- Fuinmenel...
-
Galaerys, ¿Eres tú?
Fuinmenel
se despierta bruscamente, empapada en sudor. Mira confundida a un
lado y a otro… para descubrir que está en su habitación.
Ampliamente
iluminada por una antorcha en cada pared, aun así la elfa recoge una
quinta que reposa en la mesilla al lado de su cama, que se enciende
apenas la sujeta.
-
Oh, Galaerys… Espero que estés bien.
La
cama aun tiene la forma de su compañera Zaina. La Halfling se ha
levantado hace poco, y el olor a bacon recién hecho llega desde la
cocina. Fuinmenel sale de la cama, completamente desnuda, y se pone
una bata distraídamente.
Hace
ya casi 4 años que habló por última vez con Galaerys. Iban a
adentrarse en la niebla, con la esperanza de limpiarla
definitivamente de la faz de Athanae. Qué orgullosa está Fuinmenel.
Galaerys, la druida que se unió al grupo sin mucha fe, iba a
concluir lo que ella no había podido. Ayudó a expulsar a Fenris del
mundo de los mortales, pero después de caer en una trampa arcana,
Fuinmenel había sido incapaz de seguir adelante. Y ahora su alma
gemela, su amor verdadero, iba a ayudar a concluir aquella tarea que
empezase años atrás, a manos de Judah.
Desde
entonces no ha podido volver a contactar con ella, y está
preocupada. ¿Seguirá bien? “Claro que sí, boba” intenta
autoconvencerse la elfa, segura en parte de que Galaerys sabe cuidar
de sí misma, y temerosa, por otra parte, de que la niebla acabe con
el grupo…
Últimamente
la ve en sueños más de lo habitual. Sueña con ella de vez en
cuando, pero en las últimas semanas los sueños son más frecuentes,
y también, más vividos, reales… e inquietantes.
Fuinmenel
llega a la cocina sumida en sus pensamientos, deja la antorcha a su
lado, da los buenos días a Zaina, quien, con su habitual jovialidad,
sirve bacon y huevos a la elfa, se sube a un taburete, y la da un
cariñoso beso en la mejilla.
-
Eres demasiado amable conmigo, Zaina. No me merezco todas estas
atenciones…
-
Tonterías. Desayuna antes de que se enfríe. Tengo que marchar a
trabajar en breve, y tú también deberías hacerlo.
-
He vuelto a soñar con Galaerys.
-
Lo sé, cariño, no parabas de nombrarla. Si no fuera porque sé lo
que sientes, me pondría celosa… - la halfling guiña un ojo
mientras sonríe con picardía – Seguro que está bien. Y seguro
que llegará el día en que estéis juntas. Mientras tanto, aprovecha
la cocina de Zaina, y sus otras habilidades… - vuelve a sonreír,
aun más pícara- y disfruta de la amistad y de la vida.
Fuinmenel
toma el delicioso desayuno preparado por su compañera, agradecida de
haberla encontrado, de haber trabado una amistad tan sincera con
ella. No hay secretos, la halfling sale con otras mujeres y con algún
hombre, aunque gusta menos de estos, y sabe que el corazón de
Fuinmenel pertenece a Galaerys, una compañera de aventuras del
pasado. Amabas disfrutan de su tiempo juntas, conscientes de que
nunca podrá convertirse en una relación de pareja al uso.
Cuando
ambas terminan de comer, se despiden con un pico y cada una se
encamina a su trabajo, la halfling al Esturión
Feliz, donde trabaja como
posadera, y la elfa baja al piso inferior de la vivienda, que es la
academia donde sus alumnos ya esperan para recibir la lección del
día.
Cae
la noche sobre N’Daleth. Fuinmenel acaba de hacer las compras del
día y vuelve a casa, donde tras colocarlo todo, se sienta en el sofá
de la sala de estar. Cada día, más o menos a estas horas, trata de
concentrarse para contactar con Galaerys, consciente de que hace años
que no funciona, pero esperanzada de lograrlo…
Y
esta noche sucede.
