drows tenían acceso. Intentar entrar allí era inviable, así que el señor Din sugirió a Naltiria que buscase información en la única ciudad de la Infraoscuridad donde había opciones de no ser esclavizados a primea vista, Erachnul.

Después de aquella conversación, regresaron a la guarida, donde todos nos pusimos al día de las actividades de los demás. Y entonces llegó por sorpresa Neesa, a la que no esperábamos en varios días. La cola para la audiencia con la Emperatriz había avanzado especialmente rápido aquella tarde, y por fin había podido entrevistarse con ella, nos contó, y había logrado pedir a la mandataria que nos ayudase con el asunto de entrar en el infierno de Idhaal sin ser detectados. Según el hada, Hyandora opinaba que íbamos por buen camino, y había que viajar de nuevo a N’Daleth para hablar con los archimagos. Ellos proveerían una solución, al día siguiente.

Sin embargo, el problema más urgente era esa misma noche, pues Naltiria nos dijo que habíamos de acudir a un punto designado por nuestros atacantes drows para reunirnos con ellos. A la archimaga le parecía lo más prudente acudir a dicha cita, y mostrarse solícitos con nuestros enemigos, al menos mientras la maldición de la dama del Infortunio pesara sobre nosotros. Pues en una situación tensa, la mala suerte podía jugarnos una mala pasada. Sin embargo Neesa y un servidor estábamos más por la idea de no acudir. Lo peor que nos podía pasar era que intentaran asaltarnos de nuevo como en nuestro último encuentro, y que la reunión se produjese de todas formas, pero en un lugar menos recóndito al que nos pedían ir. Contábamos conque los drows iban a cumplir su amenaza de secuestrar a un nuevo miembro de nuestro ya reducido grupo, pues Tenar continuaba en poder de los elfos oscuros, y a Kalanthe parecía habérsela tragado la tierra, ya que Naltiria no era capaz de localizarla con su magia. Los puntos de vista enfrentados nos tuvieron despiertos un buen rato, pero finalmente, Neesa y un servidor optamos por ceder ante los argumentos insistentes de Naltiria, convencida de que acudir a la cita era la solución menos mala. Aunque tanto el hada como yo opinábamos lo contrario, decidimos que la archimaga era más experta con los drows, dado que había tenido numerosas experiencias con ellos, así que confiamos en ella para el asunto. Por tanto, nos preparamos para acudir a una cita, que seguro que no nos traería nada bueno, voto a Rezhias...