El siempre
enérgico gnomo, ataviado con su mono de cuero repleto de bolsillos de los que
sobresalen cachivaches de todo tipo, avanza inquisitivamente por los corredores
del castillo, dedicándole severas miradas a los guardas y musitando extraños
comentarios para sus adentros.
Cuando
el mayordomo por fin culmina su guía y alcanzan la estancia de la Duquesa, Goziknik
le interrumpe, aparentemente despreocupado por las formalidades. Apartándole
con una mano, ignorando la sorprendida mirada del mayordomo, se adentra en la
estancia, donde la Duquesa espera sentada, contemplando la escena con una
mirada curiosa y divertida.
-
“Había
escuchado relatos sobre su particular genio y figura, señor Goziknik, veo que
mi información es acertada”
-
“Entonces
podemos obviar las formalidades, aceptar que el precio que haya pagado por la
información ha sido una buena inversión, y dedicarnos a discutir las
condiciones de mi presencia aquí con la severidad que se merece”
-
“Oh,
nada me gustaría más”
La
Duquesa, aún con una sonrisa en el rostro, hace un gesto casual con la mano,
sin apartar la mirada del gnomo, quien se acomoda en una de las sillas, y el
mayordomo acata la sutil orden con ligereza, dejando solos a los dos.
-
“He
preparado un lugar que espero sea de su agrado. Cuando esté terminado, será una
fortaleza sobria, con un gran taller con el mejor equipamiento que el dinero
puede comprar. Todo para usted”
Goziknik
se lleva la mano a la barbilla y se atusa su morena barba, afinando la mirada, tratando
de advertir algún detalle en la expresión de la duquesa.
-
“¿Por
qué traerme desde tan lejos? ¿Y por qué emplear tantos recursos, acaso no hay
ingenieros capaces por aquí?”
-
“Oh,
querido. Hay ingenieros de veras capaces, y pensadores creativos”
La
duquesa le pasa una serie de pergaminos que contienen diversos diseños.
Goziknik, interesado, se coloca unos pequeños anteojos y pasa sus ocupadas
manos por los diseños uno tras otro, musitando algo para sus adentros cada paso
de pergamino.
-
“Si…
sí. Bueno, no es nada nuevo. Ehmm. Hmm. Esto es interesante. ¡Oh, espera un momento!
Goziknik
saca una libreta de su mono y un par de lapiceros afilados por ambos extremos,
bien desgastados. Con frenetismo y los ojos revoloteando con descaro de unos
números a otros, comienza a hacer cuentas, mientras su diálogo interno se
acelera visiblemente. Anne Von Xavras parece disfrutar contemplando la escena.
-
“Oh,
ya veo. Sí, sí. Podría funcionar. Está bien, estoy intrigado, esto es, digamos,
decente. Aparte de rebozármelo por las narices, ¿para qué demonios estoy aquí?”
La Duquesa
entonces reduce progresivamente su irónica sonrisa y adopta una expresión más
severa.
-
“¿Podrías
mejorarlo?
-
“Todo
se puede mejorar. Siempre. Eso sí, siempre, hace falta tiempo, y recursos”
-
“Me
alegro de oír eso. Como ya te dije, contarás con recursos, en cuanto al tiempo…
por el momento, no hay prisas”
-
“Le
diré algo… vuestra emisaria me prometió un trabajo sin trabas. ¡Sin ninguna
limitación!”
-
“Oh,
una vez os instaléis en vuestra fortaleza, no tendréis más limitaciones que las
de vuestra imaginación y capacidad, dondequiera que os puedan llevar. Yo tan
solo pretendo guiar la dirección en que tu imaginación pretenda llevarte, y,
por supuesto, emplear para mis intereses cada uno de esos inventos”
El
Gnomo mira inquisitivamente a la duquesa, a la vez preocupado y ansioso,
deseoso como nunca de aceptar este trato y dejar atrás una vida encorsetada en
la que sentía que su genio estaba absolutamente constreñido. Valorando una y
otra vez en su mente los entramados éticos que siempre hubo de seguir en Re-Ionnae
y que pudiera ahora dejar atrás.
-
“Se
me ocurren un par de ideas que podría poner en marcha…”
-
“Oh,
querido, yo también tengo un par de ideas. ¿Serías de veras capaz de hacer este
invento transportable y utilizable por una única persona?
Ambos
se miran fijamente, con sus ojos refulgiendo de emoción y ambición.