-
Fuinmenel...
-
Galaerys, ¿Eres tú?
- Sí…
¡oh, Fuinmenel, ¡cómo me alegra oír tu voz! O bueno, sentirla, o
como sea.
-
Galaerys, Galaerys… ¡Estás viva! ¿Estás bien? ¿Dónde estás?
¿Y los demás?
-
Una pregunta cada vez, melmë.
Las
siguientes horas transcurren raudas, con Galaerys contándole a
Fuinmenel las aventuras del grupo en la niebla, la incorporación
definitiva al grupo de Alexander, la caída de Sotharyl, los errores
y aciertos mientras expulsaban la niebla y liberaban ciudades.
-
Pero, ¿y tú, Galaerys? ¿Cómo te encuentras tú?
La
voz risueña de Galaerys se calla por lo que Fuinmenel teme por un
momento haber perdido el contacto.
- ¿Yo?...
Estos cuatro años han sido una locura y sentir tu voz acariciando
mi cuello es seguramente lo más agradable que haya hecho en mucho
tiempo. Qué te voy a contar... te echo tanto de menos, pero también
me siento más poderosa que nunca... Galaerys se ríe al recordar su
último vuelo. Me gustaría que me vieras en forma de dragón. Te
prometo que algún día te llevaré a ver las estrellas en mi lomo.
Y... aun así, me siento más cansada que nunca. Seguimos estando en
deuda con la duquesa y aunque sé que estamos obrando por el bien y
que no podíamos haber encontrado mejor mecenas que ella, me siento
atrapada en su red. Es... es una sensación rara, Fuinmenel, nunca
había estado al mando de nadie y no me acaba de gustar. Añoro a
Zetes, añoro poder volar y correr libre, añoro... hacer el amor
contigo...
Al
decir eso Galaerys, Fuinmenel sonríe con ternura al imaginar las
mejillas sonrojadas de la media elfa.
- Basta
de hablar de mí... cuéntame, melmë,
¿qué tal estás tú? y ¿Cómo está la situación en Re-Ionnae?
Al
contar Fuinmenel su vida, Galaerys se imagina cada detalle, le
envuelve entonces una sensación de calor y de amor inmenso. Hasta
tiene la certeza de estar junto a Fuinmenel en un sofá, delante de
una chimenea cuyo fuego crepita. Posa su cabeza en el regazo de su
amada... huele a madreselva, a resina. Galaerys tiene miedo de romper
esta ilusión. Después de escuchar el relato, dice con cautela:
- Fuinmenel,
hay otra cosa que me preocupa... al menos que obtenga yo el perdón
de Hyandora, no sé cómo voy a poder volver a Re-Ionnae... no
quiero estar condenada a una vida sin ti a mi lado.
- Habría
una solución... durante tus viajes, si encuentras un lugar que te
guste, donde podamos vivir. Galaerys nota como una mano le acaricia
el pelo. Podría ser una pequeña cabaña cerca de una aldea, podría
yo montar una academia en una ciudad vecina, y tú, podrías pasar
tu día en el bosque cuidando de la naturaleza ¿Qué te parece?
Como
única respuesta, Galaerys se incorpora y posa sus labios en los de
Fuinmenel, con la certeza que ella también nota el beso húmedo y
caliente.
La ilusión se
desvanece poco a poco dejando a Galaerys sola otra vez en la casa
vacía, oscura y fría de Hekko. Llama a Calais que no tarda en
desperezarse y acercarse a la media elfa. Hunde su cara en su pelaje
y se acurruca entre sus patas. Escucha latir el corazón del leopardo
hasta quedarse dormida y ¿quién sabe con quien estará soñando
Galaerys? Una sonrisa se dibuja en su cara haciendo eco a su
respiración profunda y tranquila... Dulces sueños, Galaerys...
Narrado por AlecTm (Primera parte, hasta la imagen) y Adeline (Segunda parte, después de la imagen)
La imagen por cortesía de la artista Adeline.